domingo, 9 de noviembre de 2014

El bachiller don Luis José Carrillo y Troncoso, cura de Aculco (1753-1830)

Pocos sacerdotes de tiempos pasados dejaron tan honda huella en la parroquia de Aculco como el padre Luis José Carrillo, cura de este lugar de 1785 a 1812. Gracias a la existencia de un retrato que hoy se encuentra en la sacristía de este templo, dedicado por la gratitud de doña María Antonia Basurto en 1832, es posible conocer algunos datos esenciales sobre su vida:

Br. D. Luis José Carrillo, Cura propio y Juez Ecco. [Eclesiástico] que fue de esta parroquia de San Gerónimo Aculco, desde el 5 de Febrero de 1785, hasta 18 de junio de 1812, en que pasó por permuta a la de Tequixquiac. Nació en México a 25 de Agosto de 1753 y murió en el segundo de sus referidos Curatos el 28 de febrero de 1830, de edad de 76 años, seis meses y cuatro días; habiendo comenzado su carrera de Cura beneficiado en el de Xichú Mineral: circunstancia que eleva su mérito a mayor concepto.

Por medio de este texto me fue posible encontrar el registro de su bautismo en los libros de la parroquia de la Santa Veracruz de la ciudad de México, donde recibió el sacramento el 31 de agosto de 1753. Según este documento, Luis José fue "hijo legítimo, de legítimo matrimonio" de Joaquín Carrillo y Francisca Javiera Troncoso.

Desde 1776 hasta por lo menos 1825, don Luis fue beneficiario de una capellanía fundada por don José Irusta, que le representaban una renta anual de 33 pesos, dos reales y ocho cuartos. (Contaduría General de temporalidades: "Mexico registros," imágenes, FamilySearch (https://www.familysearch.org/ark:/61903/3:1:3Q9M-CSD2-C3WF-7?view=explore : 14 sept 2025), Imagen 29 de 103; . Número del grupo de imágenes: 007983075)

El 13 de enero de 1778, don Luis, que por entonces debe haber estado terminando su formación en el seminario, recibió licencia de celebrar misa y confesar en castellano y otomí hombres y mujeres por un año, administrando en Jilotepec. ("Centro, Cuauhtémoc, Mexico City, Mexico registros," imágenes, FamilySearch (https://www.familysearch.org/ark:/61903/3:1:3Q9M-CSDX-4H87-L?view=explore : 14 sept 2025), Imagen 99 de 328; Archivo Diocesano de México (D.F.),Archivo General de la Nación (Distrito Federal, México). Número del grupo de imágenes: 007978524 : Licencias 1775-1784)

En 1787 don Luis solicitó y obtuvo el cargo de comisario del Santo Oficio de la Inquisición de la jurisdicción de Aculco (AGN, Inquisición, vol. 1216, exp. 2, f. 115-119 y vol. 1217, exp. 15, f. 198-199). Para tramitar esta solicitud, se pidió al licenciado y maestro don Juan Antonio Bruno, examinador sinodal del arzobispado, un informe sobre sus antecedentes y conducta, donde se expresó así del padre Carrillo:

El bachiller don Luis Carrillo, cura párroco del pueblo de San Gerónimo Aculco, es de sana doctrina, de una regular ciencia e instrucción, se halla bien conceptuado en la secretaría arzobispal, y amado de sus feligreses, a que se ha hecho acreedor por su buena conducta y exacto desempeño en las obligaciones de su ministerio; y por lo mismo me parece puede Vuestra Señoría Ilustrísima acceder a la pretensión que tiene establecida de comisario del Santo Oficio. (AGN, Inquisición, vol. 1216, exp.2 116-116v)

En el ejercicio de su tarea como comisario del Santo Oficio le correspondió investigar diversos asuntos interesantes, por ejemplo el de Petra, una esclava denunciada por doña Xaviera Basurto en 1795 por decir que no había infierno, cuyo caso no llegó a concretarse porque la acusada falleció (AGN, Inquisición, vol. 1380, exp. 19, f. 378-381). O el de fray José de Lima, religioso mercedario que en la cuaresma de 1786 fue a Aculco para ayudar en los servicios de la iglesia y más tarde se le acusó por "solicitante", es decir, por pedir favores sexuales en el confesionario (AGN, Inquisición, vol. 1272, exp. 1, f. 1-7). Pero quizá el caso más interesante fue el del negro, ciego y manco José Manuel, esclavo de doña Micaela de Terreros, a quien se tenía por difusor de supersticiones y que por ello fue denunciado en 1792 en Aculco, aunque los hechos habían tenido lugar diez años atrás en Púcuaro, Michoacán (AGN, Inquisición, vol. 1358, exp. 8, f. 195-196). Según José Antonio González, quien ha profundizado en este caso, se trata de un caso sumamente interesante de "magia amorosa, donde se combinaron las técnicas de la ventriloquía, el empleo de la chuparrosa como amuleto erótico, la ingestión de un alucinógeno para tener visiones y potenciar poderes espirituales y que se concretaron en una seducción mágica". Te recomiendo mucho que leas lo escrito por González en su blog sobre este asunto inquisitorial, pues ayuda a conocer mucho de las supersticiones de la gente de esa época. Lo puedes encontrar aquí: "La chuparrosa parlante del ciego José Manuel".

A don Luis José le tocaron tiempos difíciles en lo que se refiere a la relación entre la Iglesia y el poder civil. La tendencia absolutista de los reyes de la casa de Borbón había ido eliminando paulatinamente privilegios y fueros, y desmantelando el corporativismo que caracterizaba a la sociedad española y novohispana para hacerse de un control más directo y, naturalmente, mayor sobre sus súbditos. En el caso concreto de Aculco, esta situación se expresó en 1796 en la disputa por la supervisión de las cofradías que estaban fundadas en la parroquia y que significaban un importante capital de 40,000 pesos de la época. Don Luis se quejó vigorosamente ante las autoridades por la intervención del teniente del subdelegado en los asuntos de las cofradías, citando los decretos del Concilio de Trento y del Tercer Concilio Provincial, según los cuales sólo los curas podían supervisar las cofradías, controlar las cuentas de los mayordomos y presidir sus elecciones.

El teniente respondió que el párroco estaba usurpando la autoridad real al mantener el control del capital de las tres cofradías, por lo que solicitaba a la Audiencia la confirmación su derecho a administrar las propiedades y a emitir el voto decisivo en las elecciones de estas corporaciones. La Audiencia, en efecto, respaldó la postura de la autoridad civil y rechazó la del sacerdote: sólo los jueces reales debían presidir las reuniones de las cofradías; las cofradías podían administrar sus bienes ellas mismas, pero el teniente debía controlar la elección de sus mayordomos, ejerciendo un voto igual al de los cofrades. De éstos no conocemos su opinión, aunque es muy probable que les disgustara esa sujeción al poder civil en lugar del religioso. Además, según parece, el teniente era poco querido en el pueblo: desde diciembre de 1792 una carta anónima enviada a la Audiencia lo había acusado de adulterio con su cuñada, del arresto de algunos vecinos por cargos ya olvidados con el pretexto de cobrar multas y del despilfarro de grandes sumas de dinero como administrador de las fundaciones piadosas de la parroquia (William B. Taylor: Magistrates of the sacred: priests and parishioners in eighteenth-century Mexico, Stanford University Press, 1996, pág. 313).

Según la Descripción geográfica del Arzobispado de México de 1793, los ingresos de la parroquia de Aculco en ese año representaban por colecturía de diezmos 1,450 pesos anuales. Ese mismo año, se decía de don Luis que era "tan aplicado al culto divino que hace algunos años que sólo toma de sus derechos para su precisa manutención, y todo lo sobrante lo ha aplicado para la reedificación de su iglesia, construyendo colaterales a sus expensas y solicitud" (William B. Taylor: Magistrates of the sacred: priests and parishioners in eighteenth-century Mexico, Stanford University Press, 1996, pág. 145). Debido a la transformación de la nave del templo al gusto neoclásico, entre 1843 y 1845, la mayor parte de lo que don Luis Carrillo construyó, incluyendo aquellos altares colaterales, se ha perdido. Sin embargo, subsiste la huella de su obra en muchos notables vestigios, como las campanas fundidas en 1788, el reloj de sol del claustro, que lleva la fecha 30 de abril de 1789 y el enorme Cuadro de Ánimas o del "Privilegio Sabatino", pintado en 1799. En el muro norte de la parroquia se advierten también las señales de las obras constructivas de don Luis, en las numerosas ventanas mixtilíneas tapiadas, detalles que por su estilo parecen corresponder a su época (pues, aunque por entonces se introducía el estilo neoclásico, detalles como la guardamalleta del reloj de sol dejan ver que las obras de don Luis tuvieron todavía carácter barroco). Para sufragar en parte estas obras, se vendió la antigua huerta donada al convento en el siglo XVI por el indio cacique Gerónimo López de los Ángeles. En 1805, todavía bajo el curato de don Luis José, los ingresos de la parroquia de Aculco habían crecido hasta los 3,880 pesos ((William B. Taylor: Magistrates of the sacred: priests and parishioners in eighteenth-century Mexico, Stanford University Press, 1996, pág. 479).

En el año de 1805, el padre Carrillo recibió una comisión muy delicada de parte del padre provisor y vicario general del Arzobispado de México, años después arzobispo, Pedro José de Fonte: se trataba de investigar sobre una acusación anónima de sodomía (homosexualidad) contra el vicario de Acambay:

La demanda contra el cura coadjuntor de San Miguel Acambay, José Méndez, era anónima. Fonte comisionó al cura de Aculco, bachiller Luis Carrillo, para realizar la sumaria. De la anterior diligencia se desprendía no "haber causa alguna justificada contra el cura", pero por ser un "asunto de la mayor gravedad", el provisor Fonte pidió más información "secreta" a otra persona para proveer lo que conviniese. El cura de Jilotepec, bachiller Andrés Benosa, respondió el 9 de junio de 1805 al provisor que había tenido otras dos comisiones por parte del fallecido arzobispo, Alonso Núñez de Haro y Peralta, y por el cabildo sede vacante.

En aquellas ocasiones el cura de Jilotepec también había investigado a Carrillo por denuncias de malversación. Las denuncias también habían sido anónimas. Después de haber examinado a cinco testigos "de los más idóneos, imparciales y racionales de aquel partido" por cada sumaria a más de otras pesquisas secretas, el cura de Acambay había quedado "indemnizado y justificado". No hubo feligrés quejumbroso y antes bien, "si todos mil bienes, agregándose a esto que jamás he oído haya dado la menor nota de su conducta en su persona, ministerio, ejercicio o administración."

El doctor Fonte decidió archivar los autos y sobreseer el asunto no sin dar noticia al arzobispo "para su superior gobierno". El ocurso no pudo ser continuado por no existir un demandante y no hallar evidencias de la "sodomía" del cura de Acambay. La continuada serie de anónimos con un tono ascendente en cuanto a la gravedad de las acusaciones parecía indicar la existencia de un enemigo no declarado del bachiller Luis Carrillo. (Berenise Bravo Rubio y Marco AntonioPérez Iturbe, Una iglesia en busca de independencia: el clero secular del arzobispado de México, 1803-1922, tesis colectiva para obtener la licenciatura en historia, México, UNAM, campus Acatlán, marzo de 2001, p. 114)

En 1807, don Luis era suscriptor foráneo del Diario de México (Diario de México, Tomo VI, mayo-agosto de 1807, imprenta de don Juan Bautista Arizpe, p. 4). Posiblemente al año siguiente, cuando contaba con 55 años, su salud comenzó a resentirse, pues pidió se le nombrara un coadjutor para que le ayudara en su parroquia de Aculco y pudiera seguir disfrutando así de su "beneficio" -es decir, de los ingresos propios del curato- sin tener que retirarse (AGN, Indiferente virreinal, caja 4543, exp. 17).

Para el otoño de 1808, aunque a los 54 años no era todavía un anciano, algunos indicios indican que su salud había comenzado a declinar. El arzobispo le puso cura coadjutor en su parroquia de Aculco para que la ayudara, pero Carrillo comenzó a pensar en mudarse "a un lugar donde encuentre temperie acomodada a mi salud". En efecto, a principios de enero del año siguiente, justificándose en la busca de un mejor "temperamento", residía ya en el pueblo de Tepeji (AGN, Inquisición, vol. 1216, exp. 2, f. 117-118)

Don Luis José Carillo fue enviado a la parroquia de Santiago Tequixquiac en 1812, por permuta que hizo con el cura de aquel lugar, el bachiller don Manuel Toral. En plena época insurgente, Toral se mostraría como gran enemigo de los independentistas que amagaban frecuentemente a Aculco y terminaría por exiliarse en San Juan del Río y Querétaro, donde continuó con sus prédicas contra la rebelión e incluso levantó denuncias contra varios sospechosos de apoyarla. De don Luis no hemos podido obtener mayor información después de dejar la parroquia de Aculco y ni siquiera hay noticias de cuál fue su actitud frente a los insurgentes que peleaban por la independencia de México y frente al propio Hidalgo, a quien debió haber visto, quizá incluso tratado, durante su estancia en Aculco en noviembre de 1810. Solamente sabemos que falleció el 28 de febrero de 1830 y fue sepultado al día siguiente en su última parroquia de Tequixquiac.

domingo, 2 de noviembre de 2014

El alma gloriosa y el condenado

Los lectores asiduos a este blog saben bien que no me agrada la celebración del Día de Muertos -ese "invento de antropólogos... ocurrencia de Sergei Einsenstein y el Indio Fernández... puchero de Frida Kahlo"- como escribió el genial Guillermo Sheridan. ¿Por qué? Sobre todo por su falsedad y por la adulteración que hizo este "festejo" (no veo otra forma de llamarlo) de las auténticas costumbres mexicanas relacionadas con el Día de Todos los Santos y el de los Fieles Difuntos:

Desde una perspectiva crítica, la antropóloga mexicana Elsa Malvido sostiene que el Día de los Muertos no tiene raíz prehispánica, sino que es una invención cultural que conjuga costumbres católicas y romanas, además de expresiones estadounidenses e irlandesas, y que fue redescubierta en el gobierno de Lázaro Cárdenas por intelectuales, comunistas, anticlericales y masones que querían subrayar la identidad prehispánica de los mexicanos. Juan Antonio Flores Martos, "Transformismo y transculturación de un culto novomestizo emergente".

Por ello algunos años, si es posible, me gusta aportar textos relacionado con la muerte, pero alejándome de ese nefasto festival -supuestamente "tan mexicano"- y haciéndolo más cerca de la verdadera forma como nuestros antepasados la veían. Si quieres, puedes leer aquí los textos sobre el tema publicados en 2010, otro de 2010 y 2011.

Dicho lo anterior, vayamos al asunto. Esta vez voy a platicarles de un par de interesantísimas pinturas que existen en la parroquia de Aculco y que se refieren precisamente a la idea principal bajo el dogma católico detrás de las conmemoraciones de estos días: la vida eterna. Estos óleos representan a un alma gloriosa y a un alma condenada. Las obras se hallaban antiguamente sobre las puertas del cancel inmediato a la entrada del templo y fueron retiradas de ese sitio en tiempos de los padres agustinos (entre 1951 y 1964). Por mucho tiempo rodaron por distintas estancias del antiguo convento, hasta que hace ya varios años fueron colocadas en su actual ubicación en la sacristía.

Por su estilo, las pinturas parecen ser de principios del siglo XIX. En todo caso se trata de obras de marcado carácter popular, que por lo mismo resultan más difíciles de datar que los que se deben a los mejores pintores de cualquier época. Según recogió el cronista de Aculco Domingo Gaspar Sampayo (1), fueron ejecutadas por un artista prácticamente desconocido de nombre José Jacob. Las dos pinturas cuentan todavía con sus marcos, muy sencillos, de madera dorada. Sus medidas son aproximadamente de 1.85 x 1.40 m.

En el primer cuadro, sobre un fondo claro, el alma gloriosa aparece representada en figura de mujer, descalza, con las manos juntas en actitud de oración, la vista dirigida al cielo y vestida con túnica blanca. Sobre el pecho lleva una especie de escapulario rojo en forma de corazón. Al lado derecho un ángel, de corta túnica azul y manto rojo, la toma por el hombro y señala al cielo. Del lado izquierdo aparecen una serie de motivos algo confusos, pero que parecen representar las tentaciones del mundo y las vanidades a las que ha renunciado el alma para alcanzar la salvación, o es quizá una vista del Paraíso.

En el segundo cuadro el alma condenada aparece, por el contrario, sobre un fondo oscuro y tenebroso. Es un hombre con la barba crecida, la mirada baja, vestido con harapos y sujeto con cadenas. Del lado izquierdo, la muerte representada en forma de esqueleto corta el hilo de su vida. Del lado derecho y por lo bajo, un demonio se apresta a apoderarse de él y sumirlo en las llamas eternas del Infierno que asoman bajo sus pies.

Unos malos versos acompañan a las figuras en grandes cartelas; los del alma gloriosa no han sido transcritos y se los debo a mis lectores. Los de su compañero, el condenado, más largos e interesantes, rezan así, según la transcripción que hizo de ellos el propio Sampayo (a la que corrijo la puntuación):

Mira de tu alma un dechado,
pecador endurecido,
que estás de culpas herido,
en el más mísero estado.
De obstinación el candado
te echas, sin apelación,
pues sin tener contrición
no encuentras el asilo.
Cortando la muerte el hilo
para tu condenación,
asido en fuertes cadenas,
de los demonios cercado,
te miras en mal estado,
presito en eternas penas.
Advierte que tu condena, que tu vida
de ese incierto letargo despierta
haciendo gran penitencia,
porque la suma clemencia,
te abra del perdón las puertas.

Y en la otra inscripción se revela el sentido de la iconografía:

Relega en que a este hombre
con cuidado mortal viviente,
al verlo tan herido,
entre vicios y culpas sumergido,
que su mala conciencia lo ha llevado.
Para que no confiese es el candado,
que en sus labios le son tan oprimidos,
en grillos y cadenas tan asido
que al infierno se va precipitado,
la muerte corta el hilo de su vida,
que enmiéndate, que puede que te suceda
el que vayas a la cárcel tan temida,
en el que entra, para siempre queda.

El Catecismo del padre Jerónimo de Ripalda (1591), que sirvió durante siglos para educar a los católicos en el conocimiento de su fe, menciona entre los "artículos de fe que pertenecen a la santa humanidad":

El séptimo, creer que vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos, conviene a saber, a los buenos para darles gloria, porque guardaron sus santos Mandamientos; y a los malos pena perdurable, porque no los guardaron.

Estos cuadros servían, pues, para recordar al creyente ese artículo de fe y con él las consecuencias que en la vida eterna tendrían sus actos de la vida mortal. Vistas con respeto (y aún algo de miedo) por muchas generaciones de aculquenses, fueron ambas almas al cabo condenadas, pero al olvido, por alguien que pensó, quizá, que con su crudeza herían la sensibilidad de los feligreses.

Ofrezco una disculpa a mis lectores por la mala calidad de las fotografías. Espero que en un futuro no muy lejano pueda cambiarlas por otras mejores.

 

NOTAS

(1) Sampayo, Domigo Gaspar. Aculco. Monografía municipal, México, Gobierno del Estado de México, 1987, p. 81.

domingo, 26 de octubre de 2014

Una cruz entre rejas

El pasado 16 de septiembre tuve la oportunidad de visitar la capilla de Santa María Nativitas, cuya restauración comenté aquí hace varios meses y que ha sido concluida ya. Sobre el resultado de esta restauración escribiré próximamente en este blog, ya que me parece que mi crítica anterior fue excesiva y quienes ejecutaron los trabajos merecen mejores comentarios que los que vertí entonces. Pero lo que quiero destacar ahora es el estado en el que encontré la hermosísima cruz atrial de este lugar, rodeada de una estructura metálica antiestética e innecesaria.

No me cabe duda de que la estructura ha sido colocada con las mejores intenciones, seguramente para proteger con un techo la cruz, junto con su bien labrado pedestal que lleva la fecha de 1678. O tal vez es sólo una protección para evitar que las personas se recarguen, o que los automóviles que a veces acceden al interior del atrio la golpeen. Y lo más probable es que esta estructura metálica cumpla muy bien su función. Pero desde el punto de vista estético, la idea es simplemente lamentable.

A lo largo y ancho del país existen cientos de cruces atriales virreinales de todos tamaños y diseños, algunas casi 150 años más antiguas que la de Santa María Nativitas. Pero, si se han fijado bien, ninguna de ellas (salvo las que están en algún museo) ha sido protegida por una estructura parecida a ésta, aún cuando sean mucho más valiosas en términos de antigüedad, calidad artística, valor histórico, etc. ¿Por qué? Pues simplemente porque no es necesario: la aplicación de un hidrofugante protege la piedra de la humedad y los daños que ésta le pueda ocasionar. Una solución barata, rápida y que permite contemplar este tipo de monumentos tal como sus constructores quisieron que se vieran, sin recurrir a adefesios como el que vemos ahora en el atrio de esta capilla. O si es que la reja es una protección contra los golpes, quizá una reja no tan estrecha y de menor altura, que no afecte su vista, habría sido una aportación mucho más sensata.

Este tipo de soluciones, improvisadas, sin conocimiento técnico, pero de buena fe, sorprenden sobre todo al considerar que la capilla acaba de ser restaurada por profesionales, a quienes habría sido conveniente consultar antes de tomar una decisión que sólo afea la bonita capilla.

domingo, 12 de octubre de 2014

La galería de los novicios

Ya antes hemos comentado en este blog que el ex convento de Aculco fue en dos ocasiones distintas administrado por una orden del clero regular. La primera vez por la orden fundadora, los franciscanos, entre 1540 y 1759. La segunda, por los agustinos recoletos, que estuvieron aquí desde 1951 hasta 1964.

Fue precisamente en esta última ocasión en que operó como convento, que los frailes agustinos establecieron en este lugar el noviciado de su orden, es decir, la casa destinada al período de prueba anterior a que el postulante tomara formalmente los hábitos. Según el Código de Derecho canónico "el noviciado, con el que comienza la vida en un instituto, tiene como finalidad que los novicios conozcan mejor la vocación divina, particularmente la propia del instituto, que prueben el modo de vida de éste, que conformen la mente y el corazón con su espíritu, y que puedan ser comprobadas su intención y su idoneidad".

De acuerdo también con dicho Código, "para que el noviciado sea válido, debe realizarse en una casa debidamente destinada a esta finalidad". Fue por ello que los agustinos destinaron el ala sur del convento a dicho fin, construyendo sobre esa fachada y mirando hacia un patio secundario interior una galería de arcos de dos plantas en piedra blanca que siguió con muy buen sentido las dimensiones y proporciones aproximadas de la arquería del viejo claustro principal, sin pretender hacer una copia de ella. A diferencia de aquél, por ejemplo, los antepechos del piso superior no son calados en forma de arquillos, sino ciegos. Carente prácticamente de más ornato que la propia piedra, la viguería y los detalles de ladrillo, se alegró un poco su austeridad con una hilera de canales de concreto para desaguar sus azoteas, vaciadas en forma de pez de manera semejante a las grandiosas gárgolas de cantera que exornan la fachada principal del templo y que son uno de sus grandes atractivos. De tal manera, esta galería de novicios se integró perfectamente al antiguo edificio.

Actualmente, la galería de los novicios del ex convento de Aculco, aportación plenamente agustina al antiguo edificio franciscano, se mantiene en pie bien cuidada y con modificaciones menores. Entre éstas está la construcción de un arco perpendicular a la galería en la planta alta, pero cerrado con cristal, para unirla con la fea casa que se construyó en ese mismo patio hacia 1996. Con dicho añadido se perdió también uno de los canales de concreto en forma de pez, que encontré tirado en el escombro con el que se rellenó el terreno anexo a la capilla de Nenthé hace unos años.

Los padres agustinos inauguraron su casa-noviciado el 9 de diciembre de 1951. Dos días después, en solemne ceremonia, ocho novicios pedían al padre Fabián Otamendi, comisario provincial, ser admitidos a la Orden de Agustinos Recoletos. Sin embargo, el noviciado duró pocos años en Aculco, pues cerró sus puertas en 1955 al pasar los últimos profesos a Querétaro el 25 de julio de ese año.

Inaccesible normalmente para el común de los visitantes visitantes, como patio que es de la residencia del párroco, este rincón es sin duda alguna uno de los más bellos, evocadores y desconocidos del antiguo ex convento. Por la dificultad de visitarlo personalmente, creo que a muchos de ustedes les habrá encantado recorrerlo a través de estas fotografías.

domingo, 28 de septiembre de 2014

El Alabado en la alacena

Hace varios años, después de mucho insistir, se me permitió tomar algunas fotografías en la sacristía de la parroquia de Aculco. Después de fotografiar dicho espacio con sus dos bellísimas bóvedas de arista, los cuadros que se encuentran ahí y todos esos detalles que hacen de este lugar uno de los más evocadores de todo nuestro pueblo, el encargado me dijo que había algo más, una sorpresa oculta: en el muro poniente me abrió la puerta de madera -sin gracia alguna- de una alacena. Al fondo sólo había viejos estandartes y algunos trebejos amontonados que parecían no tener mayor importancia.

La verdad es que me aquello me decepcionó, y más por compromiso que por verdadero interés tomé una fotografía de la mínima covacha. Eran todavía los tiempos de los rollos de película y esa fue la última exposición de las 36 con las que entré a la sacristía. Apenas había sonado el click, cuando me advirtieron, No, no: mira arriba. Entonces entré como pude a ese lugar y con la escasa luz que penetraba pude advertir que por donde había entrado era en realidad un acceso semitapiado, y que por dentro de la alacena se encontraba una excelente portada de cantería cuyos rasgos apenas se podían adivinar.

Pedí una lámpara al encargado para poder ver mejor, pero me dijo que no la había. Más bien creo que no me quería dejar solo. El rollo de la cámara se me había terminado y no podía ni siquiera intentar tomar una foto con flash para más tarde verla, ya impresa. Lo único que pude hacer fue disparar varias veces en vacío el flash de la cámara, y así a intervalos, casi como si estuviera a la luz de los relámpagos, recuerdo que pude ver una cornisa, una cruz y algunas letras.

Apenas el pasado miércoles 27 de agosto accedí nuevamente a aquella alacena misteriosa. Ahora ya tiene luz eléctrica y admirar la vieja portada resulta por tanto mucho más sencillo. Pero el espacio es tan pequeño en verdad, que tomar una fotografía resultó algo complicado, ya que ni siquiera podía arrodillarme para que cupiera completa en mi toma. A pesar de ello tomé varias fotografías que son las que ahora les muestro aquí.

Lo que se observa de esta portada es solamente una parte de ella, ya que no se advierten las jambas por estar empotradas en el muro y la oración labrada en su dintel se encuentra cortada por los extremos. Este dintel es monolítico, circunstancia extraña para la época a la que, por su estilo neoclásico, parece pertenecer el conjunto. Ello, junto con una casi imperceptible diferencia de color en la piedra me lleva a pensar que quizá el marco es más antiguo y sólo el entablamento se le añadió a mediados del siglo XIX.

Al centro del dintel aparece labrada, incisa, una cruz, y a sus lados se despliegan las frases [ALAB]ADO SEA EL SANTISIMO SACRAM[ENTO Y] LA CONCEPSION [sic] SIN MANCHA DE LA [VIRGEN MARÍA], que componen el Alabado, una oración o jaculatoria muy común en otros tiempos, que servía de preparación para las labores cotidianas y se utilizaba con frecuencia, rezada de rodillas, para dar principio a las reuniones no sólo de carácter eclesiástico, sino también civil e incluso particular. Al grabarla en este sitio, seguramente se hacía con la intención de que el celebrante y su sacristán recitaran la jaculatoria antes de la celebración de los primeros oficios litúrgicos del día.

Sobre este dintel está un entablamento sostenido en los extremos por un par de ménsulas muy parecidas a las que se pueden ver los balcones de varias casas aculquenses, como la Casa de don Juan Lara Alva, similares a los triglifos del orden dórico. Entre ellas se despliega una serie de ocho relieves inspirados sin duda en las metopas circulares de la arquitectura griega y romana, pero dispuestas con muy poco clasicismo en dos niveles distintos y sin estar alternadas con triglifos. Bajo estas pseudometopas corre un relieve todavía menos clasicista de óvalos continuos en bajorrelieve muy probablemente basados en las ovas que suelen adornar las molduras en el orden jónico. Corona la composición una cornisa de poco vuelo y escasa anchura.

De tal manera, aunque inspirada sin duda alguna en el arte neoclásico, esta portada resulta en realidad muy poco clásica por el desorden de sus elementos. Podríamos hablar, quizá, de un estilo neoclásico popular. Ello no le resta ningún interés como testimonio histórico, tanto por su elaborada talla que nos habla del gusto de la época en que se construyó, como por su inscripción que nos remonta a los usos de mediados del siglo XIX, y especialmente por su anómala ubicación.

Sobre esto último cabe, naturalmente, preguntarse, ¿qué hace ahí esta portada, guardada en una alacena? Es evidente, en primer lugar, que se trata de un acceso perdido a la sacristía, ya que se encuentra a eje con el centro de la bóveda norte de este espacio y mirando hacia el convento. Es decir, no parece ser un vestigio de alguna otra construcción. Es, además, con toda probabilidad, el acceso principal hacia el edificio conventual, ya que ni la entrada actual, ni la que da hacia el templo, tuvieron ornamentación semejante a la suya.

Pero, entonces, ¿por qué se bloqueó y ocultó? Creo que existen dos posibilidades: la primera, que al labrarse esta portada se tenía la intención de hacerla visible rompiendo el muro del salón contiguo, que probablemente era la sala De Profundis del cenobio. Al decidirse finalmente no hacerlo así, la puerta quedó sin uso y, en un arranque de practicidad, se decidió convertir el espacio en simple alacena. La otra posibilidad es que la comunicación con dicho salón sí haya existido en el pasado, incluso que haya durado muchos años, hasta tiempos relativamente recientes. Pero algún cambio en su uso determinó que se cerrara la comunicación y se condenara esta portada a dormir oculta, casi sería mejor decir escondida, por los siglos de los siglos.

 

ACTUALIZACIóN: 5 DE MAYO DE 2025:

Una fotografía publicada en Facebook en 2021 por Antonio Rogel Carreño me ha permitido ver mejor algunos detalles de esta portada, confirmar algunas de mis teorías y corregir ciertos errores en el croquis y en la transcripción de la oración inscrita en el dintel, que hasta donde se puede observar sería así: [ALAB]ADO SEA EL SANTISIMO SACRAMEN[TO Y LA LI]MPIA CONCEPSION [sic] SIN MANCHA DE PECADO OR[IGINAL]. En la fotografía también es posible observar que bajo las últimas dos palabras está inscrita una fecha algo difícil de leer, que el autor interpreta como es 1699, lo que es plenamente factible pues por aquellos años el templo estaba pasando por una reconstrucción completa. Esto confirmaría que el entablamento superior es un añadido posterior, como decía de mediados del siglo XIX, pues además de su estilo neoclásico popular, el color de su piedra y sus dimensiones son distintas a las del dintel. Por otra parte, la porción rugosa al extremo derecho inferior de este dintel indica que el vano fue originalmente menor, pues en esa parte se unía a su jamba. Finalmente, podemos ver que a la derecha del entablamento existe una metopa que no incluí en el croquis original y que resulta un tanto difícil de explicar en esa ubicación.

domingo, 14 de septiembre de 2014

¿Era el tesoro que Hidalgo perdió en Aculco?

Ahora que se acerca un aniversario más del Grito de Dolores, creo oportuno compartirles esta narración acerca del tesoro que Hidalgo pudo haber dejado en Aculco. Casi toda la crónica está tomada directamente de mi libro Ñadó, un monte, una hacienda, una historia (Gobierno del Estado de México, 2009), aunque adaptado para este blog y con alguna información adicional. Espero lo disfruten.

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Apenas iniciada la vida independiente del país, sucedió un hecho misterioso en Aculco en el que estuvieron involucradas las más altas autoridades del entonces Imperio Mexicano. Todo comenzó el 9 de noviembre de 1821, cuando el aún no designado emperador Agustín de Iturbide envió a tierras aculquenses un cuerpo militar formado por cincuenta hombres de caballería al mando del coronel Jesús Gómez de Aguado (quien según se dice había militado en el ejército de Hidalgo) con una comisión suya “interesante a la Patria”, que no se hizo pública.(1)

Ese extraño interés por Aculco y el secreto en el que Gómez de Aguado y sus hombres realizaron el encargo podría parecer un suceso sin importancia. Pero pocos días después se presentó ante Salvador de Garfias, alcalde del pueblo, José María Correa, quien portaba un documento firmado por Iturbide con fecha del 21 de noviembre que le facultaba para la extracción de ciertos caudales "ocultos" en la "poza del salto del río Ñadó". Por no haber podido realizar en ese momento la operación, se retiró para regresar varias semanas después a terminar el trabajo. En el intervalo, sin embargo, se hizo presente ante los funcionarios municipales Ignacio García de la Madrid con una orden de la regencia del Imperio del 13 de diciembre que le autorizaba la extracción de tesoros de diversos lugares, razón por la que aseguraba le correspondía también el caudal de la poza del salto:

Habiéndose servido el Supremo Consejo de Regencia conceder su permiso a D. Ignacio García de la Madrid para la extracción de varios tesoros que denunció, ha tenido a bien disponer que por los justicias y ayuntamientos a quienes ocurriese el interesado en solicitud de todos los auxilios que necesite se le franqueen inmediatamente, siempre que no resulten en perjuicio de tercero. Lo que de orden de Su Alteza Serenísima prevengo a todos los jueces, ayuntamientos y demás autoridades a quienes fuese presentada esta orden cumplan y hagan cumplir su contenido, en lo que harán un servicio a la Nación.(2)

Vuelto Correa y al enterarse de la pretensión de García de la Madrid, protestó ante el alcalde, asegurando que su autorización era precisa acerca del sitio designado, mientras que la del otro era poco concreta:

En la mañana de este día se me ha manifestado por Vd. una orden del Excelentísimo. Sr. Ministro Universal de Hacienda, que ha dirigido a este Ilustre Ayuntamiento D. Ygnacio García de la Madrid, relativa a facultad que le concede la Suprema Regencia del Imperio para extraer varios tesoros que se hayan ocultos en diversos parajes de este distrito, etcétera: Y como en la generalidad de esta orden no se comprende la del salto del Río de Ñadó, suplico a Vd. se sirva decirme, si esta totalidad de facultad, destruye la especial que se me está concedida por el serenísimo Sr. Almirante, insertada en oficio del Sr. Gral. del Ejército de Retaguardia D. Luis Quintanar fecha 22 del próximo pasado noviembre, que presenté al Ayuntamiento de éste: y si no, dígame Vd. si está dispuesto a prestarme los auxilios que he solicitado desde mi ingreso en éste.

Es público y notorio que desde aquella época no he perdido momento en practicar diligencias relativas del desempeño de mi comisión, sin cesar de operar como probaré oportunamente, y refiriéndome a la que toca Vd. acreditar le suplico tenga la bondad de ampliarme la certificación que solicité se me diera en el mismo acto de mi comparecencia: sirviéndose Vd. asimismo acusarme recibo de éste por ser efectivo a los fines consiguientes.(3)

El alcalde coincidía con don José María en que dentro del permiso general que tenía García de la Madrid, el de Correa podía considerarse una excepción y que él era quien debía realizar la extracción del tesoro. Pero decidió consultar antes al Consejo de Regencia para despejar cualquier duda. (4) En tanto obtenía una respuesta, Garfias impidió a los dos individuos el emprender acción alguna, pues consideraba el asunto como de mucha “importancia a la Nación”. Para ello comisionó a un regidor encargado del resguardo de la poza. (5)

Contrario a la opinión del alcalde y aún a su sensata determinación de impedir el acceso a de los demandantes al lugar, el Subdelegado de Tula, don Juan José Valverde, tomó partido a favor de García de la Madrid y amenazó con viajar a Aculco para autorizar personalmente la extracción del tesoro. Garfias respondió valientemente que no permitiría tal ultraje a su autoridad, ni la intervención del funcionario en un territorio que no pertenecía a su jurisdicción. (6)

Finalmente, el 11 de enero de 1822 el Ministro Universal de Hacienda, Rafael Pérez Maldonado, respondió a la consulta del ayuntamiento aculquense. Para sorpresa de la autoridad municipal, el permiso le fue confirmado a García de la Madrid y negado expresamente a José María Correa. (7) Y no sólo esto, sino que para mayor disgusto de don Salvador de Garfias, el 29 de enero de siguiente Maldonado envió otra carta al Subdelegado de Tula, con copia para el Ayuntamiento de Aculco en la que le decía que

...esta disposición en manera alguna varió ni reformó la comisión conferida a Vd. para intervenir en las extracciones de tesoros y mucho menos autorizó al citado Alcalde para mezclarse en otra cosa que en dejar á García de la Madrid, verificar la expresada extracción en los términos bajo que Su Alteza Serenísima le concedió el permiso para ella el 13 del último diciembre y para lo que calificó por conveniente la intervención de Vd. sin embargo de ser de otra jurisdicción diversa de la de Aculco. (8)

Es importante recordar que el erario del Imperio Mexicano se hallaba agotado en aquellos primeros momentos de independencia. Tales permisos de extracción de tesoros ocupaban el interés de las más altas autoridades hacendarias debido a la necesidad que tenían de hacerse de recursos para solventar las necesidades más apremiantes de la administración:

... necesitado a la vez el gobierno de abundantes recursos para pagar el numeroso ejército que había combatido por la independencia, y para reparar los daños de once años de guerra, se encontró desde luego con un deficiente de cosa de dos millones de pesos. (9)

Tal como lo recomendó el ministro Maldonado, el Ayuntamiento de Aculco no volvió a tratar el asunto y es por ello que no conocemos el final del incidente, ni siquiera si llegó a encontrarse algún valor en la poza. Sólo añadiremos que la tradición local le señala el origen de este tesoro en los caudales que el ejército de Hidalgo obtuvo como botín tras la toma de Guanajuato en 1810 (unos tres millones de pesos en oro y plata conforme a algunas estimaciones, de los que tan sólo mil 625 pesos habrían sido recuperados por los realistas en la acción de Aculco del 7 de noviembre de 1810). Esta leyenda tuvo eco incluso desde antes que terminara la guerra, hacia 1818, cuando se intentó desaguar una poza (creemos que la misma) donde según se decía, los “primeros cabecillas de la rebelión echaron cantidad de reales.” (10)

La versión de este origen tiene buen fundamento: de acuerdo con la narración del insurgente Pedro García, parte de los fondos insurgentes fueron abandonados en el campo de batalla de Aculco, cuando Allende mismo rompió las talegas de dinero para distraer la atención de los realistas y cesar su persecución, mientras muchos insurgentes huían precisamente hacia la zona de Ñadó. No es inverosímil, entre muchas posibilidades, que alguno de los fugitivos haya tomado alguna parte del caudal y al verse estorbado por él terminara por arrojarlo a la poza del salto. (11) Que las arcas insurgentes debieron hallarse precisamente en las cercanías de una de las dos cascadas del río Ñadó parece demostrado en el impreciso mapa de la batalla que publicó Bustamante, en el que los “equipajes” aparecen situados cerca del cerro del Tixhiñú, que él nombra equivocadamente Cerro de Aculco. (12) (Para más detalle, ver en este blog: "El campo de batalla de Aculco") Creo, pues, que la llamada "poza del salto del río Ñadó" debe ser la que forma la primera cascada, la llamada precisamente del Tixhiñú.

Pero en esta historia, de manera muy destacada, está el testimonio mismo de don Miguel Hidalgo, quien ya estando prisionero e interrogado ante sus jueces en la ciudad de Chihuahua acerca de lo que había hecho con "tantos caudales, así metálico como en efectos de todas clases, tanto del Rey como de los particulares y los que tomado de las iglesias", respondió:

Que aunque es cierto que la masa de la insurrección se ha apoderado y dilapidado muchos caudales de todas clases, no es grande la cantidad que ha entrado en el fondo de ella, pues por lo que toca al declarante apenas había entrado en su poder un millón del que se quedaron cerca de trescientos mil pesos en Aculco... (14)

De esos trescientos mil pesos que precisa Hidalgo, Calleja, sólo decíamos líneas arriba, sólo recuperó 1,625 pesos, por lo que no es de ninguna manera descabellado pensar que parte del dinero quedó oculto en algún lugar de los alrededores del pueblo y muy factiblemente en aquella poza del salto. Quizá sigue aún ahí, esperando al descubridor del tesoro que Miguel Hidalgo dejó en Aculco.

 

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(1) Salvoconducto del Capitán Don Jesús Gómez de Aguado, firmado por Iturbide. 9 de noviembre de 1821. Colección particular (CP).

(2) Carta de Maldonado ordenando que las autoridades le presten todos los auxilios a don Ignacio García en la extracción de tesoros. México, 13 de diciembre de 1821. Secc. Justicia. Año de 1821. Archivo Histórico Municipal de Aculco (AHMA)

(3) Oficio de D. José Ma. Correa al Ayuntamiento de Aculco, 4 de enero de 1822. CP.

(4) Contestación al oficio de D. José Ma. Correa., enero 4 de 1822. Se encuentra en el libro 1 de Actas de Cabildo, que va de 1820 a 1832. AHMA.

(5) Carta del Ayuntamiento de Aculco al Supremo Consejo de Regencia del Imperio, enero de 1822. Se encuentra en el libro de Actas de Cabildo de 1820 a 1832. AHMA.

(6) Carta al Subdelegado D. Juan José Valverde, enero 21 de 1822. Se encuentra copiada en el libro 1 de Actas de Cabildo de 1820 a 1832. AHMA.

(7) Carta de Maldonado al Ayuntamiento de Aculco, enero 11 de 1822. CP.

(8) Carta de Maldonado al Ayuntamiento de Aculco, enero 28 de 1822. CP.

(9) Payno, Manuel. México y sus cuestiones financieras con la Inglaterra, la España y la Francia. México, 1862. Imprenta de Ignacio Cumplido. Pág. 2.

(10) Indiferente Virreinal – Operaciones de Guerra. Caja 6004. Exp. 19. Archivo General de la Nación (AGN).

(11) García, Pedro. “Con el Cura Hidalgo”. Citado por Fuente, José María de la. Hidalgo íntimo. México, 1910. Págs. 286-289.

(12) Bustamante, Carlos María de. Cuadro Histórico de la Revolución Mexicana... Tomo I. Pág. 92.

(14) Causa militar contra Miguel Hidalgo y Costilla, paleografía y edición electrónica del AGN.

domingo, 7 de septiembre de 2014

¿"Dragones" en la torre?

Hace unos años publiqué en este blog una serie de tres artículos a los que titulé "Bestiario aculquense", cuyas ligas pongo después de este párrafo por si alguno de los visitantes quiere leerlos nuevamente o por lo menos darse una idea de su contenido. Como el título indica, se trataba de un esbozo de catálogo de las representaciones animales en Aculco través de los siglos.

Bestiario aculquense I

Bestiario aculquense II

Bestiario aculquense III

Más allá de la necesaria actualización en aquellos textos -pues en el tiempo transcurrido desde entonces he conocido algunas piezas que deberían sumárseles, además de haber tenido noticia de la restauración de otras- creo importante dedicar un espacio propio a uno de los más recientes y sorprendentes hallazgos, ni más ni menos que en la parroquia de Aculco, el más importante edificio histórico de este municipio. Pero no nos detengamos más, vayamos a ella.

Debido a que el acceso a lo que fue la huerta del antiguo convento no es público, probablemente la mayoría de los lectores no han tenido oportunidad de observar desde la cercanía los relieves de la cara oriente de la torre del templo parroquial. A simple vista, es fácil advertir que esta cara recibió menos atención de parte de sus constructores: los sillares se acomodaron con menos cuidado, la cantería se alterna con desidia con la mampostería, e incluso es claro que algunos de sus relieves no fueron concluidos. Es más, las reparaciones efectuadas en esta parte de la torre en tiempos relativamente recientes se ejecutaron también sin gran atención a la estética de los acabados (como una jamba sur del arco del tercer cuerpo, realizada o por lo menos recubierta con concreto). Todo ello, seguramente, porque se trata de la cara menos observada y son pocos los que se pueden acercar a contemplarla.

Pero precisamente por ello fue una verdadera sorpresa para mí encontrar, apenas el pasado el miércoles 27 de agosto, en un sitio donde sólo creía poder hallar relieves vegetales como los de las otras caras de la torre, un par de representaciones animales labradas en bajorrelieve. Estas dos criaturas se encuentran en la arquivolta del arco del segundo cuerpo de la torre, inmediatamente encima de las impostas. La rudeza del labrado les da un aire medieval, pero es más probable que esté inspirado en algún grabado renacentista, como parece sugerir la "planta" que parece salir de su hocico y se curva de manera que recuerda a los grutescos del siglo XVI. Tan difícil es en realidad distinguirlas, que sólo al revisar en mi casa las fotografías que tomé ese día pude darme cuenta de que estaban ahí.

La primera reacción al ver estas bestias, sugerida además por su postura con la cabeza vuelta hacia atrás, es creer que se trata de corderos pascuales, una prefiguración simbólica de Cristo que procede del Éxodo. Pero enseguida saltan al ojo atento rasgos que no corresponden a tan pacífica representación: la larga cola retorcida, las garras de las patas, la posición rampante, las largas orejas. En su rostro de perfil convexo hay algo más de caballuno que de ovino, y mucho de malévolo en el ojo de uno de ellos.

Es difícil aventurar sin tener mejores fotografías y sin una más profunda investigación de qué animales se trata, si son animales reales o fantásticos y, sobre todo, por qué están ahí. A pesar de ello, quiero señalar dos rasgos curiosos y sorprendentes de estos dos seres: el primero, la larga cola retorcida, una característica con la que desde la Edad Media se representaba a los dragones, pues se decía que formando nudos con sus colas eran capaces incluso de matar a los elefantes; el segundo es el relieve, la "planta" que parece surgir de las bocas de estos animales y que a simple vista parece uno de tantos róleos vegetales que cubren esta fachada... pero, ¿no podría tratarse quizá de llamas que emergen precisamente de sus fauces? Alguno podría señalar que para ser dragones les faltan alas y tendría razón, pues las representaciones habituales las incluyen. Pero también existieron imágenes de dragones ápteros (sin alas) en el arte de otros siglos.

La inspiración de estos y otros relieves de la fachada de la parroquia de Aculco parece provenir de grabados de libros de los siglos XV y XVI, hecho que comparten con los ornatos de otros templos mexicanos (lo que ha sido ampliamente documentado), si bien casi todos ellos pertenecen al primer siglo de la colonización, mientras que los de nuestro pueblo se pueden fechar con razonable certeza a fines del siglo XVII y principios del XVIII. Ello lo convertiría en un ejemplo bastante tardío del uso de grabados renacentistas en la arquitectura. Ahora bien, hallar el grabado específico del que proviene el modelo de los relieves de Aculco es tarea de largo plazo. Por ahora, muestro aquí varios grabados que tienen alguna relación formal y estilística con ellos, aunque ninguno se puede considerar modelo de los "dragones" de la torre.

Espero poder aportar más adelante alguna información adicional sobre las fuentes de inspiración de este par de interesantísimos relieves. Por ahora creo suficiente compartirles su ubicación y agregarlos a la lista de maravillas que recorriendo con calma los ornatos del edificio parroquial, pueden hallarse para sorpresa de los habitantes y visitantes de Aculco.