martes, 16 de junio de 2009

Don Lorenzo Díaz del Costero

Adornaba antiguamente uno de los salones de la casa cural de la parroquia de San Jerónimo Aculco, una serie de retratos de los sacerdotes que habían se habían desempeñado en ella como párrocos desde el siglo XVIII hasta principios del XX. Yo ya no llegué a ver aquella serie completa; cuando conocí los tres o cuatro cuadros que sobreviven, se hallaban sucios y arrinconados, sin recibir la menor atención. Actualmente, gracias al cuidado del señor Jorge Lara Morales, se encuentran en condiciones mucho mejores, colgados en los muros de la hermosa sacristía.

Decía arriba que han sobrevivido sólo tres o cuatro pinturas de la serie de párrocos de Aculco. La duda es porque existe un retrato (al parecer a tinta o lápiz) del padre José Canal -cura de Aculco de 1886 a 1906- que posiblemente no perteneció a esta misma serie, pues tiene características distintas. Los otros tres cuadros sí tienen mayor unidad, aunque se advierte que fueron realizados en distintas épocas. Esta vez hablaremos del que parece ser el más antiguo, el de don Lorenzo Díaz del Costero.

No sólo por sus cualidades formales este óleo denota ser el más antiguo de la serie, sino también por su historicidad, pues retrata a quien fuera el primer cura párroco de Aculco, designado como tal después de la erección de la parroquia decretada en 1759.* Es además, el más interesante por su composición entre los cuadros sobrevivientes.

Este cuadro muestra al personaje con la mirada dirigida al espectador. Los rasgos del sacerdote están reproducidos con sobrado ingenuismo, que el anónimo autor intentó captar quizá hasta la exageración. Ello puede apreciarse en sus grandes ojos marrones, grandes cejas, arrugas en el ceño y flequillo sobre la frente para disimular una ya no tan incipiente calvicie. Vestido enteramente de negro, con una capa del mismo color y alzacuellos blanco, entre sus manos sostiene un libro entrecerrado, cuyas hojas separa con el índice colocado entre ellas.

A sus espaldas, se extiende un fondo de color castaño rojizo, interrumpido sólo por una estrecha columnilla del mismo color y por un cortinaje rojo que cuelga a su izquierda.



En la parte inferior del cuadro, una cartela con enmarcamiento dorado simulado, todavía de estilo barroco, nos revela(desatando abreviaturas y corrigiendo ortografía) algo de lo poco que sabemos del personaje:

"Retrato del Bachiller don Lorenzo Díaz del Costero, primer cura propio y juez eclesiástico de este pueblo de San Jerónimo Aculco, cuyo cargo ejerció 11 años y 20 días con gran prudencia virtud de que lo dotó Dios y celo, procurando siempre la gloria de Dios. Falleció en la ciudad de México a 25 de marzo del año de 1772, de edad de 72 años y 7 meses. Está sepultado en el presbiterio de la iglesia imperial de Santo Domingo de México. Requiescat in pace."

Don Lorenzo parece haber sido "especialista" en recibir parroquias secularizadas recientemente, pues años antes de llegar a Aculco había sido el primer sacerdote diocesano de Xichú, Guanajuato, en 1751. Tuvo ahí dificultades con los indígenas, acostumbrados al trato y presencia de los frailes franciscanos. Sus parroquianos, insolentes y reacios a aceptarlo, incluso llegaron a faltar a misa.**

También en Aculco tuvo conflictos de alguna gavedad, como el que lo enfrentó con Juan Ignacio Ruiz cuando éste lo denunció "por agredirlo físicamente" en un pleito motivado porque el sobrino del cura, don Felipe Bustamante, se robó a una mujer, Gertrudis de Ribera.****

Hacia 1768, don Lorenzo tenía como vicario a su propio hermano, don Miguel Díaz del Costero. Un tercer hermano, de nombre José, probablemente también se ordenó sacerdote. Don Miguel dejó al morir recursos para la fundación de una "capellanía de misas", es decir, un capital cuyos intereses se entregaban al sacerdote elegido para que celebrara misas por su descando eterno. Las cláusulas de esta capellanía establecían como capellán propietario a don Manuel Hinojosa, ínterin se ordenaba sacerdote el bachiller José Díaz del Costero. Pero también ordenaban que a falta de capellán, el dinero se entregaría a alguno de los deudos de don Miguel que quisiera ser sacerdote, "guardando el orden natural de más o menos inmediación", y que a falta de parientes el heredero sería entonces "un niño, vecino de Aculco", y no habiéndolo "un niño pobre, natural de esta ciudad [de México]", pero nunca recayera en un sacerdote ya ordenado, "pues siempre deberá ser pobre y se ordene a título de esta capellanía percibiendo desde que sea nombrado los réditos para sufragar sus necesdidades "con sólo la obligación de mandar decir a la pitanza ordinaria de cuatro años una misa en cada día de los de las festividades de nuestra Santa la Virgen María, y otra día de la preciosísima Sangre de Cristo, con la precisa calidad de que se celebren en Altar de Ánimas, en cualesquiera Iglesia".*****

Que descanse en paz, aunque por un momento lo hayamos traído desde el olvido en que yace desde hace 237 años.
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* NOTA: En su obra El Arzobispado de México, pueblicada en 1901, el padre Trinidad Basurto escribió que el primer párroco de Aculco lo fue don Juan de Otero, sin que conozcamos sus razones para afirmarlo así, aunque pudo haberse confundido entre los apellidos Otero y Costero.
** William B. Taylor. Magistrates of the sacred: priests and parishioners in eighteenth-century Mexico. Stanford University Press, 1996, p. 86.

**** AGN, Indiferente Virreinal, caja-exp.: 5039-046. Criminal. Año: 1767, fs. 21.

***** "Mexico registros," imágenes, FamilySearch (https://www.familysearch.org/ark:/61903/3:1:3Q9M-CSDL-H9W3-N?view=explore : 13 sept 2025), Imagen 81 de 133; . Número del grupo de imágenes: 007984250. Ciudad de México (Mexico). Contaduría General de Temporalidades Puebla (México). Contaduría General de Temporalidades.

ACTUALIZACIÓN: 6 DE MARZO DE 2019

Existe en la John Carter Brown Library, de la Universidad de Brown en Providence, Rhode Island, una relación de méritos de don Lorenzo Díaz del Costero, que seguramente contiene muchos otros datos interesantes sobre su vida.

jueves, 11 de junio de 2009

Bardas de nopales


Hace algunos meses, en el magnífico blog Patrimonio Huichapan, pudimos leer un post dedicado a las bardas de órganos de esa población del estado de Hidalgo, tan cercana geográfica e históricamente de Aculco. Bardas que constituyen ciertamente "un patrimonio al mismo tiempo natural y cultural", como escribió la autora del texto, y que con frecuencia pasamos por alto por su propia humildad.

En Aculco también llegaron a existir algunas cercas de ese tipo en las orillas del pueblo, ya todas ellas desaparecidas. Sin embargo, el órgano era y sigue siendo una planta más bien escasa en estas tierras, más húmedas y frías que las de Huichapan. Por esa razón abundaron más las bardas formadas por nopaleras, que si bien no ofrecían el mismo aspecto uniforme y estético que las formadas por órganos, en términos de protección y delimitación resultaban prácticamente equivalentes.

Usualmente, junto con los nopales, se colocaban muretes de "piedra sobre piedra" como refuerzo.

Todavía se pueden encontrar algunas cercas de nopales, todas muy descuidadas, en varios sitios de nuestro municipio, pero ya ninguna en la cabecera municipal. La que mostramos en esta fotografía (de la década de 1960) se encontraba sobre la calle de Abasolo, en la esquina con Manuel del Mazo. Al fondo asoma una parte de la fachada de la entonces Escuela Primaria Venustiano Carranza, después Escuela Preparatoria y actualmente Casa de la Cultura de Aculco.

jueves, 4 de junio de 2009

Casa de don Evodio Ángeles

Fachada de la casa, como se encontraba antes del año 2007.

Otra vista de la fachada e inmuebles colindantes.

La fachada de la casa en la actualidad, semioculta por un portal de reciente hechura. Compárase con la fotografía anterior y nótese cómo tuvieron que ser desplazados hacia arriba sus balcones para construir ese innecesario agregado.

El número 13 de la Plaza de la Constitución, con fachada principal que mira hacia el Sur, se encuentra una casa sin mayor mérito arquitectónico que el ser en su forma y materiales una típica casa aculquense. Es una casa pequeña, modesta, cuya importancia reside en ser parte original, auténtica, del tejido urbano del pueblo. Vista en su fachada principal, esta casa aparenta un buen estado de conservación; sin embargo, su deterioro interior es alarmante.

Este inmueble formaba parte antiguamente de la casa vecina hacia el poniente, hasta que sus dueñas originales a fines del siglo XIX -unas señoritas Martínez- lo vendieron todavía íntegro a don Cirino María Arciniega Basurto y éste, casi enseguida, efectuó la subdivisión. La parte menor correspondió precisamente a la casa que intentamos reseñar, y quedó al principio en manos del suegro de don Cirino, don Cayetano Basurto. De sus hijas pasó a manos de don Evodio Ángeles Morales, en cuya descendencia se conserva hasta el día de hoy.

En su fachada, esta casa conserva el acceso principal que correspondía a la propiedad íntegra, con marco de cantera rosa muy sencillo. A su lado se abre la puerta de una pequeña accesoria y entre ambos vanos existió un pequeño poyo. La segunda planta es, casi con seguridad, un aditamento posterior a la subdivisión de la que hemos hablado. En ella se abría un par de balcones a los que en la remodelación del pueblo en 1974 se les agregaron sendos repisones de cantera. También en esos años se encaló la fachada, que hasta entonces mostraba un diseño de sillares cuadrados (o mosaicos) simulados con pintura, en colores rosáceos.

Tras el portal de la casa de los Lara Mondragón, asoma la casa de don Evodio Ángeles a fines de la década de 1960. Obsérvese la decoración que tuvo hasta 1974.

Hacia los años de 1940, don Evodio Ángeles anexó a esta casa una propiedad con la que colindaba en su parte posterior, hacia el norte, con fachada hacia la calle de Corregidora. Años después instaló en este inmueble un hotel y para ello realizó en su interior obras muy variadas: construcción de habitaciones (incluso una que ocupó casi todo el patio principal), construcción de corredores apoyados en columnas de mampostería, etcétera.

Fachada posterior de la casa de don Evodio Ángeles (hacia la calle Corregidora), que corresponde a una casa que fue anexada a la principal.

La misma fachada, hace pocos meses, en la que se observa el grave proceso de deterioro que sufre esta casa.

En los años que siguieron -décadas de 1960, 1970, 1980 (años en los que estuvo a punto de ser consumida en un incendio) e incluso 1990- la casa estuvo prácticamente en el abandono, por lo que se fue deterionado notoriamente. Se perdieron los pisos de tablones de madera de la planta alta, las puertas del mismo material de los balcones de su fachada, y las terrazas porticadas que forman hermoso escalonamiento hacia el norte perdieron algunas de sus vigas y tejados. Sólo en los últimos años la casa volvió a ser ocupada y se instaló en ella una oficina de Telecomm, lo que en realidad no ha significado la reversión de aquel deterioro.

Corredor de la planta alta en el patio principal, con restos de decoración pictórica semejante a la que tuvo la fachada. Nótese el deterioro e incluso las huellas de un incendio.

Vita del patio principal. Lo visible corresponde a la segunda planta de la casa, pues, como se observa, casi todo el patio está ocupado por una habitación construida hacia 1950, que deja sólo dos estrechos pasos a sus costados.

Esta yuxtaposición de fotografías muestra el aspecto del aún más deteriorado segundo patio (que corresponde a la casa anexa con fachada hacia Corregidora) Nótese la gran escalinata que salva los desniveles del terreno.

Vista frontal de la escalinata, desde el cubo del zaguán que da hacia la calle Corregidora.

Poco más habría que agregar a este post, excepto porque a fines del año de 2007, como parte del programa "Pueblos con encanto del Bicentenario" que más mal que bien ha hecho en Aculco, se decidió (con el prejuicio de que una plaza mexicana debe estar totalmente porticada) que a este costado de la Plaza de la Constitución le "faltaba" su portal y se lo construyó. Para ello, la fachada de la casa de don Evodio Ángeles fue alterada, pues sus balcones se encontraban a un nivel incompatible con el nuevo portal y se les tuvo que reconstruir a mayor altura.

Vista parcial de una de las terrazas porticadas que dan hacia el Norte, desde la popiedad vecina. Nótese, en la parte inferior de la fotografía, el afloramiento de piedra viva sobre el que se apoyan los muros.

Una vista del inmueble desde la Plaza del Ojo de Agua. Con rojo hemos destacado la obra que pertenece a esta casa, con lo que es evidente su importancia en el hermoso escalonamiento de construcciones visible desde este punto de Aculco.

Fotografía reciente en la que se advierte el deterioro de la galería visible en la fotografía anterior.

ACTUALIZACIÓN: 23 de mayo de 2011

Inopinadamente, un video del proyecto Ruta 711, que promueve lugares turísticos de todo el Estado de México, nos proporciona, además de bellas imágenes de Aculco, una serie de vistas de la casa de la que hemos hablado en este post, en las que queda de manifiesto su marchita belleza y su imparable ruina.









Para ver el video completo, oprima aquí.

miércoles, 27 de mayo de 2009

El horror: la casa de Tiburcio Terreros

La casa de Tiburcio Terreros hace unos días.

En la calle Hidalgo, frente a la Plaza José María Sánchez y Sánchez (que se encuentra a espaldas del Palacio Municipal) y a un lado de la muy bella y destrozada Casa de los Terreros, se encuentra la relativamente pequeña casa que es motivo de este post.

Esta casa perteneció, hacia el primer tercio del siglo XX, a don Tiburcio Terreros. Él como presidente municipal de Aculco, con el auxilio del sanguinario secretario Terrazas y bajo la tutela del cacique de San Juan del Río, Saturnino Osornio, crearon un clima de terror en el municipio a principios de la década de 1930. Como relatamos en nuestro libro Arroyozarco, puerta de tierra adentro, varias personas perdieron la vida en sus manos a lo largo de esos años.

Pero el predominio de Tiburcio Terreros concluyó con un motín popular en abril o mayo de 1935. La propia casa de Terreros (que es a la que nos referimos) fue asaltada por la turba y sus posesiones arrojadas por las ventanas, mientras él escapaba por un caño.

Antaño, la casa de Tiburcio Terreros era un buen ejemplo de vivienda media aculquense. Tenía sólo una planta, con patio central rodeado por corredores con columnas de cantera. Su fachada, con vanos enmarcados también en fina cantería, mostraba un acceso principal con jambas alargadas hasta la cornisa (a la usanza del siglo XVIII) y pequños balcones, distribuidos irregularmente. Desafortunadamente, las fotografías que conservamos nostros de aquella fachada originaria son muy deficientes.

Hacia mediados de la década de 1980, la casa comenzó a ser transformada. Se le agregó una segunda planta que mostraba unos sencillos balconcillos enrejados hacia la plaza. Al ampliarse los vanos de la planta baja, se retiró toda la cantera labrada. El patio interior conservó en su planta baja más o menos completos sus elementos constructivos, mientras que en la planta superior se construyeron pilares de concreto. Aquella bella casa quedó, así, con una apariencia anodina, que pese a la grave pérdida de su fachada original tenía la virtud de pasar prácticamente desapercibida.

Fachada de la casa de Tiburcio Terreros hacia 1997. Obsérvense los tres discretos balcones de la planta alta.

Pero aquello era apenas el comienzo. Pocos años después los discretos balcones de la planta alta comenzaron a ser ampliados nuevamente (hasta el exceso), uno por uno y procurando por lo visto que ninguno se pareciera al vecino. Así la limpia fachada quedó convertida en un caos arquitectónico sin pies ni cabeza, tras la que asoman ahora nuevas construcciones ilegales (pues exceden los seis metros de altura) que han dado al traste con el patio.

Casa de Tiburcio Terreros en septiembre de 2008. Obsérvese la ridícula alteración de los balcones, el añadido de barditas, tejadillos y construcciones de una tercera planta remetida.

¿Y el reglamento de construcción municipal?
¿Y las autoridades del Ayuntamiento?
¿Es esto lo que el gobierno del estado permite en uno de sus declarados "Pueblos con Encanto del Bicentenario"?
¿Con este tipo de disparates arquitectónicos tiene Aculco de verdad alguna posibilidad de ser incluido como parte del Camino Real de Tierra Adentro para su inscripción en la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO?

domingo, 17 de mayo de 2009

Dos nuevos libros sobre Aculco

La Biblioteca Mexiquense del Bicentenario está formada por una serie de publicaciones divida en varias colecciones temáticas, que el Gobierno del Estado de México ha venido publicando como parte de su contribución a los festejos por los 200 años del inicio de la Guerra de Independencia y los 100 años de la Revolución Mexicana. Hasta ahora, esta serie representa el único esfuerzo editorial amplio, concreto y estable dedicado a estas conmemoraciones, lo que sin duda contrasta con la desorganización que campea en otras instancias culturales estatales y sobre todo federales.

En cuanto a la calidad de sus libros, la Biblioteca Mexiquense del Bicentenario ha publicado obras perfectamente impresas, muy bien editadas, algunas mediocremente encuadernadas y con contenidos que van desde lo excelente hasta lo mediocre. En esta ocasión hablaremos de dos libros publicados en esta Biblioteca que tratan temas aculquenses y que contrastan específicamente en esto último: la calidad de sus textos.

Conventos mexiquenses, esplendor del arte virreinal.
Secretaría de Turismo.
Biblioteca Mexiquense del Bicentenario. Colección Mayor.
México, 2006.
19.8 x 27.5 cm.
168 pp.
INAH/CNA/Gobierno del Estado de México



El convento franciscano de Aculco ha sido habitualmente marginado de los libros que tratan de historia y arte novohispano, lo que es comprensible puesto que artísticamente es de segundo nivel. La excepción a esa marginación es el ensayo "La vicaría de Aculco", escrito por una muy joven (y, quizá por ello, aún poco atinada) Elisa Vargas Lugo, en 1954, y publicado en el número 22 de los Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas. Ella misma incluyó unos pocos renglones tomados de las conclusiones de aquel ensayo en su obra Las portadas religiosas en México(México, 1969). Por ello, resulta grato ver que esta vez el convento de Aculco no fue olvidado al tratar de las fundaciones franciscanas, dominicas y agustinas de nuestro estado, y aún más, que esta obra exhibe hermosas fotografías del inmueble.

Sin embargo, lo deplorable resulta que el autor del texto abrevó de publicaciones tan añejas como rebasadas para intentar hablarnos del convento de Aculco. Comienza por indicarnos que "Aculco debió haber sido una de las cabeceras del gran señorío otomí que tenía su cabecera en Jilotepec", afirmación gratuita que no puede sustentarse ni en los códices, ni en documentos coloniales, ni en la arqueología. Enseguida, después de aclarar el significado del nombre del pueblo, el autor escribe que "numerosas carretas y diligencias pasaban por el pueblo camino a las minas de zacatecas o a la ciudad de México", verdad a medias pues Aculco no era en realidad lugar de paso, sino de residencia de los arrieros del Camino Real de Tierra Adentro. Es más, las diligencias como tales nunca pasaron por Aculco, sino por Arroyozarco.

Preo precisamente el autor habla ahora de la hacienda de Arroyozarco y para ello ¡transcribe un párrafo de la vieja y malísima monografía municipal de 1973! Quizá eso puede no parecer tan deplorable, pero sí lo es que entre otras cosas confunda la fecha de expulsión de los jesuitas y la ubica en 1760, cuando en realidad ocurrió en 1767.

Después de proporcionarnos algunos datos aislados, a veces poco precisos de su fundación, el autor nos dice que el templo "hacia 1759 fue denominado parroquia, once años antes de que las tropas del cura Miguel Hidalgo sufrieran su primera derrota en la búsqueda de la independencia de México, cuando los soldados de Calleja lo interceptaron en un paraje cercano a Aculco". Aquí el error ya toma tintes más serios, pues según el autor el ejército de Hidalgo pasó por Aculco ¡en 1770! 40 años antes de que en verdad ocurriera ese suceso.

En fin. El autor nos cuenta después que el terremoto de 1912 "obligó a la reconstrucción del conjunto conventual, actualmente convertido en casa cural de no mucha calidad arquitectónica, dotada de arcos chaparros en dos niveles, con una portería, columnas de madera, puertas entableradas y bóvedas". Ciertamente, el terremoto del 19 de noviembre de 1912 causó daños, pero muy específicos y exclusivamente en el templo: cuarteaduras longitudinales en la bóveda y desplazamiento de las dovelas de los arcos de su campanario. Lo sabemos con precisión gracias al detallado estudio de Urbina y Camacho, La Zona Megaseísmica de Acambay-Tixmadejé, disponible en línea. Por tal motivo, el conjunto conventual no ameritó una reconstrucción (error en el que también cayó Elisa Vargas Lugo), sino sólo sencillas reparaciones que concluyeron poco más de un año después, en marzo de 1914.

Además, resulta excesivo hablar de la supuesta "no mucha calidad arquitectónica" de la actual casa cural, haciendo a un lado los muchos detalles de este edificio que no admiten el calificativo de mediocres, como son el hermosísimo reloj de sol, la singular sacristía, la escalinata e incluso las arquerías y el antepecho de la segunda planta del claustro, que probablemente el autor ni siquiera conoce.

Siguiendo también a Vargas Lugo, el autor intenta explicarnos que las capillas posas del atrio son de mayor calidad que la portada de la iglesia, afirmación muy discutible pues forman en realidad un conjunto con valores arquitectónicos equivalentes. Pero lo hace con una frase que no es nada clara: "en el atrio hay cuatro capillas posas, muy pequeñas empañadas por la portada de estilo barroco de la Iglesia." ¿Empañadas? ¿Querrá decir opacadas? ¿Pero si es opacadas, no es esta conclusión contraria a la de Vargas Lugo?

Como sea, el autor hace enseguida un inventario de los detalles interesantes de la fachada de la iglesia, entre los que incluye las "columnas pareadas", contrafuertes (que nada tienen de notables), "arco de acceso", "nichos con esculturas" y "relieves de un escudo franciscano", cuando en realidad son dos los escudos franciscanos que ostenta la parroquia. "Destacan además", nos dice el autor, "la ventana del coro, las columnas salomónicas, las gárgolas y el remate, con el relieve de Dios Padre". Este inventario omite las razones por las que estos elementos son notables. Por ejemplo, las gárgolas que tienen marcado aire medieval y adoptan la forma de un león que da un zarpazo a un pez. O el remate, en el que lo notable no es el relieve de Dios Padre, sino los Desposorios Místicos de Santa Rosa de Lima en los que aparece como expresión del naciente nacionalismo criollo, además de la santa peruana, un indio arrodillado, con penacho, faldellín y carcaj, que en su escudo o chimali lleva una M, que representa a México.

El cúmulo de errores concluye con una errata geográfica: Aculco no se encuentra a 2,300 metros de altitud, como supone el autor del texto, sino a 2,440.


Haciendas mexiquenses, cuatro siglos de historia.
Biblioteca Mexiquense del Bicentenario. Colección mayor.
México, 2008.
19.8 x 27.5 cm.
168 pp.
Gobierno del Estado de México.



El mal sabor de boca que nos deja el libro Conventos Mexiquenses nos lo quita, por fortuna, el segundo libro que reseñaremos, dedicado a las haciendas del Estado de México. Es esta una bella obra, de calidad editorial e iconográfica un poco superior al de Conventos Mexiquenses, muy al estilo de Haciendas de México publicado por Fomento Cultural Banamex, pero sobre todo con un contenido mucho más actualizado y preciso, por lo menos en lo que respecta a las haciendas del municipio de Aculco.

En efecto, el libro incluye textos sobre las tres principales haciendas de la jurisdicción de Aculco: Arroyozarco, Ñadó y Cofradía (que no necesita el apellido de "Chica" que le endilga el autor para distinguirla de Cofradía Grande, ésta sí denominada con ese calificativo de manera tradicional). Una breve y bien elaborada introducción que habla de la región Noroeste de la entidad y un mapa que sitúa estas haciendas en el territorio estatal, preceden a los textos que hablan específicamente de estas haciendas. El primero es el de Arroyozarco, bien documentado, actualizado, pero con la falla de incluir solamente fotografías lo que fue el antiguo Molino y Fábrica de Casimires "El Progreso", cuando podrían haberse agregado sin duda otras más interesantes del casco jesuita, la capilla, el Hotel de Diligencias y el edificio del Despacho.

Páginas adelante, después de hablar de la hacienda de Solís, de viene el texto que se refiere a la hacienda de Ñadó. Si bien en este caso el autor tuvo que recurrir a una bibliografía más amplia dado que no existen investigaciones monográficas sobre esta propiedad (hasta ahora, pues un libro dedicado a ella y escrito por Javier Lara Bayón y Víctor Manuel Lara Bayón está por ser publicado), el autor resuelve bien el problema, utilizando fuentes escogidas con estimable acierto.

El texto dedicado a la hacienda de Cofradía resulta mucho más breve e impreciso que los anteriores, como si el autor hubiera intentado acomodar los escasos datos históricos obtenidos sobre esta finca entre frases demasiado elaboradas o con información muy secundaria. Esa escasez de información, sin embargo, es reconocida por el autor y todos los datos que logró recabar son precisos. De hecho, constituyen prácticamente todo lo que incluso nosotros, más cercanos e interesados en la historia de esta hacienda, sabíamos de ella hasta hace muy pocos años. Compensa sin duda estas carencias las magníficas fotografías de la propiedad, sobre todo las del patio que permiten ver sus hermosos corredores cubiertos de murales de principios del siglo XX. Eso sí, se extraña alguna fotografía del portal principal de la casa, en lugar de una vista panorámica muy poco interesante.

En conclusión, a diferencia del libro de Conventos Mexiquenses, la información que se aporta en Haciendas Mexiquenses sobre los monumentos históricos de nuestro municipio sí resulta apreciable en contexto de un repertorio de las haciendas del Estado de México. Lo que sí debemos lamentar es la dificultad para conseguir un ejemplar impreso desde la ciudad de México, lo que nos ha sido imposible hasta el momento, y sólo hemos podido consultarla en su versión flash, disponible en Internet en el sitio web del Consejo Editorial de la Administración Pública Estatal.

jueves, 7 de mayo de 2009

"Nadie pise este limbrar..."

Al fondo de la arquería, la portada del salón de la Casa de Hidalgo.

En el dintel de la portada del salón principal de la Casa de Hidalgo (inmueble del que ya hemos hablado extensamente en este blog), existe una inscripción casi ilegible, incompleta según nuestra conclusión, que aunque haya sido de paso llamó la atención de historiadores de arte tan renombrados como Francisco de la Maza. En sus palabras:

La Familia del Castillo enseña con respeto la sala en que durmió Hidalgo, con su viejo piso de ladrillo y techo de viguería; en el dintel, con el anagrama de Cristo, el IHS, un letrero casi ilegible "Nadie pise este lugar..." viejo consejo religioso que no sabemos si es anterior o posterior a la estancia de Hidalgo. (Franisco de la Maza: La Ruta del padre de la Patria. Secretaría de Hacienda y Crédito Público. México, 1960. Pág. 290)

Vista del salón en 1959. Corresponde exactamente a la descripción que hizo De La Maza en 1960.

Al identificarlo como "un viejo consejo religioso", De la Maza se refiere a la cuarteta que solía inscribirse a la entrada de los recintos religiosos marianos, como la parroquia de La Soledad en la ciudad de México:

Nadie pase a este lugar
sin que afirme con su vida,
que María fue concebida
sin pecado original.

Esta es sólo una de las versiones de esta redondilla, pues con frecuencia se alteraban algunas de las palabras, con algún menoscabo incluso de su métrica y rima (Como lo hace ver Camilo José Cela que transcribió una de esas versiones en su libro Desde el palomar de Hita). De tal modo, el mismo poema podría verse escrito así en alguna otra iglesia:

Nadie PISE este PORTAL
sin que ACEPTE POR su vida,
que María fue concebida
sin LA CULPA original.

O bien:

QUE Nadie PASE este UMBRAL
sin que JURE POR su vida,
que María ES concebida
sin pecado original.

O aún

Nadie ENTRE A este LUGAR
sin que DIGA POR su vida
"SOIS CONCEBIDA, María
sin LA CULPA original."

Vista general del dintel. La inscripción es poco legible, por lo que el resto de las fotografías han sido mejoradas por computadora.

Veamos ahora la forma que adopta la versión aculquense. Las letras se encuentran incisas con muy poca profundidad en el dintel (que, por cierto, es monolítico), lo que dificulta su lectura. El inicio, que corresponde a la parte que dice "nadie pise este" es sin embargo la más legible, por lo que no caben dudas de su sentido.

Pero los problemas empiezan enseguida pues, poco antes del mongrama de Jesús que ocupa la parte central del dintel y que divide esta inscripción en dos partes, se tallaron una o dos letras de difícil comprensión. Para De la Maza, como leemos en su transcripción, son una "L" y una "u" (que más bien parecería "v", comienzo de la palabra "lugar". Pero para nostros, debe ser interpretada como una "L" una "y" de acuerdo con lo que vermos adelante.

Lado izquierdo de la inscripción.

Al otro lado del IHS, la inscripción continúa, aparentemente con el resto de la palabra cortada antes de él. Aquí, la interpretación comienza a ser dificultosa y sólo al modificar el contraste de las fotografías en computadora podemos verlas con un poco de mayor claridad. Siguiendo a De la Maza, deberíamos encontrar aquí las letras "gar", pero las que vemos son "mbrar". Unido al "Ly" previo al monograma, lo que tenemos es la palabra "lymbrar", o acaso "lvmbrar". Seguramente esta palabra resultará desconocida para nuestros lectores como lo era para nosotros, por lo que es interesante profundizar en su significado.

Según el Diccionario Etimológico del Español de Joan Corominas, "umbral" se decía "limbrar" a fines del siglo XIII, y "lumbral" hacia 1395, procedente del latín liminaris, derivado de limen "umbral". De liminaris salió regularmente limbrar, alterado en lumbral, en parte por influjo del castellano antiguo lumbre "luz"; la l inicial desapareció por confusión con el artículo.

Así que ahi tenemos nuestro "lymbrar", es la misma palabra umbral en una forma arcaica. Pero, es de hacerse notar, demasiado arcaica y por ello cuestionable.

Después de esta palabra la inscripción continúa prácticamente sin dejar espacio de separación, con un par de letras que a primera vista podrían leerse como "sô", pero que que más bien deben ser "sñ", donde el signo sobre la "n" indica una abreviatura que desatada nos da un "sin". Adelante, un "que" es perfectamente legible, pero posteriormente se encuentra una palabra en la que sólo son legibles la primera y última letras, "d" y "a", respectivamente. Fácilmente la podemos interpretar como el "diga" que incluyen algunas versiones de la redondilla mencionada.

Enseguida, la inscripción concluye abruptamente con una especie de p y q combinadas, es decir, un círculo con líneas verticales a izquierda y derecha. No hay más rastros de que se haya intentado continuar la inscripción, que tal como queda escrita "nadie pise este lymbrar sin que diga pq" carece del sentido original, pues no menciona ni a María, ni a su Inmaculada Concepción.

Lado derecho de la inscripción.

Es evidente que existió la intención de continuar los versos, ya que el fragmento que llegó a realizarse se encuentra en una posición alta en el dintel, que sólo quedaría balanceada de haberse escrito el fragmento complementario en la parte baja. Pero, ¿qué sucedió? ¿Por qué se dejó inconclusa? No cabe aquí más que hacer suposiciones.

Para nosotros, lo más probable es que el autor de esta inscripción fuera alguien muy poco hábil para realizar este tipo de trabajos en piedra, lo que queda demostrado por la rusticidad de sus trazos, incluso del monograma IHS, al compararlos con inscripciones semejantes en el propio pueblo de Aculco. Es posible que este poco hábil operario, cuando comenzaba a labrar las palabras "por su vida", cometiera el error de tallar una letra "q" en lugar de la "p" requerida, lo que intentó arreglar añadiéndole la línea vertical del lado izquierdo, con muy malos resultados.

Descorazonado por el error o reprendido por los propietarios de la casa, habría abandonado su obra para siempre. Así, nos legó la "misteriosa" inscripción que no pocos han querido relacionar, más que con la concepción de la Virgen María sin el pecado de Adán (lo que sería imposible sin conocer la redondilla), con el episodio de la presencia de Miguel Hidalgo en esa casa a principios de noviembre de 1810, llegando al extremo de medio inventar su sentido con versiones como aquella "nadie pise este lugar... bravos quedaron", incluida en el Catálogo Nacional de Monumentos Históricos del INAH, que resulta de una mala lectura de las letras que la integran.

Vista general de la inscripción.

martes, 28 de abril de 2009

Influenza


Del libro Ñadó. Un monte, una hacienda, una historia, de Javier Lara Bayón y Víctor Manuel Lara Bayón, de próxima publicación:

El de 1917 es recordado en la zona como “el año del hambre”, pues la falta de cosechas a causa de la guerra provocó una fuerte hambruna. Al año siguiente, las milpas se hallaban nuevamente sembradas en previsión de una situación parecida, pero entonces cobró fuerza la epidemia de influenza española que con facilidad arremetía contra los organismos ya debilitados por el hambre, por lo que muchas tierras quedaron sin cosechar, muertos sus dueños. Hay versiones que afirman que en la zona del Caxti, en tierras de la hacienda de Ñadó, fueron enterrados muchos de los fallecidos por esta epidemia en Aculco, que hasta noviembre de 1918 (tres meses después de su aparición) se contaban en 293 personas, cuando apenas comenzaban los fríos en la región (1).


(1) Parte del Ayuntamiento de Aculco al Jefe Político de Jilotepec. Noviembre 30 de 1918. Sección Policía. Archivo Histórico Municipal de Aculco.