martes, 7 de octubre de 2008

El antiguo altar mayor de la parroquia de Aculco

Como el resto de los altares que adornan la parroquia de San Jerónimo Aculco, el altar mayor que existió hasta la década de 1950 era de estilo neoclásico. Muy probablemente databa de entre 1843 y 1848, cuando se hicieron reformas importantes al interior de la nave y se construyó la cúpula del templo.



Este altar, en forma de baldaquino o "ciprés", se levantaba sobre una base exagonal de cuatro gradas en la que se apoyaban seis columnas jónicas con róleos a 45 grados y fuste tritóstilo (es decir, decorado en su tercio más bajo), que rodeaban el manifestador. Sobre ellas, un entablamento circular completo con dentículos y adornos vegetales en el friso sostenía la cúpula, de escaso vuelo, en cuya cima se encontraba colocada la imagen de San Jerónimo y tras él una ráfaga de madera dorada.

En el muro testero, la decoración pictórica en trampantojos simulaba una estructura arquitectónica formada por cuatro columnas apareadas jónicas con fuste estriado, que sostenían sendos frontones triangulares. Tras ellos, un ático corrido sostenía un par de pebeteros también pictóricos, lo mismo que una hornacina que remataba la composición. Aunque aquí ya no aparece, sobre la hornacina se hallaba colocado un Cristo en la cruz que en tiempos recientes ha sido ubicado en el mismo sitio.



Lamentablemente, los frailes agustinos que administraron la parroquia entre 1951 y 1964 decidieron retirar este altar, debido a que se encontraba deteriorado e incluso los ratones entraban al sagrario. Pudo haberse reparado, pero los padres decidieron dejar el ábside vacío. Con mediana fortuna, en 1959, en ocasión de los 200 años de la erección de la parroquia, la señora Suárez viuda de Ocañas donó un nuevo altar elaborado por la casa "El Arte Católico", que es el que actualmente puede verse en el templo.

De aquel otro altar neoclásico, añorado todavía por los que lo conocieron y por quienes lo han visto en fotografías, no quedó más que la escultura de San Jerónimo.

lunes, 6 de octubre de 2008

La Casa de la hacienda de la Loma

En la calle de Iturbide, junto a la bien conocida Casa del Puente (o más bien lo que queda de ella), se encuentra una de las construcciones más antiguas y típicas de Aculco: la Casa de la hacienda de La Loma, actualmente propiedad de la familia Andrade. Se le llamaba así pues sus propietarios en el siglo XIX fueron los mismos que los de la hacienda de La Loma, al norte de Aculco. Como dato curioso, parece ser que en esta casa nació el afamado médico y naturalista aculquense (que otros dan por queretano) Fernando Altamirano Carbajal (1848-1908).

Originalmente, la fachada de la casa presentaba una gran portada de cantera con las basas labradas, que se protegía por un tejadillo. Sobre la barda (rematada del modo característico aculquense - casi desaparecido en la remodelación de 1974 - : una hilada de ladrillos y un lomo de toro), se erguía un par de remates de barro cocido. Dos cuernos empotrados en la pared servían para amarrar las cabalgaduras.

El acceso principal no daba, como en otras casas de Aculco, al cubo del zaguán, pues esta casa carecía de habitaciones en casi todo el lienzo que daba hacia la calle. Aquellas, se hallaban en un gran cuerpo de construcción ubicado perpendicularmente a la calle y cubuierto con techos de viguería y terrado. El corredor, con altas columnas de mampostería sin adornos, se ornaba en lo alto con una hermosa cruz y una serie de remates de barro cocido. Destacaba la portada de la sala, con jambas alargadas hasta la cornisa al estilo del siglo XVIII. El corredor se hallaba en alto y se accedía desde el patio por una escalinata.

Al fondo de la casa, existía un corredor semejante a éste pero cubierto de teja y sobre las habitaciones de este costado se levantaba una troje techada con el mismo material. Esta troje cayó por el abandono en los años ochenta y fue reconstruida con materiales y aspcto moderno.

En esta panorámica se observa el lugar que ocupa la Casa de la hacienda de La Loma entre el conjunto de casas de Aculco. Al fondo se observa el corredor cubierto de teja y la troje desaparecida.

Fachada de la casa de la hacienda de la Loma. Obsérvese la portada de piedra, el tejadillo, el remate de barro cocido y los cuernos para amarrar los caballos. Todo ello ha desaparecido en sucesivas modificaciones

En esta fotografía de 1901 es posible apreciar todavía la totalidad de los remates de la azotea del corredor principal.

El patio de la casa, en la actualidad. La cruz y dos remates de terracota permanecen en su sitio. La viga maestra del techo del corredor, que ya acusa cierto daño, ha sido reemplazada por una trabe de concreto, que afortunadamente no desentona a primera vista. algunos canales de piedra se han roto y en su lugar se observan tubos de PVC. En terminos generales, esta ala de la casa se ha conservado, no así la parte que hace escuadra con ella, que como se ve muestra ahora corredores altos y bajos con columnas de concreto.

En esta vieja imagen, quizá de la década de 1940, se observa claramente, al centro, el balcón de la casa que da hacia la calle de Iturbide.

El mismo balcón, en la actualidad. Nótense también la serie de canales de piedra y barro cocido que desaguan sus azoteas.

Una vista semejante a la anterior. A la extrema izquierda, se observa parcialmente su acceso principal, despojado ya de remates, tejado y portada.

La Plaza Juárez

Quizá la Plaza Juárez es la plaza que en Aculco ha tenido más nombres. A mediados del siglo XVIII, se le conocía como Plaza de la Cruz y hacia la segunda década del siglo XIX era llamada Plaza del Baratillo. En 1890, como se puede leer todavía en una lápida circular en su costado norte - el muro del atrio de la parroquia - fue bautizada como Plaza Hidalgo. Finalmente, ya en el siglo XX, recibió su nombre actual.



Cada uno de esos nombres tiene, por supuesto, su razón de ser. El nombre de Plaza de la Cruz, se debe posiblemente a la existencia en su centro de una cruz exenta que marcaba el centro original del pueblo de Aculco, a partir de la cual se señalaban las 500 y después 600 varas de tierras a la redonda que pertencían a sus vecinos. Más tarde, recibió la denominación de Plaza del Baratillo pues en este espacio se instalaba el tianguis de los domingos, que persistió en el lugar hasta la inauguración del Mercado Municipal en 1978. El nombre de Plaza Hidalgo fue ya una determinación oficialista, que se le dio seguramente por tratarse de la segunda plaza en importancia del pueblo, después de la Plaza de la Constitución. Sin embargo, la denominación se perdió paulatinamente en favor de la ahora Plazuela Hidalgo, antes del 7 de Noviembre, dado que aquella albergaba el busto del héroe y se halla frontera de la casa donde éste se albergó en vísperas de la Batalla de Aculco. Finalmente, Plaza Juárez fue el nombre que recibió casi por exclusión, perdido el de Hidalgo, y por desembocar el en ella la Calle Juárez, antes Calle del Águila.

Placa en la que se advierte que la Plaza Juárez fue denominada a fines del siglo XIX "Plaza Hidalgo".

La Plaza Juárez se abre entre los ejes que forman las calles Hidalgo - José Canal, Manuel del Mazo y Juárez. Por fortuna, se encuentra en buen estado de conservación. Su mayor pérdida fue la destrucción de la llamada Casa de Ñadó, que a fines de los años sesenta fue reemplazada por una construcción moderna de dos pisos de estilo pseudocolonial. El resto de las construcciones que la rodean - la Casa del Volcán, la Casa del Portal de la Primavera, el reloj público, el muro del atrio de la parroquia, la Casa de don Juan Lara Alva y la Casa de los Alcántara Terreros - se han conservado en buen estado. Sin embargo, la imagen misma de la plaza sí ha cambiado mucho a lo largo del tiempo. De ello dan testimonio las fotografías incluidas en esta secuencia.

En esta vieja fotografía pueden verse una de las antiguas bancas rojas de mampostería -conocidas localmente como "lunetas"- que rodeaban toda la plaza hasta 1974. Su piso estaba formado originalmente por un enlosado en forma de estrella que desapareció antes de ese año. Al fondo, una ventana y la hornacina de la Casa de don Juan Lara Alva.

La Plaza Juárez hacia 1960 (vista hacia el noreste). La parroquia y la barda del atrio dominan este costado de la plaza, mientras a la derecha destaca el fresno en el que fueron ahorcados algunos empleados de la hacienda de Ñadó durante la Revolución, Los restos de propaganda política en el muro atrial y los juegos infantiles forman parte de la deteriorada imagen de estos años.

Vista de la plaza hacia el noroeste, en la misma época. Al fondo, la Casa del Volcán (llamada así por la tienda "El Volcán de Orizaba" que existió en una de sus accesorias), la Casa del Portal de la Primavera, la torre del reloj y el muro del atrio.

Una escena ya irrepetible en la esquina sureste de la Plaza Juárez: el carbonero con sus burros entrega carbón en la Casa de don Juan Lara Alva. A la derecha, asoma un balcón de la Casa de los Alcántara Terreros. El aire antiguo de las casas y el empedrado nos dan una clara idea de la imagen original que debió presentar esta plaza en tiempos virreinales.

Esquina suroeste de la Plaza Juárez en 1972. La Casa de Ñadó, que ocupaba este ángulo, ha desaparecido y en su lugar se encuentra la casa de la "Superterraza", de intención colonial, bastante fallida. Al fondo, la Casa de la Tres Naciones, o de la Tortillería. Obsérvense las escalinatas con ñas que se salvava el desnivel de la calle con la plaza.

En esta forografía tomada desde la calle Manuel del Mazo, se observa el extremo oeste de la Plaza Juárez. Al fondo, el Portal de la Primavera y a la derecha, la Casa de Ñadó, sustituida por la Casa que aparece en la foto anterior. Aquí ya acusaba un serio deterioro. Sus ventanas se hallaban tapiadas y sus rejas habían desaparecido. En lugar de las bancas del extremo de la plaza que se muestran aquí, se construyó la fuente de la que hablamos líneas abajo.

Esta interesante fotografía, cortesía de Octavio Lara Chávez, permite conocer la cromática original de las "lunetas" en vísperas de la remodelación.

La remodelación de 1974 dio esta nueva imagen a la plaza. Las viejas lunetas han desaparecido y en su lugar se construyeron cuatro bancas con sendos pares de faroles enanos (que, como dicen acertadamente en el pueblo, no alumbran, encandilan). Todo el perímetro de la plaza ha sido rodeado por jardineras plantadas con azaleas y magnolias y luce un adoquinado nuevo en vez del cemento que reemplazó al empedrado original. La pulcritud es innegable, pero excesiva y escenográfica.

En la misma remodelación de 1974, se construyó en el extremo oeste de la plaza esta fuente. No es fea, aunque resulta totalmente ajena a la tradición constructiva aculquense. Lo verdaderamente desafortunado es que cierra la perspectiva de la plaza hacia el Portal del Volcán. Al fondo, resalta la inconclusa y horrenda torre del reloj del Padre Bernardo Contreras, construida en 1996.

Este es el aspecto actual del portal de la casa en la que hace años estuvo la tienda "El Volcán de Orizaba". Forma el costado poniente de la plaza, con la calle Manuel del Mazo de por medio. hace no más de tres años, las columnas originales fueron destruidas por un trailer y se reconstruyeron con cierta negligencia.

Otra vista reciente del extremo oeste de la plaza. Los muros blancos, el cielo azul, las palmeras (que ahora destacan en lugar del viejo fresno del atrio, caído casi totalmente en 1985), enfatizan el aire andaluz-extremeño que siempre tuvo Aculco, pero que la remodelación de 1974 exageró. Obsérvese que el reloj público aún mantenía su pretil antiguo, antes de la intervención estúpida de marzo de 2008.

En el costado sur de la plaza existe desde tiempo atrás un sitio de taxis. Antes, cuando la cantidad de automóviles y de pasajeros era pequeña, no significaba ningún estorbo, pero en la actualidad ha invadido este tramo y buena parte de la calle Juárez, que además utiliza indebida e ilegalmente como área de estacionamiento exclusivo.

La "Superterraza" en la actualidad.

A principios de los años noventa, en el extremo este de la plaza, se levantó este monumento a Benito Juárez. Tras él asoma el nicho de metal pintado de verde agua de una imagen de la Vírgen de Guadalupe, devoción de los taxistas, y una serie de adornos relacionados amarrados a los árboles. Al fondo, la casa de don Juan Lara Alva.

La más reciente incorporación al arreglo de la plaza ha sido la pequeña reja que ahora rodea sus jardineras, a imitación de la Plaza de la Constitución, la Plazuela Hidalgo y la Plaza del Ojo de Agua. Al fondo, la hermosa Casa de los Alcántara Terreros, cuyo letrero que la ofrece en venta nos hace temer por su futuro.

ACTUALIZACIÓN 24 de octubre de 2011: La plaza Juárez en un dibujo de 1838. A la izquierda se pueden ver los muros del atrio (aún no existía el reloj público ni el Portal de la Primavera), al fondo la casa de don Juan Lara Alva, al centro la casa de los Alcántara Terreros y a la derecha el Portal de Ñadó. Al extremo derecho asoma el portal del Volcán.

jueves, 2 de octubre de 2008

Centro INAH Edomex oculta informe que lo inculpa

El 16 de agosto de 2007, como consecuencia de la denuncia presentada ¡un mes antes! por la destrucción de los Lavaderos Públicos de Aculco, se llevó a cabo una inspección que resultó sumamente desfavorable para el Ayuntamiento pues confirmaba la denunciado: se había destruido el monumento histórico.

Después vinieron las componendas presuntamente ilegales entre el Ayuntamiento y el Centro INAH Estado de México, que le permitieron continuar su lamentable obra. Extrañado por este giro de los sucesos, solicité a través del Instituto de Acceso a la Información (IFAI) copia de aquel primer informe que debió levantarse en la inspección que yo presencié. Me lo negaron. El INAH afirmó que, simplemente, "no existía". Con ello, el Centro INAH Estado de México intentaba ocultar su lamentable posterior actuación, en la que contravino todas y cada una de las recomendaciones expresadas en este primer informe.

Pero el documento sí existe y afortunadamente pude obtenerlo por otros medios. Lo presento ahora aquí, junto con las fotografías que lo acompañan, como prueba de que el Ayuntamiento destruyó los Lavaderos Públicos de Aculco y que el Centro INAH Estado de México se lo permitió negligente o... ¿corruptamente?


México, D. F., 20 de agosto de 2007
ASUNTO: Informe de la inspección
Municipio de Aculco, México.
LIC. HÉCTOR MARTÍNEZ SÁNCHEZ
RESPONSABLE DEL CENTRO INAH
ESTADO DE MÉXICO

A continuación presento el informe de la comisión (oficio no. 401-725-2/2048/2007) “para realizar una visita de inspección en predio conocido como Ojo de Agua, localizado en la cabecera municipal de Aculco, Estado de México, a fin de verificar si hay destrucción de vestigios arqueológicos, para atender denuncia del ingeniero Javier Lara Bayón.”

Informe:

Realicé la visita el jueves 16 de julio (sic pro agosto) de 2007 en compañía del ingeniero Javier Lara Bayón.
Los trabajos consisten en la remodelación de los lavaderos públicos. Este inmueble fue construido en el siglo XIX como lo señala una lápida en la que se apunta “AYUNTAMIENTO DE 1884”. No obstante que existe este registro, el edificio no está reconocido en el Catálogo de monumentos históricos de Aculco.

Años más tarde, en 1921, hubo una remodelación que fue registrada en una lápida en la que se inscribe “CON FONDOS MPALES EL H AYUNTAMIENTO DE 1921”. Ésta última fue removida de su sitio original y en el momento de la vista se encontraba en el área donde se acumula el escombro. Asimismo, presenta huellas de afectación de la cantera producidas por el desprendimiento de su lugar original.

En los años setenta, hubo otros cambios como resultado del Programa de Remodelación de Pueblos del Estado de México realizado por el gobernador Carlos Hank González. En esta época se la obra se orientó a cambios en la fachada del edificio, se eliminó una barda y se colocó una pequeña fuente; también se remozó la placita que se encuentra anexa a los lavaderos.



Lápidas con inscripciones que marcan fechas de construcción o remodelaciones.


Fachada remodelada en la década de los setenta

Los lavaderos están dispuestos en un espacio rectangular semisubterráneo, se distribuyen de manera longitudinal directamente sobre un piso de losetas de barro. Al centro se encuentra una pileta que se alimenta de un manantial. A los costados de las series de lavaderos se encontraban canales de desagüe que permitían el desalojo del agua empleada en el proceso de lavado, de tal forma que ésta se desalojaba sin contaminar el agua del manantial. El techo estaba formado por una cubierta de dos aguas, cuya estructura de soporte fue, originalmente, de madera, pero en las remodelaciones fue cambiando por trabes de concreto. El edificio tiene un acceso frontal –que da directamente a la calle– y dos laterales –hacia una pequeña plaza. En los tres se utilizan escalinatas ya que se encuentran en un nivel más bajo que la calle.

Los lavaderos forman parte de un complejo hidráulico que permitía el aprovechamiento del agua del manantial para abastecer mediante sistemas de canales una alberca y unos baños.

Con los trabajos de la actual administración municipal se han destruido elementos arquitectónicos del inmueble original. Las afectaciones consisten en lo siguiente:

- Se desmanteló el techo de teja y actualmente el inmueble se encuentra sin cubierta.
- Hay remodelaciones en las bardas, se eliminaron los aplanados y se colocó un rejoneado que no corresponde a la arquitectura tradicional de Aculco.
- En la sección del fondo se eliminaron los lavaderos y el piso de losetas de barro.
- La mayor parte de los lavaderos que se conservan in situ tienen afectaciones (desportilladuras)
- Las escalinatas que conducen a la plaza anexa también presentan deterioros.
- Actualmente los trabajos consisten en rebajar las juntas del interior de la barda frontal para colocar las rajuelas.


Situación actual del inmueble


Detalle del rajueleado


Detalle del piso original


Area donde fueron levantados los pisos y lavaderos


Detalle de afectación de los lavaderos


Detalle de afectación de la escalera

Otro aspecto que debo resaltar es que la construcción es un complejo hidráulico que incluye dos canales laterales que servían para el desalojo de las aguas jabonosas (ver esquema de distribución), actualmente estos canales no están visibles, no sé si sólo están cubiertos o bien fueron eliminados.



Evidentemente, el edificio ha sido severamente alterado. Por lo que se deben suspender los trabajos. El día de la visita tuve oportunidad de hablar con el director de Turismo municipal, Jorge Uribe Lara, a quien le informé que los trabajos que están realizando no son los adecuados para un monumento histórico; asimismo, le solicité que se recuperara y resguardara la loza con la inscripción que señala las obras de 1921 para que sea colocada nuevamente en su sitio. El señor Uribe me comentó que hace tiempo personal del CINAHEM acudió al lugar y dio algunas instrucciones para la realización de las obras. Ignoro el nombre de la persona; pero de ser así habrá un expediente en el área de monumentos históricos del CINAHEM. Independientemente de esto, es indispensable que un arquitecto realice una inspección de campo.

Ahora bien, por mi parte, considero que se trata de un edificio de gran importancia; por un lado, se trata de un monumento histórico que dadas sus complejas características técnicas tiene un alto valor patrimonial. Es, al mismo tiempo, un testimonio de la vida cotidiana que debe ser conservado con sus características originales; es decir, no debe convertirse en un espacio escenográfico como se pretende.(1) De tal forma que deben restituir el piso y respetar los lavaderos que permanecen in situ. Además, deben volverse a aplanar los muros y cubrir el
rajueleado moderno que ni corresponde a la construcción original, ni es característico de la región. En la actualidad esta técnica es un recurso empleado para dar un aspecto rústico o antiguo a las construcciones. Por otro lado, en sentido riguroso como se señala en el Diccionario de la Real Academia española y en el Diccionario de arquitectura mesoamericana, el rejoneado o rajueleado no es una técnica decorativa, su objetivo es constituir una superficie áspera para retener los aplanados.(2)

Por último, le informo que están realizando obras de construcción en el centro de la cabecera municipal por lo que se habrá de verificar el tipo de obra y la cantidad de obras que se pretenden y además si éstas concuerda con la arquitectura propia de Aculco.(3) Este municipio es de los pocos del Estado de México que conservan una buena parte de su arquitectura histórica por lo que en su Plan de desarrollo se delimitó un polígono de protección que se fundamentó tanto en, la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos, como en un decreto del Gobierno del Estado, de fecha 11 de diciembre de 19804 en donde se declara a la población de Aculco como “una zona cultural artística o de especial estilo arquitectónico general inmodificable.” Por lo tanto, se deben prevenir posibles modificaciones de estas construcciones derivadas de decisiones no suficientemente meditadas sobre el impacto o las consecuencias que estas nuevas obras tendrán sobre la imagen urbana y sobre el patrimonio histórico municipal.

Atentamente
Arqlga. Beatriz Zúñiga Bárcenas
Investigadora del Centro INAH Estado de México
C.c.p. Arq. Ana Luisa Elías Moreno. Subdirectora del CINAHEM.


NOTAS

(1) Extraoficialmente, el director de Turismo me comentó que tienen contemplado sustituir las unidades de lavado por unas de cantera.
(2) Veáse en el Diccionario de la Real Academia española y en Paul Gendrop, Diccionario de arquitectura mesoamericana. México, Trillas, 1997.
Rejonear. Colocar piedrecillas, en general de tezontle, en las juntas y, a veces en muros de adobe, para constituir una superficie áspera que retenga los enlucidos.
Rajuela. Piedra delgada y sin labrar que se emplea en obras de poca importancia para cuñar juntas o reparar grietas.
Rajuelear acción de meter rajuelas en muros, pavimentos, etcétera.
(3) El Ayuntamiento cuenta con recursos del gobierno estatal para realizar obras de remodelación debido a que el municipio de Aculco está integrado en el programa de Pueblos con encanto del bicentenario.
(4) Fue emitido en la Gaceta Oficial del Estado de México, Decreto no. 299, 11 de diciembre de 1980, citado en el documento del Plan de desarrollo municipal de Aculco, p. 117-118.

El claustro desollado

En la actualidad, el gusto estético predominante aprecia mucho que los edificios construidos en piedra muestren este material en su apariencia natural. Incluso, muchos consideran que el enlucido o las lechadas de cal, blanca o de colores, aplicados sobre muros de piedra, es un indicio de remodelaciones posteriores a la construcción original de un edificio antiguo y que en casos de restauración deben retirarse.

Sin embargo no es así: nuestros edificios coloniales estaban pintados en su época, a veces incluso con colores que hoy nos parecen chocantes. Aún los labrados de piedra más delicados se hallaban cubiertos con una delgada capa de pintura de cal. Esa coloración, esa forma de cubrir la piedra, son parte de su originalidad y deben en lo posible ser preservados. Un notable estudio sobre los acabados en los monumentos virreinales, escrito por David Charles Wright Carr puede leerse en "Los acabados de los monumentos novohispanos y la petrofilia al final del siglo XX".

Hace pocos meses, presenciamos un lamentable caso de la tendencia de "desollar" los edificios antiguos y dejar la piedra visible cuando el Ayuntamiento de Aculco dejó el interior del Ojo de Agua con esa apariencia ajena a su verdadera concepción. Pero hoy hablaremos de un caso más antiguo: el desollamiento del claustro del antiguo convento, realizado por los frailes agustinos recoletos durante su estancia al frente de la parroquia, entre 1951 y 1964.

En esta fotografía, puede verse el claustro cuando sus muros estaban aún cubiertos de aplanados tradicionales de cal y arena, y sobre ellos un diseño que simulaba sillares realizado en dos tonos. Los muros del fondo también contaban con una decoración parecida, aunque en este caso las falsas juntas de los sillares no están alineadas sino alternadas, de manera más realista.


Dos imágenes más del claustro en la década de 1950, con su decoración original.

Esta fotografía de la Plaza Alta de la ciudad de Badajoz, en Extremadura, España, nos permite apreciar en todo su restaurado esplendor un tipo de decoración semejante a la que tuvo el claustro del convento de Aculco.

El claustro en la actualidad. Sus muros exteriores han sido desollados, mostrando una mampostería irregular de piedra blanca y ladrillo que no fue edificada con el fin de mostrarse a la vista. Otras modificaciones posteriores, como el rejunteo con cemento de las dovelas de algunos arcos y la reforma con ladrillos de tres pilares de la planta baja, complementan su imagen hoy en día, muy distinta del acabado que sus constructores quisieron darle en su origen.

miércoles, 1 de octubre de 2008

La Capilla de la Tercera Orden

Al observar hoy en día la fachada de la parroquia de Aculco, el liso y blanco muro a su izquierda, adornado apenas por un rústico nicho con una escultura de San Francisco, puede parecer intrascendente. Sin embargo, se trata de los restos de la fachada de la antigua capilla de la Tercera Orden de San Francisco, construida en 1742, que tras la secularización de 1759 se convirtió en capilla del Rosario.

Vista actual de la fachada de la antigua capilla de la Tercera Orden.

Esta capilla contó con un altar dedicado a San José que dotó el rico vecino Tomás Sánchez de la Mejorada en el siglo XVIII. Las fotografías de finales del siglo XIX parecen mostrarla todavía en regular estado de conservación, pero actualmente se encuentra totalmente arruinada. De hecho, el único muro superviviente es precisamente el de su fachada.

A juzgar por sus restos, pudo haber sido construida aprovechando los muros de una antigua capilla abierta, ya que desde el interior se advierte que la fachada tuvo tres vanos, aunque dos de ellos aparecen cubiertos con mampostería diferente de la que se utilizó depués para clausurar el acceso principal. Debió constar de una sola nave perpendicular a la de la parroquia. Su cubierta, a decir de las marcas en el muro del templo y de la torre, así como a una zapata que subsiste in situ, fue de techo plano de viguería y terrado. En su interior, los aplanados estuvieron pintados con un diseño que simulaba sillares, como también lo estuvieron el cubo de la torre de la parroquia y el claustro.

ACTUALIZACIÓN 24 de octubre de 2011: Fachada de la capilla de la Tercera Orden (entonces ya del Rosario) en un dibujo de 1838 que nos la muestra intacta.

Como puede observarse en esta fotografía, desafortunadamente muy poco clara, la fachada era un gran muro casi liso, con un remetimiento incomprensible en su extremo superior izquierdo, que se muestra además como el más dañado por los derrumbes. Al centro, una portada muy sencilla, que aparentemente sólo conservaba la parte superior de su enmarcamiento de cantería, con unas jambas que se alargaban hasta la cornisa. Ya para estas fechas, el acceso se hallaba cegado con sillares provenientes de las tumbas que llenaban el atrio. A izquierda y derecha, dos estaciones del viacrucis agregan algún interés. En la parte superior, el nicho de san Francisco, último resto visible de la portada en nuestros días.


A lo largo de los primeros tres cuartos del siglo XX, la fachada de la capilla de la tercera orden se mostraba en este estado ruinoso. Nopales, tepozanes y otras plantas crecían sobre el grueso muro. Fotografía de 1960.

La remodelación de 1974 pretendió dar pulcritud a esta área, y ciertamente lo logró aunque perdiendo para ello gran parte de su carácter histórico. El muro derrumbado fue arreglado, en lo alto se colocó una cornisa de tres hiladas de ladrillo, se aplicó un nuevo aplanado a toda la fachada y se cubrió por completo el antiguo acceso, los nichos de las estaciones del viacrucis desaparecieron y se construyó un jardincillo con buganvilias.


ACTUALIZACIÓN 24 de octubre de 2011: Vista del nicho de San Francisco en el dibujo de 1838. Ha perdido buena parte de su decoración, como se aprecia al comparar con las fotografías que siguen.

Así lucía en 1960 el nicho de la capilla de la Tercera Orden. Una tosca venera resguarda la escultura de San Francisco que se muestra decapitada, como tantas otras de la fachada de la parroquia. Un par de columnas con calaveras labradas en sus fustes se alzan a cada lado del nicho. Un enmarcamiento rectangular rodea toda la composición, rematado en la parte superior por una cornisa con la fecha 26 de septiembre de 1742 inscrita en ella, mientras por lo bajo corre la moldura que formaba parte de la portada del acceso.

El mismo nicho en la actualidad. La escultura de San Francisco luce una nueva, lampiña y mal proporcionada cabeza repuesta. Nótese también que la gran moldura de piedra que corría entre la hornacina y el antiguo acceso ha sido recortada para que sólo sirva de repisón a la primera, perdiéndose así su sentido original.

Detalle de la inscripción con la fecha de construcción de la capilla.

Detalle de la calavera que adorna la columna del lado dercho del nicho.

Vista desde el interior del muro que subsiste de la capilla de la Tercera Orden. La entrada principal tapiada es aún visible desde este lado. Obsérvese que su dintel está formado por grandes vigas de madera. Nótese también que, a su izquierda y derecha, existen otros dos vanos tapiados con tezontle, lo que puede indicar que en su origen se trató de una capilla abierta con tres accesos. En el suelo se observan los trazos de algunos cimientos y, a la derecha, las pocilgas que se construyeron hacia 1960-1980.

En el ángulo de la capilla en que se unía al templo parroquial y su torre, se pueden observar algunos restos de lo que fue su techumbre: dos zapatas de madera que seguramente formaban parte de uná cubierta de viguería y terrado. Obsérvese también la marca del trazo de su azotea en estos muros.


Como se aprecia en esta foto y en la anterior, sobre los vestigios de la capilla de la Tercera Orden se construyó un cuarto destinado a albergar el bautisterio hacia 1960, actualmente transformado en capilla del Santísimo Sacramento. Este bautisterio aprovechó como entrada la portada del siglo XIX que comunicaba a la parroquia con la capilla de la Tercera Orden, y que durante muchos años estuvo tapiada.


ACTUALIZACIÓN 24 de octubre de 2011: Este remate exento que aparece en el dibujo de 1838 puede identificarse con la almena en forma de flor de lis que existe todavía en el sitio en el que se levantó la capilla (fotografía inferior).

Almena o remate en forma de flor de lis.

Remate adosado en forma de flor de lis en la capilla de la Tercera Orden de Huichapan, Hgo, una fundación franciscana muy cercana histórica y estilísticamente a la de Aculco.



Al comparar la capilla de la Tercera Orden de Aculco en el dibujo de 1838 y la capilla que tuvo idéntico uso en Huichapan aparecen de inmediato otras similitudes: parecida ubicación, volúmenes que coinciden y la profusión de remates variados y arcos invertidos que en la capilla hidalguense aparecen también en el remate de la fachada sur (abajo).