martes, 5 de agosto de 2008

La Casa del Quisquemel

Vista de la Casa del Quisquémel desde "Los Arcos", hacia 1950. A la izquierda asoma el portal de la Casa de los Terreros.

Al costado poniente de la Plaza Mayor (Plaza de la Constitución) de Aculco, se levantaba antaño una casa que ocupaba por completo la pequeña manzana limitada por la propia plaza, la Calle Hidalgo, la Plazuela José María Sánchez y Sánchez, y la calle de Iturbide. Era una de las cinco únicas casas de esta plaza (de doce) que a principios del siglo XX contaban con un portal a su frente. Se le conocía popularmente como la "Casa del Quisquémel" (en referencia a esa prenda indígena que viene siendo como un poncho o sarape que apenas cubre el torso y los brazos) sin que quede muy claro el motivo. Acaso fue nombrada así por su planta arquitectónica.

No sabemos gran cosa de su historia, excepto que fue propiedad de la familia Pérez, tan famosa en estos lares porque uno de ellos, Sara, casó con el líder revolucionario y presidente de México, Francisco I. Madero, en 1903. Más tarde, pasó a manos de don Alfonso de la Vega, rico vecino de Aulco, quien la donó al Ayuntamiento para que se estableciera ahí el Palacio Municipal, después de que la destrucción de la antigua presidencia de la Calle Juárez en 1947, para levantar la escuela primaria Venustiano Carranza, actual Casa de la Cultura.

Su arquitectura era la típica de una casa aculquense: de un solo nivel, con muros de piedra blanca enlucida, ventanas y puertas con marcos de cantera rosa (con dintel curvo las de la fachada principal y recto en las otras), rejas de hierro abombadas, patio central y corredores, así como un corral en la parte posterior. Al frente se levantaba el portal ya mencionado, que según se ve en la siguiente fotografía - que data de principios de los años 30 - tenía gruesas pilastras de cantera a intervalos regulares acompañadas de otras más delgadas, de madera o fierro, en sus intercolumnios, sosteniendo todas un techo plano de viguería.


Interesante y rara fotografía que muestra el aspecto antiguo del portal, cuando aún era la casa particular de los Pérez, hacia 1933.

En los años veinte se le agregó a esta casa un portalito más pequeño al lado norte, del que no conozco ninguna fotografía, pero que se dice era muy hermoso. Probablemente muy poco tiempo después de haber sido convertida en Palacio Municipal, el portal de la Casa del Quisquémel fue modificado de manera desastrosa: se rebajó el nivel de su techumbre, se le cubrió con una losa de concreto, y se le inventó una serie de arcos chaparros de ladrillo. Esta era la imagen que presentaba transformado de tal manera:


El descuidado aspecto de la Plaza Mayor de Aculco en los años cincuenta incluía una cancha de basquetbol.


El portal de la Casa del Quisquémel. Obsérvense las ventanas y las rejas de su fachada.

Para los arquitectos que realizaron la remodelación de Aculco en 1974, dentro del "PLan Echeverría de Remodelación de Pueblos", el Palacio Municipal - gracias quizá a tan chabacano portal - carecía de valor y lo echaron abajo sin más. Todavía algunos recuerdan el agradable olor que se expandió por Aculco cuando sus grandes vigas de cedro fueron quemadas como basura.


A la derecha, la fachada sur de la Casa del Quisquémel, pocos años antes de su destrucción.

Compárese esta vista actual con la anterior. Además de la desaparición de la Casa del Quisquémel, se advierten otros daños a la arquitectura, como las modificaciones a la Casa de los Terreros.


Esta mala foto nos permite ver un balcón de la fachada norte de la Casa del Quisquémel. Es la única fotografía que conozco que retrata este ángulo.


A la derecha, el muro posterior de la casa el Quisquémel. Al fondo, la Casa del Puente.

En su lugar se levantó una construcción de supuesto estilo colonial que en nada tiene que ver con el viejo edificio. Es un inmueble con dos cuerpos de construcción en piedra blanca con balcones de cantera rosa, que se unen por medio de un cuerpo central remetido de dos plantas, la superior cubierta con un tejado. En este cuerpo central, se halla un hall al que se accede a través de unos arcos muy bajos. Desde el principio, este nuevo Palacio Municipal fue demasiado pequeño, en buena medida porque no se construyó su mitad posterior, en cuyo sitio se dejó una especie de plazuela que de alguna manera volvió a darle sentido al nombre de "Plaza de José María Sánchez" que a principios del siglo XX recibió el espacio que mediaba entre la fachada norte de la Casa del Quisquémel y el inmueble frontero, antes de que la venta de una franja de terreno irregular (una pequeña barranca) que era usado como basurero y formaba parte de esta plaza, la convirtiera prácticamente en una calle.


Esta fotografía está tomada prácticamente desde el mismo punto que la que encabeza este texto. La fachada de lo que fue la Casa del Quisquémel aparece ahora casi oculta tras los pilares y arcos que en 1974 se superpusieron -est sí afortunadamente- a la fea casa de don Ismael Martínez Arciniega (después casa de don Alfonso de la Vega).


El nuevo edificio de la Presidencia Municipal, construido en 1974, no guarda relación alguna con lo que existió antes en el mismo lugar.


Fachada nortes y poniente del nuevo edificio. Nótese que a la derecha existe un espacio abierto en donde debió construirse un ala del edificio y que ahora justifica el nombre de Plazuela José María Sánchez y Sánchez que recibe esta zona.


El último añadido de data apenas de los primeros meses de este año, cuando se ganó un poco de espacio para oficinas entre los dos cuerpos de piedra blanca aparente con estos arcos cerrados que dan a la parte posterior del inmueble. Compárese con la fotografía anterior, en la que aún no existían.

miércoles, 2 de julio de 2008

La vieja alberca

Junto al Ojo de Agua de Aculco, sobre la calle de Corregidora (llamada antiguamente "Calle de las Fuentes") existió desde tiempos muy remotos un gran depósito de agua excavado en la roca viva. Por lo menos desde el año de 1820, en el que los ayuntamientos destinaban a una persona a su cuidado, recibía ya el nombre de "La Alberca".

Esta gran cisterna era muy rústica, tallada como estaba en la suave piedra blanca que forma el subsuelo de Aculco. El agua era cristalina, pero crecían plantas acuáticas e incluso la habitaban tortugas y ranas. Existía en medio de ella una cruz que señalaba las áreas que correspondían a hombres y mujeres, en cuya base las tortugas solían asolearse.


Esta vieja imagen corresponde a una etapa en la que la cruz ya había desaparecido, pero en todo lo demás la alberca se conservaba en su estado original.


Sin embargo, en 1954 don Alfonso Díaz de la Vega ofreció convertirla en una alberca moderna, de dimensiones olímpicas y la obra se llevó a cabo. Fue inaugurada con el nombre de "Balneario María Elena", del cual posiblemente pocos se acuerdan pues todo mundo le siguió llamando simplemente La Alberca. En esta foto, se puede ver desde un ángulo semejante al anterior la transformación que incluyó la ampliación hacia el oriente y la construcción de una plataforma para clavados.


La nueva alberca, bastante agradable arquitectónicamente, resultó un lujo que Aculco difícilmente podía sostener. Contaba, por ejemplo, con una caldera para calentar el agua, cosa muy necesaria por el frío clima de Aculco, pero que pocas veces llegó a usarse por el gasto que suponía para el Ayuntamiento.


Hoy en día, la alberca se conserva en buen estado y es uno de los atractivos turísticos de Aculco más promocionados, pese a que el clima sólo permite bañarse en ella con cierto agrado algunas semanas en la primavera. Prácticamente todo el resto del año permanece cerrada.

Queda la pregunta abierta para el lector: ¿valió la pena cambiar una rústica alberca centenaria y auténtica por una bella alberca moderna que casi no se usa?

jueves, 26 de junio de 2008

Un pozo restaurado

Resulta alentador ver que, de vez en cuando, se realiza la restauración adecuada de algún elemento arquitectónico de Aculco. Presentamos aquí un buen ejemplo: el rescate de un hermoso y viejo pozo que se encuentra en una de las casas de la Plaza de la Constitución.

Como se aprecia en la primera foto, el pozo no había recibido ninguna clase de mantenimiento en varias décadas. Las junturas de las piedras estaban desgastadas, su cubierta se había convertido en un conjunto de pedazos informes y habína caído varias piezas de su cornisa de ladrillo, lo que le daba en conjunto un aspecto desvencijado.



El pozo, hace unos años.

Después de una sencilla restauración en la que se utilizaron materiales tradicionales y se respetaron las huellas no destructivas del paso del tiempo, este es su aspecto actual:



Así lucía otra cara del pozo hace pocos años. Obsérvese el caño original de piedra y otro de barro superpuesto a él, que vertían el agua a la pileta monolítica.

La misma cara, restaurada. Los lavaderos han sido consolidados, manteniendo incluso los vestigios de aplanado pintado de rosa. Al caño de piedra se le ha retirado el "tapón" de argamasa que lo cerraba.

El pozo ha sido, de esta manera, puesto en valor siguiendo su traza original, respetando su historia e impidiendo que continuara el deterioro. La inversión fue mínima y el resultado sorprendente.


ACTUALIZACIÓN, 18 de enero de 2012:

Sólo para complementar esta entrada, una fotografía del tiro de este pozo. Nótense los escalones horadados en el muro y la roca, que permitían descender para limpiarlo.

lunes, 16 de junio de 2008

La obra cumbre del trienio de Javier Venancio

El presidente municipal de Aculco, Javier Venancio, atropella leyes, destruye vestigios históricos y pasa por encima de la opinión de la gente sobre la que gobierna para realizar su voluntad. Esta vez se trata de la continuación del portal norte de la Plaza de la Constitución, que el municipio ha extendido hacia el frente de una casa cuyo propietario expresamente se negó a aceptar que su inmueble sufriera las mutilaciones y transformaciones que afectaron a los edificios vecinos en este intento.

No crea el lector que Venancio, haciendo gala de una sensibilidad que suele caracterizar a personas inteligentes y sensatas detuvo su obra ya que molestaba a los vecinos. No, nada de eso. El resultado es lo que podríamos llamar ya la "obra cumbre" del trienio de Venancio: un portal que, como una mesa, tiene que sostenerse en "patas" por ambos costados y que del lado de la casa se yergue sobre una serie de postes que tapan la vista de la fachada y afean notablemente este rincón de Aculco.

¿Y todavía hay quien cree que el actual Ayuntamiento efectúa estas obras por "embellecer" a Aculco?







Imágenes del interior del nuevo portal




El exterior; nótese la diferencia de calidad y color de tejas, la falta de uniformidad y la alteración de las ventanas de la casa de la derecha, que fueron "movidas" más de un metro por encima de su nivel original.



Esta era la fachada de la casa antes de la construcción del nuevo y feo portal. ¿Realmente se necesitaba algo así para "embellecerla" o es que la construcción deja buenos dividendos?

martes, 27 de mayo de 2008

La capilla de Nenthé (1702-1943)

"De mano y cincel de Felipe Ramírez" decía haber sido hecha la antigua capilla de Nenthé en una placa que por fortuna se conserva aún, empotrada en el primer contrafuerte del nuevo santuario, edificado en su lugar entre 1943 y 1948. Más allá de esta placa y quizá la cruz atrial no queda ni una piedra de aquel edificio, tan sólo algunas contadas fotografías como las que aquí se muestran.

Nenthé significa en lengua otomí "junto al agua" o "junto al río" y, en efecto, la capilla se encontraba en la ribera de un arroyo, en la parte más baja del poblado. Cuenta la tradición que, en efecto, varias familias de apellido Ramírez que moraban en la vecindad de este templo y tenían por oficio el de canteros fueron quienes lo levantaron a principios del siglo XVIII. Otras leyendas hablan de la aparición del Santo Cristo que se venera en el santuario junto a un manantial, oculto por la hojarasca de los encinos, y es conocida su intercesión en caso de sequías. Otra leyenda vincula al cristo con la salvación de un soldado insurgente que buscó refugio en la capilla tras la desbandada que provocó Calleja en las tropas de Miguel Hidalgo el 7 de noviembre de 1810.

La capilla primitiva tenía una planta muy sencilla, rectangular, con la fachada orientada hacia el sureste. En el interior, un arco dividía la nave del presbiterio, que se elevaba por lo menos cinco gradas más alto. La cubierta era de techo plano de viguería y terrado, que se elevaba un poco sobre el presbiterio. La fachada mostraba una retícula parecida a la de la parroquia de San Jerónimo Aculco, pero sin la profusión de labrados que caracterizan a ésta. Los paramentos lisos de las entrecalles, sin embargo, podrían haber ocultado hornacinas u algún tipo de labores de cantera como sucedía con la parroquia hasta que fueron descubiertos en los años 50.

Nadie sabe a ciencia cierta por qué se arruinó la capilla. Algunos afirman que tuvo que ver la persecución religiosa de 1926-1929 o el caciquismo de los años 30. Quizá simplemente fue la desidia, como muestran los escurrimientos de agua y humedades en el presbiterio de la foto que aparece aquí. Lo cierto es que en 1943 se decidió su demolición y la construcción de un nuevo edificio a costa de don Mateo y don Ignacio Espinosa. El resultado fue una capilla que mezcla las tendencias arquitectónicas modernas de la época, como los arcos parabólicos de su nave, con un tratamiento tradicional de la planta en forma de cruz latina y detalles decorativos pseudogóticos. Nada que valiera más - por auténtica y original - que la antigua capilla.


La vieja capilla de Nenthé cuando comenzaba a ser demolida, en 1943. Nótese la semejanza, aunque en un estilo más austero, con la fachada de la parroquia de Aculco. Los campanarios parecen haber sido posteriores al resto de la edificación.


Interior de la capilla de Nenthé. Al parecer, data de los primeros momentos de su abandono pues la cubierta del ábside para ya haber caído, pero todavía se observan en la nave el púlpito y otros muebles.


La nueva capilla de Nenthé, recién consagrada. Todavía se observan en la torre los andamios utilizados para subir las campanas. Nótese la entrada con arco parabólico en la base de la torre.


La capilla de Nenthé, a principios de los años sesenta. Se advierte que en el terreno aledaño aún se sembraba maíz, pues la capilla se levantaba justo a la orilla del pueblo.


Este es el aspecto que guarda actualmente el Santuario Privilegiado del Señor de Nenthé. No guarda relación alguna con lo que existió. Nótese que, por razones inexplicables, la torre comenzó a ser chapeada con mampostería de cantera rosa, pero la obra quedó inconclusa. Fue suficiente para cubrir la entrada que tenía la torre hacia el atrio.


Vista de la nave de la nueva capilla.


Así lucía la parte posterior de la nueva capilla de Nenthé pocos años después de su construcción, cuando estaba todavía a orillas de Aculco, cuya parroquia puede verse al fondo.


Esta es la lápida recuperada de la vieja capilla que hoy se halla en uno de los contrafuertes del nuevo santuario. En el tablero derecho, sobre unas flores, se lee "hecho de mano y cincel de Felipe Ramírez". A la izquierda, una oración ya casi ilegible que comienza con las palabras "la sangre del Redentor" y que concluye con lo que quizá fue una fecha, ya que se distingue la palabra "(J)ulio". Sobre esta lápida, se perciben los restos de un relieve en el que destacan una columna, un cortinaje y un árbol.

Explotación de piedra en El Salto



Por supuesto que los aculquenses deben explotar ese importante recurso que es la cantera, tanto para la construcción en el propio municipio como para su envío en bruto o labrada a otras partes del país o del extranjero. Pero que lo hagan precisamente junto a la maravilla natural que es el Cañón de Aculco y en las inmediaciones de la Cascada de la Concepción me parece un despropósito.

En esta fotografía, se yergue impresionante uno de los muros naturales más altos del Cañón de Aculco, formado por columnas riolíticas, pero en la parte superior se advierte una explotación de cantera que ya ha desmontado una parte de la loma. El lugar es promovido ampliamente como atractivo turístico, para los amantes de la naturaleza y para quienes practican la escalada en roca. ¿Por qué no protegerlo y no matar esta gallina de los huevos de oro, como parece que está sucediendo?

La calle de Abasolo: ejemplo de deterioro urbano

Mientras el Ayuntamiento de Aculco se distrae destruyendo el Ojo de Agua, mutilando el reloj público e inventando portales a casas históricas, otras zonas del pueblo que requieren de su atención por estar verdaderamente deterioradas simplemente son ignoradas. Tal es el caso de la calle de Abasolo desde su cruce con Rivapalacio hasta insurgentes, frente a la Plaza del Auditorio (o Plaza del Oso bueno).

Antiguamente esta calle era parte del camino que llevaba de Aculco a la hacienda de Ñadó, a través de los parajes de la Cruz Verde, la loma de San Jerónimo, los puentes sobre el arroyo de la Ladrillera y la loma del Caxti. Hasta los años setenta, la calle de Abasolo señalaba el límite de Aculco hacia el sur en esta zona. Luego, en 1978 fue construido el mercado municipal y se convirtió en la principal vía de acceso a él.

En aquel entonces, a los lados de prácticamente toda la calle se levantaban largas bardas de piedra blanca que limitaban las propiedades. Había dos o tres casas modernas, de sencilla arquitectura y alguna casa antigua, como la que se encontraba casi en ruinas en la esquina de Rivapalacio. Esta casa, de dos pisos, labrada toda en piedra blanca y con unos contrafuertes magníficos, fue demolida y se construyó en su lugar una casa con grandes vanos cubiertos con cortinas de metal, que sería anodina a no ser por la vulgar balaustrada de concreto de su balcón.

Pero el comercio se apropió de esta vía a lo largo de los años 90 y los sucesivos Ayuntamientos fueron incapaces de poner orden en el tránsito, la circulación, los servicios, las banquetas, anuncios, etc. Con construcciones de altura excesiva e innumerables vanos, detalles arquitectónicos como balaustradas o tejas planas ajenas totalmente a la tradición constructiva aculquense, automóviles que intentan transitar en medio de una multitud para la cual las exiguas banquetas son insuficientes y hasta estorbosas, postes aquí y allá, marañas de cables, casas a medio construir, varillas y tabicón, la calle de Abasolo es una muestra del lamentable Aculco actual.


Una hilera interminable de autos intentan llegar al mercado, circulando entre la gente que ocupa el arroyo pues las banquetas son demasiado pequeñas. Cables, anuncios, mantas y toldos "hermosean" el paisaje.


Casas a medio construir, tabicón y varillas, con anuncios que alguien, creyendo
quizá que con ello causaba menos daño a la imagen del pueblo, pintó en blanco y negro. Los autos estacionados hacen aún más dificl la circulación.
Un baldío al final de la calle usado como estacionamiento. ¿Este es nuestro bello Aculco?