martes, 27 de mayo de 2008

La capilla de Nenthé (1702-1943)

"De mano y cincel de Felipe Ramírez" decía haber sido hecha la antigua capilla de Nenthé en una placa que por fortuna se conserva aún, empotrada en el primer contrafuerte del nuevo santuario, edificado en su lugar entre 1943 y 1948. Más allá de esta placa y quizá la cruz atrial no queda ni una piedra de aquel edificio, tan sólo algunas contadas fotografías como las que aquí se muestran.

Nenthé significa en lengua otomí "junto al agua" o "junto al río" y, en efecto, la capilla se encontraba en la ribera de un arroyo, en la parte más baja del poblado. Cuenta la tradición que, en efecto, varias familias de apellido Ramírez que moraban en la vecindad de este templo y tenían por oficio el de canteros fueron quienes lo levantaron a principios del siglo XVIII. Otras leyendas hablan de la aparición del Santo Cristo que se venera en el santuario junto a un manantial, oculto por la hojarasca de los encinos, y es conocida su intercesión en caso de sequías. Otra leyenda vincula al cristo con la salvación de un soldado insurgente que buscó refugio en la capilla tras la desbandada que provocó Calleja en las tropas de Miguel Hidalgo el 7 de noviembre de 1810.

La capilla primitiva tenía una planta muy sencilla, rectangular, con la fachada orientada hacia el sureste. En el interior, un arco dividía la nave del presbiterio, que se elevaba por lo menos cinco gradas más alto. La cubierta era de techo plano de viguería y terrado, que se elevaba un poco sobre el presbiterio. La fachada mostraba una retícula parecida a la de la parroquia de San Jerónimo Aculco, pero sin la profusión de labrados que caracterizan a ésta. Los paramentos lisos de las entrecalles, sin embargo, podrían haber ocultado hornacinas u algún tipo de labores de cantera como sucedía con la parroquia hasta que fueron descubiertos en los años 50.

Nadie sabe a ciencia cierta por qué se arruinó la capilla. Algunos afirman que tuvo que ver la persecución religiosa de 1926-1929 o el caciquismo de los años 30. Quizá simplemente fue la desidia, como muestran los escurrimientos de agua y humedades en el presbiterio de la foto que aparece aquí. Lo cierto es que en 1943 se decidió su demolición y la construcción de un nuevo edificio a costa de don Mateo y don Ignacio Espinosa. El resultado fue una capilla que mezcla las tendencias arquitectónicas modernas de la época, como los arcos parabólicos de su nave, con un tratamiento tradicional de la planta en forma de cruz latina y detalles decorativos pseudogóticos. Nada que valiera más - por auténtica y original - que la antigua capilla.


La vieja capilla de Nenthé cuando comenzaba a ser demolida, en 1943. Nótese la semejanza, aunque en un estilo más austero, con la fachada de la parroquia de Aculco. Los campanarios parecen haber sido posteriores al resto de la edificación.


Interior de la capilla de Nenthé. Al parecer, data de los primeros momentos de su abandono pues la cubierta del ábside para ya haber caído, pero todavía se observan en la nave el púlpito y otros muebles.


La nueva capilla de Nenthé, recién consagrada. Todavía se observan en la torre los andamios utilizados para subir las campanas. Nótese la entrada con arco parabólico en la base de la torre.


La capilla de Nenthé, a principios de los años sesenta. Se advierte que en el terreno aledaño aún se sembraba maíz, pues la capilla se levantaba justo a la orilla del pueblo.


Este es el aspecto que guarda actualmente el Santuario Privilegiado del Señor de Nenthé. No guarda relación alguna con lo que existió. Nótese que, por razones inexplicables, la torre comenzó a ser chapeada con mampostería de cantera rosa, pero la obra quedó inconclusa. Fue suficiente para cubrir la entrada que tenía la torre hacia el atrio.


Vista de la nave de la nueva capilla.


Así lucía la parte posterior de la nueva capilla de Nenthé pocos años después de su construcción, cuando estaba todavía a orillas de Aculco, cuya parroquia puede verse al fondo.


Esta es la lápida recuperada de la vieja capilla que hoy se halla en uno de los contrafuertes del nuevo santuario. En el tablero derecho, sobre unas flores, se lee "hecho de mano y cincel de Felipe Ramírez". A la izquierda, una oración ya casi ilegible que comienza con las palabras "la sangre del Redentor" y que concluye con lo que quizá fue una fecha, ya que se distingue la palabra "(J)ulio". Sobre esta lápida, se perciben los restos de un relieve en el que destacan una columna, un cortinaje y un árbol.

Explotación de piedra en El Salto



Por supuesto que los aculquenses deben explotar ese importante recurso que es la cantera, tanto para la construcción en el propio municipio como para su envío en bruto o labrada a otras partes del país o del extranjero. Pero que lo hagan precisamente junto a la maravilla natural que es el Cañón de Aculco y en las inmediaciones de la Cascada de la Concepción me parece un despropósito.

En esta fotografía, se yergue impresionante uno de los muros naturales más altos del Cañón de Aculco, formado por columnas riolíticas, pero en la parte superior se advierte una explotación de cantera que ya ha desmontado una parte de la loma. El lugar es promovido ampliamente como atractivo turístico, para los amantes de la naturaleza y para quienes practican la escalada en roca. ¿Por qué no protegerlo y no matar esta gallina de los huevos de oro, como parece que está sucediendo?

La calle de Abasolo: ejemplo de deterioro urbano

Mientras el Ayuntamiento de Aculco se distrae destruyendo el Ojo de Agua, mutilando el reloj público e inventando portales a casas históricas, otras zonas del pueblo que requieren de su atención por estar verdaderamente deterioradas simplemente son ignoradas. Tal es el caso de la calle de Abasolo desde su cruce con Rivapalacio hasta insurgentes, frente a la Plaza del Auditorio (o Plaza del Oso bueno).

Antiguamente esta calle era parte del camino que llevaba de Aculco a la hacienda de Ñadó, a través de los parajes de la Cruz Verde, la loma de San Jerónimo, los puentes sobre el arroyo de la Ladrillera y la loma del Caxti. Hasta los años setenta, la calle de Abasolo señalaba el límite de Aculco hacia el sur en esta zona. Luego, en 1978 fue construido el mercado municipal y se convirtió en la principal vía de acceso a él.

En aquel entonces, a los lados de prácticamente toda la calle se levantaban largas bardas de piedra blanca que limitaban las propiedades. Había dos o tres casas modernas, de sencilla arquitectura y alguna casa antigua, como la que se encontraba casi en ruinas en la esquina de Rivapalacio. Esta casa, de dos pisos, labrada toda en piedra blanca y con unos contrafuertes magníficos, fue demolida y se construyó en su lugar una casa con grandes vanos cubiertos con cortinas de metal, que sería anodina a no ser por la vulgar balaustrada de concreto de su balcón.

Pero el comercio se apropió de esta vía a lo largo de los años 90 y los sucesivos Ayuntamientos fueron incapaces de poner orden en el tránsito, la circulación, los servicios, las banquetas, anuncios, etc. Con construcciones de altura excesiva e innumerables vanos, detalles arquitectónicos como balaustradas o tejas planas ajenas totalmente a la tradición constructiva aculquense, automóviles que intentan transitar en medio de una multitud para la cual las exiguas banquetas son insuficientes y hasta estorbosas, postes aquí y allá, marañas de cables, casas a medio construir, varillas y tabicón, la calle de Abasolo es una muestra del lamentable Aculco actual.


Una hilera interminable de autos intentan llegar al mercado, circulando entre la gente que ocupa el arroyo pues las banquetas son demasiado pequeñas. Cables, anuncios, mantas y toldos "hermosean" el paisaje.


Casas a medio construir, tabicón y varillas, con anuncios que alguien, creyendo
quizá que con ello causaba menos daño a la imagen del pueblo, pintó en blanco y negro. Los autos estacionados hacen aún más dificl la circulación.
Un baldío al final de la calle usado como estacionamiento. ¿Este es nuestro bello Aculco?

El lento deterioro de la cruz atrial de Nenthé

Fuera de la vista de la mayor parte de la gente que visita el Santuario del Señor de Nenthé, en Aculco, en un extremo del atrio y pegada al muro, existe una antigua cruz atrial pasionaria que parece datar del siglo XVI. Su pedestal, construido por el "gremio de albañiles y peones de Aculco" en 1949, ha movido a engaño a muchos que creen que de esa misma fecha es la cruz misma, que en realidad es 400 años más vieja.

¿De dónde procede esta cruz? Lo primero que podemos pensar es que de la antigua capilla de Nenthé que fue demolida en 1943 para construir la actual. Pero es también posible que ésta sea la cruz atrial que debió existir en la parroquia. Cualquiera que sea su origen, debió hallarse en medio del atrio de uno de estos dos templos, como era usual.

No se trata de una gran cruz como las de Jilotepec y Huichapan, su tamaño es más bien reducido. Lleva labrados los símbolos de la pasión y a primera vista se distingue el cráneo de Adán, la columna y la escalera, el gallo de San Pedro, la corona de espinas, las pinzas y los clavos. Los chorros de sangre que salen junto a los clavos se parecen mucho a los que Constantino Reyes Valerio identificó como una supervivencia de la iconografía indígena en otras cruces atriales (como la de Huichapan) en su libro "Arte indocristiano".

Por sus proporciones, podemos deducir que la cruz está incompleta, lo que además refuerza la idea de que fue traída de otro lado. Si se le compara con otras cruces atriales mexicanas, nos percatamos enseguida de que carece del "INRI" como remate. Es posible también que tuviera algún adorno en los extremos del travesaño y tal vez eso justificaría las despostilladuras que se ven en ellos, tan extrañamente simétricas. Su aspecto original debió ser parecido al de la "Cruz del Patio" del convento de JIlotepec, con la que guarda ciertas analogías.

Esta antigua cruz, medio olvidada, es probablemente uno de los vestigios históricos más antiguos de Aculco. Lamentablemente la humedad va desgastando poco a poco sus labrados, que se van haciendo ilegibles.

lunes, 26 de mayo de 2008

El reloj del padre Bernardo: derrota para todos



En el año de 1996 el párroco de Aculco, Pbro. Bernardo Contreras, inició la construcción de un reloj público en el interior de la casa cural, que él deseaba se pareciera ni más ni menos que al de Polotitlán. Un hecho incomprensible y extraño, si consideramos que el antiguo reloj público de 1904 está apenas a unos treinta metros de distancia.

En aquel entonces presenté una denuncia ante el INAH por esta edificación, que no contaba con ninguna clase de autorización y dañaba al viejo convento, monumento histórico catalogado. La denuncia tuvo como primer efecto ganarme el odio de la gente que no supo distinguir entre mi intención de conservar el patrimonio histórico de Aculco y una supuesta oposición al sacerdote, a quien traté siempre con sumo repeto.

En fin, el INAH tomó cartas en el asunto y suspendió la obra. El padre, al irse del pueblo unos años después, cargó también con la maquinaria electrónica de su reloj, un gran beneficio para todo aquel que recuerde el sonido intenso y estridente del Ave María cada quince minutos.

Pero ni el padre Contreras cumplió con lo ordenado por el INAH, pues no demolió su torre, ni el INAH se ocupó en uso de sus atribuciones de demolerla. Vamos, que ni siquiera el Ayuntamiento, tan activo en otras cosas que no debería, ha intentado derribar el adefesio. Ahí permanece como mudo testigo de la decadencia de Aculco, de la derrota del padre Bernardo que no pudo concluirlo y de mi propio fracaso, pues diez años después de que debió eliminarse sigue ahí.

La bonita vista de la calle Juárez, la parroquia y el muro el atrio se demerita con la carátula del reloj del padre Bernardo y su horrenda torre asomando sobre las cornisas.

Lo que dice una puerta

A simple vista será difícil para el observador percibir que esta hermosa portada del siglo XVIII ha sido dañada. Y de seguro, alguno que la conoció pocos años atrás hasta opinará que está mejor que nunca. Pero no es así, esta portada, como tantos otros elementos arquitectónicos de Aculco ha perdido ya buena parte de su encanto gracias a vanas y bárbaras intervenciones que sólo ponen en evidencia la ignorancia de sus autores.
Esta portada, en primer lugar, cobijaba antiguamente, hasta los años 90, un bello portón de madera claveteada con una graciosa mirilla. El portón estaba en perfecto estado cuando se le retiró y fue vendido a alguien que lo supo apreciar mejor. En su lugar vemos ahora esta vulgar reja de hierro que intenta parecerse - sin lograrlo por supuesto - a las rejas con plomos del siglo XIX.
La piedra de una de las jambas también fue profanada. Obsérvese ese intento inconcluso por labrar una especie de cordón franciscano que se detuvo nada más llegar al dintel. Y para remate, todas las piedras han sido barnizadas, ignorando el autor que la cantera tratada de esa forma no puede respirar y terminará por quebrarse cuando acumule suficiente humedad. Al tiempo.
Esta portada está en el llamado Portal de la Botica, que perteneció a la hermosísima Casa de los Terreros, de la que ya prácticamente queda sólo el recuerdo.

viernes, 23 de mayo de 2008

Ñadó: sentimientos encontrados

Debo reconocer que llegué a la hacienda de Ñadó cargado de prejuicios contra su restauración (realizada en los años 90) y salí de ella convencido de que, sin dejar de creer que algunos criterios aplicados son discutibles, el resultado es magnífico. Quizá el mejor ejemplo de restauración de un inmueble histórico en Aculco, junto con la Casa del Padre José Canal.

Van aquí las fotos y comparaciones entre lo que fue y lo que es.