Si eres de Aculco o tus padres o abuelos son de aquí, seguramente alguna vez habrás oído la palabra "shirgo". Se trata de uno de los pocos vocablos de origen otomí que se usan en el habla cotidiana en lengua castellana de esta región. Actualmente se emplea invariablemente con el significado de desaliñado, sucio, descuidado, andrajoso, incluso enfermizo o desmejorado. Muchos de ustedes seguramente habrán oído a un padre decirle a su hijo ¡estás todo shirgo! cuando el niño aparece despeinado o mal vestido. Pero quizá no todos saben que en su origen este vocablo se refería a otra cosa: una prenda de vestir.
El shirgo en su acepción original es lo que en otros lugares se conoce como capisayo: una capa o capote que se coloca sobre los hombros y se ata al cuello, formado por capas de hojas de palma tejida que evitan que quien lo porta se moje con la lluvia. Se trata, pues, de un impermeable o manga primitiva. El nombre parece que deriva de la palabra otomí xingu, que significa "vello" o "velloso". Su uso estuvo muy extendido en el campo mexicano durante el virreinato y hasta mediados del siglo XX, pero al volverse comunes otras prendas modernas con mejores características de protección se fueron olvidando, y hoy sólo unas cuantas personas de Aculco serían capaces de recordar cómo eran.
Muchos viejos grabados, litografías e incluso esculturas nos muestran a personas que portan sus shirgos y es evidente que la prenda llamaba la atención por su originalidad a los artistas citadinos. Sin duda era una indumentaria pintoresca, aunque evidentemente le daba a su portador una apariencia desmelenada, desordenada, como el de una palapa andante. De ahí que shirgo terminara por convertirse también en adjetivo aplicado a quien en su cabello o ropa pareciera por su descuido llevar uno encima.
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