Ya alguna vez he comentado aquí que resulta un tanto elemental señalar que este o aquel personaje de la historia mexicana pasó por Arroyozarco. Esto porque la hacienda era sitio de tránsito obligado para quien viajaba desde la Ciudad de México hacia el Bajío y el norte del país, y las más de las veces el pasar por ahí no tenía nada de extraordinario. Esto no disminuye, hay que subrayarlo, la importancia de Arroyozarco como punto de encuentro de todos esos viajes, pues fue un lugar por el que pasó "todo México" desde el Virreinato hasta finales del siglo XIX.
Hubo viajes, claro, dignos de ser reseñados, como las tres veces que Maximiliano pasó por la hacienda. O el paso de Guillermo Prieto por estos parajes, de los que escribió magníficas descripciones costumbristas. Hoy les voy a hablar de una visita a Arroyozarco que dejó ciertamente menos huella, pero es igualmente interesante: la del general Antonio López de Santa Anna en 1844.
Santa Anna, uno de los personajes más importantes de nuestra historia y también de los más aborrecidos, nació en Xalapa en 1794. Formó parte del ejército virreinal y en 1821 se adhirió al Ejército Trigarante de Agustín de Iturbide para proclamar la independencia. En 1823 se rebeló contra Iturbide y lanzó en su contra el Plan de Casa Mata. En 1829 aplastó el intento de reconquista española en Tampico. Y en 1833 se convirtió por vez primera en presidente de la República. Pero Santa Anna era más un hombre en busca de gloria que de poder; prefería retirarse a su hacienda Manga de Clavo en lugar de ejercer la Presidencia, dejando el poder en manos de su vicepresidente, y de ahí solamente lo sacaban las ocasiones en las que podía aspirar a un mayor renombre. En 1836 creyó que la Guerra de Texas le permitiría cubrirse de honores, pero fue derrotado y hecho prisionero. En 1838 la suerte le permitió recuperar el honor, cuando resistió la primera intervención francesa en Veracruz y perdió una pierna en ese trance. Gracias a ello volvió al poder en 1839, 1841 y 1844. Ya sabemos que en 1847 participó en la guerra contra Estados Unidos y aunque peleó con valentía fue nuevamente derrotado, lo que costó a México más de la mitad de su territorio. Santa Anna salió al exilio y regresó a México hasta 1853, para coupar nuevamente la Presidencia. Esta vez su gobierno fue degenerando hacia la dictadura (fue cuando se autonombró "Alteza Serenísima") y terminó con el triunfo de la Revolución liberal de Ayutla en 1855. Salió nuevamente al exilio y se le permitió regresar a México en 1874. Murió pobre y enfermo en 1876.
Santa Anna estuvo en Arroyozarco varias veces, pero muy poco sabemos de esos momentos más allá de algunas fechas. Estuvo, por ejemplo, en 1833, en su campaña contra los generales Arista y Durán (1). Hacia abril o mayo de 1835 también habría pasado por ahí, rumbo a Zacatecas. Lo mismo en diciembre del mismo año, para ponerse al frente del ejército que combatió a los rebeldes texanos. Pero de su estancia en la hacienda entre el 2 y 3 de diciembre de 1844 sí se conservó algo más, una carta firmada en el lugar, dirigida al general guanajuatense Pedro Cortázar y Rábago. Veamos ese texto:
Exmo. Sr. D. Pedro Cortázar.— Arroyozarco, diciembre 2-3 de 1844.— Reservada.— Mi estimado amigo— Como la carta de V. que contesté desde San Juan del Rio cayó en manos de mi secretario, fué preciso que ella contestara en los términos que V. habrá visto; pues ya V. sabe que ciertos secretos no pueden fiarse á todos en momentos que hay su exaltación entre estos militares. Contesto, pues, á aquella agradeciendo á V. mucho sus amistosos consejos, hijos sin duda del afecto que siempre le he merecido, y queriendo darle una prueba de mi singular aprecio, acepto en todas sus partes la mediación en su persona para transigir la cuestión que hoy agita á la república. He dicho á V. que estoy muy ageno de querer desempeñar la presidecia que se me confirió por el voto legal de los pueblos, y si aun me presento reclamando mis prerogativas, mas bien lo hago por dignidad ó delicadeza, que por deseos de continuar con aquella investidura. Estoy, pues, dispuesto á renunciar los derechos que la ley me da como presidente de la república, y expatriarme luego, sin mas condición, que V, sea, como me ha ofrecido, quien se constituya responsable de ponerme sin vejámenes en el puerto donde me convenga embarcarme, acompañado de mi familia é intereses que pueda reunir. Supuesto lo dicho, he de merecer á V. se ponga en camino luego luego, pero sin comunicar á nadie el objeto que á V. lo trae por aquí; pues ya he manifestado que hay en el ejército su exaltación, y podia esta negociación entorpecerse. Quedo en su espera y entre tanto me repito suyo, amigo afectísimo, Q. B. S.M.—Antonio López de Santa-Anna. (2)
Como ya habrán podido deducir por esta carta, Santa Anna era entonces presidente de la República, pero había surgido una rebelión militar en Guadalajara que le disputaba el cargo. El historiador Luis Jáuregui hace un excelente resumen de las circunstancias en que ocurría esto:
En su ambición de ser dictador, el general veracruzano se enemistó con todos los grupos sociales. Se confeccionó una Constitución, la de las Bases Orgánicas de 1843, y él mismo la desobedeció a pesar de que, contrario a lo que él creía, tenía al Congreso de su lado.
Se enemistó con los extranjeros cuando les prohibió la venta al menudeo de sus productos y vendió, a precio reducido y a sus financieros favoritos, inmuebles que pertenecían a la Iglesia. También prohibió al clero la venta de propiedades sin permiso del gobierno. Modificó los términos de la deuda contraída con algunos prestamistas para favorecer a otros. Para arreglar la situación en Yucatán, otorgó exenciones fiscales tan excesivas que fueron interpretadas como una humillación del gobierno nacional. Manipuló el proceso electoral de agosto y septiembre de 1844 para la designación del nuevo Congreso.
Se cobraron múltiples impuestos, se solicitaron préstamos y se adoptaron medidas caprichosas y sin concierto mientras que a los empleados del gobierno no se les pagaron sus salarios y a los militares de bajo rango se les redujo su ración diaria. Ciudad de México, con su flamante estatua del veracruzano y un nuevo teatro acional, continuó siendo un lugar sucio y peligroso para vivir. Además, Santa Anna desafió las convenciones sociales de la élite que lo había colocado en el poder cuando, apenas a seis semanas de haber enviudado, se casó con la quinceañera Dolores Tosta.
Santa Anna también se enemistó con militares de alto rango en la República. Por una cuestión trivial, a inicios de 1843 se distanció del general Gabriel Valencia, quien lo había ayudado a deponer a Anastasio Bustamante en 1841. Por causas desconocidas, en abril de 1844 destituyó del Ministerio de Guerra a su mano derecha, el también veracruzano José María Tornel, el más fiel informante de Santa Anna de lo que ocurría en Ciudad de México durante sus ausencias. Más grave aún fue el agravio que años antes había hecho a Paredes y Arrillaga cuando, debido a una indiscreción de borrachera, le quitó sus poderes militares y políticos en Ciudad de México.
Fue Paredes y Arrillaga el general que se pronunció en Guadalajara en contra del régimen santannista. El 2 de noviembre de 1844 reclamaba la violación de la Constitución, el despilfarro y el desarreglo de la hacienda y el ejército. Santa Anna marchó en contra de los pronunciados sin percatarse de que ya no era popular en Ciudad de México. El 6 de diciembre, después del pronunciamiento militar en la capital republicana, el pueblo salió a las calles, tiró la estatua del general veracruzano y desenterró la pierna para arrastrarla por las calles gritando “¡Muera el cojo! ¡Viva el Congreso!”. (3)
Santa Anna, pues, se hallaba en Arroyozarco el 2 de diciembre de regreso de Silao, pues antes de enfilar hacia Guadalajara a sofocar la rebelión de Paredes y Arrillaga se enteró de que Valentín Canalizo, a quien había dejado como interino en la Ciudad de México, había suspendido el Congreso y comenzaban a estallar revueltas populares. El 6 de diciembre, el Congreso nombró un nuevo presidente, el general Herrera. El 14 de diciembre, el general Pedro Cortázar, a quien Santa Anna había enviado la carta desde Arroyozarco, se rebeló y lanzó su propio plan, que en su artículo segundo establecía "cesará en el poder ejecutivo el Excmo. Sr. D. Antonio López de Santa Anna, hasta que no responda de todos sus actos públicos, y deje satisfecha a la nación de su manejo durante la época de su administración provisional" (4). Al cabo de de unas semanas, las rebeliones triunfaron y Santa Anna fue capturado, aunque al final se le amnistió en 1845. Partió al destierro en Cuba, de donde regresó para combatir la invasión de Estados Unidos a México.
NOTAS
(1) "Luego que Arista y Durán avanzaron hacia Querétaro, salimos de Arroyo Zarco para San Juan del Río. Aquellos siguieron su camino para Guanajuato y nosotros entramos a Querétaro, cuya población estaba ya muy consternada, porque se esperaba ya la invasión del cólera morbo que en México estaba ya haciendo estragos horrorosos", escribió un médico del Ejército, Francisco J. Estrada. Estrada, Francisco J. 1992. "Guerra y cólera: la campaña de Santa Anna". Ciencias núm. 25, enero-marzo, pp. 41-45. [En línea].
(2) Causa criminal instruida al Exmo. Sr. presidente constitucional general de división don Antonio López de Santa Anna. México, Imprenta de Lara, 1846, p. 60.
(3) Jáuregui, Luis. "Santa Anna y los impuestos", Relatos e historias de México, no. 147, enero de 2021.
(4) Plan del general Pedro Cortázar, 14 de diciembre de 1844.
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