martes, 23 de mayo de 2023

"Aculco 1522": el vino que celebra los 500 años de este pueblo

La pasada Semana Santa estuve unos días en Aculco y una tarde fui a comer al restaurante Jäpi en la Plazuela Hidalgo, que se encuentra en lo que es posiblemente la mejor ubicación del pueblo por lo que respecta a la belleza del entorno y a la histórica casa que lo alberga. En ella se han aprovechado sabiamente los salones, corredores, patio y hornos para ofrecer un ambiente sosegado y amable, auténtico, que aunado a la deliciosa comida que ofrece (la tabla de quesos es una joya) invitan a regresar.

Nuestro anfitrión, Enrique Gutiérrez, nos atendió con la amabilidad que es parte esencial de su personalidad. Debo decir que conocí a Enrique apenas en septiembre, pero es una de esas personas de las que uno se hace amigo inmediatamente. Basta decir que nos despidió con un obsequio especial: una botella del vino "Aculco 1522" que él mismo está produciendo y que en su nombre conmemora los 500 años de la fundación de nuestro pueblo.

Este vino artesanal es toda una celebración del origen de Aculco: en su etiqueta vemos el glifo toponímico de Antamehe que proviene del Códice de Huichapan y que es el símbolo otomí de este lugar. En la parte posterior observamos que este antiguo nombre ha servido para bautizar a la casa productora, Bodegas Antamehe, título que aparece escrito con grafía parecida a la manuscrita del siglo XVII. "Néctar precioso del mestizo fruto, rica cosecha del suelo otomí, del alma aliento, dulce alimento", reza una frase en esta botella que revela el cariño que se ha puesto en su elaboración.

El vino se elabora ahora con uvas de la zona vinícola de San Juan del Río-Ezequiel Montes, pero existe el proyecto de producirlo en un futuro con uvas cosechadas en tierras aculquenses (hay antecedentes suficientes de producción de uva en Aculco para creer que es totalmente factible). Ojalá sea así y pronto se convierta en un clásico de nuestro pueblo.

El vino tinto "Aculco 1522" está a la venta en el mismo restaurante Jäpi (palabra otomí por cierto, que significa "bendición"). Además del buen sabor del vino, la botella es tan agradable a la vista que seguramente se convertirá por sí misma en un bonito souvenir, un buen regalo para amigos y familiares tras una visita al pueblo. Creo que esta iniciativa de Enrique Gutiérrez merece todo nuestro apoyo y difusión, pues contribuye a ampliar el abanico de productos propios de Aculco y lo hace con enorme dignidad y buen gusto.

viernes, 12 de mayo de 2023

Los pilares del Tixhiñú: los restos mejor conservados del Ferrocarril Cazadero-Solís

En mi libro Ñadó, un monte, una hacienda, una historia (Gobierno del Estado de México, 2009), cuento con bastante detalle la historia del Ferrocarril Cazadero-Solís, la única vía férrea para carga y pasajeros que llegó a tenderse en el municipio de Aculco. Quizá es oportuno recuperar aquí algunos párrafos de esta historia antes de hablarles ahora de los Pilares del Tixhiñú, vestigio de aquella vía:

El interés por construir un ferrocarril en esta zona databa de inicios del Porfiriato. La primera concesión, otorgada al señor Rodolfo Fink el 31 de mayo de 1882, no llegó a concretarse pues se declaró caduca en 1885, tras realizarse sólo algunos trabajos en los que, por cierto, se provocó un desorden y tumulto del que las autoridades de Aculco culparon a Bonifacio Arredondo, empleado del Ferrocarril Central. La construcción definitiva de la vía angosta no fue iniciada sino hasta 1895, cuando la emprendió don Felipe Martell, propietario de la hacienda de La Torre. Su objetivo principal consistía en enlazar las fincas de la zona y facilitar el traslado de la madera, el carbón y otros productos. Debe haberse tratado de una inversión compartida pues el permiso -sin subvenciones por parte del Gobierno- fue concedido a Guadalupe Guadarrama y al sanjuanense T. Melesio Alcántara por decreto del 9 de diciembre de 1893. La línea, que se constituyó ramal del Ferrocarril Central Mexicano, fue conocida comúnmente como “Ferrocarril Cazadero-Solís”, aunque también recibió los nombres de “Ferrocarril Cazadero, La Torre y Tepetongo” y aún “Ferrocarril Cazadero-San Pablo”. Esta variación de nombres obedece a una razón muy simple: aunque proyectado para establecer una conexión entre la estación Cazadero del Ferrocarril Central y la vía angosta del Ferrocarril Nacional (o Ferrocarril Sullivan) en un punto entre las estaciones de Solís y Tepetongo, la línea nunca alcanzó esos lugares y los trabajos se detuvieron en el rancho de San Pablo de la hacienda de La Torre. Algunas fuentes indican que la vía llegó a tener una longitud total de 57 millas (91.71 kilómetros), pero parece que en realidad se extendía por cerca de 59 ó 60 kilómetros, de los que en mayo de 1895 existían 30 y para 1897 se habían construido ya cuarenta y ocho.

Su trazo aproximado era paralelo al que sigue actualmente la Carretera Panamericana entre Ñadó y Palmillas, poco más o menos. La vía se bifurcaba, a partir de Ñadó, hacia el rancho de San Pablo ubicado precisamente al otro lado del cerro (punto alrededor del cual nacían treinta kilómetros más de vías portátiles Decauville que se iban desplanzado conforme el corte de árboles lo exigía) y a Llano Largo en Tixmadejé, Acambay, hacia el sur. Al concluirse su construcción, contaba con las estaciones de Cazadero, Taxhié, La Estancia, Cofradía, Ñadó, La Fábrica, Tixmadejé y San Pablo. De Cazadero a Ñadó, las estaciones daban servicio público de carga, correo y pasajeros, mientras que de Ñadó a San Pablo el servicio era sólo privado.

La producción silvícola del monte incluyó carbón, tablas, duelas, leña, hachas, vigas, morillos, planchones, cintas y pilotes de maderas de encino, ocote, aile y madroño. De la explotación forestal salió el equivalente a más de mil plataformas de vía ancha hacia la ciudad de México, cargadas con los pilotes de madera de pino utilizadas en la consolidación del subsuelo de algunos de los edificios emblemáticos del Porfiriato, como el Palacio de Bellas Artes y el inconcluso Palacio Legislativo, que terminó convertido en monumento a la Revolución.

Durante más de veinte años, los ferrocarriles Central y Nacional fueron dotados también con durmientes de encino y ocote para vías ancha y angosta provenientes de Ñadó. Cuando los grandes árboles se agotaron, comenzó a explotarse en gran escala el carbón de encino, pero de una manera tan salvaje que hubo áreas en las que aún las raíces de los árboles fueron utilizadas para producir carbón de arranque, sin dar oportunidad a que el bosque se recuperara con renuevos de los árboles talados.

El ferrocarril cesó operaciones y la vía comenzó a ser levantada en 1928 para reaprovechar el hierro. Sin embargo, quedaron a lo largo de su trazo algunos vestigios de piedra en diverso estado de conservación. De la estación de Ñadó quedaron sólo los cimientos, en la loma del Caxthí subsiste un puentecito esviajado, en Cofradía todavía existe la estación (semioculta por construcciones modernas), pilas de agua y otros restos, así como el Puente Piedad (cuyos pilares estaban completos, pero fueron mutilados por el Ayuntamiento de Aculco en 2001 a pesar de tratarse de un monumento histórico catalogado por el INAH). Y en una de las cañadas que descienden del cerro de Ñadó hacia el oriente, sobrevive lo mejor conservado de todo: Los Pilares del Tixhiñú, restos de un puente cuyo nombre original desconozco, pero que ahora se nombran así al encontrarse en tierras ejidales de esa comunidad.

Según los planos que se conservan de la construcción del ferrocarril, los Pilares el Tixhiñú corresponden al tramo de la vía que corría entre la hacienda de Ñadó y San Pablo, reservado sólo al transporte de carga. Si observamos con cuidado estos planos, veremos que al llegar a esa hacienda la vía, que hasta entonces corría de norte a sur daba una vuelta en U y comenzaba a ascender al monte virando poco a poco hacia el poniente. Es en este trayecto, en el punto en que debía atravesarse una cañada profunda, donde se construyeron hacia 1897 estos pilares que conformaban un viaducto ferroviario. Por cierto, parece ser que quien determinó el trazo sobre el que después se construyó la vía fue el renombrado ingeniero R. R. Swisher (ca. 1856-1906), según informa el Engineering News, vol. LVI, no. 24, 13 de diciembre de 1906, p. 630.

Se trata de cuatro pilares prismáticos de mampostería de cantera con los ángulos reforzados por sillares bien cortados. Casa uno consta de dos cuerpos, el inferior más ancho y de mayor altura, y el superior coronado por una cornisa recta. En la cara que da aguas arriba, cada pilar tiene su tajamar angular para cortar la corriente de agua en caso de una crecida. En ambos extremos, sendos estribos o contrafuertes edificados también con mampostería y sillares se unen a las paredes de la cañada. La distancia entre los pilares es mayor al centro y se va estrechando hacia los lados. Por encima de ellos corría una estructura muy ligera de vigas de hierro ya desaparecida, que soportaba los durmientes y los rieles. A simple vista, los Pilares del Tixhiñú semejan una versión en pequeño del Puente Piedad del mismo ferrocarril, pues aquel tenía doce pilares

Estos pilares se encuentran dentro del Ejido Tixhiñú, en la zona en que se realiza el aprovechamiento autorizado de recursos forestales maderables. Con muy buen sentido, actualmente se realiza el mantenimiento de la estructura, así como la limpieza de maleza en el sitio. La inicitiva de esta obra que realiza el propio ejido es de John Alexander, asesor técnico forestal, quien propuso esta actividad dentro de un programa de servicios ambientales que apoyan PROBOSQUE y CONAFOR para predios que tienen bosque. Desde hace pocos años el sitio ha comenzado a recibir algunas visitas turísticas y sin duda con estas acciones serán más las personas las que se acercarán al sitio a conocer este interesantísimo vestigio histórico en medio del bosque.

Si quieres ver en el mapa de Google la ubicación de los pilares, pincha aquí.

Y en este mismo blog encontrarás más información sobre el Ferrocarril Cazadero-Solís si pinchas acá.

Agradezco las fotografías de los pilares que me envió John Alexander.

 

ACTUALIZACIÓN, 7 DE JUNIO DE 2023

John me ha enviado más fotografías que muestran el avance de los trabajos de consolidación de los pilares, así como unas imágenes de clavos de riel y pernos que han sido hallados en sus inmediaciones por los ejidatarios del Tixhiñú. Les comparto aquí estos testimonios del gran trabajo que se está haciendo en ese lugar.

miércoles, 10 de mayo de 2023

La sacristía de la parroquia de Aculco

No sé por qué motivo -quizá por simple distracción- había dejado de describir en este blog los espacios del antiguo convento franciscano de Aculco, cuando me había propuesto ir mostrándolos con cierta periodicidad hasta formar un recorrido completo por ese edificio. Quisiera retomar esa serie, hablándoles esta vez de la sacristía, que se ubica al lado de la epístola del templo (es decir, del lado derecho) y paralela a la Sala de Profundis, que precisamente se interpone entra aquella y el claustro. El siguiente croquis muestra claramente su ubicación.

La sacristía es el lugar del templo donde los sacerdotes se revisten con las ropas litúrgicas y donde se guardan los ornamentos y otros objetos necesarios para celebrar la misa, como son las hostias sin consagrar, el vino, cálices y otros vasos sagrados, velas, etcétera. Por eso lo habitual es que la sacristía se ubique en un salón cercano al altar. El sacristán es el empleado encargado de mantener en orden la sacristía.

Viejos papeles de esta iglesia de Aculco hacían distinción entre la "sacristía vieja" y la "sacristía nueva" en el siglo XVIII, pero es difícil saber si esta última correspondía ya a la actual. Lo cierto es que aquella sacristía vieja debió ser la que se utilizaba cuando los franciscanos habitaban todavía el convento (edificada en 1708 y descrita como "de costilla", lo que parece referirse a la forma de su bóveda), mientras que la "nueva" sería una construcción realizada después de que se erigió la parroquia de Aculco en 1759. Dado que ambas sacristías coexistieron al mismo tiempo y no hay indicios de que la antigua haya sido demolida, me pregunto si el salón que he identificado como Sala de Profundis del convento habrá sido esa sacristía vieja.

En mi opinión, la sacristía actual de la parroquia de San Jerónimo Aculco data en su mayor parte precisamente de la segunda mitad del siglo XVIII, pero habría sido modificada hacia 1843-1848, cuando en el templo se realizaron la obras de edificación de la bóveda y cúpula. Así lo muestran ciertos detalles, como sus ventanas y la portada de cantera extrañamente oculta tras una alacena.

La sacristía se desplanta sobre un rectángulo de unos cuatro y medio o cinco metros de ancho por nueve o diez de largo en dirección norte-sur. En sus lados cortos, sendas entradas enmarcadas en cantera permiten acceder desde el presbiterio de la iglesia y desde el curato. Al lado oriente se abre un par de ventanas que miran a la antigua huerta, mientras que el lado poniente, salvo por la exigua entrada a la alacena a la que me referí antes, es ciego.

En el lado sur, a la izquierda del acceso hacia el convento, se encuentra el sacrarium: un lavamanos en que se limpian los vasos sagrados y que tiene salida directamente a tierra, con el fin de que cualquier partícula de la hostia o gotas del vino consagrados no se mezclen con el drenaje común. En la pared oriente se encuentra una alacena cubierta con un bonito par de puertas entableradas antiguas que seguramente servía para guardar copones, cálices, navetas, acetres, incensarios y otros vasos sagrados.

La sacristía está cubierta por un par de bóvedas de arista, separadas por un arco toral de cantera. A lo largo de la imposta corre una cornisa con resaltes justo donde se apoya ese arco. La molduración de la cornisa es de orden toscano.

Como mobiliario propio de este espacio hay que destacar la gran cajonera de madera con cerraduras de bronce en que se guardan las vestiduras sacerdotales. Ocupa poco más de la mitad del muro poniente, al que se encuentra adosada. Una cajonera más sencilla y pequeña, pero también de cierta edad, se encuentra al otro extremo del salón. Encima dela cajonera grande se suele colocar un par de atriles neoclásicos de calamina. Arriba, en el muro, se encuentra el magnífico cuadro de La Última Cena de Miguel Cabrera, joya de este espacio y de todo el inmueble. Al centro de la sacristía debió existir una gran mesa como era habitual, pero la que hay ahora es moderna y sin valor alguno. Subsiste sin embargo sobre ella un hermosísimo Cristo antiguo, quizá del siglo XIX.

La sacristía fue el sitio donde tradicionalmente se colgaron los retratos de los antiguos párrocos, de los que quedan seis. En tiempos relativamente recientes, se concentraton también aquí la mayor parte de las pinturas que se hallaban en otras partes del viejo convento.

Desmerece algo en esta sacristía su piso de pasta ajedrezado en blanco y negro de la década de 1950. No sé si el piso original era de madera como el del templo, o de ladrillo, como el resto de las dependencias del convento.

Hacia el exterior, la sacristía sólo tiene fachada hacia el oriente. Es de piedra blanca aparente, con tres contrafuertes del mismo material. Esta fachada se prolonga hacia la izquierda en una composición parecida, pero que se nota inconclusa. Malamente, esta prolongación de la fachada fue cubierta por una aborrecible construcción reciente, que en tiempos de mayor cuidado al patrimonio de Aculco deberá ser demolida. En el contrafuerte del extremo izquierdo de la fachada se incrusta el canal de cantera con ménsula que desagua la bóveda, pero que ahora, a causa de aquella misma construcción moderna, tiene un tubo de pvc en la boca para desviar los escurrimientos. Las ventanas se cubren con rejas del siglo XIX, adornadas con nudos de plomo.

Hace no muchos años y con muy mal criterio, se abrió un agujero en la bóveda de la sacristía para pasar una cuerda y tocar desde ella la campana que se encuentra a un lado de la cúpula de la iglesia. Esta cuerda puede verse en alguna de las fotografías que incluyo aquí.

viernes, 5 de mayo de 2023

El Querétaro aculquense, el Aculco queretano

Todos sabemos que el municipio de Aculco tiene una frontera bastante larga con los muncipios de Amealco y San Juan del Río del estado de Querétaro, cercana a los 30 kilómetros de longitud. Incluso podemos advertir en el mapa que, en la zona de San Pedro Denxhi, el territorio aculquense se adentra en tierras queretanas por casi siete kilómetros, como una península rodeada por profundas barrancas. Sin embargo, este trazo es relativamente reciente, tanto así que la última modificación a los límites estatales ocurrió apenas hace unos veinticinco años.

Pero hace mucho más tiempo, antes de la independencia de México, una gran extensión de tierras ahora pertenecientes a Querétaro formó parte efectivamente de la jurisdicción de Aculco. Los pueblos ahora amealcenses de San Ildefonso Tultepec, Santiago Mexquititlán, San Pedro Tenango, San José Ithó, así como las haciendas de Santa Clara del Apartadero, Vaquería y San Nicolás de la Torre, dependían en lo religioso del convento de Aculco y en lo civil se les gobernaba desde esta misma cabecera (1). Incluso el pueblo de Santa María Amealco y el vecino de San Juan Dehedó, que formaban parte de la parroquia de san Juan del Río, habían intentado unirse a Aculco en 1724 (2).

Sin embargo, en el año de 1755 el arzobispo Manuel Rubio y Salinas creó la nueva parroquia de Santa María Amealco y para ello tomó lo mismo pueblos pertenecientes a San Juan del Río que otros más que formaban parte de la vicaría de Aculco. Fue así que los los poblados que mencioné antes dejaron de estar relacionados en su administración religiosa con Aculco (3). Luego, en 1820 y en plena Guerra de Independencia, el virrey Juan Ruiz de Apodaca ordenó que esos mismos poblados se segregaran también en lo civil de Aculco y se anexaran a Amealco, con la intención de reducir el territorio de la subdelegación de Huichapan "por informes siniestros que se le hicieron", seguramente relacionados con la rebelión insurgente (4). Aunque todas estas tierras continuaban siendo parte de la misma Intendencia de México, dentro de ella Amealco estaba sujeto al corregimiento de Querétaro, mientras que Aculco era parte de la subdelegación de Huichapan. Esto determinó que en los años posteriores a la independencia, al establecerse la nueva división política federal en 1824 y crearse el estado de Querétaro, las tierras separadas de Aculco quedaran además en un estado distinto al de su antigua cabecera.

Con esta separación, Aculco perdió los pueblos con mayor presencia otomí en su territorio, como se puede comprobar aún hoy en día. Esa zona es a lo que nos referimos al hablar de un "Querétaro aculquense": tierras y comunidades que por más de 200 años fueron aculquenses, y con las que el municipio comparte historia y cultura. Y aunque al cabo del tiempo de uno y otro lado de la nueva frontera prácticamente se olvidó su anterior pertenencia, lo cierto es que Aculco mantuvo por necesidad una fuerte relación con el nuevo estado de Querétaro, especialmente con San Juan del Río, con el que se comunicaba a través del Camino Real de Tierra Adentro. Porque hacia el Estado de México, sólo el camino que llevaba a Jilotepec era relativamente de fácil tránsito, y el viaje hacia la capital estatal, Toluca, difícil, tardado y accidentado, por lo que los vecinos de nuestro pueblo preferían evitarlo.

Esta cercanísima relación entre Aculco y San Juan del Río llevó a que en 1856, cuando se discutía la nueva Constitución que habría de regir al país por las siguientes seis décadas, el diputado Ignacio Reyes propusiera de plano que nuestro municipio se incorporara al estado de Querétaro. La mayoría de los constituyentes de la comisión de división territorial rechazó esta idea, pues según ellos Aculco estaría en una condición más precaria ya que su nueva cabecera de partido (San Juan del Río) quedaría más retirada que la anterior (Jilotepec), lo que "entorpecería considerablemente la administración judicial y la política". Con todo, algunos diputados (el propio Ignacio Reyes, José María Mata, Rosas, Francisco Zarco, Auza, Rojas, Ignacio Ramírez y López) emitieron un voto particular, que defendía la idea de esa agregación:

Si una buena y acertada división territorial se ha de calcar sobre las bases del interés común, de la posición geográfica y de la homogeneidad de elementos, debe pertenecer a Querétaro no sólo la muy reducida y pobre municipalidad de la que se trata [Aculco], sino la parte interesante conocida con el nombre de Mezquital: todo esto con Querétaro debiera formar un estado, porque la naturaleza, el interés, la comodidad recíproca e identidad de elementos los unen; pero pues no se trata de esto, no es oportuno tampoco encargarse ahora de los adelantos materiales, de la fuerza política y social que vendrían en pos de esta unión a Huichapan, a Ixmiquilpan, a Tecozautla, a Alfajayucan, Zimapán, San Juan del Río y a Querétaro. Sólo sí nos ocuparemos brevemente de las ventajas que trae a Aculco su anexión a Querétaro.

La muncipalidad de Aculco nombre se compone del pueblo desl mismo nombre, del naciente de Polotitlán, de cuatro o seis congregaciones de indígenas, y de algunas haciendas y rancherías que tiene un censo de ocho a nieve mil habitantes sobre un terreno frío e inmediato al distrito de San Juan del estado de Querétaro. Pertenecen en lo judicial a Jilotepec, distante siete u ocho leguas sobre un camino montañoso y difícil, y en lo político a la villa de Tula, a dieciocho o veinte leguas. Unidos a Querétaro, quedarán agregados indefectiblemente a San Juan del Río, de cuya ciudad distan muy poco, y por un camino carretero y fácil de practicarse en pocas horas. Allí hallarán a la prefectura para sus asuntos administrativos y al juzgado de primera instancia para los judiciales. Y allí por último encontrarán las comodidades que no les pueden ofrecer Tula ni Jilotepec.

Sus relaciones de tráfico y mercantiles, ya de la gente que se llama de razón, y ya de la indñigena, son con San Juan del Río, más bien que con las cabeceras de distrito y partido a que ahora pertenecen. Sus relaciones sociales son más activas seguramente en San Juan del Río, en donde muchos vecinos de Aculco y Polotitlán tienen casas, que en Tula y Jilotepec. La buena administración de estos pueblos y la analogía que existe de sus elementos de subsistencia con los de san Juan del Río piden su agregación a Querétaro. Hay, además, otro motivo: esos pueblos son hoy imperceptibles en el gran mapa del Estado de México; se pierden en él como se pierde una sombra pequeña, débil y opaca, colocada en uno de los ángulos de un cuadro de colosales dimensiones. Perteneciendo a Querétaro se harán visibles, se harán notables, no serán sombra. Comenzarán a figurar en una escala que no se presentará unidos a México y sus hijos, especialmente los que reciban educación, ocuparán los puestos del estado con más prontitud y facilidad que en el de México. (5)

No valieron sin embargo estos argumentos para crear un "Aculco queretano" y el municipio se mantuvo dentro del Estado de México. Más aún: cuando en 1869 se creó el estado de Hidalgo, efectivamente los municipios de la región del Mezquital se separaron de aquél para integrar la nueva entidad, pero Aculco (que todavía entonces incluía a Polotitlán) quedó también fuera de ella, justamente en su límite.

Tal como habían argumentando los diputados constituyentes de 1856, las relaciones de Aculco en todos los aspectos, salvo los judiciales y políticos que eran obligatorios, siguieron siendo mayormente con San Juan del Río. Más todavía después de 1896, cuando el ferrocarril Cazadero-Solís enlazó las tierras aculquenses con la estación sanjuanense de la hacienda de Cazadero, del Ferrocarril Central Mexicano, desde la cual se podía viajar fácilmente a las ciudades de San Juan del Río y a Querétaro.

En el Congreso Constituyente de 1916-1917, el estado de Querétaro insistió en sus pretensiones territoriales sobre los municipios limítrofes del Estado de México. Esta vez se trataba ya no sólo de Aculco, sino de todo el distrito de Jilotepec: los municipios de Jilotepec, Aculco, Acambay Polotitlán, Soyaniquilpan, Timilpan, Chapa de Mota y Villa del Carbón. Los argumentos de los diputados constituyentes queretanos sonaban sin embargo más egoístas que en 1856: se quejaban sobre todo de la poca extensión territorial de su estado y de la falta de tierras cultivables, mientras que a las entidades vecinas les sobraban territorio y recursos. La respuesta del Congreso fue otra vez negativa, pero, además, algunos diputados jacobinos aprovecharon para fustigar a los queretanos por su religiosidad. El diputado Marcelino Dávalos, por ejemplo, dijo en la tribuna que si el Estado de Querétaro tenía una corta área, él mismo tenía la culpa, pues "toda la tiene invertida en iglesias; que las derrumbe para sembrar”. Un colega suyo afirmó que los queretanos, en vez de dedicarse a la producción, se dedicaban a enriquecer a la Iglesia, y que la mayoría de los habitantes de la entidad “rezan en vez de trabajar y se sienten satisfechos en su pobreza”. Un diputado guanajuatense señaló que la propuesta de anexión le parecía una broma de Día de los Inocentes(6).

Y si en el ámbito civil Querétaro tuvo este interés tan serio por incorporar al municipio de Aculco a su territorio, en lo religioso no lo fue menos. Cuando en 1804 y 1805 el cabildo de Querétaro solicitó al rey de España la fundación de un obispado con sede en esa ciudad, incluyó en el territorio propuesto para esta nueva diócesis a la Villa de León, San Miguel El Grande (hoy de Allende), San Luis de la Paz, los minerales de Maconí y El Doctor, Cadereyta, San Juan del Río, Jerécuaro, Salvatierra, Celaya, la ciudad de Querétaro y, precisamente, Aculco, que entonces pertenecía al Arzobispado de México (7). La diócesis de Querétaro se erigiría sólo hasta 1863, pero sin Aculco. Aculco, por su parte, pasaría en 1950 al obispado (luego arzobispado) de Toluca y en 1984 al obispado de Atlacomulco.

En 1928 cesó el servicio del Ferrocarril Cazadero-Solís y se levantaron las vías. Aculco cayó entonces en gran aislamiento, pues la estación de tren más próxima, la de Dañú, Hidalgo, distaba 28 kilómetros del pueblo y las carreteras de la época eran terribles para el tránsito de automóviles. Este repentino aislamiento fue en cierta medida lo que empujó a los habitantes del municipio a volver la cara hacia el Estado de México, actitud que se reforzaría después de 1950, cuando la Carretera Panamericana lo enlazó de manera más eficiente con Toluca, la capital del estado.

Hoy en día, muchos aculquenses acuden cotidianamente a Amealco, a San Juan del Río o a la ciudad de Querétaro por razones de educación, trabajo o comercio. Sin embargo, las ligas de Aculco con el estado de México se han reforzado mucho a lo largo del tiempo, por lo que la vieja aspiración queretana de anexarse a nuestro municipio es ya únicamente una anécdota curiosa, que probablemente no encontraría eco en nuestros días.

 

NOTAS

(1) Fray Agustín de Vetancurt. Chronica de la provincia del Santo Evangelio de México, México, imprenta de doña María de Benavides, 1697, p. 87.

(2) Rodolfo Aguirre Salvador. Un clero en transición : población clerical, cambio parroquial y política eclesiástica en el arzobispado de México, 1700-1749, México, UNAM, 2013, p. 163.

(3) Rafael Ayala Echávarri. San Juan del Río, historia y geografía, San Juan del Río, Gobierno del Estado de Querétaro, 2006, p. 82.

(4) Una carta en la que el Ayuntamiento de Aculco protesta por esta segregación existe en el Archivo Histórico Municipal de Aculco.

(5) Francisco Zarco. Historia del Congreso extraordinario constituyente de 1856 y 1857, México, Imprenta de Ignacio Cumplido, 1857, p. 725 y 726.

(6) Carolina Hernández Parra. Querétaro en el Congreso Constituyente 1916-1917, México, INEHRM, p. 98-102.

(7) José Félix Zavala, "Historia de la Iglesia en la actual Diócesis De Querétaro" en línea, fecha de consulta: 4 de mayo de 2023, disponible en https://eloficiodehistoriar.com.mx/2021/01/02/historia-de-la-iglesia-en-la-actual-diocesis-de-queretaro/

miércoles, 3 de mayo de 2023

Quince años del blog "Aculco, lo que fue y lo que es"

Hace ya quince años, en mayo de 2008, comencé a escribir este blog Aculco, lo que fue y lo que es. Al principio, buscaba sobre todo denunciar aquí la destrucción del patrimonio arquitectónico aculquense, que por aquellas fechas alcanzó niveles de verdadera alarma cuando, por ejemplo, prácticamente se demolieron los viejos lavaderos públicos para hacerlos de nuevo. Pero, poco a poco, los temas fueron variando para incluir textos sobre sitios y construcciones que no se hallaban especialmente amenazados, para publicar leyendas, crónicas y relatos, para mostrar viejas fotografías, para difundir pequeños ensayos históricos, para aportar detalles de la vida del viejo Aculco que no tienen cabida en un libro y, en fin, para mostrar algo de la profundidad cultural de nuestro pueblo y municipio.

En estos años he publicado ya 452 entradas, lo que representa un promedio de 30 publicaciones por año, es decir, un texto nuevo cada semana y media. No podría decir que ha sido una labor ininterrumpida, pues de marzo de 2012 a noviembre de 2013 decidí dejar de lado el blog, convencido -entre muchas otras razones- de que era una pérdida de tiempo. Pero retorné a él y ahora creo que ha sido útil y lo seguirá siendo. Un número cada vez mayor de lectores, los numerosos mensajes que recibo cada vez que se arma una polémica, me demuestran que Aculco, lo que fue y lo que es ha calado hondo en la opinión pública de Aculco y que los comentarios que aquí se vierten son muchas veces atendidos.

En estos quince años, por otra parte, el blog se ha convertido además en el mayor esfuerzo sostenido de difusión de la historia, el patrimonio y la cultura de Aculco. Porque, si bien en el pasado existieron algunos periódicos y revistas locales que se ocuparon de estos temas, todos, desafortunadamente, han tenido muy corta vida. A lograr esta continuidad ha contribuido por supuesto el formato electrónico y también el que no exista una frecuencia establecida para las publicaciones, lo que me ha permitido escribir aquí acomodando los tiempos a los de mis otras ocupaciones.

Al principio, prácticamente sin seguidores, sentía que escribía al vacío en este blog. Poco a poco, sin embargo, aparecieron los visitantes asiduos (muchos de ellos críticos), luego la página de Facebook me permitió formar una comunidad mayor y hoy sé que entre los más de seis mil seguidores hay muchos que esperan con ansias la siguiente publicación de Aculco, lo que fue y lo que es. La difusión del blog a través de la página de Facebook "Aculco, Estado de México" (a la que agradezco que me permita tener esa ventana de difusión) permite un alcance todavía mayor, gracias a sus 20 mil seguidores. A todos ellos les agradezco que sean mis lectores y les pido me disculpen por los errores u otras fallas en estos textos.

Espero que Aculco, lo que fue y lo que es pueda continuar durante mucho tiempo más y se convierta también él mismo en parte del patrimonio cultural de Aculco. Creo que el formato de blog, apoyado para su difusión en Facebook, es el que mejor me permite expresar y mostrar todo lo que quiero, de modo que se mantendrá así. Quizá en algún momento decida recopilar algunos de estos textos en un libro, pero en términos generales prefiero que quien entre aquí encuentre cosas originales que no hallará en otros lados.

Finalmente, quisera conocer la opinión de todos ustedes. ¿Qué les ha gustado más del blog?, ¿qué les disgusta?, ¿qué temas deberían incluirse aquí?