Figa contemporánea en azabache, con el símbolo jacobeo de la concha de peregrino.
La figa o higa es, en su origen, un gesto o ademán supersticioso con el que pretendía evitarse el llamado "mal de ojo", es decir, la producción de un mal por medio de la mirada. Este gesto consistía en alargar el brazo cerrando el puño y poniendo el dedo pulgar entre el índice y el corazón de forma que asomara claramente entre ellos. Su origen se remonta por lo menos hasta los tiempos romanos, ya que en España se han encontrado amuletos en forma de mano que realiza este ademán en yacimientos de aquellos tiempos.
La figa aculquense.
Durante la Edad Media cobraron fama en toda Europa las figas fabricadas en azabache que los viajeros del Camino de Santiago adquirían en Asturias y Galicia. De hecho, es considerado como el talismán del Camino de Santiago, el protector del peregrino. Pese a tener un origen doblemente heterodoxo para el catolicismo por provenir de la antigüedad pagana y por tratarse de una superstición que suponía poderes mágicos a un objeto, su uso fue persistente hasta la época barroca. Incluso llegó a convertirse en una especie de atributo del Niño Jesús, a quien con mucha frecuencia se le representó con una figa al cuello en la pintura gótica. La propia Santa Teresa recomendaba que cuando se presentara el Diablo se le hiciera una figa. En pleno siglo XVII, los vástagos de los reyes de España fueron retratados portando también figas de azabache.
De la Penísnula Ibérica, la superstición pasó naturalmente a la Nueva España con los conquistadores y colonizadores y tuvo al parecer gran difusión, aunque falta todavía un estudio amplio sobre el tema. En esta ocasión hablaremos de una figa de tiempos virreinales que hemos identificado en nuestro Aculco y que posee algunas características peculiares.
Arcón que perteneció a la familia Arciniega Basurto.
En primer lugar esta figa no es, como la mayoría, un dije o colgante para atarse al cuello o sujetarse a la ropa, sino un elemento que forma parte de la cerradura de hierro, bellamente forjada y calada, de un antiguo arcón de madera que pertenece a la familia Arciniega Basurto. Aunque es difícil fecharlo, data al menos del siglo XVIII, aunque es de hacerse notar su aire arcaico al compararlo con otras chapas aculquenses que se pueden atribuir sin duda a ese mismo siglo.
La cerradura del arcón.
La pequeña mano que muestra el ademán de la figa viene siendo una especie de jalador para levantar la barra del cerrojo. Además de este talismán, los calados de la parte inferior y superior la cerradura muestran la clásica forma de corazón identificable también como un elemento supersticioso o religioso, relacionado con el Corazón de Jesús. Otra característica notable de esta figa es su material. Si bien existieron figas de bronce, además de las más clásicas realizadas en azabache, ópalo y marfil, no hemos encontrado referencia alguna a figas de hierro, como es el caso de ésta.
Detalle de la cerradura. Obsérvese la ubicación de la figa, colocada perpendicularmente respecto de la barra.
Pero, ¿qué hace una figa en un mueble en vez de ser un elemento fácilmente portable por su propietario? Posiblemente está ahí para proteger no al dueño, sino a lo que se almacenaba en el interior del arcón. ¿Y qué era esto? Sabemos que hasta tiempos muy recientes este tipo de muebles se utilizaban en el pueblo para guardar ropa, pero también servían para almacenar toda clase de objetos, incluso dinero. No es difícil entonces suponer que este baúl fue posiblemente en su origen una caja de caudales, ya sea particular o de alguna de las muchas corporaciones que existían en los pueblos coloniales como Aculco (la comunidad de naturales, las cofradías, etc). La figa habría estado entonces ahí para proteger de las envidias el capital acumulado por alguno de ellos.
Otra vista de la cerradura. Nótese que la barra ha sido desprendida del gozne para abrir el arcón, al perderse la llave que la abría.