miércoles, 2 de septiembre de 2020

La muerte de Lindoro Cajigas

Lindoro Cajigas, el español administrador de la hacienda Arroyozarco, emparentado con sus propietarios, que capturó a Melchor Ocampo en su rancho de Pomoca en Michoacán y lo condujo preso hasta entregarlo en Huapango a Leonardo Márquez, quien lo fusilaría en Tepeji del Río, es en esta región del noroeste del Estado de México un personaje casi legendario. Edgar Serrano Pérez, cronista de Acambay, ha hecho un recuento puntual de sus acciones de mayo a diciembre de 1861, que pueden leer en esta liga. Sobre él he escrito también varias veces (aquí pueden encontrar algo), especialmente sobre su muerte en Acambay en diciembre de 1861, reuniendo diversas versiones que incluso se contradicen. Esta vez les traigo una nueva versión que descubrí hace poco, publicada en el diario El Mundo en junio de 1897, con motivo de la exhumación de los restos de Ocampo del Panteón de San Fernando en la Ciudad de México para su traslado a la Rotonda de los Hombres Ilustres de la propia capital. A diferencia de otras versiones, esta procede de un testigo presencial, Trinidad Aranda, sargento primero en el cuerpo del ejército que sorprendió y ejecutó a Cajigas. Esta es su historia:

 

EL APREHENSOR DE OCAMPO

¿Cuál fue su fin?

ENTREVISTA INTERESANTE

En otro lugar, al referirnos a la prisión y muerte del Sr. Melchor Ocampo, hemos mencionado el nombre de Lindoro Cajigas, individuo acerca del cual tenemos curiosos datos que comunicar, merced a una entrevista de nuestros reporters celebró ayer con D. Trinidad Aranda, ex-sargento primero que presenció el fusilamiento del cabecilla conservador.

Aranda es un hombre que revela franqueza en su carácter, él mismo dice con satisfacción que fue chinaco, refiere los trabajos que pasó durante la guerra de tres años y creemos que es digno de crédito, por lo que aceptamos la narración que nos hizo de este episodio de su vida y la transcribimos íntegra.

"Pertenecía yo -dice- al escuadrón de Lanceros de Guanajuato, en cuyo cuerpo hice toda la campaña de los tres años, al mando del teniente Coronel Francisco Díaz Barriga, que era hermano político del general Degollado. Tenía yo el grado de sargento de la Plana Mayor; nos encontrábamos de guarnición en Arroyozarco cuando una tarde, acabándose de dar el toque de lista de seis, se presentó en el cuartel un joven como de 20 años. Su semblante revelaba la gran indignación de que estaba poseído y las únicas palabras que pronunció fueron éstas: 'Necesito un arma para defender mi honor y matar al bandido Lindoro Cajigas, que acaba de raptarse a una hermana mía".

Al oir el nombre de Lindoro comenzamos a interrogar al joven, ofreciéndole que se le ayudaría a perseguirlo, como en efecto lo hicimos con todo tesón, pues ya había llegado a conocimiento de nuestro jefe el decreto del Congreso en que se declaraba fuera de la ley y de toda garantía a Cajigas, hombre audaz, español, todavía joven valiente, bien parecido y tan listo, que nos parecía imposible que cayera en nuestro poder, no obstante que lo perseguíamos con empeño. Habíamos tenido varios encuentros con él y estábamos convencidos de lo necesario que era capturarlo para librar a las poblaciones de los constantes atropellos e insaciable pillaje del cabecilla español, que secundado por otros paisanos suyos, si se encontraba con las armas en la mano era sólo para ejercitar el más escandaloso bandidaje, pues nada podía importarle nuestra patria.

Sin pérdida de tiempo ordenó el jefe que saliera el escuadrón guiado por el joven para perseguir a Cajigas, lo cual se hizo, habiendo llegado en la misma noche a inmediaciones del pueblo de San Miguel Cambaya [sic pro Acambay], donde nos aseguró que se encontraba nuestro perseguido.

Se preparó la sorpresa y apenas se acababa de tocar diana, en las primeras horas de la mañana siguiente, cuando la fuerza, dividida en fracciones, penetró por las calles del pueblo, llegando hasta la casa municipal donde Cajigas había penetrado [sic pro pernoctado].

La sorpresa fue completa; la caballada estaba encadenada en la plaza pues los doscientos hombres que llevaba consigo el cabecilla iban a salir ese día y su defensa tenía que ser deficiente; pero Cajigas no era hombre que se dejara matar sin hacer resistencia y su esfuerzo fue tal que poco faltó para que lograra escapar.

Nos recibió a balazos lo mismo que los suyos, y pretendió montar en una magnífica yegua para huir; pero el animal se encabritó, Cajigas cayó al suelo y levantándose violentamente corrió hacia una barranca donde todavía estuvo haciendo fuego hasta que se logró herirlo.

Entonces se llevó hasta su cama y allí mismo dentro de su alojamiento se le acabó de matar, cortándose enseguida su cabeza, que nos llevamos para Arroyozarco, donde se le colgó de una alcayata en un paraje público.

Tan poco respeto inspiraba aquel hombre y era tanto lo que se le odiaba, sobre todo después de que aprehendió a Ocampo, que Aranda refiere que uno de los soldados, sabiendo que Cajigas usaba dentadura postiza, subió al árbol donde estaba pendiente la cabeza y le sacó de la boca la dentadura, tirando después la cabeza.

Al poco tiempo el gobierno hizo venir a México al escuadrón y se repartió entre los aprehensores del cabecilla español la prima de diez mil pesos que se tenía ofrecida.

 

FUENTE: "El aprehensor de Ocampo", El Mundo, México, viernes 4 de junio de 1897, p. 1.