domingo, 28 de septiembre de 2014

El Alabado en la alacena

Hace varios años, después de mucho insistir, se me permitió tomar algunas fotografías en la sacristía de la parroquia de Aculco. Después de fotografiar dicho espacio con sus dos bellísimas bóvedas de arista, los cuadros que se encuentran ahí y todos esos detalles que hacen de este lugar uno de los más evocadores de todo nuestro pueblo, el encargado me dijo que había algo más, una sorpresa oculta: en el muro poniente me abrió la puerta de madera -sin gracia alguna- de una alacena. Al fondo sólo había viejos estandartes y algunos trebejos amontonados que parecían no tener mayor importancia.

La verdad es que me aquello me decepcionó, y más por compromiso que por verdadero interés tomé una fotografía de la mínima covacha. Eran todavía los tiempos de los rollos de película y esa fue la última exposición de las 36 con las que entré a la sacristía. Apenas había sonado el click, cuando me advirtieron, No, no: mira arriba. Entonces entré como pude a ese lugar y con la escasa luz que penetraba pude advertir que por donde había entrado era en realidad un acceso semitapiado, y que por dentro de la alacena se encontraba una excelente portada de cantería cuyos rasgos apenas se podían adivinar.

Pedí una lámpara al encargado para poder ver mejor, pero me dijo que no la había. Más bien creo que no me quería dejar solo. El rollo de la cámara se me había terminado y no podía ni siquiera intentar tomar una foto con flash para más tarde verla, ya impresa. Lo único que pude hacer fue disparar varias veces en vacío el flash de la cámara, y así a intervalos, casi como si estuviera a la luz de los relámpagos, recuerdo que pude ver una cornisa, una cruz y algunas letras.

Apenas el pasado miércoles 27 de agosto accedí nuevamente a aquella alacena misteriosa. Ahora ya tiene luz eléctrica y admirar la vieja portada resulta por tanto mucho más sencillo. Pero el espacio es tan pequeño en verdad, que tomar una fotografía resultó algo complicado, ya que ni siquiera podía arrodillarme para que cupiera completa en mi toma. A pesar de ello tomé varias fotografías que son las que ahora les muestro aquí.

Lo que se observa de esta portada es solamente una parte de ella, ya que no se advierten las jambas por estar empotradas en el muro y la oración labrada en su dintel se encuentra cortada por los extremos. Este dintel es monolítico, circunstancia extraña para la época a la que, por su estilo neoclásico, parece pertenecer el conjunto. Ello, junto con una casi imperceptible diferencia de color en la piedra me lleva a pensar que quizá el marco es más antiguo y sólo el entablamento se le añadió a mediados del siglo XIX.

Al centro del dintel aparece labrada, incisa, una cruz, y a sus lados se despliegan las frases [ALAB]ADO SEA EL SANTISIMO SACRAM[ENTO Y] LA CONCEPSION [sic] SIN MANCHA DE LA [VIRGEN MARÍA], que componen el Alabado, una oración o jaculatoria muy común en otros tiempos, que servía de preparación para las labores cotidianas y se utilizaba con frecuencia, rezada de rodillas, para dar principio a las reuniones no sólo de carácter eclesiástico, sino también civil e incluso particular. Al grabarla en este sitio, seguramente se hacía con la intención de que el celebrante y su sacristán recitaran la jaculatoria antes de la celebración de los primeros oficios litúrgicos del día.

Sobre este dintel está un entablamento sostenido en los extremos por un par de ménsulas muy parecidas a las que se pueden ver los balcones de varias casas aculquenses, como la Casa de don Juan Lara Alva, similares a los triglifos del orden dórico. Entre ellas se despliega una serie de ocho relieves inspirados sin duda en las metopas circulares de la arquitectura griega y romana, pero dispuestas con muy poco clasicismo en dos niveles distintos y sin estar alternadas con triglifos. Bajo estas pseudometopas corre un relieve todavía menos clasicista de óvalos continuos en bajorrelieve muy probablemente basados en las ovas que suelen adornar las molduras en el orden jónico. Corona la composición una cornisa de poco vuelo y escasa anchura.

De tal manera, aunque inspirada sin duda alguna en el arte neoclásico, esta portada resulta en realidad muy poco clásica por el desorden de sus elementos. Podríamos hablar, quizá, de un estilo neoclásico popular. Ello no le resta ningún interés como testimonio histórico, tanto por su elaborada talla que nos habla del gusto de la época en que se construyó, como por su inscripción que nos remonta a los usos de mediados del siglo XIX, y especialmente por su anómala ubicación.

Sobre esto último cabe, naturalmente, preguntarse, ¿qué hace ahí esta portada, guardada en una alacena? Es evidente, en primer lugar, que se trata de un acceso perdido a la sacristía, ya que se encuentra a eje con el centro de la bóveda norte de este espacio y mirando hacia el convento. Es decir, no parece ser un vestigio de alguna otra construcción. Es, además, con toda probabilidad, el acceso principal hacia el edificio conventual, ya que ni la entrada actual, ni la que da hacia el templo, tuvieron ornamentación semejante a la suya.

Pero, entonces, ¿por qué se bloqueó y ocultó? Creo que existen dos posibilidades: la primera, que al labrarse esta portada se tenía la intención de hacerla visible rompiendo el muro del salón contiguo, que probablemente era la sala De Profundis del cenobio. Al decidirse finalmente no hacerlo así, la puerta quedó sin uso y, en un arranque de practicidad, se decidió convertir el espacio en simple alacena. La otra posibilidad es que la comunicación con dicho salón sí haya existido en el pasado, incluso que haya durado muchos años, hasta tiempos relativamente recientes. Pero algún cambio en su uso determinó que se cerrara la comunicación y se condenara esta portada a dormir oculta, casi sería mejor decir escondida, por los siglos de los siglos.

domingo, 14 de septiembre de 2014

¿Era el tesoro que Hidalgo perdió en Aculco?

Ahora que se acerca un aniversario más del Grito de Dolores, creo oportuno compartirles esta narración acerca del tesoro que Hidalgo pudo haber dejado en Aculco. Casi toda la crónica está tomada directamente de mi libro Ñadó, un monte, una hacienda, una historia (Gobierno del Estado de México, 2009), aunque adaptado para este blog y con alguna información adicional. Espero lo disfruten.

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Apenas iniciada la vida independiente del país, sucedió un hecho misterioso en Aculco en el que estuvieron involucradas las más altas autoridades del entonces Imperio Mexicano. Todo comenzó el 9 de noviembre de 1821, cuando el aún no designado emperador Agustín de Iturbide envió a tierras aculquenses un cuerpo militar formado por cincuenta hombres de caballería al mando del coronel Jesús Gómez de Aguado (quien según se dice había militado en el ejército de Hidalgo) con una comisión suya “interesante a la Patria”, que no se hizo pública.(1)

Ese extraño interés por Aculco y el secreto en el que Gómez de Aguado y sus hombres realizaron el encargo podría parecer un suceso sin importancia. Pero pocos días después se presentó ante Salvador de Garfias, alcalde del pueblo, José María Correa, quien portaba un documento firmado por Iturbide con fecha del 21 de noviembre que le facultaba para la extracción de ciertos caudales "ocultos" en la "poza del salto del río Ñadó". Por no haber podido realizar en ese momento la operación, se retiró para regresar varias semanas después a terminar el trabajo. En el intervalo, sin embargo, se hizo presente ante los funcionarios municipales Ignacio García de la Madrid con una orden de la regencia del Imperio del 13 de diciembre que le autorizaba la extracción de tesoros de diversos lugares, razón por la que aseguraba le correspondía también el caudal de la poza del salto:

Habiéndose servido el Supremo Consejo de Regencia conceder su permiso a D. Ignacio García de la Madrid para la extracción de varios tesoros que denunció, ha tenido a bien disponer que por los justicias y ayuntamientos a quienes ocurriese el interesado en solicitud de todos los auxilios que necesite se le franqueen inmediatamente, siempre que no resulten en perjuicio de tercero. Lo que de orden de Su Alteza Serenísima prevengo a todos los jueces, ayuntamientos y demás autoridades a quienes fuese presentada esta orden cumplan y hagan cumplir su contenido, en lo que harán un servicio a la Nación.(2)

Vuelto Correa y al enterarse de la pretensión de García de la Madrid, protestó ante el alcalde, asegurando que su autorización era precisa acerca del sitio designado, mientras que la del otro era poco concreta:

En la mañana de este día se me ha manifestado por Vd. una orden del Excelentísimo. Sr. Ministro Universal de Hacienda, que ha dirigido a este Ilustre Ayuntamiento D. Ygnacio García de la Madrid, relativa a facultad que le concede la Suprema Regencia del Imperio para extraer varios tesoros que se hayan ocultos en diversos parajes de este distrito, etcétera: Y como en la generalidad de esta orden no se comprende la del salto del Río de Ñadó, suplico a Vd. se sirva decirme, si esta totalidad de facultad, destruye la especial que se me está concedida por el serenísimo Sr. Almirante, insertada en oficio del Sr. Gral. del Ejército de Retaguardia D. Luis Quintanar fecha 22 del próximo pasado noviembre, que presenté al Ayuntamiento de éste: y si no, dígame Vd. si está dispuesto a prestarme los auxilios que he solicitado desde mi ingreso en éste.

Es público y notorio que desde aquella época no he perdido momento en practicar diligencias relativas del desempeño de mi comisión, sin cesar de operar como probaré oportunamente, y refiriéndome a la que toca Vd. acreditar le suplico tenga la bondad de ampliarme la certificación que solicité se me diera en el mismo acto de mi comparecencia: sirviéndose Vd. asimismo acusarme recibo de éste por ser efectivo a los fines consiguientes.(3)

El alcalde coincidía con don José María en que dentro del permiso general que tenía García de la Madrid, el de Correa podía considerarse una excepción y que él era quien debía realizar la extracción del tesoro. Pero decidió consultar antes al Consejo de Regencia para despejar cualquier duda. (4) En tanto obtenía una respuesta, Garfias impidió a los dos individuos el emprender acción alguna, pues consideraba el asunto como de mucha “importancia a la Nación”. Para ello comisionó a un regidor encargado del resguardo de la poza. (5)

Contrario a la opinión del alcalde y aún a su sensata determinación de impedir el acceso a de los demandantes al lugar, el Subdelegado de Tula, don Juan José Valverde, tomó partido a favor de García de la Madrid y amenazó con viajar a Aculco para autorizar personalmente la extracción del tesoro. Garfias respondió valientemente que no permitiría tal ultraje a su autoridad, ni la intervención del funcionario en un territorio que no pertenecía a su jurisdicción. (6)

Finalmente, el 11 de enero de 1822 el Ministro Universal de Hacienda, Rafael Pérez Maldonado, respondió a la consulta del ayuntamiento aculquense. Para sorpresa de la autoridad municipal, el permiso le fue confirmado a García de la Madrid y negado expresamente a José María Correa. (7) Y no sólo esto, sino que para mayor disgusto de don Salvador de Garfias, el 29 de enero de siguiente Maldonado envió otra carta al Subdelegado de Tula, con copia para el Ayuntamiento de Aculco en la que le decía que

...esta disposición en manera alguna varió ni reformó la comisión conferida a Vd. para intervenir en las extracciones de tesoros y mucho menos autorizó al citado Alcalde para mezclarse en otra cosa que en dejar á García de la Madrid, verificar la expresada extracción en los términos bajo que Su Alteza Serenísima le concedió el permiso para ella el 13 del último diciembre y para lo que calificó por conveniente la intervención de Vd. sin embargo de ser de otra jurisdicción diversa de la de Aculco. (8)

Es importante recordar que el erario del Imperio Mexicano se hallaba agotado en aquellos primeros momentos de independencia. Tales permisos de extracción de tesoros ocupaban el interés de las más altas autoridades hacendarias debido a la necesidad que tenían de hacerse de recursos para solventar las necesidades más apremiantes de la administración:

... necesitado a la vez el gobierno de abundantes recursos para pagar el numeroso ejército que había combatido por la independencia, y para reparar los daños de once años de guerra, se encontró desde luego con un deficiente de cosa de dos millones de pesos. (9)

Tal como lo recomendó el ministro Maldonado, el Ayuntamiento de Aculco no volvió a tratar el asunto y es por ello que no conocemos el final del incidente, ni siquiera si llegó a encontrarse algún valor en la poza. Sólo añadiremos que la tradición local le señala el origen de este tesoro en los caudales que el ejército de Hidalgo obtuvo como botín tras la toma de Guanajuato en 1810 (unos tres millones de pesos en oro y plata conforme a algunas estimaciones, de los que tan sólo mil 625 pesos habrían sido recuperados por los realistas en la acción de Aculco del 7 de noviembre de 1810). Esta leyenda tuvo eco incluso desde antes que terminara la guerra, hacia 1818, cuando se intentó desaguar una poza (creemos que la misma) donde según se decía, los “primeros cabecillas de la rebelión echaron cantidad de reales.” (10)

La versión de este origen tiene buen fundamento: de acuerdo con la narración del insurgente Pedro García, parte de los fondos insurgentes fueron abandonados en el campo de batalla de Aculco, cuando Allende mismo rompió las talegas de dinero para distraer la atención de los realistas y cesar su persecución, mientras muchos insurgentes huían precisamente hacia la zona de Ñadó. No es inverosímil, entre muchas posibilidades, que alguno de los fugitivos haya tomado alguna parte del caudal y al verse estorbado por él terminara por arrojarlo a la poza del salto. (11) Que las arcas insurgentes debieron hallarse precisamente en las cercanías de una de las dos cascadas del río Ñadó parece demostrado en el impreciso mapa de la batalla que publicó Bustamante, en el que los “equipajes” aparecen situados cerca del cerro del Tixhiñú, que él nombra equivocadamente Cerro de Aculco. (12) (Para más detalle, ver en este blog: "El campo de batalla de Aculco") Creo, pues, que la llamada "poza del salto del río Ñadó" debe ser la que forma la primera cascada, la llamada precisamente del Tixhiñú.

Pero en esta historia, de manera muy destacada, está el testimonio mismo de don Miguel Hidalgo, quien ya estando prisionero e interrogado ante sus jueces en la ciudad de Chihuahua acerca de lo que había hecho con "tantos caudales, así metálico como en efectos de todas clases, tanto del Rey como de los particulares y los que tomado de las iglesias", respondió:

Que aunque es cierto que la masa de la insurrección se ha apoderado y dilapidado muchos caudales de todas clases, no es grande la cantidad que ha entrado en el fondo de ella, pues por lo que toca al declarante apenas había entrado en su poder un millón del que se quedaron cerca de trescientos mil pesos en Aculco... (14)

De esos trescientos mil pesos que precisa Hidalgo, Calleja, sólo decíamos líneas arriba, sólo recuperó 1,625 pesos, por lo que no es de ninguna manera descabellado pensar que parte del dinero quedó oculto en algún lugar de los alrededores del pueblo y muy factiblemente en aquella poza del salto. Quizá sigue aún ahí, esperando al descubridor del tesoro que Miguel Hidalgo dejó en Aculco.

 

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(1) Salvoconducto del Capitán Don Jesús Gómez de Aguado, firmado por Iturbide. 9 de noviembre de 1821. Colección particular (CP).

(2) Carta de Maldonado ordenando que las autoridades le presten todos los auxilios a don Ignacio García en la extracción de tesoros. México, 13 de diciembre de 1821. Secc. Justicia. Año de 1821. Archivo Histórico Municipal de Aculco (AHMA)

(3) Oficio de D. José Ma. Correa al Ayuntamiento de Aculco, 4 de enero de 1822. CP.

(4) Contestación al oficio de D. José Ma. Correa., enero 4 de 1822. Se encuentra en el libro 1 de Actas de Cabildo, que va de 1820 a 1832. AHMA.

(5) Carta del Ayuntamiento de Aculco al Supremo Consejo de Regencia del Imperio, enero de 1822. Se encuentra en el libro de Actas de Cabildo de 1820 a 1832. AHMA.

(6) Carta al Subdelegado D. Juan José Valverde, enero 21 de 1822. Se encuentra copiada en el libro 1 de Actas de Cabildo de 1820 a 1832. AHMA.

(7) Carta de Maldonado al Ayuntamiento de Aculco, enero 11 de 1822. CP.

(8) Carta de Maldonado al Ayuntamiento de Aculco, enero 28 de 1822. CP.

(9) Payno, Manuel. México y sus cuestiones financieras con la Inglaterra, la España y la Francia. México, 1862. Imprenta de Ignacio Cumplido. Pág. 2.

(10) Indiferente Virreinal – Operaciones de Guerra. Caja 6004. Exp. 19. Archivo General de la Nación (AGN).

(11) García, Pedro. “Con el Cura Hidalgo”. Citado por Fuente, José María de la. Hidalgo íntimo. México, 1910. Págs. 286-289.

(12) Bustamante, Carlos María de. Cuadro Histórico de la Revolución Mexicana... Tomo I. Pág. 92.

(14) Causa militar contra Miguel Hidalgo y Costilla, paleografía y edición electrónica del AGN.

domingo, 7 de septiembre de 2014

¿"Dragones" en la torre?

Hace unos años publiqué en este blog una serie de tres artículos a los que titulé "Bestiario aculquense", cuyas ligas pongo después de este párrafo por si alguno de los visitantes quiere leerlos nuevamente o por lo menos darse una idea de su contenido. Como el título indica, se trataba de un esbozo de catálogo de las representaciones animales en Aculco través de los siglos.

Bestiario aculquense I

Bestiario aculquense II

Bestiario aculquense III

Más allá de la necesaria actualización en aquellos textos -pues en el tiempo transcurrido desde entonces he conocido algunas piezas que deberían sumárseles, además de haber tenido noticia de la restauración de otras- creo importante dedicar un espacio propio a uno de los más recientes y sorprendentes hallazgos, ni más ni menos que en la parroquia de Aculco, el más importante edificio histórico de este municipio. Pero no nos detengamos más, vayamos a ella.

Debido a que el acceso a lo que fue la huerta del antiguo convento no es público, probablemente la mayoría de los lectores no han tenido oportunidad de observar desde la cercanía los relieves de la cara oriente de la torre del templo parroquial. A simple vista, es fácil advertir que esta cara recibió menos atención de parte de sus constructores: los sillares se acomodaron con menos cuidado, la cantería se alterna con desidia con la mampostería, e incluso es claro que algunos de sus relieves no fueron concluidos. Es más, las reparaciones efectuadas en esta parte de la torre en tiempos relativamente recientes se ejecutaron también sin gran atención a la estética de los acabados (como una jamba sur del arco del tercer cuerpo, realizada o por lo menos recubierta con concreto). Todo ello, seguramente, porque se trata de la cara menos observada y son pocos los que se pueden acercar a contemplarla.

Pero precisamente por ello fue una verdadera sorpresa para mí encontrar, apenas el pasado el miércoles 27 de agosto, en un sitio donde sólo creía poder hallar relieves vegetales como los de las otras caras de la torre, un par de representaciones animales labradas en bajorrelieve. Estas dos criaturas se encuentran en la arquivolta del arco del segundo cuerpo de la torre, inmediatamente encima de las impostas. La rudeza del labrado les da un aire medieval, pero es más probable que esté inspirado en algún grabado renacentista, como parece sugerir la "planta" que parece salir de su hocico y se curva de manera que recuerda a los grutescos del siglo XVI. Tan difícil es en realidad distinguirlas, que sólo al revisar en mi casa las fotografías que tomé ese día pude darme cuenta de que estaban ahí.

La primera reacción al ver estas bestias, sugerida además por su postura con la cabeza vuelta hacia atrás, es creer que se trata de corderos pascuales, una prefiguración simbólica de Cristo que procede del Éxodo. Pero enseguida saltan al ojo atento rasgos que no corresponden a tan pacífica representación: la larga cola retorcida, las garras de las patas, la posición rampante, las largas orejas. En su rostro de perfil convexo hay algo más de caballuno que de ovino, y mucho de malévolo en el ojo de uno de ellos.

Es difícil aventurar sin tener mejores fotografías y sin una más profunda investigación de qué animales se trata, si son animales reales o fantásticos y, sobre todo, por qué están ahí. A pesar de ello, quiero señalar dos rasgos curiosos y sorprendentes de estos dos seres: el primero, la larga cola retorcida, una característica con la que desde la Edad Media se representaba a los dragones, pues se decía que formando nudos con sus colas eran capaces incluso de matar a los elefantes; el segundo es el relieve, la "planta" que parece surgir de las bocas de estos animales y que a simple vista parece uno de tantos róleos vegetales que cubren esta fachada... pero, ¿no podría tratarse quizá de llamas que emergen precisamente de sus fauces? Alguno podría señalar que para ser dragones les faltan alas y tendría razón, pues las representaciones habituales las incluyen. Pero también existieron imágenes de dragones ápteros (sin alas) en el arte de otros siglos.

La inspiración de estos y otros relieves de la fachada de la parroquia de Aculco parece provenir de grabados de libros de los siglos XV y XVI, hecho que comparten con los ornatos de otros templos mexicanos (lo que ha sido ampliamente documentado), si bien casi todos ellos pertenecen al primer siglo de la colonización, mientras que los de nuestro pueblo se pueden fechar con razonable certeza a fines del siglo XVII y principios del XVIII. Ello lo convertiría en un ejemplo bastante tardío del uso de grabados renacentistas en la arquitectura. Ahora bien, hallar el grabado específico del que proviene el modelo de los relieves de Aculco es tarea de largo plazo. Por ahora, muestro aquí varios grabados que tienen alguna relación formal y estilística con ellos, aunque ninguno se puede considerar modelo de los "dragones" de la torre.

Espero poder aportar más adelante alguna información adicional sobre las fuentes de inspiración de este par de interesantísimos relieves. Por ahora creo suficiente compartirles su ubicación y agregarlos a la lista de maravillas que recorriendo con calma los ornatos del edificio parroquial, pueden hallarse para sorpresa de los habitantes y visitantes de Aculco.