miércoles, 10 de enero de 2024

Un testamento otomí de 1684

Varias veces les he contado en este blog la manera en que los cambios demográficos, sociales y culturales de Aculco a partir de la segunda mitad del siglo XVIII hicieron que mucho de su pasado se olvidara, debido a que los documentos escritos en lengua otomí en su historia temprana fueron perdiendo inteligibilidad -y con ello relevancia- en una población crecientemente mestiza y de habla española. Pocos documentos otomíes sobrevivieron a ese olvido, pero incluso éstos resultan todavía poco aprovechables hoy en día, debido a las grandes dificultades que encierra la traducción del otomí colonial al castellano.

Unos cuantos papeles, sin embargo, fueron traducidos del otomí desde tiempos antiguos y por ello podemos conocer su contenido. Es el caso del que hoy les presento: el testamento de doña Juana María, india noble viuda de don Alonso García, redactado en lengua otomí en el año de 1684 y "vuelto al idioma castellano" más tarde, posiblemente ya muy entrado el siglo XVIII (1). Más allá de las disposiciones testamentarias de doña Juana, este interesante documento resulta valioso al proporcionarnos nombres de lugares, indicios de ciertas costumbres y detalles curiosos de la vida social de Aculco en la época. Vayamos primero a la transcripción de este documento y más tarde haré algunos comentarios.

 

Certifico en cuanto puedo y debo con la orden verbal del señor juez eclesiástico y en mi presencia Ygnacio Carabajal fiscal y alcalde ordinario, volvió al idioma castellano los testamentos cuyos testimonios saco a los originales que mostró el señor juez eclesiástico y es como sigue:

 

En nombre de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas distintas y un solo Dios verdadero, creo que es creador de todas las cosas y creo asimismo todo aquello que nos enseña nuestra Santa Madre Iglesia Católica. Yo doña Juana María, viuda de don Alonso García, aunque estoy enferma de la enfermedad que Dios me ha dado, estoy en mi entero juicio y cinco sentidos, y porque deseo que mi alma se salve, hago este mi testamento.

Lo primero, digo: que entrego mi alma a mi creador que me redimió con su preciosa sangre, la que pongo en sus santísimas manos para que se apiade de mí, y ruego a mi Señora la Virgen María que le pida a su Santísimo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, me perdone mis pecados.

Lo segundo, digo: que mi cuerpo lo entrego a la tierra dándole sepultura en la iglesia de San Gerónimo Aculco.

Lo tercero, confieso que espero morir y por tanto declaro que estoy pobre sin tener bienes ni dinero; y que he pagado mucha dependencia que debía mi difunto esposo. Primeramente pagué a don Bartolo Vicente Metzcual treinta y dos pesos que debía mi difunto esposo. Ytem diez pesos que pagué al secretario Hernández Vázquez. Ytem veinte pesos que pagué al señor don Antonio Navarrete, y esta dependencia no la corrió ni la gastó el difunto mi esposo, ni se gastó ni en mí ni en sus hijos, sino que se gastó en la iglesia, en pagar a los padres los tercios que no había de dónde sacar para enterarlos.

Ytem, vendí todos los cerdos, vacas y ovejas del difunto mi esposo para poder completar los tercios de los mencionados padres.

Ytem más cincuenta pesos que enteraba cada año para completar los doscientos pesos que se daban cada año a los referidos padres.

Ytem declaro que siete años estuvo enterando con sus propios bienes, maíz y trigo para la manutención de dichos padres por la necesidad que en todo este tiempo hubo, que bien sabe Dios cómo nos hallábamos y por esto quedamos pobres. Ytem declaro que todas las milpas viejas que sembrábamos, sus cosechas eran para ayuda de todos los gastos mencionados que haría mi difunto marido en la iglesia, y así pido y suplico a todos los señores de República de este pueblo, y también a los venideros, que me ayuden y vean a estos mis hijos, para que a ninguno les quiten las tierras que les quedan.

Ytem declaro que la tierra de la Piedra Sonadora se la dejo a mi yerno Francisco Miguel para que la mitad de dicha milpa o tierra para Señor San Miguel.

Ytem la milpa de la Laguna la dejo a mi yerno Francisco Cristóbal para que la mitad de dicha milpa sea para Señor San Miguel.

Ytem, la milpa de mi difunto hijo Acencio se la dejo a José García y estas mis casas se las dejo a mi hija mayor Gerónima Juana, y una cocina que era por donde sale el sol.

Ytem, declaro que a la parte del poniente está una milpa de riego, la que dejo a mis dos yernos, en la que caben dos cargas de trigo, la que procuren trabajar para que su fruto sea en culto de Nuestra Señora en todos los años y así se conserve la costumbre que había tenido el difunto mi marido.

Ytem, declaro que una milpa que está hacia donde se mete el sol, en donde está un capulín, se la di desde cuánto tiempo ha a una hija mía nombrada Petrona.

Ytem, las casas que están en el pueblo de Aculco que eran del difunto mi esposo se las dejo a todos mis hijos que yo menciono y también a Diego Felipe para que vengan a parar en la cuaresma y días de festividades, pascuas y domingos, y entre todos las habrán de techar y reparar todo lo que se descomponga.

Ytem, los magueyes que están detrás de la casa los dejo para todos los mencionados hijos, y siempre que quiebren magueyes han de trasponer los hijos para que no se destruyan o acaben, y lo que saliere de los magueyes será para que le digan una misa a mi difunto marido y otra para mi alma, lo que sobrare para que se ayuden todos para su manutención.

Ytem, una yunta de bueyes la dejo a mis dos hijos para que se sirvan de ella y acarreen leña y también para que siembren las milpas de la Virgen y de Señor San Miguel, para su misas e incienso, y velas, y sirvan mis hijos como sirvió mi difunto marido, pues así lo dejó mandado, y aquí cesa lo que declaro.

Todo esto que he dicho lo dejo a mi yerno Francisco Cristóbal para que lo cumpla como mi albacea primero, y encargo a estos mis hijos que me sepulten mi cuerpo con misa y responso. Ytem, encargo al mayordomo y diputados de la Cofradía del Santísimo Sacramento que me ayuden o encomienden a Dios.

Ytem, cuanto he declarado quiero que se guarde y cumpla, y que no lo desbarate nadie, le añada o quite, ni lo tengan por falso. Ytem declaro que mi hijo don Lucas me debe tres pesos que cobrarán para ayuda de mi entierro. Ytem, declaro que todo esto lo oyen mis hijos quienes están de testigos, y sí lo oyó también don Luis Martín Cabrera, Juan de Guzmán y Mercado, y Diego Martín Pérez, quienes lo firmaron en cuatro de abril de mil seiscientos ochenta y cuatro años. = Don Luis Martín Cabrera = Diego Martín Pérez = Juan de Guzmán y Mercado.

Para empezar a comentar de este documento, hay que señalar que ya he hablado antes en este blog de la familia de la testadora, pues doña Juana María (o Ana María como aparece en otros papeles) y don Alonso García fueron padres de don Diego Felipe García de la Cruz, maestro de capilla del convento de Aculco. Gracias a los detalles que ya conocemos sobre este músico, podemos suponer que la familia, perteneciente a la nobleza otomí (es decir, a los que se solía llamr "caciques" o "principales" y siempre se le anteponía a su nombre el "don" o "doña), era oriunda de Santa María Nativitas (a tres kilómetros al oriente de San Gerónimo Aculco, del que se consideraba entonces barrio y no un pueblo separado), donde estaría la casa en la que habitó y testó Juana María, así como la mayor parte de sus bienes. Esto lo confirma el registro de defunción de la mujer, muerta el 18 de abril de 1684, a la que se califica como "viuda del pueblo de Santa María" (2).

Era muy frecuente, casi una costumbre o una seña de humildad, que en los testamentos indígenas el testador subrayara su pobreza, tal como lo hizo Juana María. Es difícil aceptar esto fácilmente dado que la mujer dejó a sus herederos casas, milpas, magueyeras y ganados, no obstante, se puede entender esa pobreza relativa en su contexto. Se trataba de una mujer viuda perteneciente a la clase alta indígena que por la muerte de su esposo se había visto en la necesidad de hacer fuertes gastos tanto para cubrir las deudas de éste como para pagar otros conceptos que por costumbre, devoción u obligación del cónyuge tuvo que hacer a la Iglesia. Así, por deudas simples de don Alonso García había pagado sólo 42 pesos, pero por razón de tributos (que es lo que la viuda llama tercios, pues se pagaban a lo largo del año en terceras partes) y manutención de los franciscanos del convento erogó 20 pesos (que había prestado don Antonio Navarrete), todos sus cerdos, vacas y ovejas. Antes había dado 50 pesos anuales (de los 200 que los naturales daban a los religiosos) durante siete años "y por esto quedamos pobres". ¿Por qué don Alonso y luego su viuda cargaban con estas onerosas obligaciones -que correspondían a todo el pueblo, no sólo a ellos- más allá de "la necesidad que en todo este tiempo hubo"?, ¿Qué impedía a otros indígenas, especialmente a otros "caciques" o "principales", cubrir una parte mayor que hiciera menos gravosa la carga para este matrimonio?

Es curioso también que en esta situación muchos de los bienes que dejó doña Juana María hayan estado destinados a obras piadosas: la mitad de la milpa de la Piedra Sonadora y la mitad de la milpa de la Laguna para el culto del Señor San Miguel; una milpa de riego para el culto de Nuestra Señora; unos magueyes para celebrar una misa anual a ella y su esposo; una yunta para que con parte de su trabajo se sembraran las milpas del Señor San Miguel y de la Virgen, así como misas, incienso y velas. La explicación es que probablemente se trataba de una especie de mandas transmitidas de generación en generación, como dejan entrever las expresiones "se conserve la costumbre que había tenido el difunto mi marido" y "sirvan mis hijos como sirvió mi difunto marido, pues así lo dejó mandado". El testamento de su hijo Diego Felipe García de la Cruz parece confirmar esto, pues él legó también en 1729 "una yunta de bueyes [...] para que le sirva al Señor San Miguel y una milpa que era allá en la Piedra Sonadora [...] como me la dejó el difunto mi señor así se la dejo yo", así como los magueyes del patio de su casa (que quizá eran los mismos de su madre) "a Nuestra Señora de este pueblito [de Santa María Nativitas] para cera e incienso" (3).

El topónimo Piedra Sonadora muy probablemente es una traducción del otomí, en que se habría escrito, quizá, Zünido. ¿Existirá todavía cerca de Santa María un lugar con ese nombre? El sitio de La Laguna, por otro lado, es un lugar frecuentemente mencionado en documentos antiguos, pero su ubicación es difícil de precisar pues cualquier acumulación natural de agua que haya existido entonces en la zona ha desaparecido. Quizá corresponde al punto en que se construyeron presas más tarde, como la de Taxhingú o incluso la zona de Los Planes, entre Santa María y Aculco, zona sabidamente inundable.

Entre los otros personajes mencionados en el testamento, sobresale un apellido náhuatl: el de Bartolo Vicente Metzcual -es decir Mixcóatl- aunque no sabemos si el traductor leyó en el original su forma otomí Et'axäkak'ëngüi y lo trasladó a aquella lengua o lo usaba ya en esa forma, haya sido o no un indígena nahua. Don Antonio de Navarrete, por su parte, era un español, en algún tiempo dueño de la hacienda de Totó (1733), que solía actuar como testigo en los asuntos de los naturales y que por lo visto servía también como prestamista. Los tres testigos mencionados al final -Don Luis Martín Cabrera, Diego Martín Pérez y Juan de Guzmán y Mercado- eran también seguramente españoles, que por su calidad solían citarse para certificar con mayor peso la veracidad de un documento.

Finalmente, es interesante la disposición por la cual la casa de su difunto esposo en Aculco la deja a todos sus hijos "para que vengan a parar en la cuaresma y días de festividades, pascuas y domingos", ocasiones en que seguramente dejaban sus casas en Santa María Nativitas para acudir a la parroquia. Una costumbre que posiblemente compartían muchas familias aculquenses de la época.

 

NOTAS:

(1) "México, México, registros parroquiales, 1567-1970," database with images, FamilySearch (https://familysearch.org/ark:/61903/3:1:939X-DB11-V?cc=1837908&wc=MGVW-GP8%3A164300601%2C164305102%2C165872001 : 21 May 2014), Aculco de Espinosa > San Jerónimo > Información matrimonial 1712-1808 > image 37 of 621; parroquias Católicas, Estado de Mexico (Catholic Church parishes, Estado de Mexico).

(2) "México, México, registros parroquiales, 1567-1970," database with images, FamilySearch (https://familysearch.org/ark:/61903/3:1:939X-QL4H-W?cc=1837908&wc=MGNZ-PT5%3A164300601%2C164305102%2C165570901 : 21 May 2014), Aculco de Espinosa > San Jerónimo > Defunciones 1679-1762 > image 14 of 1145; parroquias Católicas, Estado de Mexico (Catholic Church parishes, Estado de Mexico).

(3) "México, México, registros parroquiales, 1567-1970," database with images, FamilySearch (https://familysearch.org/ark:/61903/3:1:939X-DB9M-7V?cc=1837908&wc=MGVW-GP8%3A164300601%2C164305102%2C165872001 : 21 May 2014), Aculco de Espinosa > San Jerónimo > Información matrimonial 1712-1808 > image 41 of 621; parroquias Católicas, Estado de Mexico (Catholic Church parishes, Estado de Mexico).