Un garitón es una torrecilla de vigilancia, normalmente con espacio apenas suficiente para albergar uno o dos centinelas, que se construía en los ángulos o puntos débiles de algunos edificios para su protección. Habitualmente estaba dotado de aspilleras, es decir, ventanas pequeñas, alargadas y muy estrechas que permitían disparar fusiles o flechas desde el interior. Fuera de estas características esenciales, los garitones podían construirse en las más variadas formas: cilíndricos o poligonales, alineados con los muros o salientes, en piedra, madera o mampostería, coronados por almenas, por una cupulilla o por un chapitel, etcétera.
En México, los garitones fueron habituales en las fortificaciones como las murallas de Campeche, el fuerte de San Juan de Ulúa o el fuerte de Perote. Algunos conventos-fortaleza, como el de Tula, Hidalgo o el de Yecapixtla, Morelos, tuvieron también garitones, aunque son más ornamentales que funcionales. Incluso el Palacio Nacional cuenta con pares de garitones a nivel de calle adosados a los lados de sus tres entradas principales. Pero seguramente estas torrecillas protectoras fueron más abundantes en los ranchos y haciendas, aislados y expuestos como estaban al bandidaje, especialmente en el siglo XIX y después en la Revolución.
En Aculco por lo menos dos fincas tuvieron garitones: Arroyozarco, en el edificio del Despacho que era la bodega principal de la hacienda, y Cofradía, en la casa principal que servía de habitación al propietario.
Los garitones de la hacienda de Cofradía se distibuyen en los cuatro ángulos del edificio. Parecen ser de construcción anterior al portal de su frente, que se levantó en 1917. Su cuerpo es cilíndrico y su cubierta cónica. Cuentan con aspilleras hacia todos los vientos y están pintadas con franjas rojo almagre y blanco, aunque no es seguro que esta decoración siga la que tuvieron antiguamente. Son pequeñas, no sobresalen más de metro y medio de altura sobre el pretil de las azoteas.
Garitón sureste.
