viernes, 19 de junio de 2015

Arroyozarco en venta

Hace unos días me encontré con que la mitad de la "casa vieja" de Arroyozarco se encuentra a la venta, ofrecido como "terreno comercial". Este edificio, como lo he explicado ya en un artículo anterior que les invito a leer, pertenece al primer cuarto del siglo XVIII y fue levantado por los jesuitas cuando controlaban la hacienda como parte de las propiedades del Fondo Piadoso de las Californias que estaba bajo su administración.

De la construcción subsisten los planos de 1768 que nos permiten conocer con la mucha precisión el uso al que estaban destinadas sus distintas habitaciones y espacios. Así, por lo que vemos en las fotografías que sirven para anunciar la venta del inmueble, parece ser que la fracción que se ofrece es la que corresponde al viejo "patio de la matanza", donde eran sacrificados los borregos que constituían una parte importante de la producción de Arroyozarco, el área del obraje que incluía la vivienda del maestro tejedor, las bodegas de la lana, los cuartos de telares y las pilas para teñirla, la troje de caballerizas (que a principios del siglo XX se transformó en la galera en la que se guardaban las máquinas del ferrocarril de la Bucio Timber and Railway Company) y una sección de la huerta que estaba a espaldas del edificio. Un total de 12,936 metros cuadrados de terreno con 3,883.50 metros cuadrados de construcción

Ahora que se ha puesto de moda en esta región todo lo relacionado con el Camino Real de Tierra Adentro, este es precisamente uno de sus más significativos vestigios en el territorio municipal de Aculco. No sólo por la relación profunda de la hacienda de Arroyozarco con esta vía hacia el norte de México, sino en específico la sección ahora a la venta porque se relaciona directamente con el tránsito y aprovechamiento de los rebaños trashumantes que eran trasladados entre las haciendas jesuitas en distintas épocas del año. A continuacikón, las 17 fotografías que acompañan al primero de los anuncios.

Por el grado de abandono que tienen todas estas áreas es difícil pensar que su comprador quiera y pueda emprender una restauración adecuada, pues resultaría muy costosa. Aún así, no debemos perder de vista que se trata de una construcción declarada Monumento Histórico y por lo tanto protegida, por lo que aún estando sólo en pie los viejos paredones, cualquier obra realizada ahí debe contar con los permisos del INAH. Toca sobre todo a los vecinos de Arroyozarco vigilar que sea así y evitar que la ambición acabe por privarles de parte de su patrimonio histórico.

Si quieren ver los anuncios de la venta pueden pinchar aquí o aquí. Y si tienen los seis millones que piden quizá se animen a comprarlo.

domingo, 7 de junio de 2015

Un cerrojo forjado en 1797

Muy pocos ejemplos quedan ya en Aculco de buena herrería antigua como complemento de la arquitectura: escasas rejas de balcones y ventanas, unas pocas chapas y llamadores, algunas piezas sueltas ya sin uso. Quizá nunca abundaron realmente las piezas de este material -el hierro era relativamente caro durante el Virreinato y sólo en el siglo XIX empezó a usarse masivamente- pero lo cierto es que la destrucción de las viejas puertas de madera en la mayoría de las casas del pueblo se llevó consigo también casi todas las antiguas cerraduras, aldabas, fallebas, llamadores, chapetones y pasadores que con certeza existieron en ellas y que debieron ser los ejemplares más frecuentes y seguramente también los más interesantes.

El cerrojo que quiero mostrarles hoy subsiste colocado en un gran portón de metal moderno en el inmueble marcado con el número 24 de la calle de Morelos, una fracción del predio que todavía conocido por algunos como "el mesón". Desconozco si perteneció originalmente a ese sitio o si fue llevado de alguna otra parte, lo cierto es que por lo menos desde principios de la década de 1990 ha estado ahí, aunque por mucho tiempo estuvo colgado por la parte interna de la puerta, imposible por lo tanto de admirar para los transeúntes.

Ahora luce mirando hacia la calle y gracias a ello he podido fotografiarlo para mostrárselos en el blog. Como es fácil advertir, se trata de una gran pieza de hierro forjado con la habitual forma en T de los cerrojos del virreinato, donde la barra horizontal, sostenida en uno de sus extremos por un gozne mientras el otro está libre, sirve para atrancar las dos hojas del portón. La barra vertical permitía fijar el cerrojo a una chapa o a un candado, pero en este caso particular no podemos saberlo con certeza ya que esa parte parece haber sido alterada para poder cerrarse con un candado moderno.

Lo particular de este cerrojo es su ornamentación, que nos remite al barroco del siglo XVIII: la barra horizontal luce bandas vegetales grabadas sobre el hierro, y en el extremo izquierdo una leyenda cronológica: "Año de mil setesyentos [sic] 97". La barra vertical, por su parte, combina tres formas de trabajar el hierro: la forja ornamental, el grabado sobre su superficie y el calado. Así, su parte superior se adorna con una hermosa figura calada cuyo centro es ocupado por una forma inspirada quizá en la flor del granado, a los lados de la cual se despliega un par de animales -quizá perros- rampantes pero con la cabeza volteada hacia afuera, con grandes orejas y los costillares marcados. Entre esos "perros" que parecen guardarla, y la parte superior que afecta un poco la forma de una corona, esta figura parecería haber sido copiada de un escudo de la época. En la parte inferior, se une a este calado un segmento de sección cuadrangular torcido, que después se abre para formar un círculo adornado con grabados que semejan escamas en su cara visible y calabrotes en sus vértices. Continúa la barra vertical un segmento recto, grabado, que termina en una especie de tope trabajado de igual manera, tras el cual se encuentra la parte final del cerrojo, más aplanada y ya con menos adornos (entre los que sobresale un "clavo" piramidal).

No conozco en Aculco otra pieza de este tipo que pueda equiparársele en antigüedad, valor histórico y artístico, y mucho menos que siga en uso, como ésta. Es uno de tantos pequeños tesoros que guarda nuestro pueblo y que puedes apreciar si caminas por él con los ojos bien abiertos.