Todos sabemos que el municipio de Aculco tiene una frontera bastante larga con los muncipios de Amealco y San Juan del Río del estado de Querétaro, cercana a los 30 kilómetros de longitud. Incluso podemos advertir en el mapa que, en la zona de San Pedro Denxhi, el territorio aculquense se adentra en tierras queretanas por casi siete kilómetros, como una península rodeada por profundas barrancas. Sin embargo, este trazo es relativamente reciente, tanto así que la última modificación a los límites estatales ocurrió apenas hace unos veinticinco años.
Pero hace mucho más tiempo, antes de la independencia de México, una gran extensión de tierras ahora pertenecientes a Querétaro formó parte efectivamente de la jurisdicción de Aculco. Los pueblos ahora amealcenses de San Ildefonso Tultepec, Santiago Mexquititlán, San Pedro Tenango, San José Ithó, así como las haciendas de Santa Clara del Apartadero, Vaquería y San Nicolás de la Torre, dependían en lo religioso del convento de Aculco y en lo civil se les gobernaba desde esta misma cabecera (1). Incluso el pueblo de Santa María Amealco y el vecino de San Juan Dehedó, que formaban parte de la parroquia de san Juan del Río, habían intentado unirse a Aculco en 1724 (2).
Sin embargo, en el año de 1755 el arzobispo Manuel Rubio y Salinas creó la nueva parroquia de Santa María Amealco y para ello tomó lo mismo pueblos pertenecientes a San Juan del Río que otros más que formaban parte de la vicaría de Aculco. Fue así que los los poblados que mencioné antes dejaron de estar relacionados en su administración religiosa con Aculco (3). Luego, en 1820 y en plena Guerra de Independencia, el virrey Juan Ruiz de Apodaca ordenó que esos mismos poblados se segregaran también en lo civil de Aculco y se anexaran a Amealco, con la intención de reducir el territorio de la subdelegación de Huichapan "por informes siniestros que se le hicieron", seguramente relacionados con la rebelión insurgente (4). Aunque todas estas tierras continuaban siendo parte de la misma Intendencia de México, dentro de ella Amealco estaba sujeto al corregimiento de Querétaro, mientras que Aculco era parte de la subdelegación de Huichapan. Esto determinó que en los años posteriores a la independencia, al establecerse la nueva división política federal en 1824 y crearse el estado de Querétaro, las tierras separadas de Aculco quedaran además en un estado distinto al de su antigua cabecera.
Con esta separación, Aculco perdió los pueblos con mayor presencia otomí en su territorio, como se puede comprobar aún hoy en día. Esa zona es a lo que nos referimos al hablar de un "Querétaro aculquense": tierras y comunidades que por más de 200 años fueron aculquenses, y con las que el municipio comparte historia y cultura. Y aunque al cabo del tiempo de uno y otro lado de la nueva frontera prácticamente se olvidó su anterior pertenencia, lo cierto es que Aculco mantuvo por necesidad una fuerte relación con el nuevo estado de Querétaro, especialmente con San Juan del Río, con el que se comunicaba a través del Camino Real de Tierra Adentro. Porque hacia el Estado de México, sólo el camino que llevaba a Jilotepec era relativamente de fácil tránsito, y el viaje hacia la capital estatal, Toluca, difícil, tardado y accidentado, por lo que los vecinos de nuestro pueblo preferían evitarlo.
Esta cercanísima relación entre Aculco y San Juan del Río llevó a que en 1856, cuando se discutía la nueva Constitución que habría de regir al país por las siguientes seis décadas, el diputado Ignacio Reyes propusiera de plano que nuestro municipio se incorporara al estado de Querétaro. La mayoría de los constituyentes de la comisión de división territorial rechazó esta idea, pues según ellos Aculco estaría en una condición más precaria ya que su nueva cabecera de partido (San Juan del Río) quedaría más retirada que la anterior (Jilotepec), lo que "entorpecería considerablemente la administración judicial y la política". Con todo, algunos diputados (el propio Ignacio Reyes, José María Mata, Rosas, Francisco Zarco, Auza, Rojas, Ignacio Ramírez y López) emitieron un voto particular, que defendía la idea de esa agregación:
Si una buena y acertada división territorial se ha de calcar sobre las bases del interés común, de la posición geográfica y de la homogeneidad de elementos, debe pertenecer a Querétaro no sólo la muy reducida y pobre municipalidad de la que se trata [Aculco], sino la parte interesante conocida con el nombre de Mezquital: todo esto con Querétaro debiera formar un estado, porque la naturaleza, el interés, la comodidad recíproca e identidad de elementos los unen; pero pues no se trata de esto, no es oportuno tampoco encargarse ahora de los adelantos materiales, de la fuerza política y social que vendrían en pos de esta unión a Huichapan, a Ixmiquilpan, a Tecozautla, a Alfajayucan, Zimapán, San Juan del Río y a Querétaro. Sólo sí nos ocuparemos brevemente de las ventajas que trae a Aculco su anexión a Querétaro.
La muncipalidad de Aculco nombre se compone del pueblo desl mismo nombre, del naciente de Polotitlán, de cuatro o seis congregaciones de indígenas, y de algunas haciendas y rancherías que tiene un censo de ocho a nieve mil habitantes sobre un terreno frío e inmediato al distrito de San Juan del estado de Querétaro. Pertenecen en lo judicial a Jilotepec, distante siete u ocho leguas sobre un camino montañoso y difícil, y en lo político a la villa de Tula, a dieciocho o veinte leguas. Unidos a Querétaro, quedarán agregados indefectiblemente a San Juan del Río, de cuya ciudad distan muy poco, y por un camino carretero y fácil de practicarse en pocas horas. Allí hallarán a la prefectura para sus asuntos administrativos y al juzgado de primera instancia para los judiciales. Y allí por último encontrarán las comodidades que no les pueden ofrecer Tula ni Jilotepec.
Sus relaciones de tráfico y mercantiles, ya de la gente que se llama de razón, y ya de la indñigena, son con San Juan del Río, más bien que con las cabeceras de distrito y partido a que ahora pertenecen. Sus relaciones sociales son más activas seguramente en San Juan del Río, en donde muchos vecinos de Aculco y Polotitlán tienen casas, que en Tula y Jilotepec. La buena administración de estos pueblos y la analogía que existe de sus elementos de subsistencia con los de san Juan del Río piden su agregación a Querétaro. Hay, además, otro motivo: esos pueblos son hoy imperceptibles en el gran mapa del Estado de México; se pierden en él como se pierde una sombra pequeña, débil y opaca, colocada en uno de los ángulos de un cuadro de colosales dimensiones. Perteneciendo a Querétaro se harán visibles, se harán notables, no serán sombra. Comenzarán a figurar en una escala que no se presentará unidos a México y sus hijos, especialmente los que reciban educación, ocuparán los puestos del estado con más prontitud y facilidad que en el de México. (5)
No valieron sin embargo estos argumentos para crear un "Aculco queretano" y el municipio se mantuvo dentro del Estado de México. Más aún: cuando en 1869 se creó el estado de Hidalgo, efectivamente los municipios de la región del Mezquital se separaron de aquél para integrar la nueva entidad, pero Aculco (que todavía entonces incluía a Polotitlán) quedó también fuera de ella, justamente en su límite.
Tal como habían argumentando los diputados constituyentes de 1856, las relaciones de Aculco en todos los aspectos, salvo los judiciales y políticos que eran obligatorios, siguieron siendo mayormente con San Juan del Río. Más todavía después de 1896, cuando el ferrocarril Cazadero-Solís enlazó las tierras aculquenses con la estación sanjuanense de la hacienda de Cazadero, del Ferrocarril Central Mexicano, desde la cual se podía viajar fácilmente a las ciudades de San Juan del Río y a Querétaro.
En el Congreso Constituyente de 1916-1917, el estado de Querétaro insistió en sus pretensiones territoriales sobre los municipios limítrofes del Estado de México. Esta vez se trataba ya no sólo de Aculco, sino de todo el distrito de Jilotepec: los municipios de Jilotepec, Aculco, Acambay Polotitlán, Soyaniquilpan, Timilpan, Chapa de Mota y Villa del Carbón. Los argumentos de los diputados constituyentes queretanos sonaban sin embargo más egoístas que en 1856: se quejaban sobre todo de la poca extensión territorial de su estado y de la falta de tierras cultivables, mientras que a las entidades vecinas les sobraban territorio y recursos. La respuesta del Congreso fue otra vez negativa, pero, además, algunos diputados jacobinos aprovecharon para fustigar a los queretanos por su religiosidad. El diputado Marcelino Dávalos, por ejemplo, dijo en la tribuna que si el Estado de Querétaro tenía una corta área, él mismo tenía la culpa, pues "toda la tiene invertida en iglesias; que las derrumbe para sembrar”. Un colega suyo afirmó que los queretanos, en vez de dedicarse a la producción, se dedicaban a enriquecer a la Iglesia, y que la mayoría de los habitantes de la entidad “rezan en vez de trabajar y se sienten satisfechos en su pobreza”. Un diputado guanajuatense señaló que la propuesta de anexión le parecía una broma de Día de los Inocentes(6).
Y si en el ámbito civil Querétaro tuvo este interés tan serio por incorporar al municipio de Aculco a su territorio, en lo religioso no lo fue menos. Cuando en 1804 y 1805 el cabildo de Querétaro solicitó al rey de España la fundación de un obispado con sede en esa ciudad, incluyó en el territorio propuesto para esta nueva diócesis a la Villa de León, San Miguel El Grande (hoy de Allende), San Luis de la Paz, los minerales de Maconí y El Doctor, Cadereyta, San Juan del Río, Jerécuaro, Salvatierra, Celaya, la ciudad de Querétaro y, precisamente, Aculco, que entonces pertenecía al Arzobispado de México (7). La diócesis de Querétaro se erigiría sólo hasta 1863, pero sin Aculco. Aculco, por su parte, pasaría en 1950 al obispado (luego arzobispado) de Toluca y en 1984 al obispado de Atlacomulco.
En 1928 cesó el servicio del Ferrocarril Cazadero-Solís y se levantaron las vías. Aculco cayó entonces en gran aislamiento, pues la estación de tren más próxima, la de Dañú, Hidalgo, distaba 28 kilómetros del pueblo y las carreteras de la época eran terribles para el tránsito de automóviles. Este repentino aislamiento fue en cierta medida lo que empujó a los habitantes del municipio a volver la cara hacia el Estado de México, actitud que se reforzaría después de 1950, cuando la Carretera Panamericana lo enlazó de manera más eficiente con Toluca, la capital del estado.
Hoy en día, muchos aculquenses acuden cotidianamente a Amealco, a San Juan del Río o a la ciudad de Querétaro por razones de educación, trabajo o comercio. Sin embargo, las ligas de Aculco con el estado de México se han reforzado mucho a lo largo del tiempo, por lo que la vieja aspiración queretana de anexarse a nuestro municipio es ya únicamente una anécdota curiosa, que probablemente no encontraría eco en nuestros días.
NOTAS
(1) Fray Agustín de Vetancurt. Chronica de la provincia del Santo Evangelio de México, México, imprenta de doña María de Benavides, 1697, p. 87.
(2) Rodolfo Aguirre Salvador. Un clero en transición : población clerical, cambio parroquial y política eclesiástica en el arzobispado de México, 1700-1749, México, UNAM, 2013, p. 163.
(3) Rafael Ayala Echávarri. San Juan del Río, historia y geografía, San Juan del Río, Gobierno del Estado de Querétaro, 2006, p. 82.
(4) Una carta en la que el Ayuntamiento de Aculco protesta por esta segregación existe en el Archivo Histórico Municipal de Aculco.
(5) Francisco Zarco. Historia del Congreso extraordinario constituyente de 1856 y 1857, México, Imprenta de Ignacio Cumplido, 1857, p. 725 y 726.
(6) Carolina Hernández Parra. Querétaro en el Congreso Constituyente 1916-1917, México, INEHRM, p. 98-102.
(7) José Félix Zavala, "Historia de la Iglesia en la actual Diócesis De Querétaro" en línea, fecha de consulta: 4 de mayo de 2023, disponible en https://eloficiodehistoriar.com.mx/2021/01/02/historia-de-la-iglesia-en-la-actual-diocesis-de-queretaro/
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