sábado, 26 de noviembre de 2022

Las historias reales de tres brujas de Aculco

La semana pasada les platicaba aquí del brujo Alejandro, al que se le atribuía la capacidad de hablar con los animales. Por el gran número de visitas que tuvo ese relato entiendo que gustó y que a los lectores de este blog les interesaría conocer más historias por el estilo. Las hay, por supuesto, aunque la mayoría de las veces no se conoce su desenlace, pues apenas han llegado hasta nosotros documentos sueltos que guardan las denuncias de estos casos ante las autoridades eclesiásticas. Por lo que parece, pocos llegaban a preocupar realmente a la Iglesia, pues seguramente se atribuían simplemente a la ignorancia o a la superstición de los feligreses, más que a una verdadera intervención diabólica, y por ello no pasaban de la denuncia o de las primeras averiguaciones. Hoy les traigo tres más de estas historias de brujas, todas muy interesantes, pero lamentablemente todas ellas también truncas.

 

I. La india Rosa Zidi y sus maleficios (1)

Esta primera historia no tiene fecha, pues el documento que trata de ella no la tiene, ni tiene relación con los papeles a los que se halla anexo (que, baste apuntar el dato, señalan fechas tan distantes como 1725 y 1688). El relato, resumido, es el siguiente: Nicolasa María, india tributaria que vivía en el barrio de San Pedro del pueblo de San Gerónimo Aculco, casada con Juan Antonio, acusó en el juzgado eclesiástico de la parroquia a la también india Rosa Zidi, vecina del lugar, por haber "maleficiado" a su hija Anastasia por encargo de una tal María, casada con Nicolás, gañán del rancho de Las Ánimas, debido a los celos que sentía por ella.

Lo curioso es que la propia "hechicera" se descubrió y reveló el maleficio a Anastasia, ofreciéndole librarla de él si le pagaba, "y que lo afianzaba con el pescuezo si no la curaba". Fueron las dos mujeres a la casa de la bruja, pero como Anastasia no pagó, "la dejó dañada pues se halla malísima casi agonizando". Siendo conocido en el pueblo que Rosa Zidi era "de malísima opinión pues anda por la ocasión" y que había hecho algunas otras malas obras de hechicería en San Lucas, Nicolasa pidió al cura que mandara por ella "y se ponga en grande apremio para que confiese tanta maldad como se dice de ella, como hace constar por testigos, pues se ha visto presa por sus maldades, y como no sea presa como corresponde su depravada malicia, no cesa de andar haciendo maldades".

 

II. La hechicera que negaba serlo (2)

A diferencia del caso anterior, en el que la hechicera se asumió como tal, este segundo relato parte de la negación de dicha condición. Sucedió en éste que una india tributaria de nombre Francisca María acusó a otra mujer de Aculco por haber hechizado a su hijo y con ello haberle causado la muerte.

En defensa de la supuesta hechicera -cuyo nombre no se conoce- salieron sus cuatro hijos: Mateo, Matías, Antonio y Bartolo, todos de apellido Cristóbal. Acusaron ellos a su vez a Francisca María de culpar a su madre con la única intención de "desquiciarse de nuestra casa, y todo cuanto ocurre, el bienestar con su marido". Señalaron que la muerte del niño se debía a "las lombrices que tenía, de comer tierra" y apuntaban como prueba que en el pueblo habían "muerto varios del aventamiento y lombrices que echan". Los hermanos, ante el "falso testimonio" de Francisca María, pidieron al cura de Aculco "la remoción de dicha Francisca, cuyos excesos la hacen sin duda indigna de que se le dé crédito" y que "entretanto se justifique su demanda ... se ponga en depósito ... con la integridad debida". Este "depósito" significaba recluirla en alguna casa respetable del pueblo para tenerla vigilidada. El documento que cuenta esta historia no tiene fecha, pero por el fraseo de la denuncia parece ser contemporáneo de la acusación a Rosa Zidi.

 

III. María Antonia García, bruja de San Pedro Denxhi (3)

El asunto ocurrió en 1768. Esta vez, la mujer acusada de hechicería se presentó primero como curandera y fue después que levantó sospechas sobre sus maleficios, cuando el hombre al que pretendió curar falleció.

Los documentos cuentam que el indio Manuel Gerónimo, del pueblo de San Pedro Denxhi, sufrió dolores de estómago por varios meses, hasta que finalmente la enfermedad lo postró. Ni los remedios caseros ni los de botica lograron mejorarlo. Llevaba ya tres meses en cama, aunque en sus cinco sentidos, cuando el domingo 15 de mayo de 1768 llegó a su casa María Antonia García acompañada de su esposo Melchor de los Reyes. Después de saludar a la familia y a Manuel, preguntó por qué no le habían pedido algún remedio "para la sanidad del enfermo". Ellos le respondieron que lo viera y si tenía remedio los ayudara. Antonia les informó entonces que aquel mal "era muy malicioso" y preguntó al enfermo si recordaba con quién se había topado en el río o de camino hacia él. Manuel contestó que primero se había encontrado a un tal Pascual y a otro Miguel, y después a Ángel Argüello. La india señaló que este último era quien lo tenía en ese estado, que sabía que andaba rodeando la casa con cal y que valiéndose de su dinero había hecho que le causara daño un vecino de la "Cofradia de Nuestro Amo" (es decir la Cofradía del Santísimo Sacramento, después conocida como Cofradía Grande). En más de diez ocasiones -relató Antonia- aquel hombre le había dicho que Manuel Gerónimo "no se había de casar sino con la tierra", una clara amenaza de muerte.

La curandera indicó entonces el remedio que habían de aplicarle al enfermo: un menjurje que incluía aceite de comer, aceite de abeto, aceite de alicornio y un escorpión, aceite de contra y aceite de Santa María. Además, debían pagarle cuatro misas pero tenían que darle el dinero a su esposo, "que él sabía a qué padre había que pagársela". Mientras conseguían los ingredientes, ordenó le aplicaran "tantita yerba de Santa María que llaman thixú", la que molida le untaron al enfermo en brazos y piernas, y luego el sobrante se lo dieron a beber a la fuerza. Finalmente, Antonia comentó que si le hubieran avisado antes habría hecho un remedio con "llave de chivo", pezuña de caballo y estiércol de zorrillo.

Cuando la mujer se fue, el enfermo comenzó a sentirse muy mal, le ardía el estómago y dijo que sabía que aquella mujer lo había matado con el supuesto remedio. Al día siguiente, sus hermanos fueron nuevamente a buscar a la curandera, pero ella les dijo que desde luego se moría, porque toda la noche había estado soñando que luchaba con un gato negro que le quería quitar al enfermo y que por fin se lo quitó, así que no tenia remedio. En efecto, cuando los familiares regresaron a la casa el hombre se hallaba ya sin habla y al poco tiempo, cerca de la media noche, expiró. "Luego que murió el difunto -declaró su hermano, Pascual Gerónimo- dijimos como tan adoloridos que quizá esa dicha Antonia había enhechizado al enfermo o ayudado a ello". A los tres días que se presentó Antonia de nuevo en la casa, la llamaron bruja y decidieron informar al cura de Aculco.

A diferencia de los dos casos anteriores, esta vez consta que el párroco don Lorenzo Díaz del Costero decidió investigar el asunto más a fondo. Además de citar como testigos a los familiares del difunto Manuel Gerónimo, que coincidieron en sus declaraciones con lo aquí apuntado, se apersonó también Francisco Valeriano, quien en algún tiempo que había estado amancebado con la tal Antonia García. Él había rechazado casarse con ella a pesar de sus apremios y lo hizo en su lugar con una mujer de nombre María Josefa. Sin embargo, al mes y medio de la boda la esposa murió, después de sufrir un dolor de cabeza por ocho días. Mientras agonizaba, afirmó Francisco, estaba ahí presente un gato prieto, que se mantuvo en el sitio hasta que murió. El dueño le echó entonces a sus dos perros y al salir de la casa se oyó un estruendo en el techo, pero después de revisarlo nada hallaron en él. El cuerpo de María Josefa fue conducido a su oratorio y colocado en el suelo. Y a la noche, con horror, la mucha gente presente vio que entre el cabello de la difunta salían hormigas y arañas prietas "que no había en tal forma en el pueblo", además de gusanos blancos "en demasía". Naturalmente, las sospechas de Francisco recayeron en la bruja despechada.

Finalmente compareció ante el cura la propia curandera. María Antonia se cuidó de hacer cualquier declaración que la comprometiera como bruja. Explicó que el "medicamento" de aceite de cocina (no mencionó los otros ingredientes) le había servido a ella misma para curarse y nada habló de maleficios, gatos, ni de otros remedios como señalaron sus acusadores.

¿Qué pasaría con aquella mujer? ¿Convencería al párroco de su inocencia con esa declaración? Para no variar, los documentos no nos dicen nada más que lo aquí transcrito.

***

Hay en estas tres historias muchos detalles de interés. El primero es que se trata siempre de mujeres, pues indudablemente eran ellas más señaladas por practicar la brujería que los hombres. El segundo es que parece haber más puntos de coincidencia con la tradición occidental de la hechicería que con prácticas prehispánicas, pues aparecen notoriamente los gatos negros, especie que no existía en América antes de la llegada de los europeos, y en la poción de la hechicera Maria Antonia hay ingredientes del Viejo Mundo, como el chivo y el caballo. Sobre esto, hay que apuntar que las declaraciones solían hacerse en lengua otomí y eran traducidas por un intérprete al castellano, por lo que ciertos detalles que podrían indicar una supervivencia de antiguas prácticas indígenas pudieron perderse en su traslación. El tercer detalle es la persistente creencia en brujas y hechicerías, que a los aterrados aculquenses de la época les parecían factibles y reales, tanto como para denunciar sus actos a las autoridades y esperar un castigo para ellas.

Esto último quizá no es tan soprendente. En fechas tan recientes como finales de la década de 1970, hubo todavía en el municipio de Aculco alguna mujer que pagó con su vida la convicción de sus vecinos de que se trataba de una hechicera.

 

NOTAS

(1) "México, México, registros parroquiales, 1567-1970," database with images, FamilySearch (https://familysearch.org/ark:/61903/3:1:9396-1Q9X-CQ?cc=1837908&wc=MGXY-MNL%3A164300601%2C164305102%2C165841601 : 21 May 2014), Aculco de Espinosa > San Jerónimo > Información matrimonial 1688, 1719, 1768-1770 > image 65 of 417; parroquias Católicas, Estado de Mexico (Catholic Church parishes, Estado de Mexico).

(2) "México, México, registros parroquiales, 1567-1970," database with images, FamilySearch (https://familysearch.org/ark:/61903/3:1:9396-1Q9X-BG?cc=1837908&wc=MGXY-MNL%3A164300601%2C164305102%2C165841601 : 21 May 2014), Aculco de Espinosa > San Jerónimo > Información matrimonial 1688, 1719, 1768-1770 > image 61 of 417; parroquias Católicas, Estado de Mexico (Catholic Church parishes, Estado de Mexico).

(3) "México, México, registros parroquiales, 1567-1970," database with images, FamilySearch (https://familysearch.org/ark:/61903/3:1:9396-1QS4-RL?cc=1837908&wc=MGX1-3TG%3A164300601%2C164305102%2C165945503 : 21 May 2014), Aculco de Espinosa > San Jerónimo > Información matrimonial 1759-1782 > image 421 of 591; parroquias Católicas, Estado de Mexico (Catholic Church parishes, Estado de Mexico).

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