sábado, 28 de enero de 2017

Los poemas que Antonio de P. Moreno escribió en Arroyozarco en 1887

Antonio de P. Moreno (1848-1920) fue un escritor poblano, hoy prácticamente olvidado, que congració su labor literaria con el comercio y el periodismo en las publicaciones La Voz de México, El Centinela católico, La Voz de Guadalupe y el Boletín mariano. Su obra poética y dramática tiene mérito (sin que deje de ser un poeta menor), pero su cercanía a la Iglesia y a la prensa católica en tiempos sucesivos del triunfo liberal, del positivismo porfiriano y del anticlericalismo revolucionario, le significaron el ser relegado entre los escritores mexicanos del romanticismo y el modernismo.
Pero lo curioso para este blog es que Moreno firmó algunos de sus poemas en la hacienda de Arroyozarco, en 1887. Se trata de tres poemas numerados como XIII, XIV y XV en la serie que él llamó sus Ensayos líricos (1906), y que sin duda se adscriben por época y estilo al movimiento romántico, si bien

El primero de ellos es un canto a la omnipresencia de Dios, en la que aparecen ciertas alusiones que podrían referirse a la capilla de Arroyozarco. Vayamos a él:

XIII.

Ya es tiempo, ven al valle
antes que la campana tañidora
anuncie lá oración.
Antes que el ruido de la selva calle
y se acerque el silencio de la hora
que se consagra a ¡Dios!

El blanco campanario
se pierde entre la bruma perezosa,
se apaga lento el sol.
Mientras los fieles llegan al Santuario
contemplemos la luz esplendorosa
en que se mira a ¡Dios!

Oramos vida mía,
al pie de la magnífica montaña
con fervorosa voz;
oye el himno que se alza de la umbría
y en el postrer vislumbre que la baña
va su acento hasta ¡Dios!

Mira el santuario inmenso
del Señor de la tierra y los espacios,
del Divino Hacedor.
Nuestras plegarias suben como incienso
del campo de la choza y los palacios,
donde quiera está ¡Dios!

Arroyozarco, 1887.


El segundo poema resulta más enigmático. Se trata al pincipio -o eso parece- de un poema amoroso, en el que llama a la amada a observar "el infinito" "desde el valle" para casi enseguida ponerse a lamentar la lejanía de su tierra. El canto, que inició con alusiones a la nostalgia y su hastío, concluye señalando la ingratitud, ausencia y olvido del "mundo falaz" que, lejos, quizá ya los olvidó. Creo que también se puede reconocer en esa mención el sentimiento de soledad y lejanía que llenaría a cualquier visitante que por entonces reposara en Arroyozarco, ya en tiempos en que el Camino Real de Tierra Adentro había decaído mucho por la construcción del ferrocarril. Este es el poema:

XIV.

Ven a mi lado amante compañera
de esta mi soledad; tu amor bendito
al pie de los altares, cura mi alma
de su triste nostalgia y de su hastío.

Ven, la tarde está bella: entrelazada
tu mano con mi mano, en un suspiro
confundamos el alma y desde el valle
contemplemos los dos ¡el infinito!

¡Qué lejos nos hallamos de la tierra
donden viven tus padres; mis amigos,
los seres que nos aman y que amamos,
los recuerdos de seres que perdimos!

¿Nos habrán olvidado?
—No....
—¡Quién sabe!
¡Tiene el mundo falaz tantos desvíos...
Hay tal ingratitud, que no es extraño
ver juntos á la ausencia y al olvido!

Arroyozarco, 1887.


El tercero de los poemas de Antonio de P. Moreno firmados en Arroyozarco es el más largo y quizá debido a ello es más notoria la variedad de asuntos por los que va pasando, variedad que a ratos parece más bien anarquía o falta de enfoque en un solo tema. Sus versos describen primero "la azul corriente del manso río" (acaso el propio arroyo Zarco), un lago (posiblemente la presa del Molino), las aves, la arboleda, la noche, el cielo, para llegar finalmente tras mucho esperar al asunto principal de la composición: la noticia de que será padre y el agradecimiento a Dios por la paternidad. Debo decir que entre sus poemas éste es el que menos me gusta, debido al exceso de adjetivos, lo común de sus figuras poéticas pero sobre todo por lo empalagoso que resulta; algo que además parecen subrayar sus estrofas siete versos, más apropiadas bajo mi punto de vista para tratar temas más directos. En fin, como en todo, hay cosas rescatables, es el caso de esos versos que dicen "y ya el silencio / impone sus tristezas / al pensamiento.


XV.

Sobre la azul corriente
del manso río
airoso se desliza
leve barquillo;
Huye rápido, vuela
y se oculta jugando
con la arboleda.

Retrátase la luna
sobre las ondas
que besan la ribera
de junco y rosas;
Y parecen sus rayos
diamantina cascada
que adorna el lago.

Los ánades ligeros
siguen la estela
que el juguetón barquillo
bogando deja,
Mientras la golondrina
con sus inquietas alas
el agua riza.

La noche paso a paso
se va extendiendo
y de astros luminosos
se llena el cielo;
su fulgor plateado
el azul tornasola
del ancho espacio,

¿Ves cuál llegan las sombras

esposa mía
tras la flotante gasa
de la neblina?
mira los horizontes
que el crepúsculo ornaba
con sus fulgores,

apenas se distinguen
cual cinta obscura,
que el crespón de la noche
aleja o nubla,
y ya el silencio
impone sus tristezas
al pensamiento.

Penetremos al bosque;
Dame la mano,
y hablaremos cariñosos
pero muy bajo,
para que el sueño
de las aves y flores
no perturbemos.

¡Cuántas noches como ésta
vida de mi alma,
pasamos en un tiempo
sin esperanza!
¿Te acuerdas amor mío
de tantos sufrimientos
como tuvimos?

¡Ah! pero ahora
mi bien amado,
¿quién dicha tan completa
podrá quitarnos,
si Dios ha unido
en uno, en uno solo
nuestro destino?

Pero te callas, tiemblas
y no respondes
del corazón que es tuyo
a los transportes!
¿qué hay en tu pecho
que te obligue a que guardes
hondo silencio?

Dímelo por tu vida
que ya me matan
la duda, loa temores
y la esperanza.
Mi pecho late ansioso...
Nada me ocultes, nada;
Dímelo todo.

Conque es verdad, mi vida
que ya soy...
—¡Calla!
—¿Por qué, si el gozo inunda
de dicha mi alma,
si Dios ha bendecido
con otro nuevo lazo
nuestro cariño?

Ahora que la selva
duerme tranquila,
y cual faro divino
la luna brilla,
arrodillémonos
ante la omnipotencia
de Dios Eterno.

Las oraciones puras
son, vida mía,
del corazón creyente
la voz sentida.
Bendita, sí, la mano,
que concede a los hombres
tesoros tantos

Nuestra dicha es completa;
ya somos padres.
¡Qué goce, que ventura
tan inefables!
De hoy más la vida
será para nosotros
Una armonía.

Senda hermosa de flores
cual paraíso
que un ángel embellezca
con su cariño.
Mar tranquilo sin olas,
donde la fe del alma
nunca zozobra.

Arroyozarco, 1887.

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