viernes, 18 de agosto de 2023

Un antiguo patio aculqueño que muy probablemente se perderá

Todos ustedes conocen el inmueble que se encuentra en el número 11 de la Plaza de la Constitución, formando esquina con la Plazuela José María Sanchez y Sánchez, a un lado de la Presidencia Municipal, calle de por medio. Ya la he reseñado antes en este blog por el nombre de su antigua tienda, El Faro, de esta manera:

Con el nombre de "El Faro" -por la tienda que albergaba en sus accesorias- pero también como la casa de don Domitilio Alcántara o más recientemente de don Gonzalo Ruiz (en cuya descendencia aún se conserva), se conoce a la casa que se encuentra el la esquina de la Plaza de la Constitución y Plazuela José María Sánchez y Sánchez. Se trata de un inmueble formado por construcciones de diversas épocas que se fueron yuxtaponiendo, si bien su aspecto exterior, bastante homogéneo, quedó definido a principios del siglo XX. Su parte más antigua, empero, se remonta al siglo XVIII y debió ser en ese entonces una casa de importancia, ya que conserva vestigios como la hermosa portada barroca del cuarto esquinero.

En aquel entonces (2010), comentaba que el exterior de la casa lucía impecable, pero que sus interiores se encontraban en un estado muy lamentable, próximo a la ruina, debido principalmente a la caída de sus tejados a causa del abandono:

Si bien el exterior de la casa de El Faro luce impecable y la instalación de nuevos comercios ha respetado los antiguos vanos en sus dimensiones e integridad, el interior del edificio (con excepción de las propias accesorias) se halla en un estado próximo a la ruina. Algunas zonas, como el segundo patio, se encuentran totalmente invadidas por la maleza mientras una buena parte de las habitaciones han perdido sus techos de teja. Grandes hoyos se advierten en las cubiertas aquí y allá, sin que se perciba la mínima intención de repararlos o, por lo menos, detener el deterioro. Si esta situación se prolonga durante más tiempo, seguramente en pocos años restará de esta casa poco más que su fachada.

En el tiempo transcurrido desde que escribí aquel texto, algunas áreas con deterioros menores fueron reparadas, pero la zona del segundo patio continuó en el abandono más absoluto. En esa dejadez que sumaba más de tres décadas -y casi me atrevería a decir que cuatro- grandes tepozanes crecieron libremente, ocultando casi por completo cuartos, corredores, un pozo y el patio mismo. Muchas veces, al intentar ver ese patio a través de ramas y hojas, trataba de reconstruir en mis recuerdos su antigua disposición, cuando habitaba la casa todavía don Gonzalo y criaba ahí gallinas. Recordaba, por ejemplo, que el extremo norte contaba con una construcción de dos pisos, pero desde hace muchos años era ya imposible reconocerla.

Realmente me sorprendió la noticia, hace una semana, de que habían talado los tepozanes parasitarios y algunos trabajadores estaban comenzando a limpiar el patio. De nuevo era visible el sitio: Construido con gran sencillez enteramente en piedra blanca y con algunas paredes que muestran aún su pintura en un tono rosa claro, sus bien construidos muros soportaron el abandono de 40 años casi sin derrumbres. Los pilares de los corredores, esos sí, cayeron casi completamente. El pozo que recordaba sigue ahí, casi entero, aunque su tejado naturalmente no existe más.

La limpieza de este patio podría ser una buena noticia, pues a pesar de los daños del tiempo el lugar conserva vestigios patrimoniales que podrían recuperarse sin detrimento de un uso nuevo. Pero sé bien en qué Aculco vivimos: en uno que a pesar de los presumidos nombramientos como Sitio del Patrimonio Mundial, Pueblo Típico, Pueblo con Encanto y Pueblo Mágico, no sabe conservar su patrimonio y día con día pierde algo de lo que constribuyó a esos nombramientos. Así, lo más probable es que este patio desaparezca en su forma original y sea reemplazado por lamentables estructuras de tabicón y cemento, como ha sucedido ya con tantas casas del pueblo, y seguirá ocurriendo pues a nadie le importa.

En fin, hay veces como ésta que lo único que se puede hacer es esperar que el dueño tenga algo de conciencia y amor por Aculco, que lo impulsen a tratar de conservar y recuperar estos vestigios. Por lo pronto, quedan aquí estas fotografías que ilustran lo que quizá muy pronto se pierda irremediablemente.

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