Uno de los hallazgos más afortunados en la búsqueda de imágenes históricas de Aculco ha sido el de un dibujo acuarelado de 1838 que se conserva en Texas. De él nos hemos servido ya para ilustrar varios posts recientes del blog "Aculco, lo que fue y lo que es" y también para enriquecer varias entradas viejas, como la de la Capilla de la Tercera Orden o la de la Casa de Hidalgo. Pero nunca hasta ahora he querido mostrarlo completo, en buena medida debido a que hay mucha gente por ahí que se aprovecha de las imágenes obtenidas, coleccionadas o recuperadas por un servidor sin colocar siquiera una referencia a este blog, más aún tratándose esta vez de una imagen inédita que pienso utilizar en una publicación futura. Por ello disculparán los lectores que, aunque presente ahora el dibujo completo, lo haga con una desagradable marca de agua.
La obra es un dibujo a pluma realizado sobre papel y coloreado con acuarela, firmado con las iniciales J.C.F. Aunque de estilo ingenuo -más cercano a obras similares del siglo XVIII que a las del XIX- es notable la intención del autor de mostrar con todo detalle los edificios de la mitad oriente de la Plaza de la Constitución del pueblo, a los que identifica con letras en la parte inferior. Este afán por el detalle se revela hasta en el título del dibujo: "Vista de la plaza llamada principal del pueblo de Sn. Gerónimo Aculco, copiada entre las dos y tres de la tarde del día 14 de Enero de 1838".
La primera impresión que produce la obra es el reconocimiento: el Aculco de hace 174 años es ya plenamente identificable en el actual. Enseguida, comenzamos notar las diferencias más grandes, como la ausencia de los portales de La Primavera y de Las Carnicerías, o la torre del reloj, adosados al muro atrial muchos años más tarde. Luego viene ya el conteo de las pérdidas: la capilla de la Tercera Orden de San Francisco, los arcos invertidos del muro poniente del atrio y su acceso, el chapitel (del que desconocíamos completamente su existencia hasta la aparición de este dibujo). Finalmente y sólo al revisar el dibujo con mucho detalle, se nos muestran las diferencias más sutiles: la falta de la cúpula y la bóveda de la parroquia, que serían construidas sólo unos años después, entre 1843 y 1845, el pretil almenado que coronaba los muros de la nave del templo, las columnitas que flanqueaban el nicho de San Francisco en la capilla de la Tercera Orden, el remate barroco desaparecido de la casa de los Alcántara Terreros, el dintel recto y no curvo como ahora de la Casa de Hidalgo y su desaparecida decoración de argamasa, la veleta en la torre parroquial, la falta inexplicable del nicho de la Inmaculada en la fachada de la parroquia o de las capillas posas del atrio, que ya debieron haber estado allí...
La importancia de este dibujo reside naturalmente en el detalle y en su antiguedad, pues es cuando menos unos cincuenta años anterior a las fotografías más viejas que existen de Aculco. Es un documento único que nos permite conocer el aspecto de aquel pueblo auténticamente colonial, que a 17 años de la consumación de la Independencia guardaba seguramente la imagen que alcanzó en los últimos años del virreinato y que fue la misma que tuvo ante sus ojos el cura Miguel Hidalgo cuando llegó a él a principios de 1810. Este dibujo permite desechar errores, como aquel de Elisa Vargas Lugo en su texto "La Vicaría de Aculco", que suponía que la fachada de la parroquia tenía su origen en una mala reconstrucción después del terremoto de 1912; abre también interrogantes, como la del ya mencionado chapitel, o el de la ubicación del Juzgado o Casas de Cabildo; finalmente, aclara puntos, como el de la cromática del pueblo, pues es de destacarse que todas las construcciones civiles aparecen completamente blanqueadas y con sus detalles de cantería a la vista, lo mismo que la capilla de la Tercera Orden y el muro atrial (éste protegido por un guardapolvos rojo). Sólo la fachada de la parroquia muestra sus paramentos pintados en un rojo deslavado.
En suma, gracias a este dibujo se abre ante nosotros una ventana, la mejor hasta ahora, a la originalidad de un Aculco que sólo pudieron ver así nuestros tatarabuelos y choznos. Un Aculco perdido ya en buena medida que, aunque fue y ya no será, por lo menos queda fijo aquí como era en aquella tarde del 14 de enero de 1838.
La escuela Venustiano Carranza en la década de 1960, cuando era ya secundaria.
Escolares aculquenses hacia 1917.
Escudo de la Casa de la Cultura de Aculco al fondo del patio.
El reloj de sol del Hotel de Diligencias de Arroyozarco
Lápida del sepulcro de don Cástulo Arciniega, que guarda también los restos de su su esposa, algunos de sus hijos y una de sus nueras.
El sepulcro de don Cástulo en el panteón municipal de Aculco.
Relieve con el anagrama de Jesús en la casa de don Hesiquio Morales.
Portada de la accesoria principal de la casa.
Registro del censo de 1930, donde aparecen don Hesiquio Morales y su familia como residentes de esta casa.
Fachada de la casa hacia la calle Comonfort. Se observan las dos ventanas antiguas de la planta baja y el balconcillo sobre la situada más al norte.
En esta otra sección de la fachada hacia la calle Comonfort se observan las dos ventanas modernas y, arriba, los muros de la segunda planta inconclusa.
El balconcillo.
La casa vista desde la plazuela Hidalgo.
Detalle de la fachada hacia la calle Comonfort.
Una portada antigua y la hornacina con su cruz.
El portal a principios de la década de 1960, cuando servía como hotel. Obsérvese que las dovelas de piedra que forman los arcos no estaban a la vista. Había desaparecido el pretil neoclásico, pero subsistían las canales.
Los cuatro arcos de la izquierda corresponden al antiguo portal. El resto, a la derecha, fue construido en 1974 frente a la casa de don Alfonso Díaz.
Vista interior del portal con sus accesorias.
Los arcos perpendiculares vistos desde los portales vecinos.
Soldados mexicanos, detalle de un grabado sobre la intervención francesa
Damas mexicanas. Detalle de un grabado de Casimiro Castro.
Soldados del sur. Detalle de un grabado de Casimiro Castro.
El Portal de las Carnicerías hace pocos años. Nótense los toldos, el descuido de la pintura, la hierba creciendo en las azoteas y la capillita de metal. Afortunadamente su aspecto hoy es un poco más limpio.