sábado, 27 de diciembre de 2025

Don José Díaz y su amistad con don Isidro Fabela

Personaje notable del Aculco de las décadas de 1940 y 1950, el recuerdo de don José Díaz Herrera se ha ido diluyendo hasta casi olvidarse en la memoria del pueblo. Quizá influyó en ello el hecho de que nunca se casara ni tuviera hijos, de modo que, tras su fallecimiento, no hubo quien preservara su recuerdo, aun cuando su sobrino, don Alfonso Díaz de la Vega, fue también un hombre relevante en la vida local hasta la década de 1980 (1).

Pero don José fue muy importante en su momento. Su amistad con don Isidro Fabela -cercana, cariñosa, ajena por lo menos elevada sobre lo político- lo convirtió en muchas ocasiones en el conducto por el que la gente de Aculco podía hacer llegar sus peticiones a las más altas autoridades del Estado de México e incluso federales. Don José nunca hizo mal uso de esa amistad con don Isidro y seguramente por eso le guardaba tanta estimación. Aunque, alguna vez, sí le pidió a don Isidro que redactara una carta en términos que casi le dictaba, para rechazar peticiones impertinentes que querían hacer por su conducto y que le harían quedar mal si de plano se negaba a transmitirlas.

José nació el 20 de mayo de 1881 en Aculco, y se le bautizó en la parroquia del lugar al día siguiente. Era hijo de José María Díaz (labrador, nacido hacia 1840 en Aculco, hijo de Eulogio Díaz y Joaquina Peña) y de María Andrea Soledad de Jesús Herrera (nacida en 1847 en Encinillas, hija de Juan Herrera e Ignacia Tovar). José tuvo varios hermanos, como María Felícitas (1871), José Vicente (1877), Domitilo (1880) y María Concepción (1884). Con Concepción -Conchita- que como él permaneció soltera, tuvo mayor cercanía y de hecho vivieron juntos casi toda su vida. Don José María murió en 1892, con lo que el pequeño José quedó huerfano apenas cumplidos los once años. Doña Soledad fue más longeva y murió hasta 1928.

¿Qué fue de José en los años que siguieron a la muerte de su padre? Nada he podido averiguar de su juventud. En los documentos que he podido consultar, su rastro aparece hasta 1916 -cuando se opuso en carta dirigida al secretario de Obras Públicas a la clausura del ferrocarril Cazadero-Solís. Ya en ese momento se convierte en una figura pública local, y en 1920 se convirtió en presidente municipal. Luego, en 1921, ya con 40 años, asumió la gerencia del Ingenio San Cristóbal, en Cosamaloapan, Veracruz. Permaneció en ese cargo hasta 1923, año en que fue sustituido por otro aculquense, don Mateo Espinosa, hermano de don Ignacio, epónimo del pueblo.

Como muchos saben, don Ignacio Espinosa era uno de los principales accionistas del ingenio, que había adquirido en 1917 junto con sus socios Roberto García Loera, Gonzalo Urquiza y André Guieu, cuando la empresa se encontraba casi en la quiebra. Aquella operación provocó, por cierto, una migración temporal sostenida de paisanos aculquenses hacia la cuenca baja del Papaloapan.

Es razonable suponer que don José debió su nombramiento como gerente del Ingenio San Cristóbal a la recomendación de su paisano, don Ignacio. Pero también es claro que tuvo que contar con los conocimientos y la experiencia necesarios para asumir una responsabilidad de tal magnitud: San Cristóbal era entonces uno de los ingenios azucareros más grandes de México y aun de América. Por estrecha que fuese su relación con uno de los accionistas, no se trataba de un cargo para un improvisado.

Según dejó escrito el propio Díaz, se separó del ingenio “por haber comprado, entre cuatro socios, la ex hacienda de La Loma”, en su municipio natal, aunque con tan mala fortuna que “a los cuatro meses de comprada, la repartieron en ejidos”. Ya en la década de 1930, además, le fueron expropiadas las presas de La Loma, El Túnel y alguna otra de su propiedad.

Con todo —y adoptando una actitud que bien podría resumirse en el conocido adagio de si no puedes con tus enemigos, úneteles—, en los años siguientes se dedicó a ejecutar diversas obras de irrigación en la región. Así lo dejó consignado en unos párrafos que, por desgracia, quedaron inconclusos, escritos en tercera persona y referidos a su propia trayectoria:

No obstante que le fue arrebatada su propiedad, siguió sirviéndole al Distrito de Riego, que le dio un nombramiento para buscar vasos para depositar agua, exhibe el nonbramiento firmado por el gerente del Distrito de Riego, Ing. Dn. José Serrano. El primer vaso que encontró fue el de la Presa del Tepozán, exhibe las cartas del ex goberandor de Querétaro, Dn. Saturnino Osornio, trabajaba este señor [don José Díaz] sin remuneración alguna, con la esperanza, como se lo habían asegurado, que de hacerse las presas le darían algún contrato que lo beneficiara, se hizo la presa de Tepozán y no le cumplieron, diciéndole que la habían dado por contrato a una compañia, no obstante ese fracaso, no se ha desanimado siguió trabajando, logrando localizar otros tres vasos, levantando él los planos, a costa de su peculio. Ha trabajado en construir los canales de riego de su pueblo, y lleva construidos treinta y tres kilómetros de canales, y son los siguientes:

Canal de San Gerónimo, Canal de La Soledad, Canal de el cerro del Comal, (Hda. de Arroyozarco, Canal en Gunyó, Canal en Santa Ana, Canal en Bañé, y algo en San Lucas. Con motivo de que dos presas de las construidas por Irrigación se las trajo el agua, arrastró consigo una atarjea que conduce las aguas de La Alberca a los terrenos que se riegan, el Señor Diaz reedificó esas obras cambiendo los arcos por un sifón, cuyo costo de siete mil y tantos pesos, los sacó del Banco, y como los condueños se negaran a pagar dicha cantidad que importó, alegando que ellos no eran los que debian de pagar ese importe sino Irrigación que era dueña de las presas que se llevó el agua...

Estas obras debieron ejecutarse en los años que corren de 1930 a 1950, año este último del que parece datar el recuento. Don José era ya en estos años una figura prominente en la sociedad aculquense. Junto con su hermana Concepción era requerido con frecuencia como padrino en bodas y bautizos.

En fin, es mucho lo que puede escribirse sobre don José Díaz, pero hoy quiero continuar este texto únicamente con algunas notas sobre su amistad con don Isidro Fabela.

Es difícil averiguar cuándo comenzó esa amistad. El padre de don Isidro, ingeniero Francisco Trinidad Fabela, parece haber sido de alguna manera mentor de don José. Las cartas entre ellos (que guarda el archivo de Fabela, que se halla en su Casa del Risco, en San Ángel, Ciudad de México) inician en 1945, pero para entonces era ya una amistad bien asentada. Una de las primeras cartas que se conocen de José Díaz a Isidro Fabela, quien para entonces estaba terminando su periodo como gobernador del Estado de México, deja ver muy claramente el tono en que se desarrollaba esa amistad:


Aculco, Mayo 24 de 1945
Señor Lic Dn
Isidro Fabela
Toluca
Muy señor mío de mi respeto:
Hoy amaneció con cría la vaca, se llama la RABONA, tiene un torito, todo el corte de Suscrito, el toro que Ud. tiene; voy a sacar una fotografía para mandársela, desgraciadamente en esta no pude conseguir rollos y los encargué a México, le voy a mandar una fotografía de la vaca, otro de un toro hijo de ella y de Suscrito que hoy es el padre de mis vacas; verá Ud. que vale la pena criar a la cría bien, porque valen. La vaca nomás esté ya sin peligro, le mandaré decir a Dn. Manuel del Mazo que por orden de Ud. mande un camión por ella, y personalmente iré a dejarla hasta su rancho [de Cote, Atlacomulco]. Yo quisiera que algún [día] me enseñara sus linderos, haber que puedo observar de él, el día que venga otra vez viene Ud. en su carrito sin decirle a nadie, para que ninguno se dé cuenta. Yo iré por Ud. a Toluca, y le voy a enseñar a Ud. mis obras de entarquinamiento, un sifón, unos bordos para almacenamiento y verá Ud. como aproveché las lecciones que me diera su papá, le ofrezco una barbacoa, unas enchiladas, unos platillos rancheritos estilo mi tierra.
Recuerde Ud. que le acabo de avisar que a nombre de Ud. voy a pedir el camión a Atlacomulco, para que no después me diga que ando tomando su nombre.
De Ud. afecto atento y S.S.
José Díaz

El ofrecimiento de don José de "observar" el rancho de Cote fue aceptado por don Isidro. Y no sólo eso: lo tomó como consejero en las mejoras que le propuso y puso el rancho bajo su supervisión (con visitas semanales) mientras se desempeñaba como juez de la Corte Internacional de Justicia en La Haya, Holanda, de 1946 a 1952. Una carta de 1948 permite ver claramente el papel que desempañaba don José Díaz y la confianza que le guardaba Fabela:


1 de julio de 1948
Sr. Don José Díaz,
Aculco, Edo. de México,
México.
Estimado y querido José,
Sin ninguna tuya a que referirme te escribo esta para agradecerte una vez más la diligente atención que estás poniendo en mi rancho de Cote. Mi hermano Carlos Risenmann me ha estado informando de todos los trabajos que por tu consejo se han emprendido en el rancho, habiendo aprobado todas tus ideas que me parecieron excelentes.
Me dice Carlos que están sembrándose en este veinte hectáreas más de labor que se han sembrado o que se están sembrando de maíz amarillo, una parte de avena y prado forrajero. Con esto tendremos silo para llenar en tiempo de secas, así es que no podremos haber pensado cosa mejor.
Me dice Carlos también que ya comenzaron a hacer los silos, estando seguro de que tan indispensable al lugar más apropiado, es decir, bien seco, de drenaje y a buena altura que es donde deben hacerse los silos.
Respecto del entarquinado me dice mi cuñado que está magnífico, que el pico usado cayó un año de aguacero, como dice el agua enlamándose tremendo. Cuanto gusto me ha de dar, mi querido José, ver realizado tu inteligente idea de dicho entarquinado.
El proyecto de hacer nuevamente esquilmos, como por ejemplo el de las mulas, también me pareció muy oportuno, habiéndolo dado instrucciones y los fondos necesarios a Carlos para que se compren los burros y las yeguas necesarias y ya comenzar con ese pequeño negocio en la finca, el cual será muy útil para las futuras siembras.
Paso ahora a hablarte de las mulas. Estoy pensando hay vacunado ya el ganado y este movimiento grande sus consejos respecto a varias cuestiones ya le han consultado el administrador Serrano y otros.
Yo estoy tranquilo respecto a la marcha de Cote, a pesar de estar tan lejos de la patria, porque teniéndote a ti como consejero de todo lo del rancho marchará perfectamente. Así es eso seguiremos la misma orientación de siempre, que ha ido ya varias veces probada, todo irá por el mejor camino.
Tengo también la fortuna de que Carlos, en quien tengo una absoluta confianza, está pendiente de todo lo que ustedes necesitan, para satisfacer sus deseos de acuerdo con mis instrucciones. Y por dicha también Emilio Serrano, según pudo darme cuenta, está dando la medida que tú deseas, lo mismo que yo.
Ahora te suplico, mi muy querido José, que sigas pensando qué otros proyectos tuyos pueden emprenderse en Cote para años llevando a cabo como se vaya pudiendo.
No creas que deberían abrirse más y más tierras en enorme extensión pudiendo. No hay que olvidarse que con los dos carriles de desviación de la presa Trinidad Apellán se podrá regar todo el rancho. En esa virtud, conforme a la ley agraria se tendrá que cultivar también todo o una gran parte; no estoy seguro de la proporción, pues de lo contrario hay una invasión muy fuerte de quitarle a uno las tierras que, siendo de riego, no se aprovechan.
Yo te agradecería mucho que te informaras sobre este particular, para saber a qué atenernos y cumplir estrictamente con la ley.
* * *
Respecto al establo, ya conviene con el Dr. Hernández en aplazar la compra de un importante lote de vacas finas para cuando esté hecho el establo, sembrada la alfalfa; según aconsejaste que se sembrara.
Sin embargo, he consultado precisamente ayer con Rubén, si no podríamos desde luego comprar unas cuantas vacas más para aumentar la producción de leche y ayudarnos económicamente para las nuevas ideas. Yo quisiera saber ese asunto, una estimable opinión respecto que piensas oportunidad, o males con el Dr. Hernández sobre motivos dignos, a ver ustedes qué resuelven.
Termino, José, enviándote un fuerte abrazo que te digo lo mucho que te estimo y te expreso mi verdadero cariño de viejo amigo. Hazme el favor de saludar muy respetuosamente a tu hermano y a tus sobrinos.
Josefina me encarga que te dé sus recuerdos afectuosos, cumplo con el encargo con mucho gusto.

Cuenta Mario Salazar Mallén en su libro Maximiliano Ruiz Castañeda: apuntes biográficos y bibliográficos (1967) una anécdota que ilustra muy bien el interés de don Isidro por su amigo, cuando éste enfermó de tifus y aquél no sólo viajó a Aculco a visitarlo, sino que se hizo acompañar del eminente médico acambayense Dr. Maximiliano Ruiz Castañeda, que hab ía contribuido a crear en Harvard la vacuna contra esa enfermedad y la había perfeccionado en el Laboratorio Experimental del Hospital General de México:

En una ocasión, en una de mis visitas habituales a Don Isidro Fabela en su casa de San Angel, me platicó que estaba preocupado porque su fraternal amigo, Don José Díaz se encontraba gravemente enfermo de tifo; ante esta noticia, sugerí se comunicase con el Dr. Ruiz Castañeda para solicitar su intervención profesional; Don Isidro, de inmediato, tomó el teléfono; por los términos de la conversación entendí que el Dr. Ruiz Castañeda había accedido a ir a Aculco, lugar a donde se encontraba el paciente. Al día siguiente, muy de madrugada, acompañé a don Isidro a recoger al doctor Ruiz Castañeda para emprender nuestro viaje a Aculco. En el trayecto escuché ávidamente diálogos del mayor interés. Como era natural, los dos notables hombres hablaron sobre temas de sus respectivas especialidades y se relataron anécdotas, mutuamente. Los muchos kilómetros del viaje y las horas matinales transcurrieron para mí, con una felicidad plena, llena de avidez y con la admiración respetuosa con que la juventud sabe escuchar a verdaderos maestros.

En 1949, don Isidro intentó disuadir a don José de contender por la presidencia municipal de Aculco. No sólo no lo logró, sino que don José Díaz repetiría en el cargo en 1951, a pesar de las buenas razones de su amigo:

Ha llegado hasta mí la noticia de que tratas de hacerte presidente municipal de Aculco. Recordarás que yo tuve esa misma idea, pero me convenciste no queriendo aceptar con sólo esta razón: que no estabas ya en edad para soportar las muchas contrariedades que trae consigo ese puesto. Ojalá ahora te puedas salvar de ese compromiso. Para mí primero es tu salud y la tranquilidad y las dos las perderás en la Presidencia Municipal de Aculco. Ten presente lo que te digo y haz lo posible por no aceptar. Que nombren en tu lugar a una persona que tú puedas controlar, eso es lo indicado. Además tú puedes seguir haciendo mucho bien a tu pueblo como particular, teniendo las amistades que tienes y el prestigio que te has ganado tan merecidamente.

Como lo mencioné líneas arriba, los problemas de Aculco hallaban conducto en don José para buscar ayuda a través de la influencia de don Isidro. Por ejemplo, cuando en 1950 hubo una gran escasez en nuestro municipio debido a la falta de lluvias:


Feliz Atlacomulco que no tienen que quejarse de la sequía; hace veintinueve días hoy que no llueve en ésta [población de Aculco] una gota [y] ya el maíz materialmente se perdió. La gente anda hecha una loca por las calles, tenemos hambre, hace tres días que no se consigue un grano de maíz. Cebada es lo que se está comiendo y aunque estamos a que esto se concluya. En Toluca me autorizaron para que diera cartas a los de toda mi confianza, y tengo dado seis permisos para que vayan a Toluca para que les extiendan el permiso de tránsito, pero es el caso que en ninguna parte se encuentra el maíz.
Usted señor Fabela que tanto ha querido a mi pueblo consiga con alguna de sus muchas amistades ya sea de Toluca o Atlacomulco unas doscientas cargas, se las pagamos al contado.
No sé qué pueda suceder, aquí es posible que haya sucesos desagradables pues con hambre se desciende hasta lo último.
Quiera Dios Señor que le llame la tención los hambres que esta padeciendo nuestro Pueblo.

¿Existen algunos beneficios recibidos por Aculco que, en efecto, puedan atribuirse a don Isidro Fabela? A decir de don José, la Escuela Venustiano Carranza, que "aunque la construyera Del Mazo, pero fue a instancias de Ud.", pero también otros detalles como el evitar en 1954 la salida de los frailes agustinos que estaban a cargo de la parroquia.

Con el tiempo, la comunicación entre ellos fue tomando un carácter más entrañable. Pese a las diferencias que podía haber entre don José y don Isidro, quien era ya todo un personaje de la diplomacia y la política mexicana, es claro que éste lo consideraba un verdadero amigo. Incluso lo invitó como tetigo en la boda de su hijo Daniel Fabela. Así se dirigía a él, por ejemplo, en julio de 1951, desde San Francisco, California:


Créeme que tengo positivos deseos de charlar contigo y de darte un fuerte abrazo, pues créeme que te extraño mucho y que me hace falta constantemente la presencia de un tan buen amigo, como eres tú para mí. Josefina [mi esposa] te envía sus saludos cariñosos y yo te estrecho entre mis brazos con el viejo afecto que te tengo desde hace tantos años.

O, en otra ocasión, de esta manera:

Siempre con tus pruebas de carino me demuestras todo lo que significo para ti. Esto me conmueve, pues ya sabes que tú has sido para mí siempre y lo seguirás siendo, uno de mis más dilectos amigos.

Hacia esa época, las enfermedades de don José comenzó a agudizarse: sufría de los ojos y del corazón, diabetes, inflamación de las piernas. La mala salud lo obligó a dejar de ayudar a don Isidro directamente en sus ranchos ("tu misión, la noble misión que te has impuesto en la vida de hacer el bien a los demás sin recompensa de ninguna especie"), aunque siguió auxiliándolo de distintas maneras, y dejó también de vivir en Aculco (su casa era la del número 6 de la calle Juárez, que después fue de don Emilio Chávez), trasladándose a San Juan del Río donde disfrutaba de un clima un poco más cálido, a menor altura y de mejor atención médica.

El 27 de agosto de 1955, una tragedia llenó de luto la casa de don José, en el número 9 de la calle de Iturbide en San Juan del Río: su hermana Conchita falleció en muy lamentables circunstancias:


Con el corazón hecho pedazos formo la presente para participarle, mi pena ya demasiado dura para mi pobre humanidad. Comienzo por indicarle que el sabado 28 del actual, al ir mi pobre y ya casi ciega hermana a dar unas botellas de alcohol para las madrecitas del convento, y ya teniendo dos botellas llenas y queriendo asegurar el bote para evitar su evaporación, le dio a la criada una bola de parafina para este objeto, pero la criada desoyendo lo mandado quiso gotear con la vela ardiendo el bote, produciéndose desde luego una fuerte explosión que yo creí que se trataba de que alguno de los tanques de gasolina que tienen frete a la casa se hubiera reventado, para esto salí corriendo, no corriendo, sino que casi arrastrándome debido a que me encuentro casi postrado de un fuerte reuma, pues sí, al salir a la puerta de la sala, me pude dar cuenta de que enfrente de la cocina, se encontraba gritando el hijo de la criada, diciendo, se están quemando, se están quemando, como pude, llegué la puerta, viendo con horror, que la pobrecita de mi hermana se encontraba tirada, cubierta de llamas y ya casi consumida, la criada salía hecha una ascua, y tirándose dentro de la pileta del agua, mientras la pobre de mi ya finada hermana se debatía entre las llamas hasta que alguien que llegó, le tiro una cubeta de agua, pero ya sin remedio, ya que a las las doce horas despues, dejo de existir.
Ahora, aqui me tiene sumido en la más completa aflicción, emfermo, viejo y solo, esperando que Dios se acuerde de mí y también me llame para hacerle conpañía a la que mas que hermana fue mi madre, pues nunca se quiso casar por no dejarme solo.
En fin, ya no quiero cansarlo mas con mis lamentaciones, solo le ruego que pida a Dios por el descanso del alma de ella y también a mi me mandé el consuelo y resignación para poder soportar esta desdicha.
Quedo de Ud., como siempre, suplicándole me perdone lo inerente de estos renglones, pero ya Ud. se imaginará com me encuentro.
S. S. S.
José Díaz

En aquella circunstancia, don Isidro contestó mostrándole su pesar y, caso extraño entre los políticos mexicanos de la época, hablandole como creyente:


Ya te imaginarás la pena que tuvimos al verte sin la compañía de tu adorada hermana Conchita. Era la mitad de tu vida y esa mitadla perdiste: pero eres un cristiano completo, lleno de fé en Dios y deresignación para lo que Él mande. De manera que esa fe te tiene que servir para sobrellevar las amarguras infinitas que pesan sobre tu alma; y esa fe también te servirá para que te sobrepongas, con tu férreo carácter, a los designios de la Providencia, de tal manera de no darte a la desesperación porque eso sería ir contra la voluntad de Nuestro Señor Jesucristo.

En el archivo de Isidro Fabela, la comunicación cesa en marzo de 1956. En algún momento, don José se trasladó a la Ciudad de México y murió allí el 30 de marzo de 1958, ya con demencia senil, en una casa muy humilde de la colonia Asturias -Oriente 67, no. 2928-. Su cuerpo fue sepultado en Aculco. Don Isidro murió seis años después, en Cuernavaca, el 12 de agosto de 1964.

 

NOTAS:

(1) El parentesco entre don José y don Alfonso Díaz era doble: el padre de José (José María Díaz) y el abuelo de Alfonso (Carlos Díaz) eran hermanos, mientras que la madre de José (Soledad Herrera) y la abuela de Alfonso (Paula Herrera) eran hermanas. Don Alfonso Díaz trabaj´también en el ingenio de San Cristóbal, como contador o administrador.

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