sábado, 15 de noviembre de 2025

Los insurgentes de Aculco

Pese a que en Aculco tuvo lugar uno de los episodios más significativos de la Guerra de Independencia —la batalla del 7 de noviembre de 1810—, y de que, tiempo después, en el cerro de Ñadó se levantó una importante fortificación que sirvió como resguardo, fundición y fortín para los rebeldes de la Junta de Zitácuaro, muy poco se ha escrito sobre los aculquenses que participaron en el bando insurgente en aquella contienda. nacidos dentro de lo que entonces era la jurisdicción de Aculco, aunque en parajes que hoy forman parte del vecino municipio de Polotitlán. A pesar de esta omisión, es claro que numerosos habitantes de Aculco se unieron a Hidalgo y a otras partidas insurgentes desde los primeros momentos de la lucha. Algunos, ciertamente, fueron incorporados por la fuerza, como aquellos para quienes el juez Manuel Perfecto Chávez obtuvo el indulto una vez que regresaron a sus hogares tras escapar de los rebeldes a finales de noviembre de 1810. Otros, en cambio, lo hicieron de manera voluntaria, y prueba de ello es la constancia que mantuvieron en la contienda.

Para conocer los nombres de los primeros patriotas aculquenses, es de gran importancia un documento de noviembre de 1810 que señala a dos docenas de hombres de este origen que acompañaban en sus correrías a los rebeldes Julián y Chito Villagrán, de Huichapan: Antonio Legorreta, Antonio Serrano, Pedro Monroy, Eufrasio Pérez, José Narciso Ximénez, Bernardino Zamudio, José Ruiz, Antonio Martínez, Francisco Correa, Vicente Sánchez, Antonio Sánchez, José María Guñó, Hermenegildo Martínez, Lázaro Pérez, Benito Rivera, José Pérez, José Clemente Sánchez, Ignacio Chávez, Luis Ronquillo, Antonio de los Ángeles, Vicente González, José María Cristalinas, Quirino Briceño e Hilario Nieto. (AGN, Operaciones de Guerra, vol. 141, exp. 1, 1810, F. 10r.)

De varios de ellos conocemos su historia posterior. Por ejemplo, Antonio Legorreta fue indultado muchos años después, en 1818. Hermenegildo Martínez aparentemente regresó a su vida pacífica, pero fue acusado de insurgente en 1812 junto con los aculquenses Francisco e Ignacio Basurto y José Francisco Martínez, aclarándose al final que ninguno de ellos lo era. José María Cristalinas persistió en la insurgencia, sirvió en el fuerte de Ñadó como ayudante y llegó a alcanzar años más tarde el grado de capitán, pero fue capturado y fusilado en 1816. Sobre él escribí un texto que puedes leer aquí. Benito Rivera también continuó sirviendo a la insurgencia, y desempeñó después el cargo de sargento ayudante. Ignacio Chávez llegó a ocupar después la plaza de teniente coronel. Benito Rivera fue también ayudante en el Fuerte de Ñadó. Por su parte, Luis Ronquillo se convirtió en 1825 en secretario del Ayuntamiento de Aculco y su narración del arribo de Hidalgo al pueblo, inserto en las Actas de Cabildo, es uno de los más interesantes testimonios locales de este acontecimiento. Lo puedes leer aquí. Sobre el Antonio Sánchez que aparece en la lista, podemos preguntarnos si se trataba del mismo José Antonio hijo del entonces propietario de la hacienda de Ñadó, Eusebio Sánchez de la Mejorada; no es inverosímil, pues muchos criollos acomodados como él abrazaron la insurgencia. La construcción del Fuerte de Ñadó dentro de las tierras de esa hacienda en los años siguientes hacen aún más razonable esta posibilidad.

Antes de hablar de esa fortificación insurgente y de sus defensores, vale la pena mencionar un dato de otro posible rebelde -o por lo menos informante- de origen casi indudablemente aculquense: Matías Navarrete, caporal de Arroyozarco, quien daba cuenta a los sublevados de las fuerzas y disposiciones de la tropa del rey en esa hacienda, hasta que en 1812 fue aprehendido por el coronel Carminatti, debido a la delación que le hizo el correo José Trujillo (AGN, Infidencias, vol. 175, exp. 118, 1812).

En 1812, el coronel José Rafael Polo, a quien mendionamos arriba, estableció junto con sus hermanos mayores y lugartenientes José Manuel y Trinidad, el Fuerte de Ñadó. Además de ellos se han conservado los nombres de algunos otros oficiales que formaban parte de sus tropas en ese lugar entre 1812 y 1813: el sargento mayor Luis Quintanar, los ayudantes Benito Rivera y Simón Pérez, los capitanes Basilio Fajardo, Antonio Monroy, Rafael García, José María Cristalinas, Manuel Quintanar, Miguel Mondragón, José de Jesús Torrijos, José María Casares, Felipe Alvarado, Baltasar Polo, Miguel Mejía y Bernardo Sánchez. Otro documento semejante al anterior, con fecha del 17 de enero de 1813, añade dos nombres a la lista de los insurgentes de Ñadó: Eustaquio Jiménez, capitán, y José González, tambor mayor. Un oficio muy posterior, enviado el 6 de agosto de 1864 por el hijo del coronel Polo, Felipe Polo, al subprefecto Político de Huichapan, aporta algunos otros nombres de oficiales que actuaban en el lugar: Julio Díaz, Joaquín, José María y Antonio Mejía (padre y hermanos de Miguel, respectivamente) y Antonio Dorantes. El Diccionario de los insurgentes nos proporciona un nombre más: José Arciniega, asistente del capitán Miguel Mondragón. Durante apenas tres meses, probablemente en la segunda mitad del año de 1812, fue capellán de los insurgentes de Ñadó el franciscano Fray José de Lugo y Luna, prófugo del convento de Toluca. En su expediente procesal levantado “por proposiciones heréticas y revolucionario”, tras entregarse el 10 de septiembre de 1815 al coronel Armijo, aparece el nombre de otro insurrecto emplazado en el monte en aquel entonces: el capitán Bernardo Chávez, a quien casó con la mujer con la que convivía después de obtener dispensa por su consanguinidad en segundo grado. (las fuentes de etas listas se pueden encontrar en mi libro Ñadó, un monte, una hacienda, una historia).

Sabemos que varios de estos hombres (los cuatro Polo, Luis y Manuel Quintanar, Cristalinas, Benito Rivera, Rafael García, los Mejía, Dorantes, Miguel Mondragón, José Arciniega, posiblemente Bernardo Sánchez y Bernardo Chávez, por lo menos) eran originarios de la región inmediata a Ñadó, y algunos de ellos oriundos de los ranchos y rancherías que años después se separaron de Aculco para formar el municipio de Polotitlán. Valdría la pena hacer una búsqueda detallada en los libros sacramentales de la parroquia de Aculco para determinar su origen y poder incluirlos así, sin duda alguna, entre los insurgentes de Aculco

Tiempo después encontramos el nombre de otro posible insurgente de la región, por lo menos en intención: el soldado Ignacio Hernández, del destacamento realista de Arroyozarco, que en 1815 intentó fugarse y pasarse a los rebeldes. Terminó por ser indultado (AGN, Infidencias, vol. 92, exp. 6, 1815-1816). Unos años después, en 1819, acaeció otro suceso relacionado con la hacienda de Arroyozarco que nos proporciona información sobre un insurgente más: ese año se descubrió una conspiración en la región de los Llanos de Apan (hoy Estado de Hidalgo), que debía estallar el 13 de mayo de aquel año. Entre los aprehendidos como conspiradores estuvo el administrador de la hacienda de Arroyozarco, posiblemente aculquense, pero hasta ahora no he podido averiguar su nombre (AGN, Infidencias, Volumen 152, exp. 1. Hay una buena crónica también en la obra de Alamán).

Esta lista, aunque breve, imperfecta y naturalmente incompleta pues la mayoría de los nombres que conocemos pertenecen a oficiales y no a los muchos más numerosos soldados de menor rango, nos ofrece al menos algunos puntos de partida para reconocer la participación de nuestros coterráneos en el movimiento insurgente. Ojalá en el futuro pueda ampliarse y precisarse, de modo que podamos rendir homenaje, mediante el recuerdo de sus nombres, a los aculquenses que pelearon por nuestra independencia.

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