La historia de las haciendas que se asentaron total o parcialmente en el actual territorio municipal de Aculco es vasta y a veces tan antigua como la de la propia cabecera. Queriendo profundizar en dicha historia, publiqué hace varios años los libros Arroyozarco, puerta de Tierra Adentro (2003) y posteriormente Ñadó, un monte una hacienda, una historia (2009), que se refieren a las dos principales latifundios que existieron en la región. En esta última obra quedó esbozada también la historia de la Hacienda de San José del Jazmín, ya que desde fines del siglo XIX y hasta el reparto agrario se mantuvo precisamente como anexa a la de Ñadó.
Al ocuparme entonces de El Jazmín, uno de sus aspectos evidentes fue la dificultad para reconstruir su origen como gran propiedad, ya que se formó por la incorporación de tierras de muy diversos dueños y distintos nombres, que poco a poco se fueron integrando en una sola, enorme extensión de miles de hectáreas. El que se le haya bautizado tardíamente como El Jazmín, desplazando los nombres primitivos de las fracciones de tierra que la conformaban, dificulta incluso averiguar cuál de éstas le sirvió de "núcleo" e incluso si los restos del casco de la hacienda que se conservan hoy en día corresponden originalmente a alguna de ellas. El que una fracción del Jazmín se haya segregado, que se le designara al separarse "Rancho Viejo" y que contara con un casco más sólido -y quizá más antiguo- que el del propio Jazmín, dificulta aún más el precisar su genealogía territorial y arquitectónica, como intentamos con mucho mayor éxito en los casos de las fincas de Arroyozarco y Ñadó.
(Puedes ver la página Estampas de Aculco aquí)
Dicho lo anterior, señalaré que una de las pocas relativas certezas sobre el origen de El Jazmín es el que parte de sus tierras pertenecieron alguna vez al rancho de Caxmó, Caximó, Santa Fe o Himilpa (nombres todos que a lo largo de los siglos recibió esta posesión) el cual fue cedido originalmente por merced del virrey Luis de Velasco a favor de un indio de Acambay llamado Rafael García, en 1594. Esta merced de tierras se componía de un sitio de ganado menor y estaba situada junto al camino entre Acambay y San Francisco Cuatipatlana (posiblemente el actual San Francisco Saxhní), en un puerto "entre dos cerros grandes" y el monte del Ermitaño. Limitaba al oriente con el pueblo de Santiago Toxhié y un llano llamado San Blas, al sur con el cerro de Huistepeque.
Pero después la historia de Caxmó se vuelve tortuosa. En 1723, la parte sur de Caxmó, conocida como Xitexí (posiblemente Chitejé en un trasunto más contemporáneo), fue reclamada por Juan Téllez-Girón del Barrio, español, vecino de Ixtlahuaca, quien demostró con la exhibición de mercedes y títulos de propiedad su legítima posesión. Para 1736, Caxmó era propiedad de Ramón Martínez de la Cruz, quien lo tenía arrendado a Diego Garrido para pasto de ganado. En 1763, sin embargo, los hermanos Manuel y María García Ávalos (nótese la coincidencia de apellido con el dueño original en el siglo XVI), caciques de San Andrés Timilpan, fueron declarados como legítimos dueños de este rancho, recibido por herencia de sus padres. Ese mismo año, Caxmó fue dado en arrendamiento a don Domingo Navarrete. Por documentos de este arrendamiento, sabemos que el rancho había perdido tiempo atrás la mitad de sus “tierras laborías y montuosas” en un litigio con la familia Legorreta. Y poco después los García Ávalos también perdieron legalmente una tercera parte de Caxmó, situada al noroeste, a favor de unos “amigos y vecinos suyos”: los “Mondragones”. Ya a fines de la Colonia, en 1791 se iniciaron las diligencias para el remate de los que restaba de Caxmó a Luis Mondragón, en 110 pesos. De todo esto la pregunta natural es, ¿de cuál de las fracciones de Caxmó se formó El Jazmín? Es difícil saberlo, aunque existe la posibilidad de que fuera de la que quedó en manos de la familia Legorreta.
En 1856 el pueblo de Dongú, en Acambay, perdió parte de sus tierras comunales a favor de la que ya para entonces recibía el nombre de Hacienda del Jazmín. Poco después, en 1862, la hacienda pertenecía a don Vicente Ugalde, pero llegó más tarde a manos de don Ricardo Monroy, dueño asimismo de las hacienda inmediata de Santiago Totó. Tras la muerte de Monroy, su viuda doña Trinidad Montes de Oca compró en 1881 la hacienda de Ñadó y de tal manera El Jazmín se incorporó a un grupo de propiedades que abarcaban buena parte del sur del municipio de Aculco y el norte del de Acambay. Sin embargo, doña Trinidad vendió pronto la hacienda de Totó, deshaciendo así ese embrión de gigantesco latifundio.
El Jazmín, por otra parte, era legalmente propiedad de doña Trinidad, pero también de sus hijos Mariana, José Ricardo, María Francisca, Antonio, María Dolores, Rafael, María de la Luz y Elpidio, menores de edad todos ellos, y de los dos mayores, Jesús María y Ana, esposa ésta última de Guadalupe Guadarrama, originario de Atlacomulco, “caballero comprensivo, de mucha experiencia y muy apreciado de todo su personal”. Guadalupe se convirtió pronto en brazo derecho de su suegra para la administración de sus bienes.
Por lo que respecta al Jazmín, en 1879 se vendió una fracción de la propiedad a don Eduardo Mondragón, con la queja del pueblo de Santiago ToXhié que consideraba esas tierras como suyas y usurpadas por la hacienda. Cuatro años después, en agosto de 1883, don Guadalupe Guadarrama adquirió de su suegra y cuñados la propiedad tanto de El Jazmín como de Ñadó. De los hermanos Monroy sólo Jesús María conservó su fracción, desligándola de El Jazmín, la que desde entonces se nombró como Rancho Viejo.
Para comprar las haciendas, don Guadalupe se vio obligadoa hipotecarlas y solicitar otros préstamos. Quizá apurado por estas enormes deudas y después de ocupar durante el año de 1884 la presidencia municipal de Aculco, don Guadalupe acabó por vender en 1885 la hacienda de El Jazmín a don José Marcos María Luis González, de Acambay, por 22 mil pesos. Esta propiedad tenía entonces una superficie de setenta y tres caballerías, tres fanegas (algo más de 3,134 hectáreas); colindaba por el oriente con los terrenos de José Justo Correa, Rancho Viejo, Espiridión Mondragón, María Matiana Alcántara y de los pueblos de Dongú y Santiago Toxhié; por el norte, con el rancho del Mogote y Trojitas de Eduardo Mondragón y la hacienda de Ñadó; por el poniente, con tierras del propio Guadarrama en litigio con San Ildefonso, con el rancho de Muitejé de los señores González y con el pueblo de Tixmadejé; por el sur con las tierras del mismo Tixmadejé y los pueblos de Detiñá y Dongú. A la posesión original del Jazmín había agregado Guadarrama otra parte del rancho de Caxmó, su colindante, que compró a los herederos de los indígenas Agustín Zeferino y Juana María de Jesús, en cuatrocientos cincuenta y seis pesos. Posteriormente, en circunstancias que no hemos podido dilucidar, El Jazmín volvió a formar parte de las posesiones de Guadarrama. En la descendencia de don Guadalupe se conservaría hasta los tiempos de la reforma agraria cuando, entre 1923 y 1936, sufrió seis afectaciones agrarias para conformar los ejidos de Detiñá, Dongú, Doxthejé, El Ermitaño y Muitejé que le arrebataron cerca de 3 mil hectáreas. Como puede verse de ello, aunque el casco de El Jazmín se encuentra dentro del municipio de Aculco, la mayor parte de sus tierras estaban dentro del de Acambay.
Del casco de la hacienda de El Jazmín prácticamente sobrevivió en buen estado la capilla dedicada a San José. El templo es muy sencillo y pequeño (cubre un área cercana a los 65 metros cuadrados), está fabricado en adobe, cubierto a dos aguas con teja, y cuenta con una pequeña torre con su campanario de cantería de dos cuerpos. Debe haber sido construido después de 1868, cuando el dueño solicitó licencia al Arzobispo de México para su edificación. En 1873 las parroquias de Aculco y Acambay disputaban sobre la jurisdicción de esta capilla, ya que se encuentra prácticamente sobre la frontera que divide ambas parroquias y municipios. A principios del siglo XX, los propietarios procuraban la celebración semanaria de una misa en ella. La casa principal de la hacienda del Jazmín -ahora algo arreglada después de haber llegado en los años posteriores a la reforma agraria casi a la completa ruina- está construida también con adobe. Se halla al lado izquierdo del templo.
El Jazmín era famoso por su manantial de agua termal sulfurosa, del que los dueños de la hacienda obtenían algunos recursos al permitir a la gente bañarse en él y siguió funcionando todavía hasta tiempos recientes.
Interior del baño de El Jazmín. Fotografía tomada de la página de Facebook dedicada a esa comunidad.
Si quieres ver más fotografías de El Jazmín y sus alrededores, te recomiendo visites la página de Facebook dedicada esta comunidad, que puedes encontrar aquí: El Jazmín, Aculco.
BIBLIOGRAFíA
Javier Lara Bayón y Víctor Manuel Lara Bayón, Ñadó. Un monte, una hacienda, una historia. Gobierno del Estado de México, 2009.
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