Después de varios meses desvencijado y apuntalado debido a los daños acumulados que amenazaban su estructura, el Portal de los Terreros -muy probablemente el más antiguo de los portales que dan hacia la Plaza de la Constitución de Aculco- fue rehabilitado entre julio y septiembre de este año para devolverle su función, justo a tiempo para la celebración de las fiestas patrias. Así se ha conjurado la amenaza que pendía sobre esta construcción tan característica de nuestro pueblo, que estuvo en riesgo de caer.
Este viejo portal ya había sido intervenido varias veces (y en diversos grados) con anterioridad, por lo menos en unas cuatro ocasiones desde la década de 1960. Estas intervenciones, casi todas desafortunadas, significaron pérdidas de elementos, modificaciones a su estructura y sobre todo una falta de documentación que nos impide saber qué tanto de su estructura de madera -por ejemplo- era original de la época de su construcción en el siglo XVIII y qué otro tanto se debía a esas remodelaciones. Adicionalmente, la construcción de una segunda planta a la casa a espaldas suyas en la década de 1990 alteró las proporciones con las que se integraba a la plaza, restándole presencia.
La reciente rehabilitación del portal fue en términos justos, eso, una rehabilitación: una obra para devolverle uso y función. Habría sido conveniente aprovechar el momento para emprender su verdadera restauración bajo los criterios aceptados para recuperar edificios patrimoniales (como se hizo hace unos años con el portal de peregrinos de la parroquia o con la cubierta de la capilla de Santiago Oxthoc Toxhié) y regresarle así su valor histórico. Esto no significa que se hayan hecho mal las cosas, simplemente que se pudieron hacer algo mejor.
Entre las cosas destacables por buenas, hay que señalar que la calidad y dimensiones de la madera empleada en la obra resulta mucho mejor que la incorporada en remodelaciones anteriores. Si comparamos, por ejemplo, las nuevas vigas madrinas, notaremos en seguida que son más robustas que las que existían. La misma calidad se advierte en las nuevas zapatas, labradas exactamente como las viejas que estaban ya muy dañadas por los escurrimientos. En las vigas perpendiculares se tuvo el buen cuidado de labrar su canecillo al viejo estilo, señalar sus estrías longitudinales que en las viejas casas aculquenses eran señal de riqueza y colocar sobre ellas el tejamanil precisamente como se hacía en el siglo XVIII, de manera sesgada y alternada. Aunque con un criterio más purista toda la madera podría haberse dejado en su color natural, algo oscurecido (como en el portal de peregrinos de la parroquia), en lo personal creo que se hizo bien al conservar el negro con que ha estado pintado desde hace 45 años.
De los criterios discutibles aplicados en esta rehabilitación, quisiera subrayar sólo uno: los detalles del pretil que se alza sobre la viguería. Como se observa en las más antiguas fotografías, las zapatas de los extremos del portal originalmente se cortaban a ras de dicho pretil, pero las zapatas colocadas en la remodelación de 1974 sobresalían, quedando expuestas a la lluvia. Eso ocasionó un daño continuado y su reemplazo en varias ocasiones por zapatas nuevas igualmente sobredimensionadas. En la presente rehabilitación se buscó solucionar el problema ensanchando el pretil hasta alcanzar el extremo expuesto de las zapatas, lo que a su vez obligó a la colocación de una nueva viga que a espaldas del portal sobresale del plano de la construcción. Si bien el pretil ya no era el original, pues fue reconstruido en la década de 1990, siento que esta solución -además de alterar un poco las proporciones antiguas- es válida pero quizá innecesariamente complicada.
Por cierto, creo que se hizo muy bien al retirar la barandilla de fierro que se había añadido en lo alto.
Por cierto, en aquella reconstrucción de 1990, el chaflán del pretil fue ligeramente modificado, dejando en la parte cercana a las vigas una sección recta antes inexistente. En la reciente rehabilitación, esta parte recta se hizo aún más notoria.
También hubo en estas obras lo que yo llamaría "oportunidades perdidas", especialmente en dos aspectos. El primero, podrían haberse limpiado los pedestales de cantera para eliminar el muy lamentable barniz brillante que los cubre, que por acumulación de humedad que no puede escapar de ellos naturalmente puede llevar a su fractura. El segundo, como bien puede advertirse en las viejas fotografías, el portal contaba originalmente y hasta la década de 1990 con cinco gárgolas, de las que sólo quedan tres y que en esta ocasión podrían haberse completado de nuevo.
En ciertos detalles de la rehabilitación se pecó un poco por exceso. Es el caso de los "cinchos" de metal que en los extremos superior e inferior se agregaron a las columnas de madera. Probablemente sean necesarios para evitar la ruptura longitudinal de estos soportes y su uso en casos así está perfectamente aceptado, más lo que resultó excesiva fue la adición de chapetones metálicos como adorno a estos cinchos.
Lo que sí me produjo desagrado es un detalle del que probablemente muchos aculquenses ni se percataron, o que dándose cuenta consideraron conveniente: sobre el antiguo piso del portal, formado por centenarias losas de piedra que le daban un carácter histórico único, fue colocado un desafortunado piso de piedra labrada industrialmente. En un pueblo como Aculco, que forma parte de la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO gracias a la conservación de su patrimonio histórico, estas cosas no deben ocurrir. Ojalá el piso original continúe allí abajo sin grandes daños, para que algún día pueda ser recuperado.