Donaciano Serna Leal nació el 24 de mayo de 1919 en el pueblo serrano de Molango, estado de Hidalgo. A los 16 años salió de su pueblo natal para estudiar la carrera de profesor rural como interno en la Escuela Regional Campesina de El Mexe, de la misma entidad. Al concluir su preparación, ejerció el magisterio durante varios años en Hidalgo y en Sinaloa. A mediados de la década de 1940, buscando mejores perspectivas de progreso, ingresó a la Normal Urbana de Pachuca. Por aquellos años comenzó a escribir en el periódico local Renovación y esa labor le dio cierta popularidad entre los habitantes de la capital hidalguense. Fue también entonces que conoció a la que sería su esposa, Socorro Alcántara Villafuerte, como lo narró a su hijo Gabriel:
-¡Buenas tardes, Señor Periodista!
Con cierta sorpresa, me volví para contestar el saludo. Quien me trataba así, entre broma y en serio, era una guapa muchacha morena, alta, con el pelo muy negro y unos bellos ojos. Vestía un traje sastre color azul marino.
-Buenas tardes Señorita, pero me confunde; ¡no soy periodista, soy un maestro rural!
-No, no; yo he leído sus artículos y me parecen muy buenos. Fíjese que creía que los escribía una persona de mucha edad. Son tan serios y profundos.
-¡Gracias, gracias y qué bueno que le gusten!
-¡Hasta luego!
Ese fue el primer diálogo que sostuve con Socorrito, quien después sería mi querida esposa y compañera de toda la vida. La verdad es que yo me sentí desconcertado. ¿Cómo podría una guapa muchacha fijarse en mí, modesto maestro y aparte huérfano y sin fortuna? Después, cuando pregunté con algunas compañeras, me informaron que Socorrito vivía con su mamá y con el hermano de ésta que era ni más ni menos que el señor cura de la Parroquia de la Asunción. Me imaginé entonces que Socorrito sería de esas señoritas muy católicas que se codean con gente rica y con ideas anticuadas. Nada de esto fue verdad. Socorrito era una muchacha sencilla, amable, bromista y -algo que también me encantó-, gran lectora y con cultura. Tenía ideas progresistas. Platique con ella de novelas y sus autores, de noticias de actualidad -la Segunda Guerra mundial estaba concluyendo-, me contagió su gusto por el cine -fuimos a ver “El Tercer Hombre”- y así, una tarde en que logré vencer mi nerviosismo, le pedí que aceptara ser mi novia. Sonriendo, me dijo:
-Sí, ¡te quiero, Chanito!
A partir de ese momento fui el hombre más feliz del mundo. Ya no estaba solo.
Conocí a su mamá, la señora Angelina Villafuerte viuda de Alcántara; a su tío, el padre Indalecio Villafuerte, auténtico apóstol que ejerció su ministerio en muchas poblaciones de la entonces enorme Diócesis de Tulancingo; a su tía Teresita, siempre bondadosa, gentil y trabajadora. Eran originarios de Aculco, Estado de México, parte de una familia muy antigua y respetada. Sobre todo, admiré la vida austera y virtuosa que llevaban tras vivir las más duras adversidades. Eran fieles católicos que vivían la religión no solo en el culto sino en todos los aspectos de la vida. Con toda la familia de Socorrito, incluyendo los que vivían en Aculco, tuve la fortuna de llevarme bien y establecer profunda amistad. Fui aceptado por todos con amabilidad y respeto.
En efecto, como bien puede deducirse de sus apellidos, Socorro pertenecía a viejas familias aculquenses. De la paterna, una rama de los Alcántara, no he podido averiguar gran cosa. En cuanto a la familia materna, los Villafuerte, provenían de Arroyozarco y se establecieron en la cabecera municipal a fines del siglo XIX, en la antigua Casa de la Cruz del Ojo de Agua, situada en la esquina de Aldama y Pomoca. En ella, el patriarca familiar don Fidencio Villafuerte fundó en 1905 una fábrica de cambayas. Fidencio tuvo por lo menos tres hijos: Teresa (nacida hacia 1890), Angelina o Evangelina (ca. 1891) e Indalecio (ca. 1898). Indalecio, como ya se mencionó, se dedicó al sacerdocio que ejerció en la diócesis de Tulancingo. Teresa nunca se casó. Angelina contrajo matrimonio con Everardo Alcántara, cinco años mayor que ella. En 1930, Everardo y Angelina vivían en Aculco con su hijo Gabriel de sólo dos años, mientras que su hija mayor, María del Socorro, de nueve años, vivía con su tía Teresa en Pachuca donde el padre Indalecio era ya párroco del templo de Guadalupe. Allá fue donde la conoció Donaciano Serna Leal.
Al terminar Chanito sus estudios en la normal de Pachuca y ya con una plaza de maestro en el Colegio del Estado de Guerrero, se casó con Socorrito en Actopan el 25 de enero de 1948, impartiendo la bendición nupcial el padre Villafuerte.
En 1953, Donaciano fue inesperadamente destinado por la Secretaría de Educación a la lejana Ures, Sonora. Acudió entonces a su paisano Manuel Sánchez-Vite, recién electo Secretario General del Sindicato Nacional de los Trabajadores de la Educación (el SNTE), para solicitar su ayuda para obtener una plaza distinta que no lo obligara a mudarse a miles de kilómetros al norte. Gracias a su intervención, la Dirección de Normales lo envió como maestro a su querida escuela de El Mexe. Pero no sólo eso: aquel acercamiento con Sánchez-Vite le depararía un destino que por aquel entonces no podía siquiera vislumbrar.
Todo comenzó cuando en 1954 Serna Leal entró a formar parte del Comité Estatal del SNTE y se abocó en los años siguientes a la actividad sindical, encontrando en ella una segunda vocación en que, en sus palabras, podía realizar algo de lo que más estimaba: hacer el bien a los demás. En 1957, fue electo Secretario General de la Sección XV del SNTE. En 1961, poco antes de concluir su gestión en el sindicato, el PRI lo postuló como candidato a diputado por el distrito de Zacualtipán, cargo que naturalmente alcanzó en una época en la que el partido oficial dejaba limitadísimos espacios a la oposición. Combinó entonces la actividad legislativa con un nuevo cargo sindical, el de Secretario de Acción Social del Comité Ejecutivo Nacional del SNTE. De 1964 a 1968 fue secretario del Consejo Consultivo del sindicato. En 1969, su amigo Manuel Sánchez Vite llegó a la gubernatura de Hidalgo y éste lo nombró tesorero general del estado pero, inesperadamente, el gobernador obtuvo licencia de su cargo a fines del año siguiente para ocupar la presidencia del CEN del PRI nacional, por petición del presidente Luis Echeverría:
El 8 de diciembre de 1970, el licenciado Sánchez Vite, me mandó llamar a su despacho de Palacio y me dijo:
-Fíjate Chano, que el licenciado Echeverría me ha dado instrucciones para tomar posesión de la presidencia del PRI. Esto se debe anunciar y concretar de hoy a mañana. Entonces, va a haber necesidad de que en nuestro Estado quede un gobernador interino.
-Permíteme felicitarte por esa honrosa distinción. Cuenta con todo mi apoyo- contesté.
-Gracias, Chano. En cuanto al gobernador interino, te voy a pedir que escribas un discurso de aceptación del cargo y se lo entregues a la persona que te voy a decir. Ya sabes que en una situación como esas, muchos se atontan y pueden decir tonterías.
Seguí sus indicaciones: elaboré un discurso que leyó con atención y aprobó. Para ese momento, la noticia de que el gobernador de Hidalgo iba a ocupar la presidencia del PRI, había corrido por todo México. También se especulaba sobre el nombre del suplente. Por la tarde del día 9, Sánchez Vite me mandó a llamar a su oficina y me dijo:
-No te apartes de aquí pues te puedo necesitar.
Al poco rato le llamaron de la Cámara de Diputados, avisándole que la sesión estaba a punto de iniciar. Les indicó que se procediera a pasar lista y a leer la orden del día. Nuevamente le llamaron informando que sólo restaba el punto concerniente a la elección del gobernador interino. Entonces, Sánchez Vite se puso de pie y extendiendo su mano; me dijo:
–Ve, Chano y hazlo bien. ¡Pon al servicio de tu Estado toda tu capacidad y todo tu esfuerzo!
Confieso que me quede mudo. Si bien sentía que gozaba de su confianza y amistad, en ese momento supe cuánto me valoraba como persona y miembro de su equipo de trabajo.
-Manuel, gracias, muchas gracias. Haré todo lo que esté de mi parte para continuar lo que has emprendido- acerté a contestar.
–Anda, la Cámara te espera. ¡Felicidades, Chano! ¡Buena suerte, señor Gobernador!
Así, Donaciano Serna Leal llegó a la gubernatura de Hidalgo. Fue una estancia corta: sólo 14 meses al cabo de los cuales Sánchez-Vite retomó el cargo de gobernador y Serna Leal el de su tesorero. Al concluir el periodo constitucional, Serna Leal abandonó la actividad política y se concentró nuevamente en la enseñanza, hasta su jubilación. Tras ella, en la década de 1980 volvió a publicar sus artículos en varios diarios, como El Heraldo de México. Socorro falleció en 1996. Donaciano en 2001.
A diferencia de tantos otros políticos mexicanos, Chanito tuvo una bien ganada fama de hombre honrado y vivió con sencillez toda su vida. Más que político, él siempre se consideró maestro y se dedicó con verdadera devoción a su profesión, demostró un gran interés por prepararse continuamente para ejercerla y su bondad personal marcó toda su carrera docente.
NOTAS
Los párrafos autobiográficos de Donaciano Serna Leal y la fotografía de su matrimonio con Socorro Alcántara Villafuerte provienen de la serie de artículos publicados en el semanario Avanzando en Hidalgo, que puedes encontrar en esta liga: https://reportepolitico.wordpress.com/2019/06/12/chanito-presentacion-1-13/
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