Hasta mediados del siglo XX, la hacienda de Cofradía no contó con una capilla propia. Fue hasta los tiempos en que el banquero don Armando Hernández fue su propietario cuando decidió levantar una, a un lado de la calzadita arbolada por la que se accede a la casa principal de la propiedad. Muy probablemente aprovechó para ello parte de los muros de piedra blanca una construcción anterior, quizá una troje de medianas dimensiones.
El edificio tiene planta rectangular de una sola nave, con la cabecera hacia el oriente y la fachada hacia el poniente, disposición tradicional de las iglesias antiguas. El tejado a dos aguas se sostiene en una sencilla armadura de madera que semeja un artesonado de par-hilera con tirantes. La decoración de la nave es sencilla, pero a la vez muy digna: sobre el piso de ladrillos de barro colocados a "espina de pescado" corre un par de hileras de bancos de madera; a las paredes se adosa un guardapolvo de madera casetonada; hay varios cuadros antiguos y modernos de calidad desigual colocados con cierto desorden, así como unas cuantas lámparas más bien anodinas. De algunos de esos cuadros ya he hablado antes y del resto trataré en otra ocasión.
El altar se levanta al fondo de la nave, sin gradas, al mismo nivel que ésta. Lo forma una mesa de madera entablerada, un sagrario dorado, un Cristo de tamaño mediano que resalta a contraluz de un vano con cristal translúcido y unos vasos con flores artificiales.
A los lados del altar se abre un par de puertas también entableradas que dan acceso a la sacristía, que ocupa toda la cabecera del templo. Ahí se pueden ver dos armarios y una cómoda de madera casetonada. También se encuentran varias imágenes religiosas de poca importancia.
La fachada de la capilla está formada por una gran portada de cantera con cerramiento ligeramente curvo. Al lado derecho de ella se encuentra la lápida de piedra con los símbolos de la pasión de Cristo que se ha relacionado con la Batalla de Aculco y de la que ya he hablado antes en este blog. Sobre el muro se yergue una espadaña mixtilínea con una sola campana, adornada con perillones de cantera de aire neoclásico y una cruz en el remate. A la fachada se adosa un pequeño pórtico de teja que semeja una continuación de la cubierta del interior -a nivel un poco más bajo- y se apoya en su extremo en un par de pilarcitos de cantera con basa y capitel, colocados sobre sendos muretes perpendiculares a ella.
Pese a que se trata de una construcción relativamente moderna, en esta capilla se advierte la intención de su constructor por integrarla a la arquitectura de Aculco, lo mismo a través de sus materiales -piedra blanca, cantera rosa, ladrillo, madera y teja- que en sus formas -cubierta a dos aguas, espadaña semejante a la de la capilla de la hacienda de Arroyozarco, puertas casetonadas. Resulta así un bello ejemplo de sencilla arquitectura regionalista del que se pueden derivar muchas buenas lecciones para quienes buscan contribuir a la conservación dela imagen tradicional de Aculco.