En cinco ocasiones distintas, por lo menos, he escrito en este blog acerca de la capilla de Santa María Nativitas, que como todos ustedes saben se ubica a unos cuantos kilómetros al oriente de la cabecera municipal de Aculco. En esos textos me referí a la importancia de su cruz atrial, que data de 1678, la curiosa situación de su antigua plaza, a espaldas del templo y cómo esta misma plaza por una absurda decisión fue transformada en cancha deportiva, así como a la singularidad de la imagen de la Virgen en su fachada, que aparece pisando una serpiente de cascabel, reptil de origen americano.
Esta vez me referiré a los trabajos que se están realizando en ese templo y que tuve oportunidad de fotografiar al final de la pasada Semana Santa, pero antes de entrar en materia, vale la pena hablar un poco sobre la historia de este pueblo.
Viejas leyendas ligan con la fundación de Aculco a Santa María Nativitas (que recibía antiguamente también el nombre de Santa María Ximiní (probablemente del otomí xi'mini, cardón espinudo, o xaminí, un tipo de maguey). Un documento del Archivo Histórico Municipal fechado el 20 de octubre de 1923, afirma:
Por la tradición se sabe que el pueblo fue fundado por doce españoles que llegaron a lo que hoy es pueblo de Nativitas en donde pensaban fundar el pueblo de Aculco; pero que en vista de que carecían de agua se mostraban indecisos, y al ver una mañana que en punto de este lugar se levantaba una bruma, supusieron que debía existir agua, dirigiéndose en seguida al punto que les había llamado la atención encontraron un pantano. Que pretendieron fundarlo al lado norte del río; pero que, temiendo las inundaciones se decidieron por el lugar que hoy ocupa, habiendo encontrado bastante agua.
En efecto, crónicas mucho más antiguas parecen establecer una relación particular entre este poblado (al que se consideraba a principios del siglo XVIII barrio y no pueblo) y la cabecera. Incluso se le reconocía un origen simultáneo al de Aculco en la etapa de las congregaciones y la evangelización, como se puede entrever en el Expediente de composición de Tierras de Aculco, de 1712, que en copia de 1783 se conserva también en el Archivo Histórico Municipal:
No tenemos instrumento alguno más que la fundación de su asiento como pueblo formal donde fueron congregados muchos pueblos, o la cantidad de naturales de ellos para la educación de la Ley Evangélica en lo primitivo; por cuya razón este dicho pueblo con el barrio de Santa María, mediante el repartimiento que se les hizo de tierras por entonces, para sus labranzas y habitaciones, entrando las seiscientas varas que se asignan a los pueblos, tienen de longitud, como un [...] sitio de ganado menor y dos caballerías de tierra, sin tener demasías algunas.
En ese mismo documento se indica que Santa María Nativitas fue amparado en la posesión de sus tierras en tiempos del virrey marqués de Cerralvo (1624-1635) y que hacia la primera mitad del siglo XVII el "provisor de los naturales" don Manuel Bravo de Sobremonte mandó que sus vecinos reedificaran su iglesia y que ninguna persona se los impidiera. En la "vista de ojos" (es decir, una inspección presencial) llevada a cabo en 1712, la autoridad de la provincia de Jilotepec dio fe de sus condiciones por aquellos años:
... salí de este pueblo [de Aculco] el siete del corriente para efecto de reconocer este pueblo, con el barrio de Santa María, en compañía del Gobernador, Alcaldes y demás oficiales de República de este pueblo, Gerónimo de Medina intérprete, los testigos de asistencia y otras muchas personas, como a las siete de la mañana; y se fue reconociendo el pueblo todo bajando para dicho barrio que dista como media legua, y se llegó a él, donde hay como veinte ranchos de indios, y algunas milpas sembradas de maíz; y se reconoció lindar por el sur con tierras de una principala, por el norte con sitio de los mismos indios...
Sobre su capilla, existe evidencia material y documental de por lo menos cuatro etapas constructivas: el templo original, que debió datar del siglo XVI, su reedificación en la primera mitad del siglo siguiente, la construcción de su cruz atrial, que lleva labrado el año de 1678 y la renovación neoclásica que le dio su aspecto actual en 1850, fecha que aparece en una lápida de la base de la torre.
En 1877, en el contexto de la agitación indígena en todo el Distrito de Jilotepec por la reivindicación de las tierras comunales (privatizadas en 1856) y bajo la influencia socialista de organizaciones como la Sociedad de los Pueblos Unidos y el Congreso Indígena, fue sorprendida una reunión de indígenas en la sacristía de la capilla de Santa María Nativitas. Tanto miedo causó, que el Ayuntamiento de Aculco llamó enseguida a los vecinos a la "defensa de la población en la sublevación que infundadamente están proyectando los indígenas". Lamentablemente esa histórica sacristía fue demolida en la década de 1980 ó 1990.
Después de esta introducción histórica, vayamos al punto: el pasado 14 de abril observé que la capilla de Santa María Nativitas estaba pasando por un proceso de aparente restauración. El día 19 acudí a informarme y tomar algunas fotografías, pero por estar cerrada la reja de entrada al atrio sólo pude tomar algunas desde el exterior y no hubo nadie que me pudiera dar algún dato sobre las obras y quién las realizaba.
A primera vista, la restauración parece marchar por buen camino: se han eliminado agregados impropios, como un megáfono, una lámpara y el medidor eléctrico. La cúpula ha sido limpiada y en lugar de pintura roja luce su enladrillado original. Casi toda la capilla ha recuperado ya su acabado en color rosa salmón (sobre una base blanca) y por su textura parece tratarse de pintura a la cal, como corresponde a un edificio histórico de sus características. En suma: me pareció que la capilla de Santa María Nativitas estaba recuperando su belleza.
Sin embargo, al observar las fotografías a detalle, pero sobre todo al compararlas con otras tomadas en 2009 y antes, empecé a dudar de algunos de los criterios adoptados por los responsables de la obra. Al terminar mi revisión, concluí que son básicamente cuatro los puntos que considero cuestionables en esta restauración:
LA RESTITUCIÓN DE FALTANTES: En su estado anterior, la capilla tenía rupturas en las cornisas, molduras y otros elementos funcionales y ornamentales tanto de piedra como de argamasa. Se aplicó en buena parte de ellos el criterio de restituir estas partes perdidas pero con criterios diversos y creo que no siempre justificados. Por ejemplo, para las cornisas de piedra del remate quizá habría sido mejor aplicar una mezcla de resina y polvo de cantera que les permitiera conservar la apariencia de la piedra; en cambio, se les aplicó alguna clase de cemento y seguramente se les uniformará con pintura. En cambio, un aparente faltante en la parte inferior del nicho (que quizá no era tal, sino evidencia de un trabajo inconcluso) sí fue solucionado con cantera, por cierto deficientemente colocada, mientras las piedras vecinas aparecen malamente resanadas.
LA PINTURA SOBRE LA CANTERÍA: Algo sabido entre los especialistas en arquitectura y restauración es que en la mayoría de los casos los edificios históricos de piedra, incluso aquellos labrados con la mejor calidad, recibían una capa pictórica (a veces un simple encalado) que servía a la vez de protección y muchas veces para darle una policromía que ciertamente choca a veces con nuestro gusto estético actual. Pocos se entusiasmarían hoy imaginando una catedral gótica pintada de rojo y azul o un templo griego en naranja, pero se sabe que edificios así recibieron en su origen esos colores. Así, la aplicación de pintura sobre los elementos arquitectónicos de piedra en la capilla de Santa María Nativitas que tienen evidencia de haberla tenido no es de ninguna manera cuestionable por sí misma. Pero sí lo es la aplicación de criterios distintos. Por ejemplo, tómese la cantería de la torre, que ocupa los pilares de los ángulos, las cornisas, capiteles y arcos. Ahora, nótese que en todos ellos existe evidencia de haber estado cubiertos de pintura. Ahora bien: ¿qué determinó que sólo las basas, capiteles y cornisas conservaran la piedra aparente? ¿Por qué mientras las cornisas del primer cuerpo muestran su piedra en las otras -particularmente en los dentículos- se aplicó una policromía azul? ¿Por qué se dejó libre de pintura la piedra fechada en 1850 de la fachada, simplemente por la fecha aunque tuviera evidencias de pintura como el resto?
LA POLICROMÍA: Si bien, como mencioné arriba, el restaurador mostró cierto interés en recuperar la policromía de la capilla más allá del rosa y el blanco en algunos de sus elementos, no es claro el criterio aplicado. Los dentículos de los dos últimos cuerpos de la torre y el cupulín se han pintado en azul, color que ciertamente aparecía en algunos de ellos pero no de manera uniforme. En cambio, elementos como las guirnaldas de las fachadas que evidenciaban haber estado pintadas en diversos colores (amarillo, rosa, azul) se uniformaron en rosa. La prolicromía en la imagen de la Virgen en el nicho parece haber sido eliminada, aunque quedaban rastros suficientes como para recuperarla. Por fortuna, el fondo del nicho, decorado con adornos vegetales, aparenta no haber sido tocada.
LA FALTA DE ATENCIÓN A ELEMENTOS ESTRUCTURALES O FUNCIONALES CON DAÑO: Antes de emprender la restitución de elementos ornamentales faltantes y de su pintura, debieron atenderse por lo menos dos de los problemas que presenta esta capilla: el primero de ellos, las rupturas en las gárgolas que desaguan su bóveda y que producen escurrimientos que dañan y ensucian sus fachadas; el segundo, la falla estructural en la pilastra suroeste del tercer cuerpo de la torre, que provocó en tiempos anteriores que se cegaran los vanos del mismo para evitar su colapso, pero que aumentó la carga sobre los cuerpos inferiores. De hecho, la torre entera está inclinada en esa dirección.
Así, he llegado a concluir que esta obra, más que la verdadera restauración que merece, es una simple "mano de gato" que le dará un buen aspecto a la vista, pero que ha dejado de lado la oportunidad de recuperar la apariencia original de la capilla de Santa María Nativitas. Esta crítica es, por supuesto, fruto únicamente de la observación de una obra todavía sin concluir y quizá los responsables de estos trabajos puedan disipar mis dudas y cambiar mi opinión. Es, naturalmente, lo que desearía.
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