Hace tiempo les platiqué en este blog acerca de los casos de tres mujeres y un hombre que fueron acusados de practicar la brujería en Aculco en tiempos coloniales. En ese entonces el temor hacia los brujos era real -aunque sus maleficios no lo fueran- y la creencia influía en la vida cotidiana de muchas personas, lo mismo de quienes buscaban con su intervención el arreglo de algún asunto, como de los que sin buscarla se creían sus víctimas. Y, por supuesto también, de quienes pretendían ser hechiceros o eran acusados falsamente de serlo. Ese miedo tardó siglos en agotarse y quizá subsiste aún. Todavía en la década de 1970, una pobre mujer fue asesinada en su casa y en presencia de una de sus hijas cerca de Ñadó, pues sus vecinos la consideraban bruja.
Hoy les traigo un relato algo distinto: el de una bruja que probablemente nunca existió, pero que quedó registrada en documentos del siglo XVII relacionados con Aculco.
La historia inicia el 13 de abril de 1650, cuando una mujer llamada Josefa de la Serna se presentó "por descargo de su conciencia" ante don Diego de Alarcón Fajardo, cura del pueblo de Chapa de Mota. Quería referirle lo que Salvador García, "vecino del pueblo y partido de San Jerónimo Aculco", le había contado a ella cosa de año y medio atrás, su fortuito y pavoroso encuentro con una bruja:
Dijo el dicho Salvador García que pasando el susodicho una noche por el cementerio de la iglesia del pueblo de Huichapan vio un bulto con una candela encendida en el dicho cementerio, y que llegando a reconocer lo que era, vio que era una mujer que esta declarante no se acuerda cómo la nombró el susodicho, y que estaba desenterrando un difunto. El cual habiéndola reñido, dijo la dicha mujer que por amor de Dios no la descubriese, que el diablo la había engañado, y que esto mismo oyó referir segunda vez al dicho Salvador García, habrá nueve meses poco más o menos.
Del relato del aculquense había sido testigo otra mujer, Isabel de Robles, hijastra de Josefa, que interrogada por el mismo sacerdote sólo agregó que la conversación había tenido lugar en la hacienda de Santa Cruz de don Francisco de Monroy y que Salvador García había situado el encuentro con la bruja en el cementerio de Huichapan "a deshoras". El cura decidió entonces llamar al propio Salvador García de la Mejorada para que le refiriera de primera mano su historia. El 16 de abril, Sábado Santo, y ya de noche, García fue interrogado. Aseguró primero que era de calidad español (es decir, criollo), casado, de 44 años, labrador y vecino como ya sabemos del pueblo de Aculco. Luego se le preguntó si sabía la razón por la qué había sido llamado:
Siendo preguntado si sabe o presume la causa por la que es llamado, dijo que no la sabe ni la presume. Fue exhortado que por reverencia de Dios recorra su memoria y diga si ha visto u oído decir a alguna o algunas personas alguna cosa que sea, o parezca ser, contra la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana, o contra el recto y libre ejercicio del Santo Oficio. Dijo que no ha dicho cosa alguna, ni menos ha visto ni oído cosa alguna a ninguna persona contra nuestra Santa Fe Católica y lo más referido,ni nada de lo que se le pregunta. Y habiéndosele apercibido que ciertas personas le citan por testigo en un caso que el susodicho vio a deshora de la noche en un cementerio de una iglesia a una mujer que con una luz encendida estaba desenterrando un difunto y que declare enteramente la verdad, dijo que no se acordaba de tal cosa, y que tales personas debían de haberse equivocado en el nombre, y que esta es la verdad por el juramento que tiene hecho.
¿Había inventado todo aquello Salvador García?, ¿había sido su historia sólo un cuento para asustar en alguna noche oscura a aquel par de mujeres? Dos meses después se le llamó nuevamente para que ratificara lo dicho y se mantuviera en su negativa de reconocer como suya aquella historia o bien para que aportara nueva información. La respuesta de nuestro paisano fue la siguiente:
Que habiendo recorrido sus memorias, se acuerda que el caso que fue preguntado en su dicho no le sucedió al declarante, sino que un hermano suyo llamado ¿? Sánchez, vecino de la dicha provincia de Xilotepec, que le contó que habiendo encontrado una india con un caminante pasajero, al cual no reconoció, ni sabe de dónde es, que el dicho caminante refirió el caso contado en su dicho y declaración, que sucedió cerca de la ciudad de Guadalajara, pero que ni él ni el dicho su hermano saben en qué parte, ni conocen las personas, y que el dicho su hermano lo refirió en diferentes partes, por donde es cierto que las personas que le citaron por testigo se equivocaron en el nombre, y que esto es la verdad, so cargo del juramento que tiene hecho.
Al parecer el cura de Chapa de Mota consideró con esto que no valía la pena hacer más averiguaciones y dio por terminado el caso. Todo había sido una historia escuchada por los caminos de la Nueva España y de la que no existían testigos directos a los que se pudiera interrogar.
A pesar de este final tan soso, el relato nos revela los temores de la gente de nuestra región hace 374 años y la forma en que entendían o imaginaban las prácticas de brujería. Y quizá también, oculto entre las brumas de la leyenda, la realidad de alguna bruja y sus hechizos.
NOTAS
Toda esta historia procede del Archivo General de la Nación, Fondo Inquisición, expediente 19, fojas 33-35v.