No sé por qué motivo -quizá por simple distracción- había dejado de describir en este blog los espacios del antiguo convento franciscano de Aculco, cuando me había propuesto ir mostrándolos con cierta periodicidad hasta formar un recorrido completo por ese edificio. Quisiera retomar esa serie, hablándoles esta vez de la sacristía, que se ubica al lado de la epístola del templo (es decir, del lado derecho) y paralela a la Sala de Profundis, que precisamente se interpone entra aquella y el claustro. El siguiente croquis muestra claramente su ubicación.
La sacristía es el lugar del templo donde los sacerdotes se revisten con las ropas litúrgicas y donde se guardan los ornamentos y otros objetos necesarios para celebrar la misa, como son las hostias sin consagrar, el vino, cálices y otros vasos sagrados, velas, etcétera. Por eso lo habitual es que la sacristía se ubique en un salón cercano al altar. El sacristán es el empleado encargado de mantener en orden la sacristía.
Viejos papeles de esta iglesia de Aculco hacían distinción entre la "sacristía vieja" y la "sacristía nueva" en el siglo XVIII, pero es difícil saber si esta última correspondía ya a la actual. Lo cierto es que aquella sacristía vieja debió ser la que se utilizaba cuando los franciscanos habitaban todavía el convento (edificada en 1708 y descrita como "de costilla", lo que parece referirse a la forma de su bóveda), mientras que la "nueva" sería una construcción realizada después de que se erigió la parroquia de Aculco en 1759. Dado que ambas sacristías coexistieron al mismo tiempo y no hay indicios de que la antigua haya sido demolida, me pregunto si el salón que he identificado como Sala de Profundis del convento habrá sido esa sacristía vieja.
En mi opinión, la sacristía actual de la parroquia de San Jerónimo Aculco data en su mayor parte precisamente de la segunda mitad del siglo XVIII, pero habría sido modificada hacia 1843-1848, cuando en el templo se realizaron la obras de edificación de la bóveda y cúpula. Así lo muestran ciertos detalles, como sus ventanas y la portada de cantera extrañamente oculta tras una alacena.
La sacristía se desplanta sobre un rectángulo de unos cuatro y medio o cinco metros de ancho por nueve o diez de largo en dirección norte-sur. En sus lados cortos, sendas entradas enmarcadas en cantera permiten acceder desde el presbiterio de la iglesia y desde el curato. Al lado oriente se abre un par de ventanas que miran a la antigua huerta, mientras que el lado poniente, salvo por la exigua entrada a la alacena a la que me referí antes, es ciego.
En el lado sur, a la izquierda del acceso hacia el convento, se encuentra el sacrarium: un lavamanos en que se limpian los vasos sagrados y que tiene salida directamente a tierra, con el fin de que cualquier partícula de la hostia o gotas del vino consagrados no se mezclen con el drenaje común. En la pared oriente se encuentra una alacena cubierta con un bonito par de puertas entableradas antiguas que seguramente servía para guardar copones, cálices, navetas, acetres, incensarios y otros vasos sagrados.
La sacristía está cubierta por un par de bóvedas de arista, separadas por un arco toral de cantera. A lo largo de la imposta corre una cornisa con resaltes justo donde se apoya ese arco. La molduración de la cornisa es de orden toscano.
Como mobiliario propio de este espacio hay que destacar la gran cajonera de madera con cerraduras de bronce en que se guardan las vestiduras sacerdotales. Ocupa poco más de la mitad del muro poniente, al que se encuentra adosada. Una cajonera más sencilla y pequeña, pero también de cierta edad, se encuentra al otro extremo del salón. Encima dela cajonera grande se suele colocar un par de atriles neoclásicos de calamina. Arriba, en el muro, se encuentra el magnífico cuadro de La Última Cena de Miguel Cabrera, joya de este espacio y de todo el inmueble. Al centro de la sacristía debió existir una gran mesa como era habitual, pero la que hay ahora es moderna y sin valor alguno. Subsiste sin embargo sobre ella un hermosísimo Cristo antiguo, quizá del siglo XIX.
La sacristía fue el sitio donde tradicionalmente se colgaron los retratos de los antiguos párrocos, de los que quedan seis. En tiempos relativamente recientes, se concentraton también aquí la mayor parte de las pinturas que se hallaban en otras partes del viejo convento.
Desmerece algo en esta sacristía su piso de pasta ajedrezado en blanco y negro de la década de 1950. No sé si el piso original era de madera como el del templo, o de ladrillo, como el resto de las dependencias del convento.
Hacia el exterior, la sacristía sólo tiene fachada hacia el oriente. Es de piedra blanca aparente, con tres contrafuertes del mismo material. Esta fachada se prolonga hacia la izquierda en una composición parecida, pero que se nota inconclusa. Malamente, esta prolongación de la fachada fue cubierta por una aborrecible construcción reciente, que en tiempos de mayor cuidado al patrimonio de Aculco deberá ser demolida. En el contrafuerte del extremo izquierdo de la fachada se incrusta el canal de cantera con ménsula que desagua la bóveda, pero que ahora, a causa de aquella misma construcción moderna, tiene un tubo de pvc en la boca para desviar los escurrimientos. Las ventanas se cubren con rejas del siglo XIX, adornadas con nudos de plomo.
Hace no muchos años y con muy mal criterio, se abrió un agujero en la bóveda de la sacristía para pasar una cuerda y tocar desde ella la campana que se encuentra a un lado de la cúpula de la iglesia. Esta cuerda puede verse en alguna de las fotografías que incluyo aquí.