sábado, 23 de agosto de 2014

El bautisterio viejo

La arquitectura de la parroquia de San Jerónimo Aculco y sus casas curales -convento franciscano hasta 1759- es el resultado de más de 450 años de construcción, adiciones, demoliciones, transformaciones, renovaciones y cambios de uso. De tal manera, aunque el primer establecimiento franciscano data probablemente de 1540, seguramente sólo hasta finales del siglo XVI -cuando se convirtió en verdadero convento- el conjunto adquirió alguna relevancia y se asentó su trazado general; luego, a fines del siglo XVII y principios del XVIII, una nueva etapa constructiva le dio la fachada del templo, claustros y sacristía que podemos ver hoy en día; en la década de 1740 se añadió la desparecida capilla de la Tercera Orden y sólo a mediados del siglo XIX pero se concluyeron la bóveda, cúpula y decoración de la nave. De ahí que la parroquia y el ex convento luzcan -y a veces también escondan- huellas de varios siglos de existencia y repetida reedificación en el mismo sitio, muchas veces con las mismas piedras, reutilizadas una y otra vez.

También los espacios de este conjunto religioso han sido varias veces "reciclados" y ha cambiado su vocación por las necesidades de la época, por las transformaciones de la liturgia, por las modas y por muchas otras razones. Es el caso de un sitio que pocos, salvo los más viejos aculquenses, identificarían con su uso original: el bautisterio viejo.

La ubicación del bautisterio viejo fuera del templo e integrado al volumen del ex convento -pasando la portería o portal de peregrinos, a mano derecha, antes de trasponer la puerta que da al claustro-, nos puede parecer hoy en día excéntrica, pero en realidad es una traza que se repite en numerosos conventos novohispanos, especialmente en aquellos construidos en el siglo XVI. Es el caso, por ejemplo, del convento de Zinacantepec, donde el bautisterio con su magnífica pila se halla justamente a la derecha de la portería-capilla abierta, de manera parecida al de Aculco. De hecho, las disposiciones de la Iglesia desde la antigüedad hasta nuestros días han puntualizado la conveniencia de que el bautisterio constituya un edificio separado al templo y, cuando esto no sea posible, se ubique en una capilla cercana a su entrada, con su piso a menor nivel que el de la nave y delimitado por una puerta o reja que debe cerrarse.

Las razones de esta intención por mostrar la separación entre el templo y el bautisterio debemos buscarla en el propio sentido de los sacramentos que se administran en cada uno de estos lugares. El templo es el sitio de reunión de la comunidad cristiana, la ecclesia (asamblea). A él sólo deben acceder los cristianos que lo son plenamente por haber recibido el bautismo para celebrar la eucaristía, confesarse, casarse, recibir la confirmación, etcétera. En cambio, el bautisterio es la matriz desde la que el catecúmeno nace a la cristiandad y sólo después de pasar por él tiene derecho a entrar al templo. La separación entre templo y bautisterio no quiere decir que se reste importancia a este último; por el contrario, se trata de destacar su importancia pues el altar y el bautisterio son considerados los dos lugares más sagrados de un recinto religioso católico. Esta importancia del bautisterio y la intención de singularizarlo cuando los recursos lo permitían es evidente, por ejemplo, en los monumentales battisteri de Pisa y Florencia, que ocupan un ligar destacado frente a las catedrales de estas ciudades italianas. En México existen también ejemplos notables, como el bautisterio del convento de San Diego Churubusco, del siglo XVIII, o el mucho más moderno bautisterio de la Basílica de Guadalupe.

En tiempos de la evangelización, destacar la importancia del sacramento del bautismo debió ser muy importante para los frailes ante las multitudes de indígenas conversos. Prueba de ellos son las magníficas pilas bautismales del siglo XVI que subsisten en toda la geografía mexicana (entre ellas, la del cercano Jilotepec, con hermosísimos relieves renacentistas). También debió ser importante el señalar claramente la separación entre el templo, sitio de la comunidad ya cristiana, y el bautisterio, que era la puerta a través de la cual el catecúmeno entraba a esa comunidad. De ahí su ubicación apartada como ocurre en Aculco.

En su estado actual, el bautisterio viejo de Aculco es un recinto rectangular, orientado de norte a sur, poca altura y dimensiones no mayores a las que tendría una habitación de la época, con el acceso al norte, una puerta posiblemente moderna de comunicación hacia las dependencias curales al sur y una ventanita enrejada que da hacia la portería, quizá no muy antigua pero que ya existía con seguridad en 1838. Su única ornamentación visible es el arco de entrada, el que por su basta molduración considero pertenece efectivamente al siglo XVI. El interior, convertido primero en parte de la casa habitación del párroco y actualmente en notaría parroquial, no ofrece en su arquitectura ningún detalle notable. Originalmente, por supuesto, la gran pila bautismal debió estar colocada en su centro y seguramente existió en sus muros algún óleo que representaba el bautismo de Cristo, como era costumbre. De hecho, se conserva en la sacristía del templo una pintura de regulares dimensiones, pero poco arte, de esta escena. Data posiblemente del siglo XIX.

A mediados del siglo XX, sin embargo, se decidió mudar el bautisterio para que tuviera comunicación directa con la iglesia. Para ello se construyó un nuevo recinto sobre los restos de la antigua capilla de la Tercera Orden, al norte de la nave, aprovechando precisamente el acceso enmarcado en cantera que había servido para comunicar el templo principal con aquella capilla y que se encontraba tapiado. Este nuevo bautisterio se adornó con un vitral central que muestra la conocida escena del bautizo de Jesús por san Juan en el río Jordán y un par de vitrales laterales abstractos. Se le colocó además una reja de baja altura y feo diseño que no cubría todo el vano de entrada. Allá se mudó entonces la pila bautismal, elaborada en cantera rosa, que data posiblemente del siglo XIX.

Pero, como escribía al principio de este texto, los espacios cambian y son reciclados por los gustos, las modas, las disposiciones litúrgicas... o por real gana. Así, el bautisterio nuevo fue también transformado hace relativamente pocos años en capilla del Santísimo Sacramento, colocándose en su interior un sagrario, una mesa de altar, bancas y reclinatorios para cumplir su nueva función. Sobre las dovelas de la portada de acceso se colocó incluso un letrero que informa su actual destino. La gran pila bautismal fue movida una vez más, ahora junto a las gradas del presbiterio, del lado del Evangelio. Estos cambios, más allá de opiniones personales, contradicen varias disposiciones litúrgicas, como la exhortación apostólica postsinodal Sacramentum Caritatis del Papa Benedicto XVI:

... en las iglesias donde no hay capilla del Santísimo Sacramento, y el sagrario está en el altar mayor, conviene seguir usando dicha estructura para la conservación y adoración de la Eucaristía, evitando poner delante la sede del celebrante. En las iglesias nuevas conviene prever que la capilla del Santísimo esté cerca del presbiterio; si esto no fuera posible, es preferible poner el sagrario en el presbiterio, suficientemente alto, en el centro del ábside, o bien en otro punto donde resulte bien visible.

De tal manera, hoy en día el sagrario, que debería estar cercano al presbiterio, ocupa en Aculco los pies del templo, mientras que la pila bautismal, que se situaba tradicionalmente en un sitio aparte, a la entrada o fuera de la iglesia, está ahora junto al presbiterio. En ello hay una lección evidente: antes de hacer un cambio en este tipo de recintos, que encierran un simbolismo y una experiencia de siglos, hay que detenerse a pensarlo un poco más.

sábado, 9 de agosto de 2014

Reporte del avance de obra en la restauración de la parroquia

El pasado 7 de agosto, el arquitecto Lázaro González Frutis, responsable de las obras de restauración que se realizan actualmente en la parroquia de Aculco, me envió un reporte del avance de estos trabajos. Aunque breve y sucinto, resulta muy interesante para conocer la forma en la que se está llevando a cabo esta restauración, así como los problemas a los que su equipo se ha enfrentado a lo largo del proceso. Para que los aculquenses tengan acceso a este reporte, me permito transcribirlo incluyendo las fotografías que aparecen en él, así como algunas que yo mismo tomé hace pocas semanas.

Como siempre, agradezco al arquitecto González Frutis su permanente disposición para informarme de esta obra.

REPORTE FOTOGRÁFICO DEL AVANCE DE OBRA DE LA RESTAURACIÓN DE LA FACHADA PRINCIPAL Y CONSOLIDACIÓN ESTRUCTURAL DEL PRESBITERIO, MUROS LATERALES NORTE Y SUR DEL TEMPLO DE SAN JERONIMO, EN ACULCO DE ESPINOZA, ESTADO DE MEXICO.

Al inicio del proyecto, se inició la preparación de los insumos que se iban a utilizar en la obra, tales como la cal en piedra, arena de río, y baba de nopal. Para apagar la cal se adecuo en la parte norte del predio una artesa, donde alguna vez se ubicó la capilla de la tercera orden, y se cubrió con plástico transparente calibre 600, con el propósito de evitar la infiltración de las aguas pluviales. Esta fue cribada mediante malla de mosquitero, para evitar que las “palomas” se aglutinaran con los aplanados, teniendo sumo cuidado de que el nivel de la cal, estuviera siempre bajo el agua. La arena fue extraída del rio Ñado, el cual está cerca de la población y fue colocada sobre plástico para evitar su contaminación, una vez que fue asoleada, se cribó en malla de mosquitero para el repellado y la arena fina fue cribada con bolsa de mandado.

El plan de trabajo planteado al inicio del proyecto cambio al observar las condiciones de estabilidad estructural en el paramento exterior del presbiterio, en donde se observaban grietas importantes ocasionadas probablemente, por movimientos telúricos. Por lo anterior, las labores de intervención se concentraron en este frente de trabajo, debido a la urgente necesidad de recuperar su capacidad de trabajo, realizando para ello el siguiente procedimiento:

Una vez que se terminó de colocar el sistema de andamiaje a la altura requerida, se procedió a retirar el material base suelto en los labios de las grietas, (piedra rosa de cantera) y/o su capacidad de trabajo, a base de cincel fino y maceta, teniendo sumo cuidado de no afectar sus elementos colindantes. Sin embargo cuando se retiraron las piedras de cantera, se localizaron grandes oquedades en los muros que casi atravesaban todo su espesor (aproximadamente 1. 20 cm), por lo que la realización de los trabajos, tardaron más de los previsto.

Para consolidar el núcleo, se retiró todo el material suelto de las oquedades, tanto en el sentido vertical como horizontal, posteriormente se reintegró el material base (piedra local de cantera), teniendo sumo cuidado de entrelazar las piezas, asentadas a base de cal apagada en obra, arena de rio en proporción 1:1 y la suficiente baba de nopal hasta lograr maleabilidad y de rellenar las oquedades a base de fragmentos de piedra de cantera y de lechada de cal arena.

Este mismo sistema de inyección se llevó a cabo en las grietas localizadas en el paramento exterior del muro norte, en donde también se localizó un arbusto de medianas dimensiones. Cabe mencionar que al descubrir las grietas se pudo cotejar su verdadera forma y magnitud, las cuales fueron de mayores dimensiones de lo que inicialmente se habían observado, por lo cual, los trabajos se postergaron más de lo que inicialmente se había planeado.

Una vez concluidos los trabajos de estabilización en las grietas, se procedió a intervenir la fachada principal del templo, colocando primeramente el sistema de andamiaje, hasta alcanzar la altura del imafronte. Posteriormente se procedió a eliminar toda presencia de hongos, líquenes y microorganismos a base de un cepillado en seco con escobeta de raíz, teniendo sumo cuidado de no afectar la superficie con el tallado. Posteriormente se procedió a lavar la superficie a base de una solución de agua con jabón de chía, tal como se nos especificó en la licencia del INAH Estado de México, especialmente en las manchas oscuras y microorganismos en donde no se hubieran eliminado. Asimismo, se tuvo especial cuidado en limpiar las tapas de las molduras horizontales que dividen los cuerpos, ya que es estos elementos se acumulaba residuos de polvo, basura y de microorganismos.

Posteriormente se procedió a liberar las juntas que habían perdido su capacidad de trabajo, o que eran demasiado anchas, a base de cincel fino y maceta con golpes rasantes y teniendo sumo cuidado de no afectar la estabilidad del inmueble.

Al mismo tiempo que fueron realizados los trabajos de estabilización estructural en el presbiterio, muros laterales norte y sur se trabajó en el extradós de la cubierta de la planta alta del portal de peregrinos. Los daños que presentaban el extradós de la bóveda catalana, consistían en una fractura longitudinal ocasionada probablemente por los asentamientos del terreno. Para intervenir este grave deterioro primero se realizó la liberación de los ladrillos que se encontraban fracturados, a base de cincel fino y maceta a base de golpes rasantes, teniendo cuidado de no afectar su estabilidad estructural. Posteriormente se liberó parte del relleno que había perdido su capacidad de trabajo, para posteriormente reintegrarlo a base de cal apagada en obra, fragmentos de tezontle, residuos de cal y la suficiente baba de nopal, para lograr su maleabilidad adecuada.

Finalmente se reintegró el ladrillo de barro rojo recocido con en el área donde antes existió la grieta longitudinal, debidamente tratado a base de una solución hidrofugante de wackker 290, con aromina natural en proporción 1:13.

A T E N T A M E N T E :

MTRO. EN ARQ. LAZARO GONZALEZ FRUTIS

RESPONSABLE DE LOS TRABAJOS

Av. Álvaro Obregón No. 230 Int. 13 Col. Roma Norte, Delegación Cuauhtémoc, México, D. F. Tel. (01 55) 5912 5062 Cel. 55 4494 6610

ACTUALIZACIÓN: 25 de agosto de 2014.

Algunas fotografías más de la obra. Las primeras son del propio Lázaro Gonzáles Frutis:

 

Y éstas son de mi primo Octavio:

domingo, 3 de agosto de 2014

La otra alberca

Seguramente muchos de los lectores de este blog recordarán que hace quizá unos ocho o nueve años fue derribado cierto tramo de una barda de piedra blanca de la calle Corregidora, justo en el sitio que cierra la brevísima calle de Comonfort. El Ayuntamiento pretendía, se dijo entonces, construir en ese sitio el nuevo mercado público, pues los propietarios de aquellas tierras estaban dispuestos a donar una parte de ellas al municipio. Al cabo, el nuevo mercado no fue construido allí, sino aledaño al anterior, en un sitio sin duda más adecuado, donde fue inaugurado por el gobernador Enrique Peña Nieto en mayo de 2007.

Pero la barda derribada en la calle Corregidora se quedó así, con completa negligencia, hasta hace apenas unos meses cuando finalmente fue repuesta. A pesar del mal aspecto que daba al transitar por ese punto, sobre todo por haberse convertido el terreno inmediato en excusado y basurero durante esa larga temporada en que careció de barda, la vista libre de obstáculos hasta el río resultaba sin duda agradable desde un poco más lejos, desde lo alto de la calle Comonfort. Y, para quienes con curiosidad se acercaron por ahí, brindó además la poco frecuente oportunidad de mirar lo que queda de un inmueble casi desconocido: la alberca que con fines recreativos construyó don Evodio Ángeles a principios de la década de 1950.

Hay que recordar que en ese entonces la alberca pública, la principal, guardaba todavía su aspecto antiguo, es decir, se trataba aún del rústico depósito de agua de tiempos coloniales cavado directamente en la roca, en el que crecían plantas acuáticas y medraban tortugas, pequeños peces y acociles, como puede verse en este post. Don Evodio excavó la suya de forma muy parecida a aquélla, aunque ciertamente de dimensiones menores, aprovechando el solar en que se encontraba uno de los muchos "baños" que existieron sobre la calle Corregidora. El agua provenía de los mismos manantiales que surtían a la alberca municipal, pues sus excedentes corrían por una acequia a través de los baños que se prolongaba por la calle de La Arena (hoy Matamoros) hasta más allá del puente Colorado.

El propietario agregó una novedad con la que no contaba la vieja alberca: una serie de vestidores construidos en la misma piedra blanca, ubicados en todo el costado norte de la misma.

Parece ser que nunca llegó a concluirse por completo esta otra alberca, y mucho menos a ofrecer servicio al público mediante una cuota, como era intención de don Evodio. Quizá ello se debió a que tenía la gran desventaja de que la alberca municipal era gratuita y que la nueva no ofrecía en realidad grandes novedades. Es más, por su poca anchura y al encontrarse inmediata a la gran barda de piedra blanca de la calle Corregidora, es muy probable que pasara buena parte del día a la sombra, sobre todo por la declinación al sur del sol en los días más fríos del año. Y, por añadidura, en 1954 don Alfonso Díaz de la Vega reconstruyó la alberca principal de manera nada modesta, dándole las dimensiones y aspecto actual, contra lo que no cabía ya competencia.

Así pues, la alberca de don Evodio quedó prácticamente en el abandono desde hace más de medio siglo. El agua estancada, los grandes árboles creciendo desordenadamente, tepozanes rompiendo los muros, cuartos destechados y caídos, botellas, basura y grafiti dan testimonio de esta incuria. Es una verdadera lástima que sea así, no sólo porque se trata de un testimonio material, aunque indirecto, del aspecto que tuvo la alberca antigua (y que de haber conservado la convertiría en atractivo histórico único), sino por su propio valor como uno de los componentes más interesantes del importante sistema de almacenamiento, uso y conducción hidráulica del viejo Aculco.