La escuela Venustiano Carranza en la década de 1960, cuando era ya secundaria.
Hace algún tiempo, escribí en este blog sobre el antiguo palacio municipal de Aculco y los restos que sobreviven (seguramente ya por poco tiempo) en la calle Juárez y su esquina con Pípila. Hoy toca el turno de hablar del edificio que se erigió ocupando la mayor parte del solar de aquella construcción, el de la Escuela Venustiano Carranza, actualmente Casa de la Cultura de Aculco.
El edificio en nuestros días.
Como recordarán los lectores de Aculco, lo que fue y lo que es, la vivienda que existió en este sitio era conocida como la "Casa de Ejercicios" y perteneció al padre Nicolás Basurto, quien la entregó en préstamo a la corporación municipal desde mediados del siglo XIX. En 1875, su hijo y heredero el licenciado Nicolás Basurto, permitió que el préstamo continuara y fue hasta enero de 1884 que el Ayuntamiento adquirió formalmente esta propiedad en 400 pesos. La descripción que entonces se hizo de este inmueble nos habla de sus grandes dimensiones, pues incluía "trece piezas (cuartos), dos cocinas, patio y corral", sus linderos eran "al norte con la señora Trinidad Montes de Oca" (las casas de los Alcántara Terreros y Ñadó), al sur "con el callejón que va hacia la hacienda de Ñadó" (Pípila), "al este con la Calle del Águila" (Juárez), al oeste con la "calle del Calvario" (Manuel del Mazo).
Escolares aculquenses hacia 1917.
Por lo menos desde 1875, este edificio albergaba la "escuela nacional", al parecer sólo para niños varones ya que años después el Ayuntamiento cedió otra sección para que fuera ocupada por la "academia de niñas de la cabecera", bajo la dirección de la profesora Micaela Canal. Así reunidas en el mismo inmueble que ocupaba la presidencia y sus oficinas, continuaron funcionando las escuelas públicas de Aculco por cerca de medio siglo más, aunque su carácter de escuelas elementales (con sólo tres o cuatro grados) obligó a algunos padres de familia a organizarse para establecer un par de escuelas privadas -cuya historia detallada desconozco-, en las que los niños podían terminar la primaria completa sin salir del pueblo.
Don Napoleón Lara Rodríguez, director de la escuela primaria de Aculco entre 1945 y 1952.
Hacia 1945, fue nombrado director de la Escuela Primaria Elemental de Aculco el profesor Napoleón Lara Rodríguez. Casi de inmediato, Lara inició las gestiones para que su escuela incluyera también la primaria superior hasta el 6o. grado, lo que se alcanzaría sólo en 1948. También, y en estrecha colaboración con el Ayuntamiento, elevó una petición al gobernador Alfredo del Mazo para que la institución pudiera contar con un edificio "nuevo y funcional". Aceptada la idea por el Gobierno del Estado, las autoridades aculquenses, quizá con exceso de entusiasmo, decidieron donar para el proyecto no sólo el área ocupada de tiempo atrás por las escuelas sino prácticamente todo el edificio municipal, quedando así el Ayuntamiento sin sede fija por varios años, hasta que le fue cedida la Casa del Quisquémel en la década de 1950. El antiguo edificio municipal, datado por una inscripción en 1787 y que se encontraba algo dañado desde el terremoto de 1912, fue demolido entonces y en su lugar se levantó la nueva escuela denominada "Venustiano Carranza".
Plano del edificio, con la distribución que corresponde a su transformación en Casa de la Cultura en 1996.
Acceso principal al inmueble.
El edificio escolar, al que ya difícilmente podemos llamar nuevo pues acaba de cumplir 65 años, se levantó sobre un área de 1,760 metros cuadrados. El autor de diseño, al mismo tiempo que creó un edificio moderno, soleado, ventilado y funcional (de hecho, el primero en Aculco que hizo uso extenso del concreto armado en sus cubiertas) asumió con gran sensibilidad la tradición constructiva local en sus materiales, proporciones y elementos ornamentales. El acceso principal sobre la calle Manuel del Mazo (que siempre he creído que se inspiró en algún detalle del antiguo edificio, o que incluso tal vez reutilizó un marco de cantera procedente de él), resulta así una elaboración discretamente neobarroca, con un marco en forma de H a la manera del siglo XVIII, cornisa mixtilínea, un par de almenas flanqueando el remate adornado con róleos, labrado como para albergar un escudo. En sus ventanas de cerramiento curvo, la piedra blanca presta un toque identificable inmediatamente como propiamente aculquense en construcciones adyacentes, como las Casas de la Palma, que utilizan profusamente este material.
Fachada del auditorio anexo a la antigua escuela.
Al fondo del patio y con su fachada principal hacia la calle Pípila, se levantó el auditorio escolar anexo, que también hizo las veces por muchos años de teatro y cine del pueblo. En su elaborada cornisa, también de piedra blanca y perfil mixtilíneo con arcos invertidos, es posible ver la influencia del muro atrial de la parroquia, pero también la de una construcción civil ya desaparecida, la Casa de los Mondragón Buenavista, que se encontraba casi frente a la escuela y tenía un remate similar. (Si quieres ver unas fotos del interior de este auditorio puedes pinchar aquí).
El auditorio con su coronamiento en forma de arcos invertidos destaca en esta vista de Aculco desde la torre de la parroquia.
La escuela Venustiano Carranza fue inaugurada con un gran festejo por el presidente de la República, Miguel Alemán Valdés, y el gobernador del Estado de México, Alfredo del Mazo Vélez, el día 6 de enero de 1947. Fue en esa misma fecha cuando la antigua Calle del Calvario, después llamada asimismo Calle de don Francisco Morales, fue bautizada con el nombre de Manuel del Mazo, en honor al padre del "señor gobernador"; un ejemplo de la abyección a la que llegaban las autoridades municipales en los tiempos más "gloriosos" del PRI y de la que no ha podido desprenderse todavía nuestro país.
En septiembre de 1959, nuevamente por gestiones de don Napoleón Lara, se creó la Escuela Secundaria "Venustiano Carranza" por Cooperación en el mismo inmueble de Manuel del Mazo y Pípila. La escuela primaria, ahora con el nombre de "Isidro Fabela", fue trasladada a unas instalaciones mucho más amplias ubicadas justo donde termina el pueblo de Aculco y comienza el Barrio de la Soledad. La secundaria se mantendría ahí hasta septiembre de 1986, cuando se le mudó a un nuevo plantel en el Barrio de San Jerónimo, a espaldas del Mercado Municipal, mientras que en el viejo edificio se instalaba esta vez la Escuela Preparatoria.
Folleto repartido en la inauguración de la Casa de la Cultura en 1996.
En 1996, finalmente, se concluyó un nuevo edificio para la Preparatoria en lo que había sido el rancho de Las Conchitas y así, la escuela que vio pasar generaciones de niños y jóvenes aculquenses en distintos niveles educativos fue atinadamente destinada a Casa de la Cultura, albergando también el Archivo Histórico Municipal y alguna otra dependencia oficial. Ya con esa nueva vocación, se reinauguró el 10 de diciembre de 1996, por el gobernador César Camacho Quiroz, Jorge Guadarrama, director del Instituto Mexiquense de Cultura, Efrén Reyes Hernández, presidente municipal, y la maestra Eloisa Uribe Morales, primera directora de la Casa de la Cultura.
Escudo de la Casa de la Cultura de Aculco al fondo del patio.
lunes, 27 de febrero de 2012
lunes, 20 de febrero de 2012
El reloj de sol de Arroyozarco
El reloj de sol del Hotel de Diligencias de Arroyozarco
El municipio de Aculco tiene el privilegio de contar no sólo con uno, sino con dos de los relojes de sol histórica y artísticamente más importantes que sobreviven en el Estado de México. Un tercer cuadrante, que se encontraba hasta hace no muchos años mal colocado sobre el acceso al atrio de la capilla de Santiago Toxhié, resultaba también muy interesante, pero no tenía la buena factura ni alcanzaba las dimensiones de los otros dos.
De uno de aquellos dos grandes relojes solares, el de la parroquia, hemos hablado ya ampliamente en un post anterior. Esta vez nos referiremos al instrumento que se encuentra rematando uno de los machones esquineros del antiguo Hotel de Diligencias de Arroyozarco.
El reloj de sol de Arroyozarco se ubica coronando el vértice del cuerpo lateral derecho de la fachada principal del edificio, mirando en dirección al sur. De tal manera, su uso está restringido a los meses de agosto a abril, como corresponde a todos los relojes solares que dan hacia ese punto cardinal en la región intertropical. Tiene aproximadamente 1.38 metros de altura. Su pedestal tiene forma semipiramidal y en su cara principal muestra la fecha de su construcción: 1845 (es decir, es unas cinco décadas más "joven" que el de la parroquia), junto con la leyenda "EL SOL MARCA LA HORA". El cuadrante, con una cavidad de menos de un cuarto de esfera, lleva al centro de la parte superior su gnomon y en el borde incisas las horas en números romanos. En los bordes exteriores del cuadrante ostenta dos pares de florones y en su pedestal un par más. En su cúspide, el reloj lleva un remate neoclásico, al parecer trunco.
Levantamiento arquitectónico del reloj. Tomado de la tesis del Arq. Joel Lara Mondragón titulada Propuesta de restauración del antiguo ex-hotel de diligencias de Arroyo Zarco... (2008).
Por la fecha de su construcción, este reloj corresponde a los tiempos en que fue propietario de Arroyozarco don Francisco Marañón (1844-1849), es decir, resulta anterior a las obras de mediados del siglo XIX que transformaron el viejo mesón virreinal en elegante Hotel de Diligencias en tiempos de su siguiente dueño, don Anselmo Zurutuza.
Ahora que el Hotel de Arroyozarco se encuentra en franco proceso de destrucción y los responsables de este edificio de propiedad federal, en lugar de reparar o por lo menos apuntalar sus destartaladas azoteas, sólo atinan a clausurar el ácceso principal para evitar que el viejo inmueble se le venga encima a alguien cualquiera de estos días, vale la pena hacer notar detalles como el de este reloj. Porque puede ser que en una fecha no muy lejana de él sólo queden los pedazos entre el escombro.
El reloj, coronando la esquina del cuerpo lateral derecho de la fachada principal.
El municipio de Aculco tiene el privilegio de contar no sólo con uno, sino con dos de los relojes de sol histórica y artísticamente más importantes que sobreviven en el Estado de México. Un tercer cuadrante, que se encontraba hasta hace no muchos años mal colocado sobre el acceso al atrio de la capilla de Santiago Toxhié, resultaba también muy interesante, pero no tenía la buena factura ni alcanzaba las dimensiones de los otros dos.
De uno de aquellos dos grandes relojes solares, el de la parroquia, hemos hablado ya ampliamente en un post anterior. Esta vez nos referiremos al instrumento que se encuentra rematando uno de los machones esquineros del antiguo Hotel de Diligencias de Arroyozarco.
El reloj de sol de Arroyozarco se ubica coronando el vértice del cuerpo lateral derecho de la fachada principal del edificio, mirando en dirección al sur. De tal manera, su uso está restringido a los meses de agosto a abril, como corresponde a todos los relojes solares que dan hacia ese punto cardinal en la región intertropical. Tiene aproximadamente 1.38 metros de altura. Su pedestal tiene forma semipiramidal y en su cara principal muestra la fecha de su construcción: 1845 (es decir, es unas cinco décadas más "joven" que el de la parroquia), junto con la leyenda "EL SOL MARCA LA HORA". El cuadrante, con una cavidad de menos de un cuarto de esfera, lleva al centro de la parte superior su gnomon y en el borde incisas las horas en números romanos. En los bordes exteriores del cuadrante ostenta dos pares de florones y en su pedestal un par más. En su cúspide, el reloj lleva un remate neoclásico, al parecer trunco.
Levantamiento arquitectónico del reloj. Tomado de la tesis del Arq. Joel Lara Mondragón titulada Propuesta de restauración del antiguo ex-hotel de diligencias de Arroyo Zarco... (2008).
Por la fecha de su construcción, este reloj corresponde a los tiempos en que fue propietario de Arroyozarco don Francisco Marañón (1844-1849), es decir, resulta anterior a las obras de mediados del siglo XIX que transformaron el viejo mesón virreinal en elegante Hotel de Diligencias en tiempos de su siguiente dueño, don Anselmo Zurutuza.
Ahora que el Hotel de Arroyozarco se encuentra en franco proceso de destrucción y los responsables de este edificio de propiedad federal, en lugar de reparar o por lo menos apuntalar sus destartaladas azoteas, sólo atinan a clausurar el ácceso principal para evitar que el viejo inmueble se le venga encima a alguien cualquiera de estos días, vale la pena hacer notar detalles como el de este reloj. Porque puede ser que en una fecha no muy lejana de él sólo queden los pedazos entre el escombro.
El reloj, coronando la esquina del cuerpo lateral derecho de la fachada principal.
miércoles, 15 de febrero de 2012
Cástulo Arciniega, tres veces presidente municipal
Don Cástulo Arciniega
Hace ya bastantes años comenzó a formarse en la presidencia municipal de Aculco una galería de retratos de presidentes municipales que adornan las paredes del salón de cabildos. Se trató de una iniciativa loable de recuperación de la memoria gracias a la cual podemos conocer el rostro de quienes gobernaron Aculco en el último siglo y un poco más allá.
Por supuesto, la secuencia de presidentes municipales tiene lagunas, generalmente muy difíciles de llenar, ya por tratarse de personajes pertenecientes a familias que han desaparecido del pueblo o simplemente por la falta de fotografías conocidas aún entre sus descendientes. La antigüedad señala también, claro, un límite, ya que resulta muy difícil encontrar fotografías aculquenses anteriores a la década de 1890; de ahí que algunos presidentes se nos muestren en esta colección ya en su vejez, aún cuando hayan ocupado el cargo en su juventud.
Entre los presidentes municipales ausentes en dicha galería está don Cástulo Arciniega, de quien presentamos este retrato inédito. Él presidió la corporación municipal en tres ocasiones en la segunda mitad del siglo XIX. Debemos recordar que en aquellos años este cargo se ocupaba por un período de tan sólo un año y en no pocas ocasiones se ejercía sin goce alguno de sueldo. Por ello no existían políticos profesionales locales: el puesto recaía normalmente en personas respetadas de la comunidad, que no tenían la menor intención de enriquecerse en cargos de gobierno (cosa por otra parte imposible dado el exiguo presupuesto que podían ejercer) y su servicio como presidentes municipales, bueno o malo, tenía por lo menos el sello de la buena voluntad.
¡Qué enorme diferencia con nuestros tiempos!
Cástulo Arciniega nació en Aculco el 26 de marzo de 1828, aunque también se ha mencionado a Polotitlán como su lugar de origen. Esto resulta dudoso al considerar que en aquel entonces no existía aún ese pueblo (sólo su antecesor, la venta o ranchería de La Soledad) y que su territorio municipal actual era todavía por aquellos años parte de la jurisdicción de nuestro municipio. Era hijo de José Arciniega quien, al parecer, es el mismo personaje que se menciona como asistente del general insurgente Miguel Mondragón, que fue capturado con él al pie el cerro de Ñadó en mayo de 1814 y liberado por el gobierno virreinal en 1815. Cástulo contrajo matrimonio con doña María de Jesús Basurto y tuvo una numerosa descendencia, pese a lo cual -y aunque conserva descendientes entre los que me cuento- su apellido prácticamente se perdió ya en Aculco.
Cástulo Arciniega fue presidente municipal en 1862, 1879 y 1875. Se desempeñó también como síndico municipal bajo la presidencia de Salvador Ramírez en 1869 y nuevamente bajo la de Francisco Ramírez en 1887. Su filiación conservadora queda más que clara al conocer que bautizó a uno de sus hijos, nacido precisamente en el emblemático año de 1867, como Maximiliano Miguel Tomás, los nombres de los tres fusilados en el Cerro de las Campanas de Querétaro. Arciniega murió en Aculco y fue sepultado el en el panteón municipal el 25 de mayo de 1896.
Ojalá que, así como las autoridades del Ayuntamiento actual de Aculco han descargado diligentemente numerosas imágenes de mi colección mostradas en este blog para utilizarlas sin mi autorización en publicaciones, páginas de internet, folletos, etc., descarguen también ésta -ahora sí con mi anuencia- para hacer un poco más completa la galería de presidentes municipales de Aculco.
Lápida del sepulcro de don Cástulo Arciniega, que guarda también los restos de su su esposa, algunos de sus hijos y una de sus nueras.
El sepulcro de don Cástulo en el panteón municipal de Aculco.
Hace ya bastantes años comenzó a formarse en la presidencia municipal de Aculco una galería de retratos de presidentes municipales que adornan las paredes del salón de cabildos. Se trató de una iniciativa loable de recuperación de la memoria gracias a la cual podemos conocer el rostro de quienes gobernaron Aculco en el último siglo y un poco más allá.
Por supuesto, la secuencia de presidentes municipales tiene lagunas, generalmente muy difíciles de llenar, ya por tratarse de personajes pertenecientes a familias que han desaparecido del pueblo o simplemente por la falta de fotografías conocidas aún entre sus descendientes. La antigüedad señala también, claro, un límite, ya que resulta muy difícil encontrar fotografías aculquenses anteriores a la década de 1890; de ahí que algunos presidentes se nos muestren en esta colección ya en su vejez, aún cuando hayan ocupado el cargo en su juventud.
Entre los presidentes municipales ausentes en dicha galería está don Cástulo Arciniega, de quien presentamos este retrato inédito. Él presidió la corporación municipal en tres ocasiones en la segunda mitad del siglo XIX. Debemos recordar que en aquellos años este cargo se ocupaba por un período de tan sólo un año y en no pocas ocasiones se ejercía sin goce alguno de sueldo. Por ello no existían políticos profesionales locales: el puesto recaía normalmente en personas respetadas de la comunidad, que no tenían la menor intención de enriquecerse en cargos de gobierno (cosa por otra parte imposible dado el exiguo presupuesto que podían ejercer) y su servicio como presidentes municipales, bueno o malo, tenía por lo menos el sello de la buena voluntad.
¡Qué enorme diferencia con nuestros tiempos!
Cástulo Arciniega nació en Aculco el 26 de marzo de 1828, aunque también se ha mencionado a Polotitlán como su lugar de origen. Esto resulta dudoso al considerar que en aquel entonces no existía aún ese pueblo (sólo su antecesor, la venta o ranchería de La Soledad) y que su territorio municipal actual era todavía por aquellos años parte de la jurisdicción de nuestro municipio. Era hijo de José Arciniega quien, al parecer, es el mismo personaje que se menciona como asistente del general insurgente Miguel Mondragón, que fue capturado con él al pie el cerro de Ñadó en mayo de 1814 y liberado por el gobierno virreinal en 1815. Cástulo contrajo matrimonio con doña María de Jesús Basurto y tuvo una numerosa descendencia, pese a lo cual -y aunque conserva descendientes entre los que me cuento- su apellido prácticamente se perdió ya en Aculco.
Cástulo Arciniega fue presidente municipal en 1862, 1879 y 1875. Se desempeñó también como síndico municipal bajo la presidencia de Salvador Ramírez en 1869 y nuevamente bajo la de Francisco Ramírez en 1887. Su filiación conservadora queda más que clara al conocer que bautizó a uno de sus hijos, nacido precisamente en el emblemático año de 1867, como Maximiliano Miguel Tomás, los nombres de los tres fusilados en el Cerro de las Campanas de Querétaro. Arciniega murió en Aculco y fue sepultado el en el panteón municipal el 25 de mayo de 1896.
Ojalá que, así como las autoridades del Ayuntamiento actual de Aculco han descargado diligentemente numerosas imágenes de mi colección mostradas en este blog para utilizarlas sin mi autorización en publicaciones, páginas de internet, folletos, etc., descarguen también ésta -ahora sí con mi anuencia- para hacer un poco más completa la galería de presidentes municipales de Aculco.
Lápida del sepulcro de don Cástulo Arciniega, que guarda también los restos de su su esposa, algunos de sus hijos y una de sus nueras.
El sepulcro de don Cástulo en el panteón municipal de Aculco.
miércoles, 8 de febrero de 2012
La consagración del nuevo siglo
Lápida de consagración del siglo XX a Jesucristo Redentor en la parroquia de Aculco. La frase latina ANNO 1900 - JESVS CHRISTVS - DEVS HOMO - VIVIT - REGNAT -IMPERAT significa "Año 1900. Jesucristo, Dios hecho hombre, vive, reina y manda"
Seguramente los lectores de este blog han observado la cruz que se encuentra en la base de la torre de la parroquia, en la cara que da hacia el atrio. De hecho, me referí a ella en un post anterior, en el que me preguntaba si podría tratarse acaso de la desaparecida cruz atrial, pues al observarla con cuidado resulta evidente que se trata de una escultura exenta, hecha para erguirse sobre una peana que dejó su huella en la parte inferior de la cruz, y que fue empotrada en el muro muy posteriormente.
En realidad, la cruz mantiene el misterio de su ubicación original. Pero sobre la lápida que la acompaña he encontrado alguna información que revela su origen, así como las razones de su ubicacíón actual en conjunto con la cruz.
Invitación de la comisión internacional publicada en la Gaceta Eclesiástica Mexicana el 1o de julio de 1898.
Hacia el año de 1898, el papa León XIII determinó solemnizar especialmente el jubileo del Año Santo de 1900 -por tratarse del cambio de centuria- consagrando el nuevo siglo a Jesucristo Redentor. Esta conmemoración debía ser, además, una expiación "a fin de ofrecer alguna satisfacción a Dios, tan ultrajado y negado por los descreídos de este siglo diecinueve" (1). Para tal efecto, el papa creó una junta o comisión internacional presidida por el cardenal Jacobini, que entre otras cosas determinó
Como puede verse, la feligresía aculquense siguió las recomendaciones de la comisión al pie de la letra, dejándonos así la cruz y lápida para memoria de aquel ya lejano cambio de siglo. Un recuerdo cuyo sentido se perdió por muchos años, pero que ahora podemos devolverle con una simple mirada entendida.
La cruz "incrustada" y la lápida conmemorativa.
NOTAS
(1) Kenelm Vaughan. Viajes en España y Sud-América. Christian Press Association, New York, 1904, pág. 65.
(2) "Invitación de la Comisión Internacional para el solemne homenaje a Jesucristo Redentor", Gaceta Eclesiástica Mexicana, 1o. de julio de 1898, pág. 42.
Seguramente los lectores de este blog han observado la cruz que se encuentra en la base de la torre de la parroquia, en la cara que da hacia el atrio. De hecho, me referí a ella en un post anterior, en el que me preguntaba si podría tratarse acaso de la desaparecida cruz atrial, pues al observarla con cuidado resulta evidente que se trata de una escultura exenta, hecha para erguirse sobre una peana que dejó su huella en la parte inferior de la cruz, y que fue empotrada en el muro muy posteriormente.
En realidad, la cruz mantiene el misterio de su ubicación original. Pero sobre la lápida que la acompaña he encontrado alguna información que revela su origen, así como las razones de su ubicacíón actual en conjunto con la cruz.
Invitación de la comisión internacional publicada en la Gaceta Eclesiástica Mexicana el 1o de julio de 1898.
Hacia el año de 1898, el papa León XIII determinó solemnizar especialmente el jubileo del Año Santo de 1900 -por tratarse del cambio de centuria- consagrando el nuevo siglo a Jesucristo Redentor. Esta conmemoración debía ser, además, una expiación "a fin de ofrecer alguna satisfacción a Dios, tan ultrajado y negado por los descreídos de este siglo diecinueve" (1). Para tal efecto, el papa creó una junta o comisión internacional presidida por el cardenal Jacobini, que entre otras cosas determinó
Que en todas partes se procure perpetuar de manera especial la memoria de la solemne profesión de fe, hecha al acabar nuestro siglo, para lo cual, en misiones y ejercicios que se hagan, se podrán erigir cruces conmemorativas que lleven el siguiente epígrafe:
___________
ANNO 1900
JESVUS CHRISTVS
DEVS HOMO
VIVIT REGNAT IMPERAT
___________
En todas las catedrales e iglesias matrices, se podría incrustar en la pared una de las cruces conmemorativas y descubrirse en la última noche del siglo XIX (2).
Como puede verse, la feligresía aculquense siguió las recomendaciones de la comisión al pie de la letra, dejándonos así la cruz y lápida para memoria de aquel ya lejano cambio de siglo. Un recuerdo cuyo sentido se perdió por muchos años, pero que ahora podemos devolverle con una simple mirada entendida.
La cruz "incrustada" y la lápida conmemorativa.
NOTAS
(1) Kenelm Vaughan. Viajes en España y Sud-América. Christian Press Association, New York, 1904, pág. 65.
(2) "Invitación de la Comisión Internacional para el solemne homenaje a Jesucristo Redentor", Gaceta Eclesiástica Mexicana, 1o. de julio de 1898, pág. 42.
miércoles, 1 de febrero de 2012
La casa de don Hesiquio Morales
Relieve con el anagrama de Jesús en la casa de don Hesiquio Morales.
Las calles de Morelos y de Comonfort, al encontrarse, forman una sola esquina debido a la particular configuración de la plazuela Hidalgo y a que ambas calles nacen precisamente en este punto. En esa esquina se encuentra una casa antigua e interesantísima, que normalmente pasa desapercibida para el visitante e incluso para muchos de los habitantes de Aculco.
Portada de la accesoria principal de la casa.
Es una casa sencilla en su ornamentación, pero con varios siglos de edad. De ello da fe su mayor gala, que es la portada de cantera de la accesoria principal, formada por un dintel monolítico con un relieve del anagrama de Jesús (IHS) y dos jambas también de una sola pieza que se desplantan sobre bases casetonadas, posiblemente del siglo XVI. Al lado de esta portada se abre otra mucho más sencilla y cronológicamente posterior que sirve de entrada a la casa.
Detalle de una fotografía de 1901 en la que se observa parcialmente la casa de don Hesiquio. Nótese que asoma un muro interior con la huella de un tejado caído y que la planta alta no existía.
Registro del censo de 1930, donde aparecen don Hesiquio Morales y su familia como residentes de esta casa.
Según se observa en una fotografía de 1909, el inmueble constaba entonces sólo de la planta baja y se encontraba por lo menos parcialmente en ruinas. Años después pasaría a ser propiedad de don Hesiquio Morales, quien instaló ahí su tienda (que recuerdan todavía algunas personas mayores) y seguramente fue quien le agregó el segundo nivel que, curiosamente, se fue adaptando a las diferentes alturas de las diversas secciones de la casa y que, justamente sobre la accesoria, quedó inconcluso.
Fachada de la casa hacia la calle de Morelos y la plazuela Hidalgo.
En sus fachadas, sus distintas etapas constructivas se observan claramente en la variación de alturas y características de sus vanos, hasta el punto que parece tratarse de dos o tres casas separadas. En la planta baja de la fachada principal, hacia la calle Morelos, se abren tres accesos: el de la la antigua tienda, la entrada a la casa y un tercero con su enmarcamiento cubierto con aplanados. Coincidiendo con estas entradas, se encuentran en la parte superior tres balcones totalmente distintos: el primero, sobre la tienda, a mayor altura que los otros, tiene marco y repisón moldurado de cantera y da hacia el área inconclusa; el segundo, que arranca a mucho menor altura, se encuentra sobre la entrada a la casa y se adorna sólo con un delgado repisón moldurado y una media reja con plomos (quizá del siglo XIX); el tercer balcón, con su marco y repisón labrados en piedra blanca, tiene también una media reja antigua, aunque mucho más elaborada que la del balcón anterior.
Balcón lateral derecho de la fachada principal.
En su fachada hacia la calle de Comonfort, la bajada que conduce hacia la calle Corregidora propicia que las cuatro ventanas que iluminan la planta baja (dos de ellas más estrechas y antiguas, las otras perceptiblemente modernas pero con alféizares que copian a las primeras), se abran a bastante altura sobre el nivel descendente de la banqueta. Sólo sobre una de estas ventanas, la situada más al norte, existe una planta alta con un poético balconcillo de piedra blanca con una media reja antigua.
Fachada de la casa hacia la calle Comonfort. Se observan las dos ventanas antiguas de la planta baja y el balconcillo sobre la situada más al norte.
En esta otra sección de la fachada hacia la calle Comonfort se observan las dos ventanas modernas y, arriba, los muros de la segunda planta inconclusa.
El balconcillo.
Varias veces entré a esta casa siendo niño, pero no son muy claros mis recuerdos de sus interiores. De cualquier manera trataré de dar una idea general: al traspasar la puerta de entrada, hay una especie de saloncito con techo de poca altura que se abre directamente con un arco al corredor. Éste, por el contrario, tiene techos muy elevados apoyados en pilares sencillos, sin adorno alguno, que dan al pequeño patio. Una escalera situada junto al saloncito de entrada permite pasar a las habitaciones supeiores de la parte frontal de la casa. En la habitación situada más al fondo, existe una escalera de madera para subir a la planta alta de aquella sección.
La casa vista desde la plazuela Hidalgo.
Vista posterior de la casa. Nótense los distintos niveles de sus cubiertas, así como las etapas constructivas distinguibles en sus muros.
Detalle de la fachada hacia la calle Comonfort.
Las calles de Morelos y de Comonfort, al encontrarse, forman una sola esquina debido a la particular configuración de la plazuela Hidalgo y a que ambas calles nacen precisamente en este punto. En esa esquina se encuentra una casa antigua e interesantísima, que normalmente pasa desapercibida para el visitante e incluso para muchos de los habitantes de Aculco.
Portada de la accesoria principal de la casa.
Es una casa sencilla en su ornamentación, pero con varios siglos de edad. De ello da fe su mayor gala, que es la portada de cantera de la accesoria principal, formada por un dintel monolítico con un relieve del anagrama de Jesús (IHS) y dos jambas también de una sola pieza que se desplantan sobre bases casetonadas, posiblemente del siglo XVI. Al lado de esta portada se abre otra mucho más sencilla y cronológicamente posterior que sirve de entrada a la casa.
Detalle de una fotografía de 1901 en la que se observa parcialmente la casa de don Hesiquio. Nótese que asoma un muro interior con la huella de un tejado caído y que la planta alta no existía.
Registro del censo de 1930, donde aparecen don Hesiquio Morales y su familia como residentes de esta casa.
Según se observa en una fotografía de 1909, el inmueble constaba entonces sólo de la planta baja y se encontraba por lo menos parcialmente en ruinas. Años después pasaría a ser propiedad de don Hesiquio Morales, quien instaló ahí su tienda (que recuerdan todavía algunas personas mayores) y seguramente fue quien le agregó el segundo nivel que, curiosamente, se fue adaptando a las diferentes alturas de las diversas secciones de la casa y que, justamente sobre la accesoria, quedó inconcluso.
Fachada de la casa hacia la calle de Morelos y la plazuela Hidalgo.
En sus fachadas, sus distintas etapas constructivas se observan claramente en la variación de alturas y características de sus vanos, hasta el punto que parece tratarse de dos o tres casas separadas. En la planta baja de la fachada principal, hacia la calle Morelos, se abren tres accesos: el de la la antigua tienda, la entrada a la casa y un tercero con su enmarcamiento cubierto con aplanados. Coincidiendo con estas entradas, se encuentran en la parte superior tres balcones totalmente distintos: el primero, sobre la tienda, a mayor altura que los otros, tiene marco y repisón moldurado de cantera y da hacia el área inconclusa; el segundo, que arranca a mucho menor altura, se encuentra sobre la entrada a la casa y se adorna sólo con un delgado repisón moldurado y una media reja con plomos (quizá del siglo XIX); el tercer balcón, con su marco y repisón labrados en piedra blanca, tiene también una media reja antigua, aunque mucho más elaborada que la del balcón anterior.
Balcón lateral derecho de la fachada principal.
En su fachada hacia la calle de Comonfort, la bajada que conduce hacia la calle Corregidora propicia que las cuatro ventanas que iluminan la planta baja (dos de ellas más estrechas y antiguas, las otras perceptiblemente modernas pero con alféizares que copian a las primeras), se abran a bastante altura sobre el nivel descendente de la banqueta. Sólo sobre una de estas ventanas, la situada más al norte, existe una planta alta con un poético balconcillo de piedra blanca con una media reja antigua.
Fachada de la casa hacia la calle Comonfort. Se observan las dos ventanas antiguas de la planta baja y el balconcillo sobre la situada más al norte.
En esta otra sección de la fachada hacia la calle Comonfort se observan las dos ventanas modernas y, arriba, los muros de la segunda planta inconclusa.
El balconcillo.
Varias veces entré a esta casa siendo niño, pero no son muy claros mis recuerdos de sus interiores. De cualquier manera trataré de dar una idea general: al traspasar la puerta de entrada, hay una especie de saloncito con techo de poca altura que se abre directamente con un arco al corredor. Éste, por el contrario, tiene techos muy elevados apoyados en pilares sencillos, sin adorno alguno, que dan al pequeño patio. Una escalera situada junto al saloncito de entrada permite pasar a las habitaciones supeiores de la parte frontal de la casa. En la habitación situada más al fondo, existe una escalera de madera para subir a la planta alta de aquella sección.
La casa vista desde la plazuela Hidalgo.
Vista posterior de la casa. Nótense los distintos niveles de sus cubiertas, así como las etapas constructivas distinguibles en sus muros.
Detalle de la fachada hacia la calle Comonfort.