Ennegrecida por los escurrimientos de lluvia, con sus paredes desconchadas y cuarteadas, los cabezales de las vigas de su cubierta podridos, sus tejas dilapidadas y rotas, la ventana de su fachada cegada con una lámina corrugada como si fuera un establo o un gallinero, sus vitrales rotos, permitiendo el paso de las palomas al interior del templo, la casa anexa a punto de caer: tal es el lamentable estado de la capilla del pueblo de Santa Ana Matlavat en diciembre de 2018.
A pocos parece importarles que esta capilla sea una de las edificaciones más antiguas de Aculco, quizá en efecto la más antigua. Ningún otro templo en todo el municipio tiene características constructivas tan claramente del siglo XVI: su ábside poligonal, sus almenas en lo alto, la curiosa ventana triangular del testero -herencia de la arquitectura gótica y románica-. Pocos parecen interesado en que este lugar esté ligado a la llamada "peregrinación azteca", como he señalado antes en este blog (si es que en efecto es el Matlahuacallan de las crónicas). A nadie parece decirle algo que este templo a punto de arruinarse contenga uno de los dos únicos retablos barrocos salomónicos de Aculco. Quizá casi nadie sepa que su presbiterio puede tener restos de pintura mural novohispana.
En otros templos de esta región el deterioro suele aparecer más por efecto del tiempo, del uso constante e incluso también por los esfuerzos mal encaminados para preservarlos. Pero parece como los vecinos de Santa Ana hubieran decidido simplemente abandonar esta capilla a su suerte, para que caiga y se olvide. Atravesando el atrio hay otro templo de construcción mucho más reciente, grande, vulgarmente suntuoso y estéticamente horrible, en la que la gente concentra sus cuidados, sin percatarse de que deja que se pierda lo verdaderamente valioso, lo irrepetible, lo que forma la raíz del lugar y que una vez que se destruya jamás podrá reconstruir.
Con todo, sé que hay algunos santanenses que buscan conservar su legado histórico. Este es el momento en que deben actuar, buscando de todas las maneras posibles que la comunidad y las autoridades se involucvren en su conservación y restauración. Sería muy lamentable que la capilla de Santa Ana Matlavat, única y con casi 500 años de vida, muriera en esta generación después de haber visto pasar tantas otras.