Hace ya más de 30 años, cuando comenzaba a interesarme en la historia y patrimonio cultural de Aculco, mi tio Juan Lara Mondragón me habló de lo que él llamaba el "altar roto" de la capilla de Santa Ana Matlavat: un fragmento de retablo colonial colocado en uno de los muros laterales de aquel templo, que era el último resto de la decoración barroca que alguna vez tuvo la parroquia de San Jerónimo Aculco. Sustituida dicha ornamentación hacia mediados del siglo XIX por los altares de estilo neoclásico que hoy tiene, ese altar fue enviado a Santa Ana, donde por fortuna se conservó.
Pocos años después conocí el "altar roto". No recuerdo por qué, pero en aquel momento no llevaba mis anteojos, por lo que en la penumbra de la nave me fue difícil percibir sus detalles. Sólo me quedó el recuerdo del nicho y sus columnas salomónicas. Desde entonces no lo he visto más: cada vez que he regresado a Santa Ana Matlavat he encontrado la capilla cerrada y en creciente deterioro. Es una pena porque se trata quizá del templo que conserva vestigios de mayor antigüedad en todo el municipio. De ello da fe su ábside ochavado y almenado del siglo XVI.
Pero gracias a una fotografia algo borrosa, colgada hace algunas semanas en Facebook, he podido ver nuevamente y con detenimiento este retablo. No es posible estudiar sus detalles ya que la imagen no tiene la calidad para ello, pero sí para darse una idea general de su estado actual y deducir sus características originales.
Estructuralmente, más que "roto", el retablo se observa fragmentado. Se conserva en primer lugar la mesa del altar con sus guardamalletas, róleos, conchas y medallones, y el espacio para el ara. Sobre ella se encuentra el sagrario, lamentablemente ya sin su puerta, flanqueado por dos relieves de gusto manierista. A ambos lados, un par de ángeles atlantes policromados sostienen los pedestales de la columnas. A este mismo nivel, se extiende la predela con relieves fitoformes más allá del ancho de la mesa.
Por encima del sagrario se abre un nicho que en su momento debió albergar la escultura de algún santo. La parte frontal del nicho se halla ornamentada con relieves vegetales y lo mismo sucede con las paredes internas, salvo el fondo. Cubre el nicho un arco abocinado con ornamentación radial que no alcanza a convertirse en una concha.
Las columnas a cada lado del nicho son estilo salomónico, con sus senos bien marcados, basas áticas y capitel corintio. Estas columnas resultan muy esbeltas, especialmente si las comparamos con las del otro retablo barroco salomónico que subsiste en Aculco: el de la capilla de La Concepción. Otra diferencia con aquél (e incluso con la fachada de la parroquia de Aculco) es que en éste las columnas no se presentan en pares.
Las columnas soportan cada una un dado, que es parte de un friso perdido. Una cornisa muy elaborada remata el conjunto, aunque falta la parte centra que debido a la mayor altura del nicho debió formar una curva o polígono como otros muchos retablos de la época. Salvo la mesa, pintada de un desteñido rojo almagre, y los angelitos atlantes, el resto del retablo está dorado. Tiene una altura aproximada de tres metros.
El barroco salomónico se desarrolló especialmente en la segunda mitad del siglo XVII y la primera mitad del siglo XVIIII. Por ciertos detalles tardíos, como la mesa del altar y la esbeltez de las columnas, me parece a mí que el retablo de Santa Ana se podría fechar alrededor de 1750.
Ahora bien. Dado que sólo se conserva fragmentariamente, ¿cómo sería en su origen el retablo completo? La anchura que señalan la cornisa y la predela nos indican casi con seguridad que contó con calles laterales que muy posiblemente enmarcaban pinturas. Además, debido a esa misma anchura, el altar habría resultado desproporcionado de no contar con un segundo cuerpo, o hasta un tercero, o por lo menos un gran remate, por lo que también se puede inferir su existencia. Después de revisar varios retablos contemporáneos, considero que se le pude comparar con uno de los retablos laterales de la iglesia de san Agustín de Oaxaca. Aunque se trata de un retablo bastante importante de tres cuerpos, y es muy posible que el de Santa Ana fuera mucho más humilde, en la estructura del primer cuerpo se pueden apreciar sus semejanzas y con ello imaginar su aspecto original.