En los antiguos conventos el refectorio tenía especial importancia, no sólo por su carácter de comedor de la comunidad religiosa, sino como espacio en que los frailes "alimentaban" también el alma con lecturas edificantes que uno de los religiosos hacía desde una tribuna, especie de púlpito adosado al muro. Arquitectónicamente se trataba de un salón que rivalizaba en tamaño con la sala de profundis y en los conventos novohispanos se localizaba casi invariablemente en la galería del claustro opuesta a donde se levantaba la iglesia.
Justo en ese lugar se encuentra el salón que debió ser el refectorio del convento franciscano de Aculco, es decir, ocupando casi todo el costado sur de la planta baja del claustro. Es un salón alargado, relativamente grande y de poca altura (pues, como todos sabemos, el convento de Aculco se caracteriza por lo pequeño en comparación con otros edificios similares de la misma ápoca), con una entrada y tres ventanas altas y pequeñas por el lado del claustro, dos ventanas con las mismas características y dos puertas en el lado opuesto, y una puertecilla al oriente que por medio de unos peldaños comunica con la escalinata principal del inmueble. El tamaño y ubicación de las puertas y ventanas se explica en buena medida por su uso, ya que los bancos en que se sentaban los frailes se colocaban junto a los muros a todo lo largo del refectorio, como puede apreciarse en esta pintura correspondiente a un convento de monjas carmelitas.
Longitudinalmente el salón está dividido en dos tramos -el mayor al poniente y el menor al oriente- por un arco de piedra muy rebajado que puede o no ser original (hay que recordar que todos los espacios del convento han sido muy alterados a lo largo del tiempo, espcialmente durante los años en que los Agustinos lo acondicionaron como seminario). Con todo, muchos refectorios cuentan con dicha característica y basta ver de nuevo la pintura mostrada arriba para comprobarlo. Al espacio menor se le llamaba anterefectorio, servía de transición entre el claustro y el refectorio, solía contar con un lavamanos y en él se reunía la comunidad antes de pasar al comedor propiamente dicho.
La cubierta del refectorio ya no es la original, que debió ser de terrado, pero tiene un techo de viguería y ladrillo bastante digno que le confiere carácter. No así el piso, formado por deplorables losetas hidráulicas marmoleadas amarillas. Del mobiliario original subsistía hasta hace pocos años una banca que todavía pude fotografiar y que aquí les muestro. Como curiosidad, hay que señalar el fragmento de lápida sepulcral de la década de 1870 que se encuentra en el umbral de la puerta que da al claustro, vestigio del desaparecido cementerio del atrio.