A Francisco de la Maza se le atribuye la frase que afirma "el arte gótico vino a morir en México". No le falta razón pues, en efecto, cuando en Europa las formas ojivales de ese arte cedían ya su lugar a las expresiones del Renacimiento, en la Nueva España se construían todavía -bajo el ímpetu de la arquitectura de la evangelización- bóvedas de nervaduras como las de la iglesia del convento de Oaxtepec, rosetones como el de Yecapixtla, claustros como el de Actopan, perfiles almenados como el de Yuriria, torres como el Rollo de Tepeaca, ventanas como las de Yanhuitlán, gárgolas como las de Cuitzeo, etcétera, los que claramente mostraban su filiación total o parcial con la última etapa del gótico español. No hay que confundir esta herencia gótica -auténtica- con el falso neogótico del siglo XIX, que intentó revivir un estilo que ya para entonces sí estaba completamente muerto.
Este arte gótico final es conocido también como "gótico isabelino", pues surgió y fue impulsado en tiempos de la reina Isabel la Católica. Por su naturaleza de estilo de transición resulta difícil clasificarlo y definirlo, pues en él se mezclan elementos propios del gótico con nuevos elementos renacentistas y otros procedentes del mudéjar. Entre otras características, se advierte la preferencia del uso del arco carpanel, y particularmente del arco conopial, sobre el arco ojival del gótico anterior, aunque sin abandonar éste.
Todavía en fechas tan tardías como principios del siglo XVII llegaron a construirse obras de carácter gótico en México. De hecho, los vestigios de tal estilo en la región histórica a la que pertenece Aculco se pueden fechar quizá entre 1585 y 1620. Entre ellos vale la pena mencionar el arco del presbiterio de la parroquia de Jilotepec, la puerta de la capilla de la Tercera Orden del mismo lugar, los restos de la capilla abierta del mismo sitio, la portada y arco del presbiterio de San Francisco Soyaniquilpan, las columnas del claustro de Huichapan y algunas puertas de ese convento, y ciertas portadas del convento de Tecozautla.
En Aculco quedan apenas algunos restos de aquellos tiempos, que debieron corresponder a la primera etapa constructiva del convento franciscano. Algunos otros que sabemos existieron (como los prestiles almenados de la parroquia) desaparecieron con el tiempo y bajo nuevas formas arquitectónicas. Pero nos concentraremos en lo que subsiste, que no son más que un par de portadas góticas de piedra: una que permanece en su sitio y otra ya fragmentada que anduvo rodando por ahí y actualmente se encuentra bajo mejor resguardo.
La primera portada se encuentra en el acceso al coro del templo, mirando hacia el interior de esa curiosa torrecilla que antes he señalado en este blog, ubicada en un ángulo del convento. De factura sencillísima, se adorna únicamente con un abocinamiento que forma una doble arquivolta y en consecuencia un doble arco conopial. Su dintel, monolítico y bellamente curvado, se halla roto cerca del vértice. La jamba izquierda de la portada se halla semioculta por el muro poniente de la torrecilla, lo que es señal de su mayor antigüedad.
De la segunda aportada tan sólo se conserva el dintel, también monolítico. Es, sin embargo, de factura más tosca tanto en su labrado como por la falta del abocinamiento y la ausencia de curvatura del cerramiento. Su escotadura conopial es con todo más marcada y se adorna con los monogramas de Jesús y María, bastamente labrados. Muestra las huellas de una intervención que quizá afectó la altura del recinto en que se hallaba pues su parte superior se rebajó sin gran cuidado. La piedra fue finalmente desechada y por años se halló tirada al norte de la iglesia, donde antaño se levantó la capilla de la Tercera Orden. Ahí la fotografié hacia 1997. Más tarde fue llevada al claustro y ahí se encuentra actualmente.
Si bien se trata tan sólo de vestigios, huellas apenas del primer convento de Aculco, este par de portadas góticas resultan especialmente valiosas para su historia: nos hablan de una época, del carácter arquitectónico de un edificio fundacional y de su persistencia hasta el día de hoy. Son obras de auténtico gótico, estilo que entonces que agonizaba en América.
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He querido dejar aparte de los casos anteriores este nicho por su procedencia ajena al pueblo, pues llegó a Aculco traído de Guanajuato. Como se observa en la fotografía, sobre el arco carpanel que forma la concha las molduras se curvan formando un arco conopial, composición frecuente en las portadas del gótico isabelino. La moldura más exterior por cierto, presenta un diseño parecido al del cordón franciscano, lo que puede quizá señalar su procedencia conventual. En la parte superior, la cornisilla sobre dentículos la vincula con el arte renacentista. Aunque la figura que alberga parece evocar una fuente y por tanto quizá una pila de agua bendita, no presenta un hueco que permita atribuirle dicho uso. Se encuentra en una casa particular de Aculco, suelta, no colocada todavía en un muro.