En abril de 2014, denuncié en este blog el daño que la colocación de una carpa en el atrio de la parroquia causó en uno de los remates neoclásicos de su acceso sur. Aunque el caso fue difundido incluso en la prensa y la propia secretaria de Turismo del Estado de México hizo pocos días después una visitya al pueblo e informó en su cuenta de Twitter que la restauración estaba autorizada, lo cierto es que el remate de piedra sigue ahí, derrumbado y sin que al parecer a nadie le importe.
Pero como las cosas siempre pueden ir a peor, hace cerca de un año el otro lado del mismo acceso sur fue dañado por el golpe de un automóvil y desde entonces permanece cuarteado, de igual manera sin importarle a nadie esa situación que compromete su estabilidad.
La raíz de estas dos afectaciones a un elemento importante del patrimonio arquitectónico aculquense está en el mal uso de dicho patrimonio: por una parte, la colocación de cuerdas en el pebetero por personal mal capacitado, ignorante de su valor histórico y con la complacencia o falta de vigilancia de las personas que lo tienen a su cargo; por otra parte, el permitir introducir automóviles cotidianamente a un lugar evidentemente impropio e inadecuado para ello como es el atrio, peor aún cuando existe un estacionamiento a unos metros, también ante la mirada complaciente de quienes podrían impedirlo.
Pero quizá más preocupante que ello es el que se vayan acumulando daños sin que alguien tome las medidas para evitarlos en adelante, ni para reparar el perjuicio causado. La indiferencia al ver el deterioro de lo que es de todos es lo que verdaderamente escandaliza. La grieta, más que en el muro, parece que está en nuestra sensibilidad y en nuestro amor por Aculco.