El pasado mes de marzo de 2016 se llevó a cabo en nuestro pueblo el Festival Internacional Cultural Tierra Adentro (FICTA). Un esfuerzo muy valioso -creo yo- para la vinculación del turismo que se busca llevar a nuestro pueblo con un programa de atracciones culturales, llevado a cabo en conjunto por el Ayuntamiento y la Secretaría de Turismo del Estado de México. De acuerdo con el folleto en que se presentó el programa de de este festival (con una redacción algo enredada):
El Festival Internacional Cultural Tierra Adentro (FICTA) nace con el firme propósito de convertir al municipio de Aculco, en la sede de uno de los festivales más importantes del país trayendo una selección de eventos culturales del alto nivel, para convertirse así, en un referente a nivel nacional sobre eventos culturales.
He tardado muchos en meses en ponerme a escribir en este blog mis opiniones sobre el FICTA, que iré desgranando brevemente en esta entrada. Pero déjenme adelantarles mi conclusión: estoy convencido de que un festival así, centrado en lo cultural, puede ser de gran beneficio para Aculco, que es justamente un sitio del Patrimonio Mundial de la UNESCO por sus valores culturales. Pienso además que la primera edición del FICTA se montó con solvencia en lo material, artístico, logístico, administrativo, etcétera, y por eso los organizadores merecen una sincera felicitación. Aclarado esto, quiero decirles que los puntos que subrayaré en adelante incluyen críticas, por supuesto, pero que no tienen otro fin que contribuir aunque sea un poco a que en los años siguientes el FICTA -que espero siga celebrándose- sea aún mejor.
Hablemos primero acerca de las fechas elegidas para el FICTA. Creo que fue un acierto darle al festival la duración que tuvo, del domingo 20 al miércoles 23, previo a los principales días de la Semana Santa, que es cuando Aculco recibe probablemente más turismo que en ningunas otras fechas a lo largo del año. Así, amplió los atractivos para el visitante y estimuló la pernocta. ¿Qué faltó? En mi opinión, vincular justamente las conmemoraciones de Semana Santa con el FICTA. No se trata de interferir o "apropiarse" de las festividades religiosas, ni de convertirlas en parte del programa, sino de sumar esfuerzos.
Por ejemplo, en esos mismos días de la Semana Mayor en que se presentó el festival -domingo al miércoles-, ocurre la conmemoración del Domingo de Ramos y las tradicionales procesiones en las que, con tambores, chirimías y cohetes, se llevan imágenes de santos desde diversas comunidades hasta la parroquia. Se trata de una expresión cultural auténtica y profunda que, sin soslayar su esencial importancia religiosa, aportaría gran valor contextual a un festival cultural. De tal manera, creo que debería abrírseles a estas expresiones un espacio generoso. No hablo, repito, de integrarlas al programa, pero sí de cosas tales como coordinar horarios para que en el momento en que ocurran ninguna otra actividad del festival se esté realizando y que la atención de los visitantes pueda concentrarse en ellas.
Y partiendo justo de esto último pasamos al siguiente punto: las locaciones. Comencemos con una crítica. ¿Alguno de ustedes no extrañó que en un festival cultural el máximo monumento histórico de Aculco, que es su parroquia y ex convento anexo, quedara relegado? ¿A nadie le pareció desagradable que la fachada de este edificio estuviera parcialmente oculta a la vista debido a la carpa que se coloca en el atrio? Nuevamente, se trata de sumar esfuerzos, de cooperación y coordinación. Bien se habría podido, por ejemplo, incluir en el programa alguna actividad musical (quizá música sacra de cámara) que obviamente con autorización del párroco se llevara a cabo en el propio templo o aún en la capilla de Nenthé. O bien, alguna de las exposiciones artísticas pudo haber tenido como marco el claustro del ex convento o incluso la portería del mismo que da hacia el atrio. Sitios sin duda más adecuados para ello que los Lavaderos Públicos, donde se presentaron algunas muestras. Y también pudo haberse negociado que la carpa frente a la parroquia no se erigiera hasta el Jueves Santo. Una actividad tal como un recorrido guiado por iglesia y ex convento pudo haberse programado también sin gran complicación. O, ya más complejo y moderno, un video mapping sobre la fachada del templo podría haberlo integrado al festival.
Ahora viene el elogio. Déjenme decirles que la selección de locaciones me pareció muy afortunada. La idea de establecer varios escenarios abiertos (la Plaza de la Constitución, la Plazuela Hidalgo, la Plazuela José María Sánchez y Sánchez, la Plaza Juárez) y cerrados (el Teatro Municipal, la que fue Casa de don Tiburcio Terreros, los Lavaderos Públicos) es magnífica a) porque permite apreciar que Aculco -a diferencia de muchos otros pueblos bautizados como "mágicos"- no tienen sólo de interesante su plaza principal, sino todo un conjunto urbano, pequeño pero valioso, y el visitante se ve impulsado a recorrerlo; b) porque distribuye a los visitantes en diversos puntos del pueblo, evitando así las aglomeraciones; c) porque la selección de actividades dio a cada yuno de esos escenarios una personalidad artística-cultural temporal, pero interesante; d) porque de esa manera generó la sensación de estar verdaderamente en un festival cultural variado, interesante y concurrido.
Hubo ciertos "negritos en el arroz" , quizá poco importantes pero que no costará gran esfuerzo corregir en siguientes ediciones si ahora se mencionan. Uno de ellos es el nombre que se dio a algunos de estos escenarios, que sin podérsele llamar equivocado sí resulta impreciso. Por ejemplo el escenario "Lavaderos" en realidad se ubicaba en lo que cualquier aculquense conoce mejor como el Ojo de Agua, o Plazuela del Ojo de Agua. Y, cuando en efecto en el programa una exposición de cerámica tuvo lugar dentro de los lavaderos, se le puso extrañamente "Zona de Lavaderos". De igual modo, el mercado expositor, informaba el programa, se pondría en la "Presidencia", cuando bien se pudo haber escrito con más precisión que su ubicación era la Plazuela José María Sánchez y Sánchez. De igual manera, la muestra de cine no se presentó propiamente en la Casa de la Cultura, sino en el Teatro Municipal.
Por cierto, suele ser muy ofensivo para los habitantes de cualquier lugar que se escriban mal los topónimos locales, porque se evidencia descuido o porque se percibe distancia con quienes cometen el error, como si no conocieran el lugar o no les importara conocerlo. Lo menciono porque en el programa apareció escrito "Ñandó" en lugar de "Ñadó".
Vayamos ahora a las actividades que se presentaron. El programa fue sin duda alguna variado, extenso, interesante, de buen nivel y tuvo la virtud de que la palabra "internacional" incluida en el nombre del festival no quedara solamente en un calificativo pretencioso. Asimismo, la diversidad se redondeó con actividades que dieron sitio a grupos, artistas y productores locales, algo sin duda esencial en un festival de este tipo. Quizá le faltó sólo un poco de mayor sensibilidad hacia los asistentes al FICTA, especialmente los locales. Vivimos en Aculco, sin duda, tiempos culturales de transición en los que, al lado de personas que han viajado por el mundo, conocen de géneros artísticos y musicales cosmopolitas, encontramos a muchísimas personas aferradas a lo local que ven eso como extraño y ajeno. De tal manera, quizá para muchos aculquenses el FICTA pudo haber resultado culturalmente elitista o pudieron pensar que no estaba hecho para su disfrute, sino el del turismo. No estaría de más pensar en ellos e incluir en las siguientes ediciones actividades de carácter más popular que logren hacer de él un festival para todos los aculquenses. "Todo pudo haberse arreglado", me comentó alguien con quien reflexioné acerca de esto, "con un buen mariachi o un grupo de huapango".
Pasemos a los temas anexos. La promoción del FICTA fue muy efectiva. Pude verlo en redes sociales, en la prensa, en la difusión in situ a través de carteles, volantes y programas. El resultado fue la magnífica respuesta del público que, si no me equivoco, debe haber logrado récords absolutos de visitantes en el pueblo. Acerca de la logística y las instalaciones, efectivas para los propios espectáculos indudablemente, tengo dos observaciones: La primera, fue muy inconveniente que las camionetas utilizadas por los organizadores se estacionaran en la Plaza de la Constitución cuando no había necesidad de ello, quitando lugar para los vehículos de otras personas. La segunda, en el armado de iluminación y escenarios no se tuvo en cuenta a veces que se hacía sobre construcciones históricas y frágiles; por ejemplo, la iluminación en el escenario del Ojo de Agua se colocó innecesariamente sobre el tejado de los lavaderos, monumento histórico catalogado, removiendo tejas para que quedara fijo. Debo decir sin embargo que al retirarse dicha iluminación todo quedó ya en perfecto estado, pero pudo no haber sido así.
Finalmente, tratemos lo que para mí es algo que debe corregirse de raíz en las siguientes ediciones del FICTA: la cuestión del tránsito y de los estacionamientos. La marea de coches que invadió Aculco se volvió inmanejable. La Plaza de la Constitución, en lugar de lucir como un digno escenario de un pueblo en fiesta, fue más un enorme estacionamiento y una calle atascada. De por sí, es una pésima idea permitir a los automóviles que se estacionen en batería en el costado norte de la plaza, pero en estas circunstancias de tránsito el resultado fue verdaderamente lamentable y aún peligroso para las personas que asistieron al festival. No debe repetirse.
¿Cuáles son las soluciones? Creo que la idea del Ayuntamiento de señalar en mapas varios sitios propicios para estacionarse (como en las afueras del Lienzo Charro Garrido-varela) fue atinada salvo en un punto: no debió haber sido, como fue, una mera sugerencia, sino la única opción posible para los visitantes. Es decir, en esos cuatro días, en un horario preestablecido e informándolo a los vecinos para evitarles molestias, debió haberse prohibido el estacionamiento en todas las calles centrales del pueblo, restringido la circulación solamente a los vecinos para entrar o salir de sus cocheras, y anunciar a los visitantes, desde los accesos al pueblo, de ambas medidas, desviando el tránsito que entraba a Aculco hacia los estacionamienos señalados o hacia los libramientos norte y sur. Hay pueblos que lo hacen así de manera cotidiana y el resultado es maravilloso. Véase si no el pueblo de Bernal, Querétaro, que contando con un extenso estacionamiento a la entrada del pueblo puede darse el lujo de entregarle su centro histórico casi exclusivamente a los peatones y el beneficio para los comercios y restaurantes de esa área es enorme. ¿Quién no quisiera ver a Aculco así, aunque fuera sólo cuatro días al año?