La calle que se llamó de "La Estación" o de "La Estación Mayor" (nombre que la relaciona con perdidas tradiciones religiosas, especialmente las de la Semana Santa), que se extiende apenas una cuadra y hoy lleva el nombre de Allende, es una de las más maltratadas en su patrimonio arquitectónico en el área histórica de Aculco. Tal vez a ello lo condenó el que daban a ella las fachadas posteriores de las tres casas que conforman el lienzo sur de la Plaza de la Constitución, lo que significó que todo ese costado careciera de interés arquitectónico y fuera en su origen sólo una sucesión de gruesos muros sin apenas puertas o ventanas, hasta que ya en la segunda mitad del siglo XX la construcción de la casa de don Ismael Martínez Arciniega (después de don Alfonso Díaz de la Vega), la apertura de una serie de ventanas en la casa de Los Arcos y el uso de algunas accesorias en la Casa del Volcán transformaran -caso todo para mal- su antes anodina fisonomía.
El lado sur de la calle, sin embargo, tuvo mucha mayor relevancia. A ella se abrían sucesivamente y de oriente a poniente, la grande y hermosa entrada principal de la Casa de los de la Vega, una entrada secundaria pero de apariencia mucho más antigua de la misma casa (quizá de principios del siglo XVIII), una serie de accesorias muy sencillas, y finalmente las puertas y ventanas de la casa que perteneció a don Juan García, que se conserva en su descendencia, motivo de este post. La calle se cerraba magníficamente al poniente con la bellísima portada de la Casa de don Abraham Ruiz, que fue desmontada en la década de 1980 para levantar en el solar de esa casa nuevas construcciones tan deleznables que me rehúso a describir. Por el oriente, la casa desembocaba hacia la plaza Juárez, si bien el distinto alineamiento de sus casas sugiere que la calle de Allende fue abierta tardíamente, aunque seguramente aún en tiempos virreinales.
Así, la calle de Allende tuvo su gracia, de la que sólo sobreviven ya algunos vestigios que, de continuar la actitud de indiferencia de particulares y autoridades hacia el patrimonio aculquense, no tardarán muchos años en desaparecer. Pero vayamos a la casa que nos interesa, la que hoy lleva el número 11 y hace esquina con la calle -o más bien callejón- de Rivapalacio, que antiguamente llevó el nombre de Calle del Biombo. En la década de 1930, esta casa era habitada por el matrimonio formado por don Isauro Padilla y Concepción del Castillo, con sus dos hijos Jaime y Jorge. Fue hasta tiempo después, quizá en los años 40 o 50, cuando don Juan García adquirió el inmueble. Pero poco después vendió una fracción del mismo hacia el oriente, donde se encontraba originalmente su entrada principal, lo que le obligó a abrir una nueva entrada que, no sabemos si por falta de recursos o simple desidia quedó por muchos años sólo como un gran hoyo practicado en el muro de piedra. De ahí que la construcción recibiera el nombre popular de la "Casa del Agujero".
Extraña en realidad que esto fuera así, ya que don Juan García era cantero, y entre otras obras a él se le encargó la reparación del Portal de la Primavera cuando dos de sus pilares y alguna otra de sus partes comenzaron a poner en peligro la estructura. Aunque es difícil de averiguar, sospecho que muchas de las portadas de piedra nuevas y reparaciones a las antiguas realizadas en el pueblo entre 1940 y 1960 se deben a su cincel. Y decía que, siendo cantero, resulta extraño que dejara sin una entrada más digna a su propia casa por muchos años. Más tarde, empero, se labró en cantera rosa -sobria y limpiamente- no sólo la amplia portada de dintel curvo, sino las ventanas, balcones y repisones que hoy luce.
Se me ha dicho que don Juan García fue originario de la zona del Tixhiñú y que su familia poseyó en las cercanías un rancho llamado El Capulín. No he podido confirmar estos datos y antes al contrario, parece que el censo de 1930 ubica a su familia viviendo bastante apartados de aquellos lugares, en la ranchería de Fondó. O por lo menos existe una coincidencia de nombres con los de él y su hermano Margarito García.
Ser cantero en una época en la que Aculco vivía, por una parte, la depresión económica que obligaba a muchos de sus vecinos a emigrar, en la que por otra poco o nada nuevo se construía y que en esas pocas nuevas edificaciones comenzaban a aplicarse técnicas más modernas, no debió ser el más demandado de los oficios. Por eso don Juan se dedicó a trabajar sus tierras y especialmente al ramo de la carnicería, que con el tiempo se convirtió en su principal actividad.
En su momento, decíamos arriba, el agujero en el muro que le dio nombre a la casa de la esquina de Rivapalacio y Allende dio paso a una portada de cantera rosa con dintel curvo, al estilo de las que se construían en este pueblo a principios del siglo XX. A su derecha, un balcón que no sabemos si ya existía fue enmarcado también cantera y se le dotó de un repisón recto, sin moldurar. La propia esquina del inmueble, que es la parte de la casa que más conocemos por fotografías tomadas desde la Plaza de la Constitución (pues se "asoma" a ella debido al distinto alineamiento de la calle de Rivapalacio con el portal de la casa de don Alfonso Díaz), perdió una antigua ventanilla que iluminaba, descentrada, los trojes con cubierta de teja que debieron existir sobre las habitaciones de esa parte de la casa. A cambio se abrió una ventana mayor, casi cuadrada, alineada con el vano de la planta baja que daba entrada a una accesoria (la cual que permaneció por años sin mayores transformaciones). Hacia la calle de Allende se abrieron algunos balcones de sencillo trazo.
Vista general de la fachada de la casa de don Juan García en nuestros días. Obsérvese la desaparición del tejado del cuerpo esquinero; sólo ha quedado el perfil inclinado del muro como señal de lo que ya no existe.
Pero ya en las décadas de 1980 y 1990 el inmueble vivió alteraciones menos afortunadas. Prácticamente todo el interior fue rehecho entonces. El perfil inclinado del cuerpo esquinero se mantuvo pese a que, tras él, su cubierta de teja a un agua fue sustituida por una losa plana de concreto. Luego el vano de la planta baja se amplió -respetando por lo menos su enmarcamiento de cantera- casi al doble de su anchura original. De tal manera, aunque la casa de don Juan García se mantiene en pie como uno de los pocos hitos de la calle de Allende digno de apreciarse, es ya sólo casi una remembranza de la construcción original.