Hace tres meses informé en este blog acerca de los trabajos de restauración de la fachada de la parroquia de Aculco, a cargo del arquitecto Lázaro Frutis. Sin embargo, el inicio de las obras en esta área del templo se retrasó un poco, pues fue necesario intervenir antes las grandes grietas detectadas en su cabecera, que se prolongaban prácticamente desde el suelo hasta el pretil. Asimismo, el restaurador decidió atender previamente la reparación de las cuarteaduras que aparecieron en la azotea de la planta alta del portal de peregrinos del ex convento y apuntalar la planta baja (que será restaurada próximamente) pues parece ser que el vencimiento de sus vigas o un asentamiento del terreno fue lo que originó aquellas fracturas.
Pero ya desde hace unos días, como se habrán percatado los vecinos de Aculco, han comenzado las obras sobre la fachada de cantera del templo, terminada originalmente en 1701 y que a lo largo de 313 años de historia ha sufrido innovaciones, mutilaciones y reparaciones de todo tipo. La última vez que esta fachada pasó por un proceso de restauración fue hacia 1959, cuando los padres agustinos que entonces estaban a cargo de la parroquia mandaron retirar los "parches" que ocultaban sus hornacinas y relieves.
Como se puede apreciar en las fotografías que incluimos en este post, se han comenzado a retirar las juntas de los sillares, que en sucesivos arreglos a lo largo de siglos habían sido reforzadas y daban mal aspecto a la fachada por el contraste entre el mortero y la cantera, sobre todo en el segundo y tercer cuerpo de la fachada. Al realizar la tarea anterior también se destaparon los mechinales, es decir, esos agujeros que se practicaban en las fachadas para apoyar las maderas de los andamios que servían para su construcción. Habitualmente esos mechinales era lo último que se cerraba en una fachada en construcción e incluso en muchos casos permanecían destapados.
Pero uno de aquellos mechinales guardaba en su interior una pequeña sorpresa: algún trabajador descuidado de hace muchos años dejó ahí olvidada una pequeña escoba. Y ahí, encerrada, protegida de la lluvia, la humedad y los insectos se conservó prácticamente intacta. Es difícil precisar de cuándo data esa escoba. Creo que por lo menos debe tener cien años, pues las últimas reparaciones que probablemente ameritaron que se destaparan los mechinales para apoyar unos andamios se efectuaron en 1914, cuando se terminó de arreglar el templo después del terremoto de Acambay del 19 de noviembre de 1912. Pero podría tener también los 313 que tiene de edad la propia fachada.
¿Qué pasará con esa escobita? Los restauradores elaboraran una ficha técnica que se incorporará al expediente de esta obra. Pero al final regresará a su sitio en la fachada de la iglesia, donde esperemos se conserve algunos siglos más.
Agradezco al arquitecto Lázaro Frutis el envío de estas fotografías y las que siguen, un par de vistas desde lo alto de la fachada de la parroquia.