domingo, 26 de enero de 2014

La colonización vasca de Arroyozarco

En este México sobreproblado de principios del siglo XXI -o quizá sería mejor decir, tan desequilibradamente poblado a causa de su propia geografía- resulta difícil imaginar que en algún momento de su historia se pensaba casi unánimemente que el país debía ser tierra de inmigración de colonos (preferentemente europeos) que aprovecharan los recursos de los vastos despoblados que existían entonces, fortalecieran la economía del país con su trabajo y se constituyeran en barrera contra las ambiciones expansionistas de Estados Unidos.

Sin embargo, la experiencia con los colonos texanos a los que se les dieron concesiones y permisos desde la Colonia, y que terminaron consiguiendo la independencia de ese territorio respecto de México en 1836, obligó a establecer condiciones que limitaban la migracíón a individuos provenientes de naciones que, no teniendo afinidad cultural con el país vecino, no se constituyeran también en una nueva amenaza de desmembración. Con todo, México nunca logró convertirse en un país atractivo para los inmigrantes, a los que deslumbraba sobre todo el enorme crecimiento de Estados Unidos y preferían establecerse en aquel país -pacífico, rico, exitoso, con libertad de culto y empresa- en lugar de hacerlo en la todavía convulsa tierra mexicana. Sólo algunos llegaron a establcerse en las ciudades, principalmente como empresarios, pero muy pocos en las zonas rurales.

Manuel Payno, funcionario público y conocido autor de Los bandidos de Río Frío se interesó en el tema, y revisando las condiciones que el país daba a la inmigración, sobre todo después de la Reforma, escribió en 1869:

¿Qué medio queda? ¿Abrir las puertas a la emigración? Ya están abiertas. ¿Permitir a cada uno que adore a Dios como le acomode? Ya está permitido. ¿Dar seguridad al país? Los colonos no son unos niños, y pueden, como en los Estados Unidos, defenderse; pero ya también se ha hecho eso y diariamente se fusilan en la República de cuatro a diez salteadores. ¿Libertad civil, libertad de enseñanza, libertad de imprenta, instituciones democráticas? Ya las tenemos. Además, todos los libros de geografía lo dicen, y en la mayor parte es verdad, tenemos un magnífico clima, un hermoso cielo, oro, plata, cobre, café, cacao, azúcar, vainilla, algodón, quién sabe cuántas cosas más, y no se necesita más que la mano del hombre para que la riqueza abunde por doquier. A eso se añade un carácter suave, dulce, hospitalario, bondadoso. ¿Dónde está la emigración? ¿Por qué no viene esa multitud de gente miserable que se muere de hambre y de frío en Irlanda, en Escocia, en la Francia misma? ¿Por qué en tiempo del imperio, que creían en Europa que sería eterno no vinieron más que aventureros y soldados?

Payno se respondió a sí mismo: la culpa era de los hacendados y del sistema de servidumbre que establecían con los peones indígenas, que les significaban mano de obra barata con la que ningún colono venido de Europa podría competir:

Los hacendados, a quienes se culpa de egoísmo, no pueden traer para las labores del campo colonos extranjeros, y la razón es muy obvia. Los salarios de los indígenas se pueden regular desde Un real a cuatro o cinco reales cuando más. Un emigrado extranjero, acostumbrado a comer carne, a beber algún licor, y a vestir y a tener calzado, no podría subsistir con dos personas de familia, con menos de un peso o doce reales diarios. Los cereales cultivados con el costo de un salario tan excesivo además de los gastos en contribuciones, interés del capital, pérdida de cosechas, etcétera, no tendrían demanda en el mercado, y el trabajo del indio, aunque menor, y si se quiere más imperfecto, establecería una competencia con el del colono europeo, y no sería difícil adivinar de parte de quién estaría la ventaja en cuanto a la economía.

Precisamente como ejemplo del fracaso al que estaba destinada la colonización europea, Manuel Payno mencionó un caso sucedido dos décadas atrás, a principios de la década de 1850: el intento de colonización española que Anselmo Zurutuza llevó a cabo en la hacienda de Arroyozarco, en nuestro municipio de Aculco, que era entonces de su propiedad:

En la hacienda de Arroyozarco hizo el finado Zurutuza un ensayo de colonización española, y resultó que cada colono tenía dos o tres indios para que lo sirvieran. La experiencia en pocos meses lo desengañó de que era preferible para el cultivo de la tierra, con todo y sus defectos, la servidumbre indígena. (1)

Es muy poco lo que se sabe en realidad de aquella pretendida colonización de Arroyozarco con gente venida del otro lado del océano. De hecho, parece que por lo menos al principio no se trataba de incluir sólo a españoles entre los colonos, pues Carlos Sartorius, fundador de una compañía de colonización en Darmstadt (actual Alemania), sabía del interés de Zurutuza por fundar una colonia y afirmó que "si supiese las condiciones, sería fácil conseguir gente útil que costearía su viaje". (2) Pero nada sabemos tampoco nosotros de las condiciones establecidas entre el propietario y los pobladores, si se les entregarían tierras de la hacienda en arrendadmiento o propiedad, si el mismo Zurutuza se encargó de traer a los colonos o si ya vivían en nuestro país cuando los atrajo a su proyecto. En suma, la historia de ese breve ensayo de colonización no es casi desconocida a no ser por unos pocos testimonios y algunos nombres de aquellos hombres.

Uno de esos testimonios es cierta crónica de viaje publicada en el Diario de San Sebastián, España, ya muy tardíamente, en 1879, que describe aquella colonización con indudable optimismo, seguramente impulsado por un sentimiento de afinidad nacional:

Tomamos un asiento en el coche-correo, y por un templado amanecer de primavera tomamos el viaje, haciendo alto, para pasar la noche, en la magnífica hacienda rural de Arroyo-Zarco, propiedad de D. Anselmo Zurutuza, dueño, como ya saben nuestros lectores, de la línea general de coches-correos. Criábase en esta hacienda una valiosa e importante potrada de caballos, al par que se benefician las inmensas tierras de su pertenencia para trigo y cebada, por una pequeña colonia de españoles europeos, casi en su totalidad vascongados, como el acaudalado poseedor de Arroyo-Zarco; y después de recorrer todas las dependencias de la finca, en compañía de nuestros camaradas de viaje nos recogimos ya de noche a la posada de la Empresa, a cenar y descansar para prepararnos a la etapa del día siguiente. (3)

Gracias a la investigación de Jesús Ruiz Gordejuela sobre vascos y navarros en México en el siglo XIX, podemos dar los nombres y algún datos más de varios de quienes parecen ser parte de los colonos que llevó Zurutuza a Arroyozarco, pues residían en esa hacienda entre los años de 1848 y 1855. Ellos eran José Arzac, originario de Guipúzcoa, comerciante, Isidro Maruri, cocinero natural de Vizcaya, José María Olano, guipuzcoano también y comerciante, Agustín Soraiz, de Vizcaya, comerciante, y Manuel Zavalveitia, de Vizcaya, comerciante. (4) Un sobrino de don Anselmo Zurutuza, Lucas Zurutuza, bilbaíno como él, comerciante, residió también en 1851 en la hacienda de Arroyozarco. (5)

Y... quisiéramos decir algo más sobre este asunto, pero lo cierto es que hasta aquí llega lo que hemos averiguado hasta ahora. No sabemos si aquellos colonos permanecieron más tiempo en la región después del fracaso de la colonización y la muerte del propio Anselmo Zurutuza en 1852, si quedaron familiares suyos en el lugar, o cuál fue el destino de aquellos vascos. Como en tantos otros episodios de la historia de Aculco, es mucho más lo que ignoramos que lo que sabemos.

(1) Manuel Payno. Obras completas: Tratado de la propiedad; Covención Española; Memoria sobre la convención inglesa, México, Conaculta, 2007, p. 190.

(2) Memoria que la Dirección de Colonización e industria presentó al ministro de Relaciones en 17 de enero de 1852 sobre el estado de estos ramos en el año anterior, México, Tipografía de V. G. Torres, 1852, p. 12.

(3) Diario de San Sebastián, miércoles 26 de febrero de 1879, año VI, segunda época, no. 215, p. 3.

(4) Jesús Ruiz de Gordejuela Urquijo. Guía de vascos y navarros en México, siglo XIX, México, INEHRM, 2012 (edición electrónica).

(5) Grupo documental Pasaportes y Cartas de Seguridad, vol. 97, exp. 134, AGN.

domingo, 19 de enero de 2014

Un viejo fotoreportaje con el telón de fondo de Aculco

En el número de marzo de 1975 de una olvidada revista que se llamó Nueva vida, "para la nueva mujer" -un magazine que exaltaba la liberación femenina, muy al uso de la década de 1970- se publicó hace ya 38 años un curioso fotoreportaje de moda de una marca también desaparecida de ropa que se llamaba KUALITI. El inserto carecería en realidad del mínimo interés para nosotros si no fuera porque tuvo locación a Aculco, recién inauguradas las obras del Programa Echeverría de Remodelación de Pueblos en noviembre del año anterior.

El reportaje se titulaba "Recuerdos de un fin de semana en Aculco". En realidad, es poco lo que se puede decir de las fotografías que rescatamos de aquella publicación para presentarlas en este blog, pues casi todas ellas retratan ángulos del pueblo que, con muy pocas transformaciones, se conservan. Simplemente los invitamos a observarlas y en algunos casos descubrir ellos mismos el sitio preciso de Aculco en que fueron tomadas.

domingo, 12 de enero de 2014

1794: Cuando las diligencias comenzaron a correr por el Camino de Tierra Adentro

Aunque se trataba de uno de los caminos más transitados de la Nueva España, el Camino Real de Tierra Adentro careció hasta fines del siglo XVIII de un servicio formal de transporte de pasajeros en todos sus ramales y rutas. La mayoría de quienes emprendían el viaje por él lo hacían acompañando los convoyes de plata, a los arrieros que transportaban todo tipo de mercancías desde y hacia el interior del país, fletando algún coche en negocios dedicados a ello si pretendían viajar con mayor comodidad o en compañía, o arriesgando la bolsa y el pellejo ante algún asaltante al cabalgar solos. No pocos entre los viajeros que recorrieron este camino deben haberlo hecho simple y sencillamente a pie, al no tener más remedio por sus escasos recursos o su humildad, en el caso de los frailes.

Fue hasta el año de 1794 cuando el virrey conde de Revillagigedo autorizó un servicio de "coches de providencia" (como se les llamaba entonces a los carruajes de servicio público) para que se estableciera una ruta con itinerario fijo, paradas obligatorias y fechas específicas que reguló el transporte de pasajeros entre las ciudades de México y Guadalajara, y que pasaba naturalmente por Arroyozarco. Nació así el legendario servicio de diligencias que tuvo tan gran importancia a lo largo del siglo XIX y hasta la década de 1880, cuando el ferrocarril lo volvió obsoleto y lo relegó al olvido.

Las reglas bajo las cuales operó en un principio este servicio de diligencias resultan sumamente curiosas. En particular, la manera de dividir el peaje entre los pasajeros y el que éstos estuvieran obligados a cubir la manutención del cochero y sus ayudantes. Pero el propio lector tendrá oportunidad de hallar estos y muchos otros detalles de interés en el propio Reglamento, que copio a continuación respetando su ortografía original:

Deseando el Asentista de los Coches de providencia se extienda el beneficio de ellos á uno ú otro Lugar del Reyno, ha conseguido que el Exmo. Señor Virrey Conde de Revilla Gigedo le haya concedido su Superior permiso y ampliado el privilegio para que desde luego pueda poner Coches de camino, que mensual ó semanariamente salgan para Perote y Gualaxara baxo las condiciones que previene el siguiente Reglamento, dexando siempre en su libertad a los que no les acomoden, para que fleten los Coches como ha sido costumbre en las casas destinadas a este género de comercio.

1. El Coche de Providencia para la ruta de Guadalaxara deberá ser de cortinas, con camisa, fuerte en todas sus partes, y habilitado de aquellas piezas manuables que más comúnmente se necesitan en los caminos para una pronta composición; saldrán de esta Capital todos los días primeros de mes, comenzando en el de Marzo próximo, con doce mulas de tiro y dos Cocheros, y no llevará más carga que la que corresponda á quatro arrobas por cada individuo y lo que pueda acomodarse de cosas manuables, como chocolate, dulce y ropa limpia en los caxones que formarán los quatro asientos, cuyas llaves se entregarán á ios individuos que los ocupen, para su mayor seguridad.

2. Hará precisamente la caminata en doce días, terminando la primera jornada en Huehuetoca, la segunda en Tula, la tercera en Arroyosarco, la quarta en San Juan del Río, la quinta en Querétaro, la sexta en Celaya, la séptima en Yrapuato, la octava en Horcones, la nona en Frías, la décima en Cerrogordo, la undécima en Zapotlán y la última en Guadalaxara, de donde no pasará por ningún motivo.

3. Respecto á qué este Coche debe regresar á México el día 16 del mismo mes en que emprendió su marcha para Guadalaxara, y que según las jornadas que van apuntadas sólo viene á tener el descanso de tres días, no se concederá á ninguno de los Sujetos que lo fleten detenerse en alguno de estos parages pues á mas de que resultarían más días de camino, estorbaría que uno ú otro individuo que espere el Coche en algún paraje para introducirse en él, habiendo lugar vacío, lo pueda verificar y asimismo que en las Posadas y Mesones del tránsito se inutilizen las prevenciones de comidas y cenas que es regular dispongan seguros del arribo del Coche á ellas en los días determinados.

4. Sin embargo, si por algún motivo extraordinario, y que no pueda remediarse, se atrasare el Coche en alguna jornada, se reemplazará aquel día con uno de los de descanso, á fin de que no haya novedad que perjudique los cálculos de los Viajantes en los días asignados al regreso.

5. Éstos Coches se fletarán por asientos para la mayor comodidad del Público en orden á su precio: por ningún motivo admitirán á mas de quatro Personas; y habrán de ir y volver en los días asignados, bien haya una persona solamente, dos, tres o los quatro que pueden ocuparle.

6. Fletándolo una sola Persona deberá pagar 200 pesos; siendo dos 105 cada una; siendo tres a 75; y siendo las quatro á 63 pesos 4 reales, que hacen 250 pesos entre todas; precio el más baxo en que hasta ahora se ha fletado un Coche para Guadalaxara, aunque sea para una sola Persona; y sean las que fueren, la mantención de los Cocheros (que son tres reales diarios a cada uno) siempre ha de ser de cuenta de los que fleten el Coche, como ha sido costumbre, y a excepción de esto, toda la paga anticipada.

7. Siempre que el Coche salga ocupado de esta Ciudad, ó de la de su regreso, con menos de quatro Personas, deberán estar entendidas las que lo hubieren fletado, que por ningun motivo pueden estorbar, (y mucho menos los Cocheros) que en los parages del tránsito se ocupen los lugares vacíos por las Personas que lo soliciten, una vez que paguen anticipadamente lo que corresponda á los días que juzguen acompañarles, cuyos valores van asignados al fin de este reglamento con bastante claridad, para ahorrar á todos trabajo y disputas. Y para que á la salida de aquella Posada donde alguno se agregare no se ofrezca detención, se procurará en la noche precedente dexar efectuada la agregación, y prevenida la carga.

8. Si por ir con mayor comodidad quiere una Persona pagar los quatro asientos, aunque solo ocupe tres, dos ó uno, no se le embarazará, y se le dará una una Boleta ó Recibo impreso (como también á quantos ocupen ios Coches) en que se exprese haber pagado los quatro asientos, con la qual podrá satisfacer al que acaso quiera agregársele en el camino viendo lugar vacío, pues en tales circunstancias se deben tener por ocupados, y puede proceder con entera libertad para darlo o negarlo.

9. Fletado el Coche por un solo individuo, podrá conducir en él hasta la mitad de la carga asignada, que son ocho arrobas; fletado por dos, cinco arrobas cada uno; y fletado por tres, á quatro y media cada uno, para dar lugar a la carga del que pueda agregarse en el camino.

10. Si fletado el Coche por una, dos ó tres Personas para ir á Guadalaxara, solicita otra ú otras ocupar los asientos sobrantes para que las conduzcan á Querétaro u otro Lugar del tránsito, pagarán todas á prorrata lo que les corresponda como que solo fueran á Querétaro, y después también á prorrata lo que corresponda á las que continúen hasta Guadalaxara; v. gr. Fletado el Coche para que conduzca tres Personas á Guadalaxara, se agrega otra que sólo quiere ir á Celaya, que está puntualmente en la mitad del camino: pues deberán pagar entre las quatro 125 pesos correspondientes á la mitad del camino de Guadalaxara, y luego entre las tres que lo continúan 113 ps.,4 rs. que es la mitad de los 225 pesos en que se fletará el Coche quando salga de México con tres individuos. Otro exemplo; Fletado el Coche por una sola Persona para ir á Guadalaxara, quieren, acompañarlo otras dos hasta S. Juan del Rio; pues pagados entre las tres 75 pesos, correspondientes a la tercia parte del camino, donde se halla este Lugar, deberá pagar la que sigue hasta Guadalaxara otros 133 ps. 2 1/2 reales, y en este caso le sale a esta todo el viaje por 158 pesos 2 1/2 reales.

11. Queriendo dar el Asentista una prueba nada equívoca de que más que su beneficio procura el del Común, declara, que si fletado un Coche para Guadalaxara por uno ó mas individuos, se le agregan otros en alguna de las jornadas para seguir adelante, la que á estos pertenezca pagar se reparta por iguales partes entre los que salieron de México, aunque bien tirada la cuenta debía ir á la parte el Asentista, puesto que el valor de los fletes sube á proporción de los individuos que ocupan el Coche, y en este caso no se verifica. Bien que le serán responsables de la conciencia los que con dañada intención solo fleten el Coche para los que salgan de México, sabiendo que desde la segunda ú otra jornada debe acompañarles otro individuo, en que ya no es contingente su agregación.

12. Todo quanto va advertido para la ida á Guadalaxara, se debe entender para el regreso, á excepción del valor de los fletes, que son absolutamente la mitad: á saber: 100 pesos por una sola Persona, 105 siendo dos, 112 pesos 4 reales siendo tres, y 125 siendo quatro; no entendiéndose en esto el diario de los Cocheros, que á la ida y vuelta es el mismo, y siempre de cuenta de los que fletan el Coche.

13. El Coche para Perote saldrá de esta Capital también el día primero de cada mes: tornará el día 8: volverá á salir el 15, y tornará el 22; bien que en el mes de Marzo próximo sólo hará el segundo viage de ida y vuelta. Terminará su primer jornada en Otumba: la segunda en Buenavista, la tercera en Jonguito, y la quarta en Perote, donde se entregarán al Cochero principal los valores de los regresos, recogiendo de él los correspondientes Recibos. Será su precio para una Persona 70 pesos, para dos 76, para tres 82, y para quatro 90; á la vuelta para una Persona 35, para dos 38, para tres 41, y para quatro 45; advirtiéndose que quanto se ha dicho para el viage de Guadalaxara deberá entenderse con identidad para éste; á saber: que no yendo pagados los quatro asientos, debe admitirse al que lo solicite, cobrando y repartiendo á prorrata lo que le corresponda dar entre los que iban ocupando los otros asientos; que la manutención de los Cocheros es de cuenta de los que fletan el Coche; y que por ningún motivo deben atrasarse las jornadas; pues consultando con esto no se ha elegido el rumbo de Puebla, que aunque ofrece más proporción de Viageros, consta de mas jornadas, y por consecuencia ofrece mayores gastos en todo el camino.

El Exmo. Señor Virrey, propenso siempre á proteger los pensamientos útiles á la causa pública, no solo se ha servido aprobar el Reglamento precedente, y conceder al Asentista su permiso para que lo publique por medio de la Gazeta, sino que ha expedido las órdenes mas estrechas á los Señores Intendentes y á los Subdelegados del tránsito de una y otra carrera, para que teniendo presente lo prevenido en los artículos 64 y 66 de la Real Ordenanza de Intendencias, en orden al reparo de puentes y caminos públicos, aseo, capacidad y limpieza de las posadas, ventas y mesones, provisión de víveres, camas y lo demás preciso al buen hospedage, velen y zelen con la mayor eficacia y esmero para la comodidad, asistencia y alivio de los caminantes á la menos costa posible, confiando que mediante el zelo de dichos Señores Intendentes y Justicias en hacerlas observar y cumplir, sin dar lugar á justas quexas de los caminantes, se logrará uno de los mas importantes beneficios, digno de agregarse á los muchos que ha recibido el público en todos ramos y materias en el tiempo del feliz gobierno de S.E.

FUENTE: Gazeta de México del martes 18 de febrero de 1794, tomo VI, núm, 7, p. 51-54.

domingo, 5 de enero de 2014

Las tres veces que Maximiliano pasó por Arroyozarco

Casi siempre me parece poco menos que intrascendente mencionar a los personajes de nuestra historia que pasaron por Arroyozarco. Esto, principalmente porque desde 1550 y hasta antes de la construcción del Ferrocarril Central Mexicano en 1882, era un sitio de tránsito prácticamente obligado para todo aquel que viajaba hacia el centro y norte de nuestro país. Párrafos como uno tan mal redactado que dice "el Lic. Benito Juárez de regreso a México en junio de 1867, a su paso por la población, pernoctó en la Hacienda de Arroya Zarco. Don Maximiliano de Habsburgo también pernoctó en este lugar cuando se dirigía a Querétaro", que se puede leer en varios sitios de internet, en realidad resultan de una obviedad casi absoluta con sólo saber que estos dos personajes viajaron en algún momento entre las ciudades de Quérétaro y México.

Si se medita bien, escritos como aquel otro en una costosa placa de bronce que existe en Polotitlán que reza "Por esta calle, antes camino nacional, transitaron Ignacio Zaragoza, Benito Juárez, Maximiliano, Guillermo Prieto, Vicente Riva Palacio y otros personajes de la historia de México" sólo sirven para asombrar a los incautos. Imagínese si en cada sitio, importante o no, desde la ciudad de México hasta la lejana Ciudad Juárez se pusiera una placa como ésta. Y en cada uno de esos lugares el letrero sería tan verídico como, en el fondo, absurdo.

Todo cambia, sin embargo, cuando lo importante no es señalar únicamente que por ahí pasaron y quizá ahí durmieron algunos personajes destacados, sino que existe algún testimonio de ese tránsito que se extiende aunque sea sólo un poco más en los detalles, las circunstancias, los acontecimientos y el lugar mismo, hasta convertirlo en una verdadera historia digna de ser contada. Es el caso, por ejemplo, del paso del Emperador Maximiliano por estos rumbos, las tres veces que la vida -y también la muerte- le llevaron por Arroyozarco.

 

Rumbo al Grito en Dolores

La primera vez que Maximiliano de Habsburgo tomó el viejo Camino Real de Tierra Adentro lo hizo en su viaje al interior del país, que abarcó parte del altiplano mexicano, el Bajío y Michoacán, y se extendió de agosto a octubre de 1864. El momento culminante del viaje ocurrió la noche del 15 de septiembre, cuanbdo en la recientemente nombrada (por Juárez) ciudad de Dolores Hidalgo el monarca dio el tradicional Grito de independencia en la casa del cura Miguel Hidalgo. Pero el propósito del viaje excedía ese acto simbólico; como escribió a su suegro el rey Leopoldo de Bélgica, era indispensable demostrar a Europa "que el país estaba tranquilo y que el monarca podía recorrerlo sin peligro; espolear la actividad militar y expulsar del territorio a Juárez" (1). No obstante, el recorrido se limitó naturalmente a la región ocupada por las tropas francesas enviadas por Napoleón III, las que debido a la falta de organización de un ejército imperial propiamente mexicano le resultaban indispensables.

El encargado de dirigir este viaje fue el consejero honorario de Estado Sebastián Schortzonloelmer. La comitiva estaba compuesta por el coche particular del Emperador (que vajaba sin la Emperatriz Carlota) y cuatro diligencias, una de las cuales se adelantaba a las otras para preparar comida y alojamiento suficiente para las 16 personas principales que acompañaban a Maximiliano. Por supuesto, el grupo viajaba fuertemente resguardado por soldados a caballo. (2)

Aunque el itinerario oficial señalaba que el Emperador llegaría a Arroyozarco el 11 de agosto, al terminar la cuarta jornada del viaje, que constaba de siete leguas desde San Francisco Soyaniquilpan que habrían de recorrerse en cuatro horas, algún retraso debió sufrir desde su inicio pues no arribó a este punto sino dos días más tarde, según relatan los diarios de la época:

Día 13 [de agosto de 1864].- Salimos de San Francisco [Soyaniquilpan] a las seis de la mañana; a las diez llegamos la venta de Santa Rosa, donde almorzamos, y de allí continuamos a Arroyozarco sin que hubiera nada notable , excepto el entusiasmo con que labradores y dependientes de todas las haciendas del tránsito salían a recibir y vitorear a S.M.

En Arroyozarco, se presentaron a felicitarle las diputaciones de los pueblos de Aculco y Acambay, cuyos principales miembros concurrieron a la comida. Concluida ésta y habiendo hecho presente los del primer punto al Emperador el mal estado en que se encontraba su pueblo por falta de fondos, les dio S.M. lo necesario para el establecimiento de una escuela , y 60 pesos de su caja privada para el pago de la conducción de 200 fusiles que necesitan para su defensa.

Día 14.- A las seis hubo misa en la capilla de la hacienda, y luego que concluyó partimos para San Antonio Polotitlán, a donde llegamos a las dos de la tarde, habiendo almorzado en la venta del Carrizal. (3)

Este último día, 14 de agosto de 1864, el propio emperador envió un telegrama a Carlota, en que le informaba: "Salimos en este momento para la Soledad [como se llamaba con frecuencia a Polotitlán]. Recibí esta mañana tu carta y te la agradezco. Deseo que tu salud sea buena. Aquí estamos todos sin novedad." (3 bis)

De tal manera, Arroyozarco no sólo fue lugar de paso para Maximiliano, sino sitio de encuentro con el pueblo y los gobernantes locales, lugar de pernocta e incluso el templo de la hacienda sirvió, aunque fuera una sola vez, como Capilla Imperial. Un breve texto nos permite conocer además -así sea someramente- lo que se dijo en los discursos presentados por las autoridades de Acambay y Aculco al Emperador y cómo se desarrolló aquella reunión:

A las dos en punto de la tarde llegamos a la hacienda de Arroyozarco. Maximiliano recibió a dos delegaciones de las comunidades vecinas. En sus floridos discursos, dieron cuenta de las grandes esperanzas depositada en él: "Señor, hemos sufrido mucho durante la larga y devastadora guerra civil, pero decimos: ¡bendita sea la anarquía, si al cabo nos ha traído los mexicanos un emperador ilustrado... que es, sin duda, el elegido entre miles de nuestros grandes para hacer feliz a nuestra Patria! México ha extendido su brazo tembloroso hacia ti en medio de la agonía de un largo medio siglo de guerra civil, para que lo liberes de la necesidad y la miseria". (4)

Curiosamente, para la ocasión el Ayuntamiento de Aculco mandó pintar un cuadro en lienzo de 150 por 175 centímetros aproximadamente, con el escudo imperial. Esta pintura fue realizada por el sanjuanense Roque Chávez y sobrevivió por lo menos hasta principios del siglo XX en el pueblo, en manos de don Cirino María Arciniega. Él lo calificó como "regular" en su calidad y lo valuó entonces 50 pesos. No sabemos cuál fue su paradero, pero seguramente Arciniega concretó su intención de venderlo, posiblemente en la ciudad de Querétaro (5).

A su regreso a la capital del país a fines de octubre de 1864, Maximiliano no pasó ya por Arroyozarco, pues viniendo de Michoacán entró al Valle de México por el camino de Toluca. Antes de ello, sin embargo, a su paso por San Felipe del Progreso, fue informado del desastre sufrido por el pueblo de Acambay -a cuyas autoridades había conocido dos meses atrás en Arroyozarco- a causa de un terremoto, por lo que se detuvo en el lugar para disponer se enviara madera a este pueblo, que la necesitaba con urgencia. (6)

 

Hacia el sitio de Querétaro

Si el viaje de 1864 tuvo el aire optimista de un paseo triunfal por sus dominios imperiales, cuando Maximiliano volvió a tomar el Camino Real de Tierra Adentro a principios de 1867 su situación no podía ser más distinta. La Guerra de Secesión de Estados Unidos había terminado en abril de 1865 y el país vecino se mostraba ya abiertamente hostil a la presencia de un ejército francés en América. Napoleón III, en carta fechada el 15 de enero de 1866, había informado al Emperador de su decisión de dar fin a la ocupación francesa de México, lo que dejaría a Maximiliano con el apoyo sólo de un desorganizado ejército mexicano y algunos cuerpos leales belgas y austriacos. Ni siquiera la presencia de la emperatriz Carlota en la corte de Napoleón -enviada para intentar recuperar el apoyo francés- logró variar sus planes pues aquél tenía ya sus propios problemas en Europa y sabía que se avecinaba un conflicto con Prusia. De la crisis nerviosa, Carlota pasó a la franca locura de la que jamás se recuperaría. La evacuación francesa inició y el 5 de febrero de 1867 la guarnición francesa de la capital partió rumbo al puerto de Veracruz.

Maximiliano, agobiado por el abandono de Napoleón y las terribles noticias por la salud de su esposa, pensó abdicar y abandonar el país junto con las tropas francesas. Sin embargo, un sentimiento de honor y las promesas de apoyo de Leonardo Márquez y Miguel Miramón lo decidieron a permanecer en México. Y optó por encerrarse en la ciudad de Querétaro, donde tenía numerosos partidarios y le parecía más fácil soportar ahí el asedio de las fuerzas republicanas procedentes que avanzaban desde el norte del país. Así, partió de la ciudad de México el 13 de febrero de 1867, dispuesto a defender lo que restaba de su Imperio en aquella ciudad del Bajío.

La columna militar que acompañaba a Maximiliano resultaba más bien pequeña para lo que representaba en términos de un gobierno que reunía fuerzas para su última resistencia: 961 soldados de infantería, 504 de caballería, dos obuses de 15 cm, 2 cañones de montaña, 4 cañones de proyectiles de ocho libras, 94 hombres de la servidumbre imperial y "suficiente personal de sanidad". Los soldados eran todos mexicanos: decidió dejar en la capital a la infantería austriaca y a los húsares, que le suplicaron en vano acompañarlo. (7)

Renunciando a hacer uso de un coche y asumiendo un papel activo que se mantendría en sl sitio de Querétaro y en el que muchos han querido ver el deseo de morir en acción, Maximiliano montó uno de sus caballos favoritos, el dócil Anteburro, e inició la cabalgata:

El Emperador se propuso hacer todo el camino a caballo y montaba un arrogante corcel, pinto, con silla mejicana; vestía casaca de general, sin charreteras, pantalón oscuro; bota fuerte hasta la rodilia y sombrero ancho, de ala grande, llamado jarano propio de la gente de campo de aquel país, que es común en todos al montar a caballo, y muy propio para evitar los rayos abrasadores del sol. Sus armas eran una espada que la llevaba colgando de vistosos cordones que pendían de un hermoso cinturón, y dos pistolas giratorias de seis tiros colocadas en el arzón de la silla. En la mano llevaba un telescopio de campaña muy bueno, pero sencillo en su adorno. (8)

Es curioso que se mencione que montaba un caballo pinto, color desdeñado habitualmente por los jinetes mexicanos, sobre todo cuando en los cuadros que existen de Anteburro aparece de color uniforme y claro, aparentemente tordillo palomo. De cualquier manera, casi en las puertas de la capital, en Tlalnepantla, el convoy imperial tuvo a la vista al primer contingente de enemigos: veinte hombres de caballería, seguramente espías, que huyeron a toda prisa. Poco después, en la hacienda de Lechería, se toparon con un batallón de 600 hombres comandado por el guerrillero Catarino Fragoso con el que se enfrentaron dejando 80 enemigos muertos en el campo. Fragoso, más que un guerrillero liberal, era un vulgar bandolero que aprovechaba el estado de guerra para sus latrocinios amparándose bajo aquella bandera, como deja claro la carta que envió Juárez a Porfirio Díaz el 2 de agosto de 1863:

Por el lado de Arroyozarco y Tepeji, los guerrilleros Fragoso, Romero y un cierto padre Domínguez, cometen excesos escandalosos y extorsionan a los pueblos. Estos malhechores cada día nos desacreditan más, y es fuerza exterminarlos." (9)

Tan poco apegado a las convicciones liberales era Catarino Fragoso, que en los primeros días de febrero de 1864 se había pasado al Imperio con sus 150 hombres, pero regresó con los liberales cuando empezó su declive (10).

Todavía el mismo Fragoso intentó atacar a la columna del Emperador en Cuautitlán, pero fueron nuevamente rechazados ahí por la guardia Municipal de la Ciudad de México. Durante los enfrentamientos, Maximiliano se mezclaba entre sus hombres y a tres pasos de él uno de ellos resultó herido. Al final de aquella primera jornada Maximiliano durmió en Cuautitlán y al día siguiente recibió refuerzos de Santiago Vidaurri, que contraviniendo las órdenes venía escoltado por los húsares austriacos. La jornada siguiente, del 14 de febrero, la rindieron con tranquilidad en Tepeji del Río. La mañana del 15, al salir de este poblado, los imperialistas recibieron el aviso de que camino adelante estaba nuevamente el enemigo. Se trataba ahora de los guerrilleros José Cosío Pontones y Martínez, que con 300 infantes y 200 jinetes ocupaban la hacienda de Arroyozarco, mientras que el juarista Carvajal había tomado Polotitlán.

Pese a todo, la jornada que concluyó en San Francisco Soyaniquilpan no tuvo sobresaltos. Pero por la noche se dio aviso a Márques de que la fuerza de Cosío se aproximaba y pretendía apoderarse de un desfiladero kilómetros adelante, cerca de Calpulalpan, por donde tendría que pasar el convoy imperial. El 16 de febrero a las seis de la mañana se pusieron nuevamente en marcha, deteniéndose a almorzar en San Miguel Mandó (hoy San Miguel de la Victoria, llamado así por la batalla final de la Guerra de Reforma en 1860, que dio el triunfo a los liberales), al pie del monte de Calpulalpan.

El liberal Cosío, en efecto, había tomado el desfiladero de la Cuesta de Pajaritos, pretendiendo atacar desde su protegida posición entre el bosque a los imperialistas, pero sólo en uno de sus costados. Márquez dispuso entonces que los tiradores avanzaran haciendo fuego hacia el lado izquierdo del camino, cubriendo al resto de la comitiva. Sobre el camino hallaron una diligencia volcada que había sido tiroteada también por los liberales, suponiéndola parte del convoy imperial. Durante la necesaria maniobra de enderezarla no dejaron de recibir los tiros del enemigo. Cerca de tres horas tomó transitar aquel desfiladero. Y relata el príncipe Félix de Salm-Salm, que acompañaba al Emperador, que al pasarlo fueron atacados nuevamente por el flanco izquierdo en "los llanos" (seguramente ya los Llanos del Colegio, pertenecientes a la hacienda de Arroyozarco):

Cuando hubimos pasado el desfiladero conquistado, nuestro flanco izquierdo fué atacado por unas guerrillas que se presentaron en los llanos. El destacamento de los exploradores y otro del 9 de caballería, bajo el mando del mayor Malburg avanzaron para arrojarlos y yo tomé parte en el ataque. Uno de los enemigos a quien perseguí, saltó una muralla de piedra, cayendo del otro lado con el caballo. Salté tras él la cerca inmediatamente, para hacerlo prisionero, pero se levantó y me apuntó con la carabina a tres pasos de distancia; sólo tuve tiempo para hacerle fuego y le envié una bala a la cabeza que le entró por el ojo derecho. (11)

Maximiliano, según su secretario Blasio, en este ataque marchó "a la vanguardia, rodeado de sus oficiales y de su comitiva". Pero uno de los grupos del enemigo que iba a la retaguardia hizo una descarga sobre el carro del ministro Aguirre y sobre el que seguía, creyendo que en alguno de ellos viajaba el Emperador.

En el último ataque de "los más denodados guerrilleros" republicanos, los imperialistas lograron hacerles varios muertos y capturar varios caballos, haciendo retroceder al grueso del enemigo. Continuaron así su camino:

Por la tarde llegamos a Arroyozarco, donde en la casa de diligencias encontramos una excelente comida dispuesta para los liberales, comida a la que hicimos todos los honores, festejando la ocurrencia de que comiéramos los manjares preparados para nuestros enemigos. (13)

En las acciones del día se habían tomado bastantes prisioneros juaristas, a quienes el general Leonardo Márquez quería fusilar inmediatamente. El Emperador, con nobleza, lo prohibió. Pero corrió el rumor de que aquella noche en Arroyozarco Márquez los había fusilado en secreto durante la noche y, comenta Salm-Salm, una acción así estaría "en consonancia con su carácter". (14)

Maximiliano y sus hombres dejaron Arroyozarco a las seis de la mañana del 17 de febrero rumbo a San Juan del Río y prosiguieron después sus jornadas hasta llegar a Querétaro. Como todos sabemos, no saldría vivo de aquella ciudad, donde vencido el Imperio fue fusilado el 19 de junio de 1867.

 

De regreso a Europa

Pero aún habría de pasar Maximiliano una vez más por Arroyozarco, aunque se tratara sólo de su cuerpo, malamente embalsamado por el doctor Vicente Licea tras su ejecución. El cadáver salió de Querétaro a principios de septiembre de 1867, pero su tránsito sería sumamente desventurado:

En las inmediaciones de Arroyozarco en un arroyo llamado San Sebastián, se volcó el carro que conducía las reliquias del señor archiduque y lo mismo pasó en una acequia inmediata a la hacienda de Ahuehuetes (...). La acción del agua que penetró permaneciendo en contacto con el cadáver y macerándolo produjo la degeneración grasosa que sufren algunas momias. (15)

¿Cuál sería aquel arroyo cercano a Arroyozarco en que cayó, en un infortunio más, el cuerpo del Emperador? No debe tratarse del río de San Sebastián de las Barrancas que al unirse al Arroyo Zarco forma el río de San Juan (que da nombre a la ciudad Queretana), pues definitivamente no se halla "en las inmediaciones" sino a muchos kilómetros de distancia. Debe tratarse de otro arroyo, que por ahora escapa a nuestro conocimiento.

El cuerpo de Maximiliano, embalsamado por segunda ocasión para dejarlo presentable, fue embarcado finalmente en la fragata Novara el 27 de noviembre de 1867. Hoy en día reposa en Viena, en la cripta imperial de la iglesia de los Capuchinos, donde su catafalco se distingue de otros por la flores y banderas mexicanas que suelen depositarse junto a él.

La levita de Maximiliano

Por cierto, el 30 de junio de 1867 pasó por Arroyozarco en camino desde Querétaro hacia la capital el caballero Ernst Schmitt von Tavera, secretario de la legación austriaca en nuestro país. Llevaba consigo, como reliquia, la levita que vestía el emperador al momento de ser fusilado. En este sitio, relata él mismo en su libro Die mexikanische Kaisertragödie (La tragedia imperial mexicana), publicado en Viena en 1903, un partidario de Maximiliano le pidió que se la mostrara:

Me preocupaba mucho perder la levita del emperador, que fue atravesado durante la ejecución y que se encontraba entre mis efectos. Había evitado cuidadosamente mencionar la posesión de esta triste reliquia a ninguno de mis compañeros de viaje. Por eso me resultó sumamente desagradable cuando uno de ellos, presentándose como imperialista en la estación nocturna de Arroyozarco, me pidió urgentemente que le dejara ver la levita que con tanta ansia guardaba. Sigue siendo un misterio para mí cómo el hombre se enteró de que tenía este último conmigo, porque ya había tratado de mantener el más estricto secreto sobre esto en Querétaro. Mi desconocido lloró al ver los faldones acribillados a balazos y luego, para mostrarme su gratitud, me sirvió la cena con la mayor atención. (16)

 

NOTAS

(1) Ralph Roeder. Juárez y su México, México, Fondo de Cultura Económica, 1947, p. 836

(2) Periódico La Sociedad, 27 de agosto de 1864.

(3) "Viaje del Soberano al Interior.- Relación de sus jornadas hasta Querétaro", publicado en el periódico La Sociedad, 26 de agosto de 1864.

(3 bis) Weckmann, Luis, Carlota de Bélgica: correspondencia y escritos sobre México en los archivos europeos (1861-1868), México, Porría, 1989, p. 310

(4) Konrad Ratz y Amparo Gómez Tepexicuapan. Ein Kaiser unterwegs, Böhlau, 2007, p. 53 y 54.

(5) Copiador de cartas de Cirino María Arciniega, manuscrito, carta a Pedro de la Vega.

(6) Jesús Yhmoff Cabrera. El municipio de San Felipe del progreso a través del tiempo, México, Biblioteca Enciclopédica del Estado de México, 1979, p. 146.

(7) Teodoro Kaehlig. Historia del sitio de Querétaro. Talleres Gráficos de la Revista de Yucatán, Mérida, 1923, p. 11-17. En buena parte del texto hacemos uso de la narración de Kaehlig, por lo que no repetiremos la cita.

(8) Niceto de Zamacois. Historia General de México. Tomo 18, J.F. Parrés y Compañía, 1882, p. 1000.

(9) Conde E. de Kératry. Elevación y caída del Emperador Maximiliano, México, Imprenta del Comercio, 1870, p. 308.

(10) Niceto de Zamacois. Historia General de México. Tomo 17, J.F. Parrés y Compañía, 1881, p. 96.

(11) Félix de Salm-Salm. Mis memorias sobre Querétaro y Maximiliano, México, Tipografía de Tomás F. Neve, 1869, p. 38-39.

(12) José Luis Blasio. Maximiliano íntimo, México, UNAM, 1996, p. 209.

(13) Idem, p. 210.

(14) Félix de Salm-Salm. Mis memorias sobre Querétaro y Maximiliano, México, Tipografía de Tomás F. Neve, 1869, p. 39.

(15) Esther Acevedo. La definición del Estado Mexicano, 1857-1867, México, Secretaría de Gobernación, 1999, p. 102.

(16) Ernst Schmitt von Tavera, Die mexikanische Kaisertragödie, Viena, Adolf Holzhausen, 1903, p. 150.