Ningún regreso es fácil. Y un año y casi ocho meses después de abandonar este blog resultará quizá mucho más. En este tiempo he dejado pasar de largo muchos temas, sucesos, descubrimientos, que sin duda habrían enriquecido este pequeño espacio en internet dedicado a la historia y patrimonio de mi pueblo. Pero las razones que me obligaban a ignorarlos -creo yo que obligaban, aunque quizá solamente me excusaban con mi consciencia- fueron durante estos largos meses tan fuertes, tan sólidas bajo mi punto de vista que llegué a pensar que el abandono era definitivo.
Pero llegó el día en que regresa Aculco, lo que fue y lo que es, no sé todavía si de manera triunfal o con el rabo entre las patas (como temo). Las razones que me hacen retornar son tan distintas a las que me hicieron alejarme -y que en su momento no quise explicar con detalle- que ni siquiera puedo decirles que aquellas han cambiado tanto y para bien que aquí me tienen de vuelta. Nada de eso: ni los problemas se solucionan, ni el estado de ánimo cambia y antes sí, han surgido nuevas y mayores dificultades en mi vida y el panorama se ensombrece. Ni hablar: son tiempos malos.
Pero es por eso que estoy aquí una vez más. En este tiempo fuera de mi blog descubrí la falta que me hace para catalogar y ordenar mis pensamientos sobre los temas que aquí trato, la compañía que me da en momentos difíciles, la facilidad con la que me permite sumergirme en tiempos lejanos y ajenos que no duelen, que no angustian, que sólo dejan una suave melancolía por lo que fue y ya no es.
Perdón por este aburrido texto que no intenta, de ninguna manera, justificar la vuelta a estos parajes ante mis amables lectores. Sólo sepan que estoy aquí y que intentaré ponerme al corriente y dedicarles mis textos con tanta oportunidad y frecuencia como pueda.
Así, como Fray Luis de León ante sus alumnos de la Universidad de Salamanca tras un buen tiempo en la cárcel, continuamos estos trabajos con su famoso "decíamos ayer...".