Uno de los tramos mejor conservados de La Ceja.
La Ceja, conocida también como "La Calzada", es un camino construido al norte del pueblo de Aculco a principios del siglo XX, con el fin de enlazar -de oriente a poniente- dos fincas que por aquel entonces pertencían al mismo dueño, don Macario Pérez Jr: el Molino Viejo y la hacienda de Cofradía. Con una extensión de cerca de kilómetro y medio, su grato arbolado formado casi enteramente por cedros plantados por el propio don Macario, así como la belleza de sus alrededores (siempre verdes gracias al riego), lo convirtieron en agradabilísimo paseo para varias generaciones de aculquenses.
Fotografía satelital de la zona de La Ceja que, como se advierte, corre casi rectilínea entre el Molino Viejo y Cofradía. En la parte izquierda se notan los grandes trechos desforestados.
Monumento funerario de Delia Garduño, situado a la mitad del trayecto.
La calzada subsiste hoy en día, pero el deterioro imparable ha venido mermando su hermosura hasta el punto de preguntarnos por cuánto tiempo más podrá disfrutarse. Primero lo dañó el drenaje arrojado al río que corre en sus inmediaciones siendo que, además, las aguas negras son utilizadas para el riego de los alfalfares que se extienden al norte de este camino, con las obvias consecuencias en salubridad y malos olores. Más tarde, una plaga (quizá un insecto descortezador), mató a muchas decenas de coníferas que crecían a sus lados, dejando largos tramos desprovistos completamente de árboles, especialmente en su extremo poniente. Finalmente, a algún presidente municipal se le ocurrió rellenar los baches (que se forman normalmente en época de lluvias) con cascajo procedente de las laminadoras de cantera, lo que sin duda resuelve momentáneamente el problema pero dificulta el tránsito a pie y le confiere al camino un innegable aspecto de deterioro y descuido.
En esta zona, el arbolado norte de La Calzada casi ha desaparecido y sólo quedan los troncos secos.
Al fondo de la imagen se advierte uno de los montones de cascajo con los que suelen rellenarse los baches de La Ceja.
Trecho con su arbolado medianamente conservado.
Aunque ha habido varios tímidos intentos por reforestar La Ceja, lo cierto es que podrían contarse con los dedos de la mano los arbolitos sobrevivientes de esas acciones, ya que la gran mayoría murieron por el descuido, pero principalmente por el maltrato intencional, tanto de los ocasionales transeúntes como de los agricultores que prefieren tener un acceso más directo a sus tierras aunque para ello tengan que destruir algún retoño.
En este tramo se advierte la intención, ya vieja, de reforestar la vía, con los magros resultados que están a la vista.
Los alfalfares que se extienden al norte de La Calzada y son regados con aguas negras.
El problema de la contaminación del agua también se ha atendido, aunque sólo de manera parcial y en los últimos años: las aguas negras se siguen represando junto al Molino Viejo, justo al inicio de La Calzada; aunque sobre esta misma vía metros más adelante existe ya una planta de tratamiento del líquido, lo cierto es que sólo se puso en marcha en este trienio, despues de estar abandonada por largos años.
La Ceja no es sólo es un sitio de gran belleza en el paisaje aculquense: es también un lugar de importancia histórica al estar situado justo en la base de la loma en que se desplegó el ejército insurgente en la Batalla de Aculco del 7 de noviembre de 1810; lo es asimismo como vestigio de la presencia en estas tierras de la familia Pérez, a la que pertenció Sara, la esposa del presidente Madero; debería considerársele, además, parte integral del conjunto arquitectónico de ese par de edificios notables que son el Molino Viejo y la hacienda de Cofradía. Incluso, es uno de los mejores lugares en las cercanías del pueblo para observar aves propias de la zona, como gavilanes y halcones, e incluso las invasivas garcillas blancas que tanto llaman la atención.
Ojalá las autoridades de nuestro municipio se tomen un poco más en serio su conservación y no tengamos que lamentarnos algún día de su completa destrucción.
¿Estupidez, ironía o signo de los tiempos? El único árbol en toda la vía que luce un pretil protector (además de la habitual e inútil pintura blanca en su base)... es un cedro muerto y descortezado.
Las garcillas bueyeras, desconocidas en la zona hasta unas décadas y ahora parte numerosa de la fauna local.