jueves, 25 de septiembre de 2008
Balcones barrocos
La remodelación de Aculco en 1974, ya lo hemos dicho, provocó la pérdida de gran cantidad de elementos arquitectónicos de enorme interés, todo en aras de obtener una uniformidad y un carácter "colonial" que contradictoriamente borró detalles auténticamente coloniales. En esta ocasión nos vamos a ocupar de uno de ellos: los remates barrocos de los balcones de la casa de la familia Alcántara Terreros.
Esta casa constituye el ejemplar mejor conservado de vivienda rica aculquense de tiempos virreinales. Su descripción merecería un espacio muy amplio, por lo que en esta ocasión nos vamos a ocupar sólo de mostrar uno de los pocos daños (afortunadamente) que ha sufrido este edificio en sus más de 200 años de existencia: la pérdida de los remates barrocos de argamasa que adornaban los dos balcones del lado izquierdo de su fachada principal, que da hacia la Plaza Juárez.
Como puede observarse en esta fotografía, que incluyó Arturo Sotomayor en su interesante obra "Viajes al pasado de México" (1963), estos remates arrancaban de una cornisilla de ladrillo sobre el marco de cantera de los balcones. Tenían forma de triángulo con sus lados ligeramente curvados y rematados en la parte inferior por sendos róleos. El vértice se adornaba con una esfera. Aquí se muestra el balcón más cercano a la esquina de la calle Juárez.
En esta fotografía reciente, se observa que los antiguos remates que lucían los dos balcones del lado izquierdo ya no existen. La pérdida es lamentable, tanto porque quitó un detalle hermoso y auténtico a esta casa, como por tratarse del único ejemplar existente en Aculco de ese tipo de ornamentación barroca.
Esta casa constituye el ejemplar mejor conservado de vivienda rica aculquense de tiempos virreinales. Su descripción merecería un espacio muy amplio, por lo que en esta ocasión nos vamos a ocupar sólo de mostrar uno de los pocos daños (afortunadamente) que ha sufrido este edificio en sus más de 200 años de existencia: la pérdida de los remates barrocos de argamasa que adornaban los dos balcones del lado izquierdo de su fachada principal, que da hacia la Plaza Juárez.
Como puede observarse en esta fotografía, que incluyó Arturo Sotomayor en su interesante obra "Viajes al pasado de México" (1963), estos remates arrancaban de una cornisilla de ladrillo sobre el marco de cantera de los balcones. Tenían forma de triángulo con sus lados ligeramente curvados y rematados en la parte inferior por sendos róleos. El vértice se adornaba con una esfera. Aquí se muestra el balcón más cercano a la esquina de la calle Juárez.
En esta fotografía reciente, se observa que los antiguos remates que lucían los dos balcones del lado izquierdo ya no existen. La pérdida es lamentable, tanto porque quitó un detalle hermoso y auténtico a esta casa, como por tratarse del único ejemplar existente en Aculco de ese tipo de ornamentación barroca.
¿Nueva vida para Rancho Viejo?
La finca conocida como Rancho Viejo era en realidad una fracción de la hacienda de San José del Jazmín. Fue desligada de esta gran propiedad hacia 1880, cuando pasó a manos de Jesús María Monroy, hijo de don Ricardo Monroy, propietario de la hacienda.
Su casa principal, construida en sillería de tepetate, presenta características que la distinguen de otras haciendas cercanas, como Ñadó y El Jazmín. Se trata de un edificio compacto,con dos viviendas gemelas, que se yergue al pie de una loma muy cerca del extremo sur de la Presa de Ñadó, entre ésta y la Carretera Panamericana en su tramo entre Acambay y Aculco. Sus muros, sólidos y casi ciegos, se desplantan sobre un terraplén que sobresale en talud en sus lados norte y oriente, siendo este último viento hacia donde abre su fachada principal.
Las habitaciones principales se hallaban cubiertas de bóvedas aligeradas con elementos de cerámica, muy poco usuales en la región, mientras que el resto de las techumbres eran de teja. El aire austero del edificio se acentuaba con un par de torreones cilíndricos con aspilleras en el muro poniente.
Hacia la segunda mitad de la década de los 40, Francois Chevalier tomó esta fotografía de Rancho Viejo para incluirla en su libro "La formación de los latifundios en México". Se puede observar como única señal de deterioro la caída de una parte del lienzo de su muro poniente.
Cinco décadas más tarde, en 1992, Javier Romero Quiroz publicó esta fotografía en su libro "Acambay, fragmentos históricos". El edificio lucía abandonado, acusando el deterioro varias techumbres caídas y el derrumbe de una gran parte del muro sur.
Hace unos años, Rancho Viejo fue vendido y su actual propietario inició su recuperación. La muralla y los torreones lucen renovados, aunque a éstos últimos se les ha dado un poco más de altura. Las bóvedas se observan restauradas, pero los techos de teja han sido eliminados casi por completo. De igual manera, han desaparecido varios muros interiores y se han construido otras nuevas paredes, con lo que se ha perdido la evidencia de las dos viviendas gemelas.
Fotografía satelital que muestra la distribución interior original de Rancho Viejo, antes de las recientes modificaciones. Es difícil juzgar a la distancia, pero inquieta la duda. Con estas obras, ¿se está dando nueva vida a las piedras ruinosas de Rancho Viejo o se le está borrando parte de su historia?
Su casa principal, construida en sillería de tepetate, presenta características que la distinguen de otras haciendas cercanas, como Ñadó y El Jazmín. Se trata de un edificio compacto,con dos viviendas gemelas, que se yergue al pie de una loma muy cerca del extremo sur de la Presa de Ñadó, entre ésta y la Carretera Panamericana en su tramo entre Acambay y Aculco. Sus muros, sólidos y casi ciegos, se desplantan sobre un terraplén que sobresale en talud en sus lados norte y oriente, siendo este último viento hacia donde abre su fachada principal.
Las habitaciones principales se hallaban cubiertas de bóvedas aligeradas con elementos de cerámica, muy poco usuales en la región, mientras que el resto de las techumbres eran de teja. El aire austero del edificio se acentuaba con un par de torreones cilíndricos con aspilleras en el muro poniente.
Hacia la segunda mitad de la década de los 40, Francois Chevalier tomó esta fotografía de Rancho Viejo para incluirla en su libro "La formación de los latifundios en México". Se puede observar como única señal de deterioro la caída de una parte del lienzo de su muro poniente.
Cinco décadas más tarde, en 1992, Javier Romero Quiroz publicó esta fotografía en su libro "Acambay, fragmentos históricos". El edificio lucía abandonado, acusando el deterioro varias techumbres caídas y el derrumbe de una gran parte del muro sur.
Hace unos años, Rancho Viejo fue vendido y su actual propietario inició su recuperación. La muralla y los torreones lucen renovados, aunque a éstos últimos se les ha dado un poco más de altura. Las bóvedas se observan restauradas, pero los techos de teja han sido eliminados casi por completo. De igual manera, han desaparecido varios muros interiores y se han construido otras nuevas paredes, con lo que se ha perdido la evidencia de las dos viviendas gemelas.
Fotografía satelital que muestra la distribución interior original de Rancho Viejo, antes de las recientes modificaciones. Es difícil juzgar a la distancia, pero inquieta la duda. Con estas obras, ¿se está dando nueva vida a las piedras ruinosas de Rancho Viejo o se le está borrando parte de su historia?
ACTUALIZACIÓN, 22 DE MARZO DE 2014
Algunas fotografías de interiores y exteriores de Rancho Viejo, antes de la renovación por la que pasó hace unos años, procedentes del Catálogo de Monumentos Históricos del INAH.
Y acá el resultado de su transformación iniciada en 2008, en la que poco parece haberse respetado de la distribución interior, pese a tratarse de un Monumento Histórico Catalogado por el INAH.
ACTUALIZACIÓN: 3 DE FEBRERO DE 2015.
El misterio de Rancho Viejo se ha revelado: la finca es ahora un criadero de caballos de Pura Raza Española, la "Yeguada González Sánchez".
Pinchando aquí puedes leer algo sobre la historia de esta yeguada, y en Youtube puedes encontrar videos de algunos de los potros que han criado.